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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 10 de julio de 1986

El placer de ser Patoruzú

 

 INTRODUCCION TEORICA

 

      "Valéry es un intelectual pequeño-burgués, no cabe la menor duda. Pero todo intelectual pequeño-burgués no es Valéry".       J. P. SARTRE

 

     

      Las historias afectan a la cultura en una variedad de aspectos, gatillan no instructivamente hábitos conductuales a través de héroes tan excitantes como poderosos. Patoruzú, personaje principal de la historieta que lleva su nombre, constituye una fuerza activa en el desarrollo de estas conductas. Su creador invariablemente refleja en ella a su público lector y, con él, a sus pensamientos, mostrándonos una determinada cosmovisión más o menos arraigada en una comunidad.

 

      El consumo continuo de esta revista de historietas desde 1936 en la Argentina demuestra lo latente que está el significado de sus mensajes para gran número de lectores, incorporando en ellos una melodía común de creencias, deseos y necesidades para ese público.

 

      La historieta "Andanzas de Patoruzú" (tal es su actual nombre) irradia una clara necesidad de refuerzo de una determinada ideología y cosmovisión acerca del significado de la vida, y de la relación de los individuos con otros y con la sociedad: el problema de la importancia de lo material está siempre presente; la caballerosidad y la decencia; el Derecho y la ley natural como proveedores de poder, y otras cuestiones a tratar a lo largo de este trabajo.

 

      Pero el texto literario "no es un lleno, sino un espacio globular, tocado por intersticios, blancos, fisuras, saltos, elipsis, silencios que ponen al lector en la obligaci—n de realizar una serie de operaciones para construir un sentido que no yace absolutamente inerte en el texto"[1]. Es decir, el lector renace como co-constructor del sentido. El nivel ideológico de funcionamiento de un texto nos muestra las relaciones existentes entre el mismo y sus condiciones sociales de producción. Pero en cuanto a la recepción del mismo, allí se producen múltiples lecturas, aunque no infinitas,  de los imaginarios sociales "producidos".

 

      La ideología actúa entonces a través de las formas de lectura de la historieta en cuestión, y no en las posiciones reaccionarias o reformistas (reales) de los personajes, no en el moralismo de sus soluciones. De esta manera, para llevar a las clases populares hacia una aceptación del orden social, la historieta se apoyará sobre aquellos valores de tolerancia, solidaridad y gusto por la vida que, por los a–os del surgimiento de "Patoruzú", expresaban esas mismas clases.

 

      De esta forma se co-construyen metafóricamente los conflictos a través de los cuales las clases populares construyen su identidad, y el héroe se convierte, casi sin quererlo, en un dispositivo de masificación: un elemento de despolitización y control, de desmovilización.

 

        Intentaremos estudiar entonces aquí la sociedad también desde una historieta. Todo texto es absorción y transformación de una multiplicidad de otros textos, por ejemplo, una sociedad. Y Patoruzú no escapa a esta norma.

 

                       

 

INTRODUCCION HISTORICA

 

 

      "Son hombres de grandísimas fuerzas, porque a tres servidores tan grandes que cada uno pesaba dos quintales o más, los alzaban de tierra con una mano en el aire, más altos que sus cabezas"

                              (Extraído de Argentina Indígena)

 

 

      En la década de 1930 comienza el proceso de la gran crisis argentina, caracterizado por una alta inestabilidad política. Es el momento en que la gran burguesía agraria pierde capacidad para actuar como clase dirigente (ya con dificultades aún antes de esos años). Esta crisis, no repentina, marca también los momentos en que comienza el auge de la acción intervencionista del Estado y/o el paternalismo estatal.

 

      Para entonces los Patagones, antiguos cazadores nómades, constituían una raza arruinada y atada al yugo de nuevas costumbres impuestas posteriormente a la Campaña al Desierto de J. A. Roca. El Patagón combativo, ya por 1916 era un individuo manso, dócil, adaptado, "bueno". Durante la conquista, el gran saqueo y la explotación mediante trabajos forzados habían destruído las estructuras sociopolíticas nativas. Entre otras cosas, los procesos de evangelización cristiana contribuyeron enormemente a la desintegración cultural. No es casual que Patoruzú sea un indio cristiano.

