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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 18 de junio de 1993

Reinaldo Arenas y Manuel Ramos Otero: Agotamiento y Psicosis

"Estaba pasando allí mismo: el público esperando una ponencia académica y lo único que del papel salía no lo era". 
Manuel Ramos Otero, "Vivir del cuento".

"Que yo sea un paranoico no quiere decir que no me estén persiguiendo".
 Anónimo popular

Introdución

En este escrito quisiera internarme, leve y rápidamente, en algunos cuentos de Reinaldo Arenas y Manuel Ramos Otero, para explorarlos en sus impulsos hacia lo que Baudrillard llamó una estética de la desaparición.

La hipótesis central de la que parte este escrito sostiene que nos hallamos frente a textos de constitución de sujetos paranoicos o esquizofrénicos, intuición que se deja sospechar por la presencia relevante de vacilaciones, sospechas, indeterminaciones, ambiguedades y desesperación de sus narrativas.

Las psicosis de estos textos nos conducen a un abismo que propone sujetos atravesados por el vacío que los insta a la fuga, a la indiferencia o a la perversión/corrupción, algunos de los refugios privilegiados de la ficción postmoderna.

"-/-

Están buscando otros caminos, otras vías, otros puentes de contacto, conmigo, contigo (con él). Son textos de intensa circulación, como en la highway, como en los flujos menstruales, torrentosos, tormentosos, que les permiten a los sujetos convertirse en cualquier cosa, transformarse en lo que son, en un travestismo que rumbea, que baila, hasta el desvanecimiento.

En los cuentos de Ramos Otero hay una voluntad de desmaterialización, de convertirse en pura energía, para proyectarse en el lienzo, agresivamente. Son cuentos de cómo contar, de cómo cortar. En "Página en blanco y stacatto", por ejemplo, nos muestra cómo contar en un cuento su propia muerte y cómo hacer un cuento, un refugio, de ella. Tanto en este cuento como en "Hollywood Memorabilia" nos hallamos frente a un sujeto rizomático, en constante dispersión, fuga, escapando, paranoico. En "Vivir del cuento" nos muestra cómo contar un cuento sobre la muerte -silenciamiento- de los puertorriqueños que se fueron para Hawaii y que la historia hizo desaparecer.

Por ello se celebran y se prefieren los intercambios fugaces en estas escrituras (las de ambos autores) que desconfían de la utopía, con sujetos paranoicos que desconfían, pervertidos en una ciudad más pervertida, trabajadores de zapa, exploradores de las relaciones de poder para ver cómo escapar, como fugarse de ellas.

Estamos hablando de sujetos fatales, de un derrotero suicida, que deciden montar sus propios juegos, usar sus propias tintas porque se hallan agotados, se están muriendo, en culturas pensadas al margen, sin pasado y sin ansias de futuro, sin otro futuro que no sea la escritura.

El tránsito es frenético. Estos sujetos se pasean constantemente sin poder ser leídos, apresados, controlados, pillados, develados, como la transeúnte de Baudelaire, con el ojo que pasa de la paranoia, el control frente al control, a la esquizofrenia, la distracción, la desconexión, la saturación. Sujetos a quienes les pasan tantas cosas frente a sus ojos que ya no ven, como el lector. Pero estos escritores se proponen hacer un arte que por un momento captó la atención (de nuevo, infatigable, Baudelaire) del lector adormecido, jugando constantemente a ser otro para que, como en "Página en Blanco y Staccato", uno nunca sepa dónde está ese sujeto maldito y provoador. Esto nos decepciona. No nos gusta. Nos rebela. Qué bueno. Alguien, por fin, reacciona. Los sujetos esquizofrénicos pueden hacernos reaccionar, porque son un shock para combatir el shock.

"Página en Blanco y Staccato" es un acto de habla que no termina, que no es claro, que hace un culto de la ambiguedad, que no nos deja saber.

Son sujetos que van de un lugar a otro buscando encuentros fortuitos, en narrativas sospechosas de autobiográficas, contagiosas entre sí, temerosas porque en ambas ciudades te puede pasar cualquier cosa, y por ello es una alternativa, un gesto que pasa casi desapercibido, convertirse en un asesino de fronteras (¿cuál es la historia? ¿cuál es la narración de la historia?) Silencio. Estamos asistiendo a un sublime concierto de autorreferencias.

Son sujetos paranoicos que sospechan de nosotros y entonces no nos dan mucha información, nos engañan con pistas falsas, nos enseñan a desconfiar, a ser mejores paranoicos (mejores lectores) sabiendo que toda sonrisa puede (casi seguro, fíjate bien, no te das cuenta, sí, mejor me voy) esconder su puñal.

