"El mundo verdadero se ha convertido en fábula", dijo Nietzsche en el Crepúsculo de los Idolos. El mundo en que la verdad se convirtió en fábula es efectivamente el lugar de una experiencia que no es ya "auténtica" y que es desgarradora en el Voyage. Ésta es la cuestión de la generalización del valor de cambio en nuestra sociedad y que a Marx le parecía todavía sólo definible en los términos morales de la "prostitución generalizada".
Frente a esto el nihilismo se manifiesta como una oportunidad, un poco en el mismo sentido en que en Sein und Zeit el "ser para la muerte" y la decisión anticipada que la asume aparecían como la posibilidad capaz de facilitar todas las otras posibilidades que constituyen la existencia. Es Heidegger quien nos habla de la necesidad de "dejar que se pierda el ser como fundamento" para "saltar" a su "abismo". El nihilismo acabado nos llama a vivir una experiencia fabulizada de la realidad, experiencia que tal vez sea nuestra única posibilidad de libertad. Lo qeu libera es el salto al abismo de la mortalidad, al fin de la noche. El Dasein sólo puede ser una totalidad anticipándose para la muerte.
En Humano, demasiado humano el problema de la modernidad entendida como decadencia presenta una disolución de ésta mediante la radicalización de las mismas tendencias que la constituyen. Disuelta la idea de verdad, nos quedaría un pensamiento de la fruición, de la contaminación. ¿La aceptación resignada de Bardamu, convaleciente, signada por la distorsión, por el errar metafísico borgiano, sería la única huella de la tensión hacia lo otro? ¿Habrá que descubrir las potencialidades posmetafísicas de la tecnología mundial? Vattimo habla de la posibilidad de una "ontología débil" como la única vía para salir de la metafísica por el camino de una aceptación-convalecencia-distorsión que ya nada tiene de la superación crítica característica de la modernidad.
En Voyage y en la Historia Universal de la Infamia todo es puesto en juego para producir el derrumbe de la epopeya, del ser-fuerte. El ser es ser para la muerte sólo conjurable con Las Mil y Una Noches. Esa muerte que Borges y Céline, dos de los más atrvidos provocadores del siglo XX en la literatura, tanto nos refriegan en el rostro.
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