 

      Los patagones, enormes indígenas de escasos cabellos (Patoruzú tiene, por el contrario, una larga cabellera), cubiertos con mantos de pieles de guanaco y enormes zapatos del mismo animal, eran quizás más adoradores del Diablo que de "Dios", si se pueden hacer comparaciones a este respecto. El dios hacedor de todo era "Cóoch", y "Setebos" encarnaba el mal, rodeado de los "Chechele" o espíritus malignos. La mayoría de las ceremonias se realizaban en honor a estos últimos.

 

      Más tarde, los patagones comenzaron a usar chiripás. Aquí podría ubicarse un primer abordaje al origen de los ascendientes de Patoruzú: los tehuelches. Estos cazaban avestruces y guanacos con sus boleadoras para poder alimentarse.

 

       Los caciques dominaban parcialidades de unas cuatrocientas personas, y eran elegidos por su valor y capacidad de expresarse bien. Hacia 1750 comenzaron a usar caballos. Esto coincidió con el abandono del taparrabos y los mocasines, descubriendo que el chiripá, antes mencionado, y las botas de potro eran más cómodos para montar. Hace más de un siglo se mezclaron con los "pampas" y los "araucanos", y hoy sería altamente improbable encontrar algún descendiente.

 

                       

                       

ORIGEN

 

 

      En 1924 un muchacho de unos 16 años, Dante Quinterno, publicaba en "El Suplemento" su primer personaje de historietas: Panitruco. Este, como el futuro Isidoro, tenía aficción por las carreras de caballos y era continuamente recriminado por su padre (tanto como el Coronel Cañones lo hará con su sobrino Isidoro posteriormente): "- ¡No debes ser el hijo que deje mal sentada la moral de un padre!"; "¡Uffa! ¡Siempre viene a rezongar a mi pieza!". Los futuros "hijos" de Quinterno serán "Andanzas y desventuras de Manolo Quaranta", publicado en La novela semanal, y "Don Fermín", futuro Don Fierro, que comienza a publicarse en Mundo Argentino.

 

      En el diario Crítica aparece en 1927 una tira llamada "Un porteño optimista", cuyo protagonista lo ve todo bien, encuentra siempre "el lado bueno de las cosas". Esta tira comenzará rápidamente a llamarse "Aventuras de Don Gil Contento".

     

      Un día se anuncia en Crítica: Don Gil Contento adoptará al indio 'Curugua-Curiguaguigua', un joven indio, último vástago de los 'tehuelches gigantes' que habitaban la patagonia". Y Don Gil lo bautizará posteriormente con el nombre que lo hará famoso: Patoruzú. Por entonces, culminaba en la Argentina la presidencia de Alvear.

 

      Pero esta tira desaparecerá abruptamente de Crítica y, en 1929, nacerá en La Razón un personaje que, con otro nombre, perdura hasta hoy: Julián de Montepío, hoy Isidoro Cañones. Julián de Montepío tendrá, desde un principio, aquellos rasgos que hicieron famoso a Isidoro Cañones: es "vividor", jugador y "bolichero"; vive de noche, no paga a sus acreedores y tiene, como Isidoro, un valet: un negrito llamado Cocoa, quien ya aparecía en "Aventuras de Don Gil Contento" bajo el nombre de "Belén".

 

      El "tío Meñique" de Julián se transformará luego en el Coronel Cañones. Ambos le permiten a estos personajes la relación con la aristocracia y el acceso a las grandes reuniones sociales en donde encontrar a las hijas de los mayores adinerados del país.

 

      Julián de Montepío no trabaja. Vive del dinero de su tío y del que gana en sus "juergas". El 6 de septiembre de 1930 sobreviene el golpe de Estado encabezado por Uriburu en la Argentina, y el 26 de ese mismo mes Julián recibe de la Patagonia una carta de su tío Rudecindo en la que le informa que se halla al borde de la muerte por lo que decide dejarle una herencia.

