Hola, viejo. Hace ya un año pero me parece que fuera hoy que tuve
que verte morir penosamente con una pésima cobertura hospitalaria del PAMI. Es
que la guita de los jubilados ya sabemos a dónde iba. Bueno, al menos pude
estar a tu lado, para eso volví a la Argentina, aunque arrojara así por la
borda mi carrera puesto que aquí tenía que transar con lo que nunca acepté
transar.
La vieja sigue siendo un toro, viejo, como siempre –toro golpeado
después de tu partida pero toro al fin- y sigue laburando a los 75 años porque
con la jubilación docente no le alcanza (ella que se rompió el alma y puso el
cuerpo por los pibes, sin licencias ni feriados, en las escuelas más humildes
de La Matanza durante toda su vida y que –viendo lo que ocurre ahora allí-
siente que fue todo inútil).
Ya tengo 51 años, viejo, y he renunciado a mi trabajo hace
cinco meses para mantener mi dignidad. Aún no apareció nada, viejo. Sé que te
hubieras agarrado la cabeza pero sé que también estarías orgulloso, aunque no
me lo dirías, temeroso de que te haya salido un hijo tan éticamente porfiado. Pero
no te preocupes por mí, viejo, yo me arreglo. Y aquí estoy calladito, rebuscándomelas
como puedo hace meses, no sin dificultad y sin saber por cuánto tiempo más,
pero sin quejarme o culpar a nadie por eso. Aunque no sepa bien cómo va a
seguir mi vida. Quería contarte esto: ayer conocí a otro que no soy yo, mi
antítesis, bastante más joven y con muchísima menos trayectoria y formación,
que se quedó sin tres sueldos por haber perdido su dignidad y que aúlla,
protesta, resiste, añorando los privilegios indebidos de los que gozó durante
tanto tiempo. Hay una grieta insalvable entre él y yo, viejo. Yo,
humildemente, pertenezco al país que soñó Alfonsín y que se frustró muy
rápidamente. El, de manera arrogante, pertenece al país que nos dejó el
peronismo. Esa es la grieta, viejo, capaz que escuchaste algo desde allá arriba.
Yo soy un país que se está muriendo, el que estudió toda su vida, tanto que no
podías entenderlo. Por eso, casi fantasmal, tal vez no se me escuche como a él.
Porque él es mucho más argentino, más
real que yo. Y por eso no me preocupo
por él, se va a acomodar rápido, sin problemas. Vos sabés de qué te estoy hablando,
viejo. Que bueno poder charlar un rato, viejo, así pasa el tiempo,
recordándote. La guita va y viene, como decías, y en este carnaval con la vieja
seguimos tirando del carro. ¿Sabés que nunca me gustaron las murgas, no? Pues
nunca hubo tantas… Como cantaba Chico Buarque, ahí pasa el estandarte del
sanatorio general. Disculpá, a vos te tengo que poner un tanguito: “y en un mismo
lodo, todos manoseaos…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario