Translate

Dramatis Personae

Mi foto
Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 13 de septiembre de 2024

El "derrotista"


...El que exponía una duda, entorpecía su actividad política; al que les daba una advertencia, lo escarnecían llamándolo pesimista; al que estaba en contra de la guerra, que ellos mismos no sufrían, lo tachaban de traidor. Era la pandilla de siempre, eterna a lo largo de los tiempos, que llamaba cobardes a los prudentes, débiles a los humanitarios, para luego no saber qué hacer, desconcertada, en la hora de la catástrofe que ella misma irreflexivamente había provocado. Era la misma pandilla que se había burlado de Casandra en Troya y de Jeremías en Jerusalén; yo nunca había comprendido tan bien la tragedia y la grandeza de estos personajes como en aquellas horas, demasiado parecidas a las que vivieron ellos. Desde el principio no creí en la victoria y una sola cosa sabía con seguridad: que aunque se consiguiera a costa de inmensos sacrificios, nunca justificaría las víctimas. Pero siempre me quedaba solo entre los amigos cuando hacía tales advertencias, y los confusos alaridos de victoria antes del primer disparo y el reparto del botín antes de la primera batalla a menudo me hicieron dudar de si no era yo el loco en medio de tantos cuerdos o, mejor dicho, el único espantosamente despierto en medio de su embriaguez. Así, pues, me resultó bastante natural describir de forma dramática la situación singular y trágica del «derrotista» (palabra que se había inventado para imputar la voluntad de derrota a los que se afanaban por llegar a un entendimiento). Escogí como símbolo a la figura de Jeremías, el profeta que predicaba en vano. Pero no me interesaba en absoluto escribir una obra «pacifista», poner en verso una verdad tan de Perogrullo como que la paz es mejor que la guerra, sino que quería describir otro hecho: quien en tiempos de entusiasmo es menospreciado por débil y pusilánime, en el momento de la derrota suele demostrar ser el único que no sólo la soporta, sino que también la domina. Desde mi primera pieza, Tersites, nunca me había dejado de preocupar el problema de la superioridad anímica del vencido. Siempre me ha fascinado la idea de mostrar el endurecimiento interior que en el hombre provoca cualquier forma de poder y el entumecimiento del alma que la victoria produce en pueblos enteros, para luego contrastarlos con el poder de la derrota, que agita al alma e imprime en ella profundos y dolorosos surcos. En medio de la guerra, mientras los demás se demostraban mutuamente la infalible victoria con prematuros gritos de triunfo, yo me precipité al más profundo abismo de la catástrofe y allí busqué la ascensión...

Fragmento extraído de Stefan Zweig, El mundo de ayer

No hay comentarios: