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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 24 de mayo de 2024

Proyecto Altazor



PROYECTO ALTAZOR

Ars longa, vita brevis. Virgilio

The lyfe so short, the craft so long to lerne. Geoffrey Chaucer


El sueño va sobre el tiempo cual paracaídas en el aire

Vivimos en un mundo que no tiene demasiado en claro hacia dónde va. Desde que los estallidos lúdicos del dadaísmo, el surrealismo y el movimiento hippie nos trajeron en el siglo XX el juego como posibilidad libertaria de recuperar nuestro tiempo y la preeminencia del instante, se nos está reclamando otra ética y otras epistemologías, por no hablar del impacto de la pandemia al respecto.

Los antiguos griegos tenían tres dioses del tiempo: Cronos, que nos devora continuamente; Aión, el dios de una vida liberada de Cronos, tiempo del placer y del deseo cuando queremos que el instante dure para siempre; y Kairós, fugaz, que determina ese tiempo del instante, dios de la oportunidad vinculado al arte. Para despegarnos temporariamente de Cronos y estar en Aión precisamos acontecimientos que hagan aparecer lo eterno, resistir antientrópicamente a Cronos. Si hoy más que nunca el tiempo se nos aparece shakesperianamente desgarrado, hay instantes en que bailamos en la incertidumbre de un bello contacto con Kairós, con momentos de una vida que pareciera no morir.

Borges también le cantó a la diversidad y profundidad de un instante cualquiera en la que el escurridizo Kairós nos permite experimentar la eternidad mientras dura, de Aión a Vinicius de Moraes. Para lograr esa otra relación con el tiempo es necesario lograr otra relación con el mundo y con la muerte. Si el enamorado se pierde en el tiempo, su voluntad es el último escalón. Cronos es lo opuesto del amor y es necesario estar siempre listos para resistir a ese dios y su entropía. La evolución es esa resistencia. Porque si huir de Cronos es en última instancia imposible, no lo es escaparse temporariamente de él y atravesar experiencias valorativas que lo desorienten o distraigan.

En un mundo convertido en un enorme mercado de inevaluables ofertas, todo lo deseamos, todo queremos experimentar, y en ese despegar del anhelo muchas veces no somos conscientes del lugar y momento que habitamos y, por tanto, ni siquiera lo vivimos pues nuestra mente está en otro lugar: atrás, porque no se entiende lo que rápidamente pasó, o adelante, porque se teme lo que velozmente vendrá. Y sospechando que no nos controlamos ni conocemos a nosotros mismos, e incapaces de aceptarlo, muchas veces perdemos así el tiempo, la vida y su mismo sentido en los desiertos de una cultivada ansiedad.

Allí es donde Altazor, ese poema inspirador de Vicente Huidobro del que tomamos su nombre, llega para recordarnos el viaje en paracaídas de un ser que rompe las ataduras de la realidad, transformándola. Viene cayendo en paracaídas y, mientras tanto, escribe su poema. Tal como Altazor, nos proponemos como meta recordarnos la posibilidad de una vida más poética y ayudarte a hacer de tu propia vida una obra de arte, llenándola de sentido, de valor, hasta que termine nuestro breve trayecto en este mundo.

Si estamos cayendo, podemos hacerlo de otra manera, poética y valorativamente. Altazor cae con los ojos abiertos sacudiendo la nada, trayendo a sus tinieblas el clima de la pasión, recordándonos que estamos cosidos todos a la misma estrella, por la misma música, en el mismo cielo. Como Altazor, nos proponemos aquí recordarte la posibilidad de vidas más elevadas y te invitamos a caer desde bien alto. Su paracaídas quiere convertirse en parasubidas para florecer en las alturas del vacío.

Los participantes de nuestras actividades, altazores de todos los espacios y todas las edades, son la esperanza. Solo falta ponerlos a colaborar entre ellos.

El Proyecto Altazor se propone ayudarnos a vivir vidas más poéticas y nos invita a agregar valor a nuestras vidas, a caer poéticamente en otros espacios, con otras conversaciones, con otras palabras, mientras construimos el sentido.


¿Dónde y con quiénes lo hacemos?

Lo haremos en un lugar especial: el planeta Tierra. El centro estará en todas partes y en ninguna. La vida es caída y, a no olvidarlo, movimiento. Lo haremos con altazores de todo el planeta.


¿Cómo lo haremos?

El Proyecto Altazor se propone como un cálido ámbito de encuentro, reflexión, investigación y producción sobre aquello que hace nuestras vidas más significativas en el mundo. En esta búsqueda promoveremos la articulación entre personas y comunidades de todo el planeta.