 

      Cuando Julián llega a la estación de trenes a buscar la herencia que él suponía sería dinero, se encuentra con Patoruzú y una carta que decía así: "un indio güenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa' que lo sigas apadrinando... Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata".

 

      Este indio adinerado y recuperado a medias por la sociedad (gracias a la no mencionada, pero no por ello menos presente, Campaña al Desierto de Alsina y Roca) no necesitará mucho tiempo para convertirse en el personaje fundamental de la tira, que comenzará a llamarse: "Patoruzú".

 

      Una segunda etapa en el diario El Mundo permitirá el afianzamiento definitivo de estos personajes, lo que motivará a Dante Quinterno a editar una revista de historietas propia. Así, en noviembre de 1936, aparece el primer número de la revista Patoruzú, con una introducción a la misma que hace el propio cacique en la que, entre otras cosas, dice que la revista es: "senciyota y linda como el libraco Ž la maístra (...) Que sería como un golpe é sol dentro la cueva, que sería dendeveras en tuitos los laos como si faltasen ganas é reir y ayí viniera a poner la risa guenaza Ž las cosas guenas!" Por quŽ no se reía la gente en 1936,Žépoca de oro de la "década infame"? Patoruzú nos propone distraernos (no premeditadamente) para olvidarnos de lo que acontece en nuestra realidad y legitimarlo al mismo tiempo. ¿Cómo sería el libro de la maestra en 1936?

 

      Esta revista comenzó a aparecer en forma mensual y tuvo tanta aceptación que el público comenzó a pedir nuevas historietas. Entonces, el tercer número de la revista mensual ya se hizo con nuevas aventuras. Así comenzarán a aparecer en los años subsiguientes: Upa (el hermano menor de Patoruzú), y Patora (su hermana), una especie de contrafigura del indio. La Chacha, su nodriza, está presente desde los comienzos.

 

      Así como Julián de Montepío-Isidoro Cañones representan al porteño vivo, manguero, que trata siempre de "aparentar", ventajero, el indio es su contrafigura: puro, sano de alma y de cuerpo, arquetipo ideal del hombre que todos quisiéramos ser, que quisiéramos que todos fuesen o, mejor dicho y adelantando una hipótesis, que la oligarquía quisiera que todos admiráramos. Un personaje creado como emergente de ciertas condiciones por las que atravesaba nuestra sociedad.

 

      Dante Quinterno fue un hombre de su tiempo, y su obra correspondió al estilo que le marcaba ese tiempo. Con esto no se trata de reivindicar el metadiscurso ideológico de Patoruzú, sino su faz técnica. Quinterno vivió en una época de crisis social y sólo fue coherente con lo que sucedía en la sociedad.

 

      Un segundo abordaje sobre el origen de los antepasados de Patoruzú nos lleva más allá de los indios tehuelches. La historia de los Patoruzek contada en una revista Patoruzú del 17 de agosto de 1937. Según esta historia, Patoruzú es hijo primogénito del Faraón Patoruzek I y Patora la tuerta, princesa de Napata, y heredó las cualidades de su padre. El desarrollo de los dedos pulgares de los pies constituía una característica familiar transmitida de generación en generación. Pero todo esto transcurre en Egipto. ¿Cómo llega Patoruzú a la Patagonia? La historia cuenta que éste se hallaba en un viaje de picnic a Addis Abeba cuando el vehículo que lo transportaba se desbocó, y aterrizó así junto a las niñas que lo acompañaban en la Patagonia. Allí el príncipe Patoruzek (Patoruzú) se interesó en la caza de ñanduces y, hallándose muy entretenido, perdió el colectivo de vuelta. En esa tierra se vió seducido por los tehuelches, con quienes comenzó a vivir.

