El escepticismo ante la pericia profesional es todavía probablemente la política más sabia frente a las afirmaciones de las ciencias sociales y del comportamiento.
JOHN ZIMAN
La tarea de un Estado centralizado y burocrático se facilita si puede tratar con uniformidades
TOCQUEVILLE
Nada garantiza la verdad de las informaciones del sistema científico: "El modelo social, con sus instrumentos experimentales, sus científicos perceptivos y mentalmente dinámicos, sus medios de comunicación, sus teorías, mapas e imágenes, podrá no ser más que un juguete, el aparato de un juego muy largo y elaborado que no tiene ninguna otra función que la diversión de participar en él o de mirarlo mientras se está jugando" (Ziman, John. La credibilidad de la ciencia. Alianza Ed.: Madrid).
Todo científico desarrolla sus trabajos en una sociedad determinada. Y el conocimiento que él genera es una expresión de la sociedad con la cual se funde ese conocimiento, por lo cual éste es (en la mayoría de los momentos) consensual. Pues la experiencia, el medio social y el lenguaje compartidos son los elementos que le otorgan esa "objetividad" científica.
Por otra parte, la autoridad científica genera mecanismos de creencia a través del "sentido común ilustrado" (Popper, Karl. El desarrollo del conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones. Buenos Aires: Paidós, 1967). Los científicos especializados son quienes en la sociedad moderna cultivan este conocimiento: lo que deberían filosóficamente hacer todos, a través de la división social del trabajo lo hacen solamente unos pocos: quienes pueden arribar al status científico.
La sociología de la ciencia interesa en grado sumo aquí entonces, pues la ciencia posee una potencialidad creativa y destructora muy grande en nuestra sociedad moderna y, reflejándola, asemeja las génesis y desarrollos de la formación de conocimientos sociales a la evolución de las sociedades.
Al formarse dentro de un paradigma dominante, se produce un adoctrinamiento conceptual, contrario a la crítica creadora qeu debería primar en toda investigación que desea llamarse "imparcial". Difícilmente se volverá a revisar lo "dado", lo que ya se investigó y comprobó, pues constituiría una pérdida de tiempo que impide la rapidez en el "progreso científico".
Los científicos "aprenden" los objetos físicos y culturales y sus normas conductuales. Todo esto se ve ordenado en un croquis que continuamente es retocado en sus detalles ante nuevas investigaciones.
Debemos inscribir estas líneas en un marco más amplio que analice todas las interrelaciones que se producen entre la ciencia y la sociedad, y observar cómo juegan los mecanismos de los diferentes tipos de autoridad que constituyen un elemento primordial a la hora de la socialización científica. Ej.: la autoridad de Newton en la física contribuyó a que la teoría ondulatoria de la luz tardase mucho tiempo más en ser aceptada.
En la Alemania de Hitler se intentó por todos los medios probar la falsedad de la teoría de la relatividad de Albert Einstein, precisamente porque éste era judío y sus aseveraciones "contaminaban la física aria".
La comunidad científica y las autoridades profesorales cumplen un rol importantísimo en la transferencia de los paradigmas dominantes en una ciencia, habitualmente sin respuesta dubitativa del alumnado acostumbrado a un rol pasivo de "recepción".
También en la medicina durante mucho tiempo se realizaron sangrías pues "los expertos lo recomendaban". En los albores de la modernidad predominaba aún en los campesinos la creencia en las curas religiosas y el curanderismo; en la burguesía aparecía contrariamente un pensamiento de terapia médica individual a partir de la cual la cura del propio cuerpo (expresión del cuerpo social) se daba a través de la eliminación de los excesos, copiando en la economía del cuerpo a la economía social. La distancia que separaba a la medicina del pueblo no sólo era económica sino también de creencias en tanto poder de cura y legitimidad de su accionar: el médico nada puede decir al campesino sobre qué es lo que éste debe hacer. La opinión popular con respecto a los médicos era de desprecio.