La formación, la investigación y la asistencia personal e institucional serán objetivos centrales del Proyecto Altazor. Si en el mundo sigue existiendo la abierta posibilidad del encuentro con un horizonte de esperanza, es bueno recordar para qué vivimos y la urgencia de un movimiento internacional en este sentido.

Tales valores de significación poética deben ejercerse sobre los saberes y las prácticas, y trabajar al menos con tres dimensiones de los valores estrechamente articuladas entre sí: una dimensión sensible, una dimensión cognitiva y una dimensión práctica, de manera de potenciar a través de nuestras vidas una cultura que no sea indiferente, una cultura que sea capaz de saber de lo que está hablando (de allí además la necesidad de competencias interculturales), y una cultura comprometida con la acción sobre aquellas cosas a la que es sensible y que conoce.

La sensibilidad es un componente esencial de la vida moral: no hay conciencia moral que no se emocione, no se entusiasme o no se indigne. Pero esta sensibilidad debe educarse y apelar a la reflexión sobre esas emociones y sentimientos, la elucidación de sus motivos o móviles, su identificación, su puesta en palabras y su discusión. La formación del juicio moral debe permitir comprender y discutir las elecciones morales que cada uno encuentra en su vida.

Es al menos parcialmente el resultado de una enseñanza en las diferentes formas de razonamiento moral, de ser puestos en situación de argumentar y deliberar sobre la complejidad de esos problemas y de justificar nuestras elecciones morales. Pero el desarrollo del juicio moral apela de manera privilegiada a las capacidades de análisis, de discusión, de intercambio, de confrontación de puntos de vista en situaciones problemáticas. Y demanda una capacidad de atención, en particular al trabajo del lenguaje en todas las expresiones escritas u orales. No obstante, poco de todo esto estamos llevando adelante en nuestra educación y en nuestra vida cultural y política en la que no son excepción los que no saben siquiera expresarse de manera oral o escrita. Un mundo que ni siquiera puede expresarse adecuadamente y que mutila sus lenguajes, una cultura que no sabe de lo que está hablando, es garantía de deterioro.

A partir de allí se tratará de crear conflictos cognitivos, romper esquemas conceptuales y sembrar inquietudes, dudas epistemológicas y curiosidad intelectual.

Para ello trabajaremos en el Proyecto Altazor con expresiones literarias y artísticas, recordaremos y estudiaremos a grandes figuras referentes de la vida artística, intelectual y del compromiso moral, con políticas de lectura, escritura y conversación. Es urgente aprender a conversar como si bailáramos, recuperando la magia de la palabra y el arte de la escucha.


Actores a involucrar

Presidencias, gobernaciones, intendencias, ministerios de educación y cultura, agencias de cooperación internacional, fundaciones, instituciones culturales, educativas y científicas, industrias, empresas, centros de investigación, medios de comunicación, ciudadanos en general, teatros, museos.


Estaciones del Proyecto Altazor

Borges: El valor de los lenguajes y la vida poética, la escritura y la lectura

Vinicius: El amor como valor y la educación sentimental

Chaplin: El humor como valor en la vida social

Orfeo: El valor de la música y las artes de la escucha. El valor de la canción y de la danza.

Pessoa: El viaje y el autoconocimiento como valor

Darwin: El valor de nuestra biología y la conversación con otras especies

Russell: El valor del pensamiento

Camus: El valor de la responsabilidad

Cervantes: El valor de la ambiguedad

Sagan: La curiosidad como valor

Da Vinci: La polimatía como valor

Hoganbiiki: El valor de la empatía

Rimbaud: El valor del entusiasmo

Kafka: El valor de la espera y de lo inesperado

Sócrates: Los valores del diálogo y la humildad

Confucio: El valor de la honestidad

Martin Luther King: La igualdad como valor

Simone Weil: La justicia como valor

Hannah Arendt: La libertad como valor

Gandhi: La paz como valor


Seminarios (presenciales u online)

Permanente: “Valor, vida poética y sentido”

Ocasionales: “Retórica y sentido”, “El sentido poético del tango”


Obra teatral: El Señor Altazor (en español, portugués, francés, alemán, italiano e inglés)



Servicios de consultoría institucionales y personales

Escribir a alfajoraltazor@gmail.com


Instrumentos digitales

Sitio Web, Facebook, Twitter, Instagram, Blog, mail, newsletter, youtube channel.


