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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Cómo superar la grieta (publicada como "Tiempo, sensibilidad y paciencia para ver al otro")


Superar la grieta requerirá tiempo y una gran labor educativa y cultural. Solo aprendiendo la lengua del otro podremos tener una conversación que nos enriquezca, pensando los pensamientos del otro a través de modelos de comprensión mutua que no serán fáciles de llevar a cabo. ¿Cómo superarla con quienes creen en la grieta como realización identitaria y que consideran inútil tal conversación? Lo bueno posible se alcanza buscando lo imposible mejor. “Me llamó la atención Macri como alguien que escucha y cambia si le dan buenos argumentos”, dijo Lino Barañao luego de que Macri lo convocara. Si el mutuo reconocimiento y la reunión entre nosotros se interrumpió, Macri y Barañao parecieron reanudarla por un momento.
Debemos ensayar nuevas formas de actuar mientras se ponen en cuestión viejas creencias colectivas. Necesitamos producir esa espontánea suspensión de la duda que constituía para Coleridge la fe poética. Si la cólera es la pasión por antonomasia en la tradición homérica que inaugura nuestra civilización, en el Fedón dice Platón que las pasiones son enfermedades del alma que le impiden el contacto con lo divino. Spinoza afirmará luego que el sujeto las puede convertir en afectos esclarecidos por una razón apasionada. Será importante entonces repensar cómo actúa la cultura a través de la pasión y qué ocurre con nuestra capacidad de ser afectados,  ya que el futuro de nuestra democracia pasa por una exigencia política sin la cual las pasiones serán difíciles de soportar. Precisaremos traducir las tensiones y discordias que nos atraviesan y darles una expresión que permita bordear los precipicios hacia los cuales se deslizan. Ponerse en el lugar de los otros debe ser parte de lo más básico de nuestra educación y para ello es decisivo el papel de los ejemplos. La sociedad toda debería ser convocada para esta tarea y entrenada en humildad y reconocimiento, lo que implicará una tolerancia a la incomodidad convirtiendo el dolor de la incomprensión en el placer de la contemplación, en un dialogismo donde sentirse cautos y precarios. Son significativos los beneficios de una sensibilidad elevada ante la precariedad de la comunicación.  El Estado tiene la responsabilidad de enmendar la grieta y modificar el clima emocional y todos debemos aprender a revisar estereotipos y prejuicios.
Dicho esto, ¿no estaremos en posición de debilidad con respecto al fanático que impone por fuerza la división? Montesquieu había evocado esa paradoja a propósito de la tiranía sufrida por las mujeres quienes, con mayor humanidad, menos querían tiranizar a los hombres a quienes, entonces, les era más fácil tiranizarlas. Pero la noción de debilidad puede ser una forma que revista la responsabilidad.
Este desafío requiere cambios culturales profundos. Necesitamos políticas que ayuden a la sociedad a superar sus limitaciones. Hará falta sensibilidad y paciencia. Más que afirmar identidades y dirimir supremacías,  debemos seguir buscando consensos.
No faltan los que pretenden continuar la grieta que no podrá superarse si se la considera necesaria. La seguridad es amiga de la indiferencia y una identidad demasiado sólida solo se construye a base de negaciones violentas de otras. Necesitaremos una mirada creativa y no desprovista de humor, opuesta al melodrama cómplice de la violencia.

Es fácil argumentar la dificultad de superar la grieta y no debemos olvidar que solo podemos encontrar salidas dentro de aquello que ya somos y no engañosas ilusiones. Por eso será necesario también desnudar la verdad de lo ocurrido en estos años. Porque dentro de la vida falsa no puede albergarse la vida justa y porque comprender no significa aceptar lo inaceptable: una sociedad sin ideales ni justicia es la mejor garantía para el deterioro moral de una nación.

Heridas sobran, resentimientos también. Pero como escribiera Borges en “Los justos”, el que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho y aquel que prefiere que los otros tengan razón, entre otros, ignorándose, están salvando el mundo. Por suerte Barañao ya no reconoce a Macri como la encarnación del mal y a este último le pareció importante convocarlo. Es un tímido pero auspicioso comienzo cuya potencialidad aún desconocemos. Dependerá de cuánta impostura, cálculo u honestidad haya en esos encuentros.

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