 

 

ESTRUCTURA

 

      No hay un molde que sea absolutamente fijo sobre la estructura de una historieta de Patoruzú. Pero sí existen ciertos elementos que aparecen con más frecuencia que otros, los que nos permiten elaborar dos tipologías de la estructura de esta historieta:

 

       En la primera, más simple, encontramos tres momentos: 1) Hecho desencadenante, 2) búsqueda de Patoruzú y 3) aclaración-solución del caso. En la segunda encontramos: 1) Estabilidad inicial, 2) factor de tensión desequilibrante, 3) despliegue de las potencialidades del indio, 4) posibilidad de derrota y 5) azar y superioridad salvadores.

 

      Cada historieta consta aproximadamente de 324 cuadros. Anteriormente eran más extensas (426 cuadros, aproximadamente).

 

      Siempre aparecen individuos que intentan destruir una estabilidad reinante, una clase social, una forma de vida. Patoruzú, representante de la Gran Burguesía terrateniente, dueño de la Patagonia, lucha siempre con un sentido del deber y sacrificio ciudadanos, por el mantenimiento del statu quo. Algún ser o situación está cuestionando ciertas leyes del funcionamiento de la sociedad y ese hecho pasa inmediatamente a ser sentido y mostrado como perturbador y molesto.

 

      El elemento primordial de la historieta es la figura de Patoruzú: el héroe. Sus maravillosas entregas físicas son espectaculares y se repiten en todas las historietas. Si bien las crisis provocadas por las situaciones perturbantes conmueven a la sociedad, estas conmociones son transitorias, ya que inmediatamente llega el héroe a colocar las cosas en su "lugar natural": el final feliz no es más que la autorregulación del sistema.

 

      La victoria del héroe siempre se basa en el "ser más", en haberle "ganado" a alguien en cualquier tipo de competencia: el paternalismo de Patoruzú, sus soluciones "desde arriba", su notoria superioridad, su caridad suprema.

 

      Estos son los mitos con los que la clase dominante intenta asegurar su supervivencia en el imaginario de masa. No como producto de una conspiración, sino como la forma en que la conciencia de clase trata de seguir funcionando en el sistema socioeconómico del momento.

 

      Barthes, en Mytologies, definió a la mayoría de estos rasgos como la retórica de la burguesía, "un conjunto de figuras fijas, reglamentadas, insistentes, en las que vienen a ordenarse las formas variadas del significado mítico."[2] Ahora debemos preguntarnos, entonces, por la especificidad de Patoruzú.

 

                       

IDEOLOGIA PATORUZEICA

 

      "La historieta toca el costado más conservador de la mayoría de la gente"                                                               HORACIO ALTUNA

 

      La figura de Patoruzú aparece en la década de 1930, después de la más grande crisis del capitalismo y junto al "Welfare State" en E.E.U.U., el fascismo en Italia y el nazismo en Alemania. Coincide con un momento en el que era necesario imponer limitaciones al sistema económico dominante: el Estado intervencionista debe regular los conflictos sociales.

 

      Esto se refleja en Patoruzú y en sus dos armas: la represión y el consenso (a su vez, armas del Estado), para garantizar el orden y la legalidad internas. La forma en que Patoruzú resuelve los problemas se inserta en un período sociohistórico determinado.

 

      En la historieta se recrean, entre otras cosas, en forma de ausencia, las contradicciones históricas y sociales (al convertirse en problemas psicológicos de un individuo aislado), la ley de la libre competencia (sobreimponiendo un esquema moral del mundo o el predominio del azar) y las contradicciones sin solución del capitalismo (al superar Patoruzú los problemas de la justicia). También se ven dañados los derechos de igualdad entre los seres humanos (en el mundo patoruzeico predominan las relaciones verticales de dominio).

 

      El mundo armónico que se propone ofrece la salvación a los miembros de la clase alta mediante la ayuda a los pobres, con actitudes paternalistas. Una armonía cerrada y circular, en la que la justicia siempre gana.

 

      A través de esta visión del mundo, la clase dominante en crisis daba forma a un conjunto de ideas, aspiraciones y sentimientos que representaron una respuesta a una situación histórica determinada: el discurso deseado de la vieja oligarquía que tiene en Patoruzú a su principal estanciero terrateniente, un modelo ideológico que aparece en cierto momento de crisis y que da forma a los modos en que las clases dominantes quisieron contar su historia a las clases populares.