Por una ciudadanía poética

Lo que llamaremos “ciudadanía poética” supone una capacidad para transformarnos a nosotros mismos que tendemos a olvidar. La misma se construye a partir de su ejercicio, implica un “poder hacer” en las condiciones contextuales en las que nos hayamos inmersos, en el marco de nuestras relaciones, nuestro capital social, nuestros valores y nuestra participación en la construcción de nuestro hogar, ciudad, país, planeta: el lugar donde somos, desde nuestro propio lenguaje a nuestra imaginación. Son muchas las prácticas y consumos culturales habituales en la vida a partir de las cuales nos vamos constituyendo como ciudadanos y que requieren de una actitud crítica. Nos atraviesan múltiples discursos, por eso es importante generar un espacio antidisciplinario para diálogos diferentes, el ámbito para la construcción de una conciencia poética de la propia ciudadanía y sus laberintos que además, en el caso de los adolescentes y jóvenes de hoy, supone capturar los valores que se despliegan en sus modos singulares de relacionarse en el intento de lograr una significación, un valor poético para sus vidas. Se trata, como aspiraban los vanguardistas, de hacer de la propia vida una obra de arte o, en una nostalgiosa variante épica, de volvernos los héroes de nuestras propias vidas. Podemos hacer algo más con ellas. Porque hay otra voz dentro nuestro más alla de “el sonido y la furia” que Faulkner retrató. El mañana nos quema y nos hallamos enjaulados en instituciones viejas. Los valores, entonces, son el sostén de una vida que nos mueve hacia otro lugar, que nos excita, que nos genera sentido.

Somos imaginación, deseo y memoria, el llanto frente a la belleza, la risa frente a la nada misma, el coraje del compromiso y la capacidad para soñar con penetrar la realidad. Si vamos a morir, dejemos momentos poéticos, hechos valorativos. Seamos eso que vamos a dejar.

Necesitamos tener nuevos sentidos para las palabras y voces del mundo. Si no podemos sino caer, hagámoslo con valor y valores, en un paracaídas poético, enriqueciendo el instante en el que estamos en este mundo.

El Proyecto Altazor nos propondrá entonces un ejercicio de exploración y revelación de nosotros mismos, poniendo en concierto las diferentes esferas del universo. Arrastrados por el entusiasmo, la idea es que algo se sacuda y se creen nuevas posibilidades para la percepción, saliendo de nosotros mismos hacia un más allá, a otras tierras, otros cielos, otras verdades que se encuentran en el viento y en las estrellas, en otras especies, en lo que huye o canta, en un intento por traducir lo hermoso o sublime mediante un ritmo sagrado.

El Proyecto Altazor se propone así reunir los fragmentos de un mundo roto e invitarnos a un viaje por paisajes, personas y hechos llenos de valor expresando el deseo de una realidad diferente. Importantes valores han vivido una vida clandestina y disminuida en un mundo cartesiano. Su exilio es cada día más aterrador. Hay nostalgia en ellos en un mundo que ha perdido el sentido y erra sin dirección. Pero el Proyecto Altazor no buscará referirse a la realidad, espera recrearla, penetrarla, y trabajar en la zona de lo sagrado, volviendo a regar el mundo de sueños.

Los valores se hallan presentes en nosotros como ansia de lo que deseamos: otro cuerpo junto al nuestro, otro ser, otra vida. Más allá, fuera de nosotros mismos, entre los árboles que tiemblan, algo canta en un instante de heroísmo en el que el tiempo deja de fluir, como cuando nos paralizamos frente a una hermosa sonrisa que nos hace renacer.

Fundar el Proyecto Altazor en estos días es una provocación, un desafío al mundo, una actividad que puede ser inofensiva o peligrosa. A muchos tal vez hoy los valores no los iluminen ni mucho menos los diviertan, en tiempos en que todo pareciera deber ser entretenimiento y el valor pareciera no tener valor. A pesar de ello, el Proyecto Altazor llega para desafiarnos con el coraje que la hora requiere. Si lo que ocurra no será real para muchos en tanto no podrá ser reducido fácilmente a una mercancía, para otros esa dimensión fantástica se convertirá una realidad de mayor valor. Para aquellos que se sienten mutilados en su existencia, exiliados en su reino, el Proyecto Altazor llega para darles refugio.

Los románticos, pero también los surrealistas, buscaban transformar la vida y operar una revolución invitándonos a hacer de nuestra propia vida una obra de arte. Si el sentido ha dejado de iluminar el mundo, damos vuelta alrededor de una ausencia. Y en esa rotación el Proyecto Altazor procurará arrojar luces que titilen.

Mientras enfrentamos, aislados, el futuro, compartimos un sentimiento de incerteza con todos los seres humanos en un presente de zoom fijo, flotante e interminable, y sentimos que un futuro informe pide valores para no rendirnos tan fácilmente frente a la noche del tiempo y de los tiempos, una pregunta sobre el sentido, una búsqueda que permita reunir lo que ha sido separado: nosotros.

En nuestros días, un desencantado y penoso mundo de multitudes bajo psicoterapias en las que aprenden a preservarse de los otros, a realizarse personalmente más que a comprometerse con un grupo o institución social, tiene mortalmente amenazada cualquier posibilidad de resurrección de un “nosotros” convivencial. Se trata por ello de instaurar formatos de convivencialidad, de vida con los otros cuando más se nos educa para la vida y la felicidad sin el otro.

Día a día nos la rebuscamos para sobrevivir alienados en el interior de una sociedad anómica sin que disminuyan las consuetudinarias vejaciones que sufrimos. Nuestra sociedad ha entrado hace tiempo en un período de inestabilidad y amenaza pero como no podemos soportar demasiada realidad, huimos hacia las ficciones más cercanas y legitimadas. Sin dudas la ficción del “yo” y su poder no es una menor entre ellas.

Como nunca antes, muchas personas se encuentran solas, aisladas, por propia elección incluso, lo que no solo no contribuye sino que colabora con el cuadro. La soledad en tiempos de utopías individualistas es uno de los grandes problemas sociales de nuestra época.Ya Emile Durkheim señalaba en el siglo XIX que algunos de los serios problemas sociales que padecemos se debían al deterioro de la vida grupal. Los filósofos franceses, afirmaba, habían exaltado una “ciencia del yo” en vez una filosofía del hombre social, del “nosotros”. Sin autoridad, sin controles morales o legales efectivos, solo se habría desplegado desde entonces un desborde de egoísmo. Hoy vemos como las transformaciones culturales han debilitado una imagen del “nosotros” que permita anudar lazos de confianza y cooperación social y comprobamos incluso día a día la dificultad de la política para generar significaciones compartidas en ese sentido.

Son tiempos en que algunos de los más preciosos aspectos de la condición humana -están en riesgo anunciando un paisaje inhóspito. Por eso cuesta tanto sentirse en casa. Y si se nos sigue incitando -como ocurre- a empoderarnos individualmente y aumentar nuestra capacidad personal de influencia como forma privilegiada de construir nuestra identidad, menospreciando nuestra condición y potencialidad como seres sociales, no será posible vivir sin miedo y en paz con nosotros mismos y con los demás.

En un mundo en que el interés había pasado a ser el dios de la humanidad exigiendo el sacrificio de la moral, era competencia del sociólogo -según Durkheim- estudiar como la santificación de esos intereses privados se veía acompañada de una degradación de la moral pública. Cuando solo quedaban apetitos individuales, nos hallábamos frente a una sociedad que inevitablemente traería una alta proporción de crímenes, suicidios y divorcios en su búsqueda burguesa de “felicidad”. Las muertes violentas eran inevitables en una enfermiza sociedad adquisitiva y viciada de individualismo.


De la importancia de esta iniciativa y la pandemia

Se trata de formular las bases valorativas de un nuevo mundo, de ser por primera vez en la historia, ciudadanos del mundo. Con la pandemia comienzó la era de la universalidad y del sentimiento planetario. Es la oportunidad para que comience un nuevo cosmopolitismo. Fomentar valores en este sentido no solo no debería descartarse como enfoque de las políticas públicas sino que lo consideramos indispensable. No hay perspectiva de superar la debilidad del planeta sino se fomenta el surgimiento de fuerzas sociovalorativas con el poder suficiente para ir en esta dirección y el convencimiento de que sólo generando sólidas alianzas de significación poética será posible generar poder suficiente para vencer la anomia social.

De una cultura del simulacro a una cultura del sentido y del valor, ese sería el camino a recorrer. Y en ese camino el Proyecto Altazor te invita a volver a entrar en la historia cuando pareciera que ya no damos más, que estamos agotados, que todo fuera un paso al abismo. El viaje en paracaídas nos exige vivir como si el ideal fuese realidad. Porque un mundo sin derrotero moral y sin cultivar valores de significación poética es la mejor garantía para su destrucción.

