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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 27 de septiembre de 1996

Fútbol y multitudes X

El héroe y la ética

Maradona como héroe nacional. El fútbol es historia, orgullo y épica nacional. La mirada de Maradona a la cámara luego de su gol contra Nigeria en el Mundial 94, de bronca, de revancha, de garra, de gloria, de simulacro, de actor, de mito que resurge de las cenizas para hacerse más fuerte. 

Los deportistas son héroes, roedores de la gloria que se han apoderado del culto nacional del coraje, del desprecio a la ley en pos de otra ética, otra cultura, con la nobleza y el coraje del que cincha sin "renuncios", con códigos internos de lealtad. 

Siempre está la adoración por el campeón. Y el campeón representa a un país. Maradona es el principal y muchas veces el único, símbolo de la Argentina en todo el mundo. Cuando la selección no consigue jugar bien la hinchada grita "¡Maradona!" en reemplazo de "!Argentina!". Y es que el héroe funda una nación. Está antes que ella y debe acudir a su auxilio cuando ésta se halla en peligro de no clasificarse, a la manera en que el Comisionado Fierro llamaba a Batman en Ciudad Gótica. Ciudad Gótica es Batman como la Argentina es Maradona.

Las marchas que acompañan a estos héroes en los partidos son la gallardía, los leones, colores, valor, fe, luha, viento. Todos elementos que hacen a la épica.

El deportista ve su valor sancionado inmediata y públicamente por la victoria o el fracaso. Su comportamiento frente al adversario es juzgado más o menos honorable por el público deportivo. Se le adjudica un valor público que le define en relación a otros 

Es la actividad de Sísifo lo que caracteriza al deporte: sobrepasar los límites y no dejar jamás de hacerlo. El "ser de fronteras" del que habla Nietzsche es el deportista llevado al extremo de sus fuerzas para realizar el "malvado infinito" del que habla Hegel. Hasta allí llegó Maradona y así se eternizó. Porque buscó siempre lo imposible, sea como fuere. 

Las multitudes aclaman a sus "héroes nacionales" que son deportistas. La información deportiva se ha convertido así en el modelo de la información política, única manera de supervivencia de la actual "política". La noción de proeza deportiva se une a la de revelación en política o de escándalo en otros distintos hechos. 

Todo es posible en un partido de fútbol. El día del partido las reglas están allí para ser superadas, para que el héroe del domingo manifieste ante nuestros ojos la película de que la libertad puede triunfar. Toda sociedad se reconoce en sus héroes culturales o ideológicos. Los grandes futbolistas son las transformaciones modernas de los héroes épicos que aliaban la fuerza física con la astucia.

T. Veblen ya había señalado que los resultados deportivos estaban unidos a la categoría de la acción heroica y del heroísmo. alguien es super o no es. El mejor es lo más. "¡No te mueras nunca!", "Tienen que ganar sino van a cobrar"! Todos son forros o ídolos. El héroe individual es el que logra preservarse a los mecanismos pulverizadores de la sociedad. ¿Por qué los delincuentes famosos reciben cierta aureola de admiración y sereta simpatía de las multitudes urbanas? Los triunfadores polítticos de hoy tienen implícito un rasgo de esa índole que despiera el fanático fervor popular?

Alguien dijo que Maradona nos pinta a los argentinos como nos gusta vernos: llenos de talento, abatidos por una absurda injusticia. En toda Africa hay avenidas, plazas y hasta iglesias rebautizadas con el nombre de Roger Milla, el héroe del continente en 1990. Tal vez algún locutor radial, medio que especialmente añora la épica, promuea, fatalmente en nuestra acelerada africanización, el nombre del ídolo para algún lugar de la ciudad, para gloria de las multitudes. Porque Maradona es Menem es las multitudes.

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