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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

domingo, 21 de diciembre de 2014

El pozo de navidad


No es precisamente por rendir un homenaje a la verdad que estamos dando testimonio de lo que ocurrió. Usted dirá que no es agradable lo que sucedió como para andar volviéndolo a contar, pero esto se debe más que nada a la costumbre. En realidad tiene todo de costumbre. Así nacemos, fluimos y hacemos fluir, como el agua.

Uno podría decir que a Juan le pasó lo contrario, que murió por falta de costumbre. Desde luego, no es la única razón, pero sí la principal de varias. Otra fue el calor, otra la presión del lugar. Cuando lo sacaron del pozo estaba todo más que claro para aquellos que habían asistido a la fiesta navideña y sabían de sus extravagancias. Había bebido y comido hasta el hartazgo, todo al compás de una música que no dejó de bailar. En los últimos minutos se quejaba de tener mucha sed, nadie entendía como era posible y parecía más bien una broma. Él mismo se lo tomaba a la chacota afirmando: “Al comienzo fue el vino”.

Fue difícil levantarlo, estaba más pesado que de costumbre. El comisario Arquímedes Platero estuvo a cargo de la pesquisa. Hubo investigación porque no estaba todo más que claro para el médico que lo revisó. Los últimos que hablaron con él fueron Cristina Samos, la guardavidas de la piscina, y Gerardo “Chiche” Fuentes, el joyero más afamado de la ciudad. Arquímedes sospechaba de todos y al principio –me confesó- no sabía que hacer. Decidió darse un baño para relajarse y aclarar su mente. La clave le llegó con el murmullo de las burbujas y fue confirmada por los análisis posteriores. Juan Troccoli había intentado respirar bajo el agua produciéndosele un cuadro de aerombolismo. En su borrachera, imaginó el pozo como un lugar agradable para vivir en paz y no pensó que el agua pudiera ser su enemiga. Todo lo contrario. Inhalando líquidos en vez de mezclas de gases era posible que se pudiera descender a increíbles profundidades, se aventuró. Inclusive dar con tesoros perdidos, más allá de lo que hasta ahora el hombre –incluso “Chiche”- pudo soñar. No se trataba de lograr record alguno, ni de nadar ningún estilo ni distancia, sino de permanecer voluntariamente bajo tres metros de agua en ese pozo de Maldonado, casi sin moverse. Nadie sabe cuántos minutos fueron. Pero sí está confirmado que antes de sumergirse se sometió, durante dos horas, a una comilona de aquellas. ¿Por qué no podría respirarse un líquido?, desafió, obstinado, tragando  hasta que el pesado oxígeno del agua pasara por los pequeños conductos de sus pulmones.

Llovía cuando lo encontraron. Para un habitante de las orillas del Hwang Ho la lluvia suele ser anuncio de destrucción y muerte. Nuestro hermano uruguayo –que había visitado China recientemente- tal vez quiso sustraerse a ese anuncio mediante la creación de un mundo maravilloso, a varios metros de profundidad. 

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