Este año tan difícil
que mezcla la miseria, el desencanto,
con la lucha desigual de nuestra Escuela
con el resto del país...es mucha.
Algo que atrae en su estructura,
no sé si por la pelea dura,
por el canto sin música
que llega a las alturas
de los árboles de la desmantelada plaza,
que se vuelve otra vez en la esperanza
de que el olor a comida los atraiga.
No sé si porque enseñar sin tizas
se hizo una aventura casi diaria,
o escribir en cuadernos engrasados
nos enseñaron a limpiar las almas.
No sé lo que tienen
esas paredes despintadas,
ese patio sin baldosas
que nos llama.
Lo que sí sé yo,
que me he ido varias veces,
que Ciudad Evita, nos reclama.
Y lo siento en este Ramos casi cheto,
y se siente en un chico del tren
que vende su alma,
y en las mujeres, esas todas despintadas
que tomamos muchas veces
a que arreglen nuestras casas.
Por eso, amigas, no nos vamos,
son mentiras, son cosas de papeles
que el Ministerio reclama.
Allí está nuestra verdad, y nuestro drama.
Nunca seremos más
como antes éramos,
felices y despreocupadas,
después de ver a un hermanito
pedir las sobras de las comidas diarias.
No se puede ser igual
aunque uno quiera,
ya sabemos la verdad
por donde pasa,
no se puede decir más
que el país es rico
mientras un chico tenga la pancita hinchada
y otro duerma en el suelo
y su hermana castigada
porque el padre no tuvo
la bebida: las bolsitas que vende
no alcanzaban.
No se puede ser igual
aunque uno quiera
y sacarte a esta zona
de tu alma.
Margot, diciembre de 1989.
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