Los textos de Manuel Ramos Otero agreden al lector para hacerlo conciente de los procesos en los que está envuelto, para que éste se reconozca en alguna de las máscaras. Esta agresión al lector (nuevamente tú, Baudelaire), estos textos, son los que me parecen más necesarios hoy (tal vez, siempre, o nunca) políticamente, es decir, éticamente, decir, estéticamente hablando. Son textos que en sus fugas, paradójicamente, revelan un terrible compromiso ético con la dignidad del ser (aunque no de lo humano). Por eso necesitan disparar, trigger (¿tres tristes trigger?), gatillar, desencadenar, desajustar los cuerpos, los horizontes de expectativas, de lecturas.

Y en ese desajuste el sujeto de sus textos se desbarajusta, se esquizofreniza, parece que va a un lugar y, de repente, se desvía y va hacia otro, no sabemos dónde está, de dónde habla, nos torna paranoicos, perseguidores, es decir, perseguidos (Cortázar sabía muy bien de qué se trataba).

Entonces se trata de no confiar, el narrador no es confiable, es una prostituta, es un homosexual, es alguien que se des-mantela a sí mismo, exhibicionista, paranoico, esquizofrénico, agotado, en vías de desaparición, un sujeto rizomático, disperso, dispersándose. ¿Dónde termina Sam Fat y dónde empieza el narrador en "Página en Blanco y Staccato"?

Estos sujetos precisan un diván. El cuento es el diván, el stacatto, como remanso en Ramos Otero. Son sujetos que son narrativas, cuentos, que necesitan ser reconocidos, aceptados, por eso tantos yo y yo y yo, por eso vagan, caminan, buscan, erran, tantean, discurren en los relatos, consiguen ser en los cuentos, ambulantes, buscando aire porque están ahogados (paranoicos, esquizofrénicos, agotados de tanto trayecto de la tierra al cielo, en cuerpos que son dos islas -Cuba y Puerto Rico- pobladas de "Hombres de papel", punzantes, urgentes.

"Termina el desfile" comienza así: "Ahora se me escapa", los sujetos paranoicos siempre piensan que algo se les va a escapar y se les escapa, los esquizofrénicos saben qeu nada pueden apresar, que todo se les fuga, ellos mismos, ambiguos, ahogados. La verdad totalitaria siempre ha excluído la duda ("La duda es la jactancia de los intelectuales", dijo una vez un militar argentino). Por eso se afilia al discurso de la sanidad, de la limpieza. Los textos de Ramos Otero y Arenas son textos enfermos, sucios, dudosos. Exteriorizar estas dudas, esas "diferencias", es un acto contrarrevolucionario, apátrida. ¿Cómo escapar de eso?

"Hasta última hora la fantasía y el ritmo", dice Héctor, personaje de "Otra vez el mar", destruyéndose, desapareciendo para poder reaparecer, partiendo "desatado, furioso y esallando, como el mar".

Un texto literario es un texto ficticio, es decir, imaginativo, es decir, muy predispuesto a la paranoia. El referente se constituye en el texto mismo: "en la novela más realista, el referente no tiene realidad" (Barthes en S/Z). La ilusión de reproducir un referente histórico puede hacernos perder el equilibrio en nuestra aspiración a resolver todas las ambiguedades, a saberlo todo, claramente. El personaje central en "Comienza el desfile" posee esta ambiguedad, esta indecisión, haciendo que el lector deba esforzarse para discernir las secuencias temporales, como en "Página en blanco y Staccato" de Ramos Otero. Cuando dice: 

"Detrás -pero casi junto a mí- viene Rigo",

nos situamos en una confusión que es propia de una conciencia acelerada, paranoica, que anticipa movidas de ajedrez y crea causalidades adversas.

"Pero las manos me siguen sudando como siempre. Porque todo es insoportable".

El sujeto protagonita, ambiguo, nada hace, esquizofrénico, no sabe qué hacer, teme que cualquier acción tenga consecuencias indeseables. Entonces, prefiere esconderse, refugiarse, en casa de su tía Olga, se vuelve "polvo", metapolvo, en un mundo cerrado, en una fuga -desaparición/reconstrucción- de su ser.

