Perder los anillos, volver a coger fuerzas, dureza, ingenuidad, sinceridad. Viajar a la semilla, escribía Carpentier, de eso hablamos, de recobrar la libertad, perder la sociedad y sus dones, desgrabar un casette. Deslegalizarse, huir hacia la poesía.
Comprender cada vez menos las explicaciones, despoblarse del concepto, de la interpretación. Una mente que se vuelve alegre y ligera, un retorno al instinto cósmico, al reino de los duendes, a lo fantástico.
Irse hacia atrás, atrás, detrás de las paredes, para respirar, jugando con las piedras, equilibrarse en ellas. La vida tiene su encanto antes de la vida. Aliteración, repetición, regresos, recuperaciones. Ignorar el yo, el nombre. Rozar.
Vivir de muerte, morir de vida. Resbalar. Caerse. Empezar de nuevo. A medida que un tren viaja hacia el futuro, la escritura, anacrónica, viaja hacia el pasado.
Tornarse poesía.
Viajar es buscar una imagen.
Viajar al sol.
Pero también se patean adolescentes en las caderas, se muere y muerde en triste y acre. Faltan hombres para alzarse contra la desolación, el desastre, las heridas. Porque sólo el sol es sólo la niebla...y el silencio y la sangre.
El viaje precisa tierras para atravesar, las tierras generan destierros y roncos rumores y derrames.
Por eso este es un viaje inverosímil. Viaje del sol y de la historia. hemos hecho el uno. hemos hecho el otro. Los intentos de fundirlos no han sido muy fructíferos hasta ahora. Se alternan, se menean, se pelean, se mueren. Que no se mueran. Tal vez, en una de ésas, el azar, la indeterminación, el caos, la voluntad, la dignidad, el desprecio, quien sabe, un día, viajen por tierras soleadas, por soles terrenos, se preñen, se mimen, se respeten, se contemplen en sus padecimientos, se escuchen en su desesperación, se guiñen un ojo, walking down the road, en la orilla del mar.
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