 

      El castigo del mal y el triunfo del bien, el virtuosismo, aparecen como ejes ideológicos de poca o nula comprobación en la realidad cotidiana. Los "buenos" son buenos porque sí, no hay tentación ni lucha; todo parece fácil.

 

      En cuanto a las nociones sobre educación, es significativo el hecho de que Patora concurra a un colegio de Monjas de la Patagonia, para ser educada/civilizada de acuerdo a los preceptos de la moral cristiana. Cuando Patora se escapa y hace alguna de las suyas, Patoruzú pide luego que la encierren "con doble llave".

 

      El indio llama siempre a los personajes a "actuar como cristianos", a comportarse "como Dios manda", y no olvida agradecer a Dios cuando las situaciones se le presentan favorables. Los casamientos siempre son religiosos y los maleantes son a veces asociados con la figura del Diablo.

 

      El "bienaventurado deseo de reparar injusticias" está en la mayoría de los casos ligado al dinero o la propiedad. Patoruzú es, en este sentido, una garantía de seguridad: Conserva el universo, niega el cambio social.

 

      El poder público, sobre todo la policía, aparece como pasivo, ineficiente, dependiente de Patoruzú para poder controlar la realidad: se deposita en un individuo(ciudadano) el poder real, necesario para mantener el orden: aparecen como dominantes de la situación y participantes de la misma los dominados, los impotentes sociales (la condición indígena pisoteada está relacionada con el lugar que se le hace ocupar a un indio en la historieta), a la vez que se defiende el individualismo ante un Estado que se fortalece.

 

      Una de las normas que debe mantenerse a salvo es la de la propiedad privada. Se manifiesta en Patoruzú un gran respeto por los bancos, el dinero y bienes de la gente. Nos dice O. Steinberg: "La situación social y económica de Patoruzú se parecería al ideal de un estanciero real, que además fuera un hombre de derecha"[3]. Pero en las "Quirosóficas" (sección que aparecía en la antigua revista) -el arte de la Quiromancia, lectura de las plantas de los pies- Patoruzú avalaba en su momento la candidatura del socialista Mario Bravo. También se habló mucho de su "adhesión" a una candidatura conservadora-corporativista en la provincia de Bs. As. encabezada por Manuel A. Fresco, en un escrito similar de 1937.

 

      No existe una historieta en la que el indio no done o regale dinero a alguien que lo necesite. Su hermana, de tanto dinero comoŽél, utiliza el mismo para darse gustos como, por ejemplo, comprarse una companía de aviones para poder ser azafata.

 

      Patoruzú cumple con todos los pagos y tiene también en este sentido como contrafigura a Isidoro quien no le paga a nadie y es famoso por sus acreedores. Hay una clara apelación a la honestidad y señorío de la oligarquía que cumpliría con sus deberes en los pagos y que constantemente realiza donaciones, bien a organismos de bien público (el asilo de las hermanas Pamelitas) o a individuos necesitados, en forma de limosna.

 

      Las características de Patoruzú en cuanto a su fuerza bruta utilizada sólo como reacción a una violencia que comienza en el delincuente o el "malo", son la forma en que el sistema presenta la coacción a travŽs de las historietas.

 

       Es cualidad también notable en Patoruzœ su ingenuidad: generalmente cree todo lo que le dicen, lo que hace que su reacción ante el desengaño sea, como dice Eco (en un análisis de James Bond con respecto a Žeste último), "semejante a la transformación del amor en odio y de la ternura en ferocidad".[4]

 

      Cuando Patoruzú no puede aclarar las cuestiones en forma pacífica (casi nunca), recurre al castigo (coerción). Llega a sentir, a veces, mucho odio por los malvados: "A la guillotina", deseará en una historieta. Pero su violencia casi nunca toma rasgos crueles o torturantes, formas en las que se caracteriza a la violencia "no legal". Pero las "palizas" serán tan duras como para que a nadie se le ocurra imitar a los bandidos (¿por eso de que "la letra con sangre entra"?).