Rubén Ríos llama a las narrativas de Ramos Otero "un-narratives", porque si una narrativa es la espacialización del tiepo, aquí tenemos el proceso contrario, la observación (¿pornográfica?) de como un cuerpo disminuye y desaparece para ser reconocido, constantemente en busca de amantes que, como él, se desvanecen, constantemente, histéricamente, en una "operación regresiva" hacia la muerte intuída, perseguida, provocadora, política, en una baudrillariana estética de la desaparición, que nos reconcilia con nuestra fragilidad, nuestras debilidades, que nos enseña, con Derrida, a defendernos paranoicamente de los textos, pero nunca de manera coherente sino esquizofrénicamente. El tiempo como escena desaparece, el espacio privado desaparece junto al espacio público:

"Si la histeria era la patología de una puesta en escena exacerbada del sujeto, de una conversión teatral yd operática del cuerpo, y si la paranoia era la patología de la organización y estructuración de un mundo rígido y celoso, a partir de la promiscuidad inmanente y la conexión perpetua de todas las redes en la comunicación e información nos hallamos en una nueva forma de esquizofrenia (...) ya no es la histeria o la paranoia proyectiva, sino el estado de terror característico del esquizofrénico- ua excesiva proximidad de todo, una promiscuidad infecta de todo-, que le inviste y penetra sin resistencia, sin que ningún halo, ninguna aura (...) le protejan. el esquizofrénico está abierto a todo pese a sí mismo, y vive en la mayor confusión. Es la presa obscena de la obscenidad del mundo. Más que por la pérdida de lo real, se caracteriza por esta proximidad absoluta e instantaneidad total de todas las cosas, una sobreexposición a la transparencia del mundo. Despojado de toda escena y atravesado sin obstáculo, ya no puede producir los límites de su propio ser, ya no puede producirse como espejo" (Baudrillard, El otro por sí mismo, Anagrama, Barcelona, 1987, p. 22-23),

ahogados, como los sujetos de las narraciones de Ramos Otero y Arenas, en los polvos en los que se sumergen, inevitables (la voluntad es dudosa), único lugar donde aún pueden respirar, aunque sea ese aire tan turbio.

Pero desaparecer no es morir, es "dispersarse en las apariencias. De nada sirve morir. También hay que saber desaparecer" (Baudrillard, op. cit., p. 40).

Nuestro cuerpo neurotizado recupera en estas narrativas un poco de su encanto en estos fugaces abismos. En la seducción amorosa el otro es el lugar de lo que se nos escapa (como a Arenas) y por eso nos escapamos de nosotros mismos, como sujetos de un cuento, desapareciendo para seducir, desencontrar y, sólo entonces, clavar allí el cuchillo, para reafirmar una existencia, vanamente tal vez, entre instituciones desintegradas "con la emigración y la creación de una sociedad urbana recién aprendida que la ubica de cierto modo en la esquizofrenia" (M. Ramos Otero, entrevista en El Mundo, 10-11-85).

Y es que...

"es necesario que la limosina vaya con cuidado indiferente a los viejos caserones de madera...que lo único que le hace falta al Frau Luberza's Dancing Hall es un poquito de humor...que todas sus paterías sofisticadas son maquinaciones de mujer...No se sabe si lo de la llamada telefónica fue primero o que lo de la pesadilla o si lo de la pesadilla fue primero que lo de la llamada telefónica...Todo lo sabe Frau Luberza...que lo sé que me voy a morir dentro de poco que lo sé como era en un principio y siempre por los siglos que me voy a morir que...la sombra de cada hombre es ese hombre...que me quedan fragmentos de inspiración que...uno le pisa los talones al otro y al otro y al otro...abrazados en el humo besándose en la niebla...siempre reconocen la presencia inmediata de un lector que está dispuesto a creer todo lo que le cuentan...No es conveniente estar solo cuando la historia invade y alucina la supuesta realidad. Es mejor cuando se siente la respiración...El cuento se llamaba Noches de Asma...Antes de llegar ya nos tenían miedo (al menos, resentimiento) y estábamos aislados en un archipiélago desde el cual no había regreso...Cook nunca regresó...fue encontrado apuñalado...mientras trataba de escapar...¿La cultura invisible...o la ceguera nuestra? ¿Quién no vió a quién?...Yo me sentía aún desconsolado por la ausencia de mi padre que había logrado escapar...De primera intención el capitán lo acusó de criminal y de hablar por sí solo...el silencio voluntario del que espera una catástrofe natural que nos redima de la culpa por estar desapareciendo del rostro de la Tierra...No puedo negar que a veces añoré que mis venas tuvieran sangre hawaiiana para no sentirme tan desarraigado, pero los hawaiianos han sido desenterrados de su propio suelo...Los colonizadores...llegaron como todos, con una Biblia en una mano y la pistola en la otra...en el lugar donde los hawaiianos lo habían 'asesinado'...si teníamos el peor récord criminal...lo que importa no es lo que te cuentan sino quién te lo está contando...Algunos ya están tan disueltos en otra cosa...es una palabra ambigua. ¿Acaso no lo ha sido siempre a través de nuestra historia? A los "conspiradores" se les celebró juicio...para que por los barrios todo el mundo se enterara de la mala costumbre de falsificar la realidad en esa cosa llamada cuento...Schehrezada emancipó los mulsulmanes que estaban en la calle de la muerte y todo contándole cuentos interminables al verdugo. ¿Quién es el nuestro? ...Un cuentista es la droga del otro...No era lo que se dice un bar de mala muerte, aunque la muerte se paseaba...y siguen celebrando que estás vivo...hicimos un álbum de recortes para sentirnos conectados con ese mundo remoto en el cual ya no hacemos falta, o tal vez, para evadir lo más evidente, que éramos leprosos y que Moloka es el mundo..."

