Ironías
Hay una ironía de los románticos. Por ejemplo, cuando hablan de la “locura sabia”de Don Quijote. Hay una ironía de los refutadores de leyendas: aquella que consiste en la desvalorización del objeto. Y hay, finalmente, una tercer ironía: una metaironía que ironiza sobre esas ironías que nos revela la interdependencia de ambas, que no invierte valores sino que constituye una inversión moral que comunica los opuestos. La metaironía nos libera de la carga del tiempo y sus significados, pone a circular los opuestos de manera tal que todo es su contrario: es la metaironía de las aporías.
La novela misma tal vez sea un arte irónico cuya “verdad” es impronunciable. La ironía irrita por eso mismo, porque nos priva de certezas mientras nos regala paradojas. Según Durán y pensando en el Quijote
El modo más eficaz de construir un puente entre las posturas extremas que iban manifestándose en la vida y en la literatura hacia fines de la edad media, si por posturas extremas entendemos el idealismo moralizador por una parte y, por otra, el cinismo, era la ironía. La ironía es una oblicuidad, un cambio de dirección; la flecha que parecía apuntar al cielo da la vuelta y cae a nuestros pies...(Duran 59).
Durán olvida que esas posturas extremas también tienen sus propios cultivos irónicos. La lectura de El Quijote como la aplicación de las formas míticas románticas a un contenido más realista es una ironía cínica. La ironía romántica, en cambio, se confunde con la sátira, forma irónica militante de normas morales claras. Pero ambas tienen algo de sátira en tanto se preocupan las dos en seleccionar escenas heroicas o “locas” del texto, y esa selección es un acto moral. Cuando no estamos seguros de cuál es la actitud del autor o la nuestra como lectores, allí estamos, entonces, en condiciones de metaironizar.
Es mediante esta ironía mayúscula que, en lo que era una visión intuitivamente ambigua en otras lecturas, podemos percibir nosotros, junto con Lukács, una presencia aporética -divina según el escritor húngaro- en un mundo olvidado por los dioses.
En este sentido son muy útiles las reflexiones de Paul de Man en Blindness and Insight , donde describe a la ironía como un vértigo, un mareo hasta el punto de llegar a la locura (de Man 215).
Así nos lo explicita:
..absolute irony is a consciousness of madness, itself the end of all consciousness; it is a consciousness of a non-consciousness, a reflection on madness from the inside of madness itself. But this reflection is made possible only by the double structure of ironic language: the ironist invents a form of himself that is “mad” but that does not know its own madness; he then proceeds to reflect on his madness thus objectified. This might be construed to mean that irony, as a “folie lucide” which allows language to prevail even in extreme stages of self-alienation, could be a kind of therapy, a cure of madness by means of the spoken or written word (...) Jean Starobinski, who has written very well on the subject, allows that irony can be considered a cure for a self lost in the alienation of its melancholy (de Man, 216-217).
¿No puede ser también éste el caso del personaje Don Quijote, sobre todo cuando hablamos de la ironía de la ironía, es decir, aquella que pone en claro la imposibilidad de reconciliar el mundo de la ficción con el mundo “real”?
La ironía romántica, en cambio, tiene como sujeto al hombre alienado, objeto de su propia reflexión e incapaz de actuar, privado de ello por su conciencia. Nostálgico ante un mundo dividido intenta cambiar su situación tomando distancia y resolviendo la tensión con su mundo en la ficción. No puede superarse en un acto que reconcilie lo finito con lo infinito. La creencia le permite pensar en su situación como temporaria y por ello no acepta la absoluta negatividad. La metaironía es, en cambio, el negativo absoluto, el pas imposible. Cada uno de sus logros resulta inadecuado y conduce a un vacío en un proceso infinito sin posibilidad de síntesis alguna.
Pero no desesperéis, lector. Para mucha gente (Schlegel, Kierkegaard, por ejemplo) esto tiene solución. Y, como antes dijimos, necesitamos una solución aunque sea falsa. Necesitamos creer en la cultura, aunque no exista, porque “funciona”, es decir, nos ayuda a eludir el suicidio o el asesinato: necesitamos sus ficciones, las ficciones de la determinación, en todo momento, en todo movimiento. Quiero decir, vivimos a ciegas, necesariamente. Somos creyentes, fatalmente, para poder ser. Pero volveremos a esto cuando hablemos, más adelante, del “salto” de la aporía.
Entender estos mundos significa ver sus limitaciones como condiciones necesarias de su existencia (y de la existencia del mundo). La ironía que así se erige se halla libre de la superioridad fría y abstracta del resentido desencanto que reduce todo a un vago subjetivismo kantiano. Como sostiene Lukács con respecto a la novela:
This insight, this irony, is directed both at his heroes, who, in their poetically necessary youthfulness, are destroyed by trying to turn his faith into reality, and against his own wisdom, which has been forced to see the uselessness of the struggle and the final victory of reality. Indeed, the irony is a double one in both directions. It extends not only to the profound hopelessness of the struggle but also to the still more profound hopelessness of its abandonment -the pitiful failure of the intention to adapt to a world which is a stranger to ideals, to abandon the unreal ideality of the soul for the sake of achieving mastery over reality. And whilst irony depicts reality as victorious, it revels not only that reality is as nothing in face of its defeated opponent, not only that the victory of reality can never be a final one, that it will always, again and again, be challenged by new rebellions of the idea, but also that reality owes its advantage not so much to its own strength, which is too crude and directionless to maintain the advantage, as to the inner (although necessary) problematic of the soul weighed down by its ideals (Lukács 85-86).
Para Lukács ésta es la razón por la cual la ironía es la objetividad de la novela: el lugar de doble visión que nos permite pensar donde puede encontrarse Dios en un mundo abandonado por él. La ironía es la casa perdida de la idea convertida en ideal romántico, condicionado subjetiva y psicológicamente como única forma posible de existencia y, por lo tanto,
when it speaks of the adventures of errant souls in an inessential, empty reality, it intuitively speaks of past gods and gods that are to come (Lukács 92).
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