 

      Durante los primeros años de la revista, sobre todo, son claros los prejuicios raciales y nacionales, principalmente con respecto a los enemigos: Juaniyo, el gitano, es traicionero y mentiroso; los judíos son acumuladores de dinero, sin sentimientos comunitarios y, "en cualquier momento aparece un pacto turco-chino-indio para robar una reliquia de la familia Patoruzú. En los primeros años, la figura del judío, especialmente, circulaba por toda la revista, dentro de la historieta o fuera de ella, en chistes aislados"[5]

 

      Patoruzú es la fuerza conciliadora de la lucha de clases, la reproducción de una ideología capitalista, la recreación negativa de la contradicción burguesía/proletariado que planteaba el socialismo y del poder destructor del capital, ubicando al ser humano dentro de otra estructura moral maniqueísta.

     

      Recordemos: Patoruzú nace en medio de la crisis de la gran burguesía agraria como sector hegemónico, y en medio de la crisis más grande de la historia del capitalismo mundial. La figura del gran terrateniente bondadoso y hegemónico surge como contraparte de dichas crisis.

 

      Es muy frecuente la asociación entre lo extranjero y la modernización como factores clave del desarrollo y progreso individuales. El medio de transporte más utilizado en la historieta después del automóvil es el avión (Patoruzú viaja en ellos con mucha frecuencia). El indio e Isidoro se codean con la oligarquía y otros estancieros, haciendo más clara su identidad de clase.

 

      ¿Cómo se muestra el "trabajo" en "Andanzas de Patoruzú"? En realidad se muestra muy poco ya que los personajes principales están siempre en el ocio. Patoruzú, dueño de una incalculable fortuna, no trabaja. Pasa su tiempo realizando donaciones, durmiendo, mirando TV o supervisando su estancia, a la espera de la perturbación que lo saque del tedio y lo obligue a poner las cosas en su lugar. El hecho de no trabajar no impide las recriminaciones a Isidoro por no hacerlo, casi siempre materializadas a través de la voz de Upa: La moralidad del trabajo está, de esta manera, presente.

 

      Las posiciones de clase media elevadas -gerentes y profesionales- están sobrerepresentadas a expensas de las ocupaciones rutinarias de clase media y clase baja. Lo mismo sucede con los trabajadores de servicios comunitarios y los domésticos. Son muy frecuentes los trabajadores artesanales, pero es casi nula la existencia de obreros de fábrica.

 

       Existe una clara noción de progreso en el trabajo mostrada a través de personajes que "triunfaron" en la vida "comenzando desde abajo". El policía es el trabajador que más aparece, aunque se hace muy difícil ligarlo por su retrato a la clase social de la cual, en la realidad, proviene gran parte del plantel policíaco.

 

      Las ocupaciones ligadas al ámbito eclesiástico (curas, hermanas religiosas, etc.) tienen también un espacio nada desdeñable, junto con los militares (de mayor trascendencia éstos en la revista "Locuras de Isidoro"). Los políticos brillan por su ausencia.

 

      En cuanto al sexo, los hombres predominan en calidad y cantidad por sobre las mujeres, tanto entre los adaptados al sistema como entre sus enemigos.

 

      Patoruzú le quita prácticamente todo el trabajo y la función a la policía, solucionando los casos antes que ella. Al realizar la justicia por sus propios medios integra y supera a las fuerzas públicas que no pueden resolver los problemas por sí solas.

 

      Los policías, como dijimos anteriormente, aparecen en cada historia, pero "el que ejerce en realidad las funciones militares, el que de hecho tiene la capacidad física para intervenir equilibradamente, reducir a la impotencia al enemigo, aniquilar su problematicidad, es el superhéroe, que además tiene mucho cuidado de jamás matar(...) al adversario".[6]

 

      De esta manera, si bien la policía aparece como servicial, el poder real es el de Patoruzú: él tiene acceso a todo lo que sabe el comisario, no es un ciudadano común. Es, según su propia policía, "el gran aliado de la ley y la justicia". Siempre lleva un puñado de maleantes a la cárcel, quienes muestran un accionar tan ingenuo como el del indio (objetividad?). Patoruzú representa a la justicia "imparcial" y a la autoridad moral que devienen fácilmente en autoritarismo cuando obliga a Patora a obedecerle, puesto que él es su hermano mayor.