Sospechas hermenéuticas de la era postmoderna que generan nihilismos paranoicos que dan cuenta de la realidad porque necesitan auto-afirmarse, defenderse, como antídoto ante la corrupción externa, paar preservar la viajer identidad. La narrativa lleva así a una necesidad alucinatoria.

Son 

"personas desaparecidas...y, para colmo, un chino vestido de blanco me había perseguido en sueños..., montado en una montaña de humo...me había dicho que no es bueno darle a nadie tu fuego...sin confianza...me trataba como a un viejo amigo (o enemigo)...Cuando el caso bajo escrutinio es un crimen, vale la pena dudar del primero que duda...La víctima siempre diseña el método que la vuelve víctima...y preparaba sus maletas para desaparecer del mapa...vigilando su presa en un callejón sin salida...como si todos los muertos desconocidos se hubieran puesto de acuerdo para invadir mi territorio...adonde predomina la plaza común del desarraigo, de mujeres y hombres transplantados por la fuga...tratando de proteger su vida...desaparición del mapa...perderse entre los chinos...como escondite y para establecer contactos...Le dejé todo lo que sabía del otro porque así dudaría de mí y no le quedaría más remedio que sentirse acosado...En el barrio le obligaron a pensarse un monstruo, un accidente, un anacronismo...comprendió que la base de su historia era simplemente un asesinato...sabiéndose el perseguido logró convertirse, con paciencia, en el perseguidor...como son los que saben que van a morirse..."

Un sujeto descontrolado más allá del diván, que ha hecho cuerpo su distorsión, que no reconoce las estrategias interpretativas del analista. La paranoia es una interpretación, una amenaza a la identidad que lleva al amenazado a crear un universo ficcional para objetivizar el mal, proyectándolo, demarcándolo y protegiéndolo con una patrulla interpretativa. El sujeto del metadiscurso paranoico controla la interpretación del mundo que ha creado para resistir, sobrevivir. 

Ya que...

"Detrás, pero casi junto a mí...nos echamos a un costado del camino...el polvo del camino....formando una nube que nos envuelve y casi me impide verte...escondido, huyendo...se confunden en la polvareda...tapándonos la cara, ...sin saber qué hacer...sí que andan cerca...mirándome. Hace rato que me mira. A lo mejor es una chiva y me tiene fichado...y pienso que ahora no tendré escapatoria...Nadie me pregunta quien soy...Paso un día debajo de la cama, escondido...Escondido de los guardias...Te llevan para un banco y empiezan a hacerte preguntas...Estoy cansado...Y la persigo...para poder respirar...una seguridad (un descanso, un cansancio) de muerte absoluta....sólo así podrá tomar un poco de aquel aire contaminado, completamente hediondo y continuar...estaban siendo ametrallados...se replegaban como tratando de meterse dentro de ellos mismos...que no había salida...como un personaje dudoso, no claro, no firme...y el hombro desaparece y aparece y vuelve a desaparecer...la fuga...sí lo controlaban todo, sí lo vigilaban todo, sí lo escuchaban todo...sobrevivir...si alguien se interesase en mi alma...persiguiéndote...investigaciones, persecuciones....Todo esto nos pasó por no ser cautelosos...Si alguien grita, entonces la risa de ellos es más alta...Todo el terror...Todo cerrado...Entrar en el juego o perecer...simular...sintió que finalmente se disolvía...desaparecía...El social se ha vuelto loco..."

Manuel Ramos Otero y Reinaldo Arenas recuperan en sus narraciones el arte de la desaparición. Sus estrategias de seducción conra los procesos policiales son un maquillaje de supervivencia.

"Yo soy Dios...Comienzo y final son lo mismo...Porque no distingo si quiero vivir cada día como si fuera el último...El miedo se llama ilusión...Para qué se sospecha...Todo lo sé...todo se escucha, todo se siente, todo se espera...porque un recuerdo no es lo mismo que un recuerdo...Pero ya comienzo por desvanecerme..."

El bar se llamaba Aquí me quedo.
 


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