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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Relato salvaje

Entro a tomar un café en una estación de servicio. No hay nadie en la caja. La chica finalmente viene. Le pido un café. Se pone a hacerlo. Le pregunto, para ir sacando la plata, cuánto es. No me contesta. Le vuelvo a preguntar, tampoco me contesta. Un par de minutos después aproximadamente y luego de teclear en una máquina me dice cuánto es. Dejo el dinero arriba de la bandeja. Me dice que no tengo por qué tirar el dinero en la bandeja. Le digo que no tiré el dinero. Sí, lo tiró. Insisto en que no. Me dice que no es educado tirar el dinero así. Yo le digo que lo que no es educado es que ella no me conteste cuando le pregunto cuánto sale el café, y que le pregunté dos veces. Me dice que yo tengo que esperar a que ella me conteste, que tiene que fijarse. Yo le digo que salvo que no trabaje usualmente allí no puede ser que no se acuerde cuánto sale un café. Me dice que usualmente ella carga nafta, no sirve café. Le digo que eso no la exime de responderme que espere un segundo, que no sabe, que se fija y me dice. Me dice que yo tengo que esperar. Le digo que no tengo que esperar nada, que es educado responder cuando a uno le preguntan y no dejar a la otra persona esperando, que al menos debería responder que no sabe, carajo. Me dice que soy un maleducado que digo carajo. Yo le digo que la maleducada es ella. Me cobra pero no me da el recibo de la compra. Se lo pido. Lo emite, lo hace un bollo y me lo tira en el cuerpo. Le digo, ves que sos vos la maleducada, esta misma respuesta tuya lo está confirmando. Me dice que así no se trata a la gente. Le digo, harto y sacando lo peor de mí, que tal vez ella no sea gente, la gente responde cuando le preguntan. Devolveme el café, me dice, me arranca la bandeja con el café para sacármelo -como si la estación de servicio fuera de ella y ella decidiera quién toma y no café en su estación-, la zamarrea y voltea todo el café, la tacita y el plato se caen y se rompen. Me dice que me vaya. Le digo que me devuelva la plata. La saca de la caja y me la tira. Me dice que me vaya o llama a la policía. Le digo que la llame. Sigue gritando lo mismo frente a la mirada impasible de tres personas que esperaban para ser atendidas atrás mío y que no hicieron nada ni pronunciaron palabra alguna. Recojo mi dinero y me voy porque ya había perdido mucho tiempo y se me hacía tarde para el teatro. Relato salvaje, pequeña delicia de la década ganada.

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