Al cambiar el poder, cambia coercitivamente lo verdadero. Desde la primera mitad del siglo XIX, los Estados otorgaron primacía al médico por sobre todos los curadores de salud.
Este orden, según Ivan Illich, impide que cada uno asuma la responsabilidad de su propio cuerpo: "Hay que dar de nuevo su autonomía al individuo desprofesionalizando las actividades de la salud: "El conocimiento requerido para diagnosticar las afecciones más generalmente extendidas y determinar el tratamiento adecuado son tan elementales que toda persona que se empeñe en observar cuidadosamente las instrucciones que sean dadas, obtendría probablemente a nivel de la eficacia curativa resultados a los cuales ninguna práctica médica patentada podría pretender" (Ivan Illich. Nemesis Medicale. Paris: Le Seuil, 1975).
Las sospechas acerca de la civilización tecnológica y las investigaciones acerca del papel político-ideológico y cultural de la ciencia hoy comienzan a acrecentarse.
En las ciencias sociales el positivismo cientificista muestra su creencia en la "razón" basado en el exclusivo ejemplo de las ciencias exactas. Al no haber comportamiento "racional" que no sea previsor y controlador experimental de fenómenos, toda actividad que no encaje en esto (sea ésta mágica, ética, religiosa o estética) será tildada de irracional e ideológica.
Decía Durkheim que "no es necesario ni siquiera posible que la vida social se dé sin luchas". A partir de allí urge desconfiar de las sociedades y de las organizaciones (en este caso científica) que pretenden eliminar el conflicto. El miedo a la anarquía, por parte de socialistas y capitalistas, se basa en la creencia en que las reglamentaciones son las que lo resuelven todo; en la creencia en la manipulación de los procesos sociales y la cultura, que choca con la idea misma de libertad.
Una postura más escéptica ante lo "dado" podría ser muy beneficiosa para el desarrollo científico. Pero una ciencia dominante (un modelo dominante) no se cae fácilmente ya que toda una troupe de sacerdotes de la misma e intelectuales académicos, más las creencias ya generalizadas en ese modelo, están siempre atentas a cualquier posible fractura. Es casi inevitable el afirmar que nuestros pensamientos tienen muy poco de particulares y creativos, y mucho de su estructura, de las formas en que se razona, deriva de una educación previa, es una proyección del sistema vigente. La pregunta obligada entonces es: ¿Es posible un sistema alternativo, más democrático en las formas de transmisión y distribución del saber? Para ello sería en primer término imprescindible la aceptación del relativismo cultural, en tnato generador de distintas descripciones, todas ellas válidas, de lo "real". También toda la ciencia debería cambiar junto a la sociedad, pues la ciencia es la sociedad; debería variar toda su estructura favorecedora de una organización burocrática conformista y acrítica. Tendrían que cambiar los científicos (que deberían poseer una mayor amplitud de miras y formación práctica interdisciplinaria) y la pedagogía vigente; la educación debería ser más integral y humanitaria. Pero en cuanto alguna crítica aparece hacia el autoritarismo científico, la comunidad trata de defenderse, no pudiendo evitar que la legitimación de sí misma se escape de una actitud autoritaria: se activan los mecanismos de defensa de la comunidad científica y de sus apuntalamientos institucionales cuando las operaciones retóricas de legitimación de sus actos enunciativos que se pretenden reflejo efectivo de lo real son exhibidas como lo que también son: actos de autoridad (Barthes, Roland. "El discurso y la historia" en J. Zasbón (ed.), Estructuralismo y literatura. Buenos Aires: Nueva Visión, 1970).