La narración de nuestros cerebros está incesantemente en busca de y creando sentido. Además de estar cautivos de instituciones viejas, somos de alguna forma prisioneros de la huella cultural almacenada en aquellos y necesitamos crear otra huella, dejar otra huella. Las preguntas sobre lo verdadero, lo bello y el bien están enredadas en nuestros circuitos neuronales y tienen que ver con su historia. Las intuiciones morales están ya allí pero el aprendizaje modifica las conexiones sinápticas entre las neuronas y su intensidad. Y, contrariamente a lo que el prejuicio indica, y más allá de las prisiones culturales, la neurobiología revela que nuestro cerebro es fundamentalmente lo que hacemos de él. Estamos entrando en una era en la que la biología molecular de la cognición y las emociones puede allanar el camino para mejorar la comunicación de los seres humanos en tiempos en que está cambiando todo velozmente. Y más que nunca necesitamos seres que ensayen formas superiores de vida. Nuestra historia está llena de los ejemplos de aquellos que se sintieron extranjeros su tierra, idealistas desacomodados frente al cinismo y el resentimiento. El valor del ejemplo es fundamental. No habrá otro mundo si no conseguimos enriquecer nuestra mirada, marginamos a quienes la promueven y nos conformamos enfermizamente con quienes servilmente nos adulan y maltratan, nos pagan y nos cobran, nos seducen y nos rechazan, nos acomodan y nos incomodan, en tiempos de acoso moral.

Vivimos en una época de gran corrupción en la vida política y el cinismo frente al idealismo ético es una comprensible reacción a la manera trágica en que los ideales fueron destrozados por muchos líderes políticos. Pero si Aristóteles tenía razón en cuanto a que nos volvemos virtuosos practicando la virtud, necesitamos sociedades en las cuales la gente sea alentada a actuar virtuosamente. A diferencia de la mirada hobessiana en la que la violencia llega a ser una cultura sobre las que se construyen identidades cuya explicación se articula sobre el recurso al conflicto como único origen y constante, necesitamos crear un escenario social cooperativo con énfasis en la empatía como motor de la acción individual. Una actitud cuidadosa, con sus limitaciones y debilidades, puede ser por ello la forma que revista la responsabilidad de otro forma de estar en el mundo que nos ayude a vernos y escucharnos como parte de una identidad compartida y a vislumbrar otras posibilidades para nuestro planeta.

Enfrentamos el hermoso desafío de alentar el comportamiento virtuoso. Y buscamos para ello lo que Bateson llamaba la pauta que conecta al mundo. Somos ferozmente cosmopolitas. Kant pensaba que ibamos a estar condenados a una solidaridad de destinos y la pandemia no fue una pobre señal al respecto. Cosas muy malas pueden tener consecuencias muy buenas y, quien sabe, si algo más y distinto hacemos, nuestro paso por este mundo podría volverse un más digno y bello viaje en paracaídas.


Fuentes de financiamiento

Membrecía anual: permite el acceso a todos las actividades, Newsletter y conexión full con todos los miembros. Pago por CBU/Mercado Pago/. Exterior: Paypal

Inscripciones particulares a cursos, clases, conferencias y actividades online y presenciales

Subsididos para la investigación nacionales e internacionales

Servicios de consultoría y asistencia institucionales y personales

Aportes de entidades empresarias, fundaciones, agencias de cooperación internacional, embajadas.

Comercialización del alfajor y del juego de mesa Altazor. Ingresos por merchandising.

Ingresos por avisos publicitarios, patrocinios, sponsors, fundaciones, mecenas.


Equipo

Multiantidisciplinario y multietario, disuesto a cambiar la forma en que pensamos/diseñamos el mundo. Esto requiere de filopolímatas que cumplan con las siguientes funciones:

Director, Asistentes, Social Media Manager, Flights Monger, Paracaidista, Administrador y Asesor contable, Jefe de Publicidad, Diseñador Web, Merchandiser, Asesor Legal, Fabricante de Alfajores (para el alfajor “Altazor” que vendrá con una línea poética adentro) Altazores Mayores (voluntariado supervisado que no paga -coordina y organiza actividades locales para todos los altazores: Altazor Mayor de Berlín, Altazor Mayor de San Pablo, etc. Deben organizar mínimamente una actividad por mes), Altazores (pago membrecía anual: altazores de Berlín, altazores de San Pablo, etc.) y Colibríes (miembros básicos gratuitos, con acceso limitado a ciertos eventos e información básica. Pueden pagar por el resto de las actividades, con conexión limitada y sin Newsletter/Revista “El polímata”)



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