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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

martes, 9 de febrero de 2016

Carta a mi viejo, tirando del carro en este carnaval


Hola, viejo. Hace ya un año pero me parece que fuera hoy que tuve que verte morir penosamente con una pésima cobertura hospitalaria del PAMI. Es que la guita de los jubilados ya sabemos a dónde iba. Bueno, al menos pude estar a tu lado, para eso volví a la Argentina, aunque arrojara así por la borda mi carrera puesto que aquí tenía que transar con lo que nunca acepté transar.

La vieja sigue siendo un toro, viejo, como siempre –toro golpeado después de tu partida pero toro al fin- y sigue laburando a los 75 años porque con la jubilación docente no le alcanza (ella que se rompió el alma y puso el cuerpo por los pibes, sin licencias ni feriados, en las escuelas más humildes de La Matanza durante toda su vida y que –viendo lo que ocurre ahora allí- siente que fue todo inútil).


Ya tengo 51 años, viejo, y he renunciado a mi trabajo hace cinco meses para mantener mi dignidad. Aún no apareció nada, viejo. Sé que te hubieras agarrado la cabeza pero sé que también estarías orgulloso, aunque no me lo dirías, temeroso de que te haya salido un hijo tan éticamente porfiado. Pero no te preocupes por mí, viejo, yo me arreglo. Y aquí estoy calladito, rebuscándomelas como puedo hace meses, no sin dificultad y sin saber por cuánto tiempo más, pero sin quejarme o culpar a nadie por eso. Aunque no sepa bien cómo va a seguir mi vida. Quería contarte esto: ayer conocí a otro que no soy yo, mi antítesis, bastante más joven y con muchísima menos trayectoria y formación, que se quedó sin tres sueldos por haber perdido su dignidad y que aúlla, protesta, resiste, añorando los privilegios indebidos de los que gozó durante tanto tiempo. Hay una grieta insalvable entre él y yo, viejo.  Yo,  humildemente, pertenezco al país que soñó Alfonsín y que se frustró muy rápidamente. El, de manera arrogante, pertenece al país que nos dejó el peronismo. Esa es la grieta, viejo, capaz que escuchaste algo desde allá arriba. Yo soy un país que se está muriendo, el que estudió toda su vida, tanto que no podías entenderlo. Por eso, casi fantasmal, tal vez no se me escuche como a él. Porque él es mucho más argentino, más real que yo. Y por eso no me preocupo por él, se va a acomodar rápido, sin problemas. Vos sabés de qué te estoy hablando, viejo. Que bueno poder charlar un rato, viejo, así pasa el tiempo, recordándote. La guita va y viene, como decías, y en este carnaval con la vieja seguimos tirando del carro. ¿Sabés que nunca me gustaron las murgas, no? Pues nunca hubo tantas… Como cantaba Chico Buarque, ahí pasa el estandarte del sanatorio general. Disculpá, a vos te tengo que poner un tanguito: “y en un mismo lodo, todos manoseaos…”

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