Pero el hecho de que no reflejen lo real y constituyan sólo una ficción oficial no significa que la comunidad científica carezca de eficacia ni productiva ni simbólica. "Sacar a la luz la dimensión coercitiva y fantasmática de la socialización científica apunta antes que a desconocer esta dimensión irreductible de la práctica científica al rechazo de todo intento de autonomización de la ciencia más allá de los marcos sociopolíticos dentro de los cuales todo saber es generado" (Piscitelli, Alejandro. La reconstrucción social de la ciencia. Buenos Aires: [Mimeo], 1985): "...en el campo científico, así como sucede en el campo de las relaciones sociales, no existe ninguna autoridad última capaz de legitimar a las auoridades legitimantes. Las pretensiones de legitimidad se fundan en la fuerza relativa de los grupos cuyos intereses expresan" (Bourdieu, 1975).
Es la comunidad científica, el consenso de los científicos, el que dice qué va a ser considerado ciencia en un momento dado, acorde con el paradigma dominante.
Ora pregunta que puede hacerse es: ¿Es posible una epistemología abierta en sociedades cerradas? ¿Puede darse un cambio científico de tal magnitud sin que cambien las pautas culturales que rigen a una sociedad y la cosmología que la orienta?
Un cambio en el sistema de clasificaciones produciría una conmoción de enorme influjo que redistribuiría el poder: rechazando las clasificaciones y presiones públicas surgiría una cosmología positiva y no ritualista. Significaría trascender el propio entorno social hacia nuevos códigos comunicativos que acompañen el cambio social que los genera (Mary Douglas, Símbolos Naturales. Alianza editorial, Madrid, 1978).
Quizás este proyecto sea también posible a través de la puesta en práctica de interacciones no instructivas en todos los niveles y ramas de la cultura y las prácticas sociales, y con la autonomización y descentralización de las diferentes actividades para evitar el verticalismo alientante y lograr una mejor distribución del poder. Así habría que actuar educativamente, pero no para influenciar o instruir. Paulo Freire en sus últimos escritos ha llegado a posturas similares en el área específicamente pedagógica.
En política, Hobbes ya se había dado cuenta de que un orden político constituía además de estructuras de poder y autoridad, un sistema de comunicaciones ligado a un sistema de signos cuyos significantes eran, en términos generales, aceptados por todos. Hobbes visualizó las relaciones de la política con el lenguaje al pensar que para mantener la identidad de una sociedad política lo esencial era la posesión de un lenguaje político común, a través del cual la autoridad imponga las definiciones. Así lo racional y la verdad eran expresión de lo general. El irracionalismo autoritario que emergía del rol del soberano en Hobbes constituía sólo otra forma de racionalidad (hoy dibujada como irracional), y esto garantizaba el orden y la paz social.
Y aquí es pertinente otra pregunta: ¿es la coerción socializadora algo absoluto, total, lineal y unidireccional, algo de lo que es posible escapar?
Para buscar una respuesta debemos analizar las lecturas de los hombres acerca de lo que observan, creen o compran. El sujeto juega un rol importante como co-creador del "objeto cultural", abriendo un espacio para la resistencia a la dominación. Siempre las posibilidades de respuesta a una situación son más de una, y en una elección van a pesar tanto elementos "racionales" como "irracionales", concientes e inconcientes, y también forman parte de ella el azar y la irreversibilidad en tanto acumulación de experiencias que modifican indefectiblemente la conducta futura. Se hace de esta manera difícil pensar en la comunidad científica dominante sólo como instrumentadora y "manejadora" de la realidad, y se hace difícil moverse en la oposición verdadera conciencia/falsa conciencia pensando que el paradigma dominante constituye el efecto de una concepción del mundo burguesa a la cual hubiera que oponerle otra, la "salvadora".
Cuando se aprehende un paradigma científico como resultado de la socialización en dicho rubro, se internaliza un mundo determinado en tanto realidad cultural significativa para el sujeto. Todo estudiante realiza sus estudios dentro de una estructura cultural objetiva en la cual encuentra a los otros significantes encargados de su socialización, a los cuales en muy raras ocasiones elige.
A pesar de ello, siempre existen elementos de la realidad subjetiva individual que no se originan en la socialización científica y que participan en la re-lectura de la misma. Pero aunque uno no sea simple espectador en este proceso, las reglas de juego ya están impuestas.
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