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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 28 de noviembre de 2015

La tentación del autoengaño (publicada como "El autoengaño te fortelecerá")



Nos mentimos a nosotros mismos para engañar mejor a los otros y para sentirnos bien, afirma Robert Trivers en La insensatez de los necios. En el caso de la política, se utiliza el autoengaño por su poder manipulador y aglutinante aunque no sin otras consecuencias: no hay mejor receta que no tener conciencia de la realidad para que ésta se nos venga encima de manera inesperada y dolorosa. El engaño fomenta el autoengaño e impide la evaluación crítica, atacándola o destruyéndola ya que resulta amenazante.
Las narraciones históricas falsas son mentiras que nos contamos acerca de nuestro pasado histórico y cuyo objetivo es justificarnos y glorificarnos. Sugerir que somos especiales, que también lo son nuestros actos y que lo fueron los de nuestros antepasados, es un relato histórico falso que acaba en un autoengaño social cuando buena parte de la sociedad lo cree. Una gran mentira para cambiar el mundo, decía el astrólogo de Roberto Arlt. La construcción de un relato épico patriótico que fomentó la cohesión grupal y la autocomplacencia ha servido para racionalizar las acciones del gobierno. El vocablo “gorila” solía referirse a alguien que odiaba a los peronistas; luego pasó a referir a quienquiera que los peronistas odien; un caso sencillo de negación y proyección. Igualmente pasó con el concepto de “golpista”, que solía referirse a quien promoviera un golpe y luego pasó a referir a quienquiera que los kirchneristas quisieran que desearan y promovieran un golpe.
Los relatos históricos falsos son defendidos con ferocidad y sirven para justificar cualquier acción. Está el que miente a sabiendas pero, una vez creada, esa mentira constituye el autoengaño del grupo en cuestión. El autoengaño es un factor importante en la guerra. Y Trivers dice que son cuatro las causas de las decisiones militares erróneas: se confía excesivamente en las propias fuerzas, se subestima al enemigo, se pasan por alto los informes de inteligencia y se desperdician recursos. Una vez que el autoengaño entra en juego, la mente consciente no quiere oír nada que la contradiga, aún cuando los datos provengan de nuestros propios agentes cuya misión específica es proporcionar esa información. De hecho, la antigua regla era fusilar al mensajero que era portador de malas noticias.
El autoengaño fomenta además la guerra. La tendencia a autoensalzarse de la presidenta habla de un mecanismo de evaluación defectuoso que ha hecho más probables las agresiones y más costosos los conflictos. La guerra es llevada adelante por personas que tienen una óptima opinión de sí mismas, una confianza excesiva y la ilusión de que controlan las situaciones. El prejuicio de creerse superior a otros tiene que ver con el afán de emprender guerras: quienes hacen la guerra son los poderosos. Y quien está en una posición de poder ve disminuida su inclinación por contemplar el punto de vista de los otros, infieles o no iniciados.  Algunas religiones pregonan el amor dentro del grupo y el odio genocida hacia afuera, como ocurre con todo grupo considerado el “pueblo elegido”, la medida de lo que es bueno, con una visión totalizadora y privilegiada del universo. Su causa es considerada justa de modo que sus acciones no pueden ser malas porque las realizan en nombre de tal causa. De igual manera se ha avalado siempre la corrupción e incluso la muerte en la historia.  En el caso extremo del ISIS estos días, los creyentes tienen el deber moral de matar al infiel, y, al hacerlo, son los verdugos de la causa o, en los casos religiosos, de Dios. Podemos pensar que buscamos la verdad cuando solamente estamos desarrollando nuestros prejuicios y creencias.  Y sin verdad no hay justicia.

Hay en toda vida social fuerzas del engaño y el autoengaño, sostiene Trivers. Por las ventajas inmediatas que nos proporciona este último los argentinos con frecuencia lo practicamos. Tener conciencia del engaño y el autoengaño sufridos nos permitirá, sin embargo, defendernos y combatir en nosotros mismos esas tendencias, ser más perspicaces con respecto al mundo que nos rodea, los gobiernos y las ficciones que, muchas veces sin saberlo, nos contamos a nosotros mismos y a nuestros familiares, amigos y conciudadanos, con los que hay que volver a compartir la mesa.

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