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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

miércoles, 14 de septiembre de 1994

La novela del 68. A propósito de Nanina, de Germán García

Otro viaje al fin de la noche, Nanina es el hálito viciado y acechante de un sobreviviente que ha logrado escapar, el relato de un navegante criollo qeu huyó hacia la otra muerte, la otra nada. Salir para estar flotando en el mundo, sintiéndose separado de los qeu pasan las noches, indefenso, prematuro. Se le achacó ausencia de crítica social y es que el narrador decide dejarse caer, disolverse, hacerse humo. Es la historia del cansancio de las afirmaciones, de los residuos de las fantasías, de la fatiga de la historia en el mismísimo 1968, año imposible. Y no estamos ante un pensamiento trágico. No hay tragedia sino cansancio y trenes. es la eleccion de Camus por el sol frente a Dios, por un lado, y a la historia, por otro. Hundirse, sumergirse, porque no se ve nada, los pasajes de las estaciones son oscuros como el tiempo donde todo se remonta. Si no hay explicación, perderse en la contemplación del cielo nocturno para volver a sentir, infundadamente, dejándose, escapando de los catequistas sociales y aprendiendo del tío Leopoldo que buscaba "cosas útiles para saber cómo cantar, ganar dinero, conseguir otra mujer distinta a María. Era uno que nunca estaba del todo..." Si la noche celiniana se nos viene encima hay que huir. Huir. Y en la corrida inventar sobre la marcha nuevas formas de ponerse de pie frente a los paredones de la ciudad.

Porque en Nanina uno es un payaso que recibe una boetada y cae varias veces por función. Y si hay aquí una tragedia es ésta, la de los bufones que intentan escapar de una derrota a la otra. Y es inútil que corran, sólo las chicas de Junín modifican sus conductas al traspasar las fronteras. El tipo (antes llamado narrador) va y viene en el espacio, en los pensamientos, ontología nómade, inestable, adolescente, viajante único de ida y vuelta, desubicado y desengañado de la ética: "Ya no me importa nada de Junín, ni de Bs. As., ni del mundo. He aquí mi cuerpo, he aquí el cuerpo de ella, he aquí el tiempo y ahora a arreglársela cada cual como pueda, me digo. "Más que cuerpos son fantasmas irracionales que escapan de las miradas, plagados de deseos truncos. Fantasmas que sólo poseen la noche, nadie los llama y nada tienen que hacer durante el día: momento de la creencia, del cadete. Para ellos toda la crueldad de los fantasmas, flotantes como "pompas de jabón" o "mónadas de Leibniz", desterritorializados porque son fugitivos de la participación: "¿Meterse en qué? ¿en eso?, por favor". Los fantasmas sólo quieren saber cómo convivir con la esencia del terror, con la muerte del padre, con la trampa de su propia existencia. 

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