 

      La moral conservadora se expresa de esta manera en la historieta: Papá Patoruzú normaliza, y todos deben cumplir con lo que la sociedad (léase la clase dominante) prescribe.

 

                             

PERSONAJES

 

      " Ronald Reagan es un personaje de historieta. Toda la promoción en su torno se vende bajo esa imagen, y la elección es certera. Reagan se presenta como un hombre duro y tierno a la vez, alguien que no sufre sentimiento alguno de culpa y que no lo reclama a nadie... salvo en los soviéticos, claro está."                                                            MARCELO FIGUERAS

 

     

      El indio Patoruzú se halla esquematizado en la historieta como un personaje bueno, inocente, alegre, confiado y caritativo. Si bien su identidad social es muy difícil de definir con absoluta exactitud, tiene todo el aspecto de un estanciero terrateniente que quiere conservar intacta y libre de peligros la condición social de su clase. 

 

      Usa poncho corto y boleadoras. Es el patrón de una estancia sin confines. Hombre corajudo y temerario que siempre tiene lista su mano poderosa para ayudar al bueno y castigar al malvado. Para Isidoro es "un animal", una "bestia buena".

 

       Posee virtudes gauchescas pero es un indio, y los indios y los gauchos nunca fueron nada parecido a una unidad social. Es a la vez un gran terrateniente y un cacique indio del sur. En la ciudad se alojó siempre en un hotel francés, pero desde hace unos pocos años vive, en la historieta, en un piso de un edificio céntrico.

 

      Tiene esa fuerza descomunal que usa solamente contra el mal: Puede parar un tren con la mano si hay por qué pararlo. Su fortuna incalculable sólo la utiliza para el bien. Los orígenes de esta formidable fortuna no son muy claros, aunque es muy probable que constituya parte de la herencia de los Patoruzek. Es el dueño de la Patagonia, un terrateniente modelo.

 

      Vive en la ciudad pero de vez en cuando va a su estancia, pues si bien le atrae el encanto de la primera (lo moderno, lo europeo, los aviones y la vida del gran mundo), el campo sigue siendo lo natural, la tranquilidad, la virginidad. No se priva de utilizar el engaño para lograr sus objetivos, utilizando a veces los mismos medios que sus enemigos.

 

      Isidoro Cañones, contrafigura de Patoruzú, es el tipo ideal del porteño vivo, manguero, que siempre trata de aparentar. Siempre se halla detrás del dinero del indio, debe los alquileres, y Patoruzú acaba pagándole siempre: Así como Patoruzú es el coraje arrollador, Isidoro es el primer miedoso, el "gallina". Si bien comete muchas "locuras", nunca es concebido como delincuente en la historieta, aunque incurra en delitos . Muchas veces paga caras sus "avivadas".

 

       Este es el Isidoro de "Andanzas de Patoruzœ", puesto que en "Locuras de Isidoro" representa al playboy, mundano, a la pesca de una heredera, sustentado por su tío, el Coronel Cañones, miembro honorable del Círculo de Armas y socio del Jockey Club, dos baluartes de la oligarquía. Su compañera preferida, Cachorra, es hija de otro militar amigo del Tío Cañones: el Coronel Bazooka. El Coronel Cañones intentará de todas las maneras posibles encarrilar al "descarriado" Isidoro, despilfarrador de dinero: la moral eficientista se hace presente de esta manera.

 

      Patora es la hermana de Patoruzú. Estudia en un colegio de monjas de la Patagonia del cual constantemente se escapa. Se adoran con su hermano, aunque siempre le reprocha a éste su falta de libertad. El indio la tiene enclaustrada en ese colegio permitiédole, con esfuerzo cuando ésta se escapa, ciertas travesuras.

 

      Los "desbocamientos" de Patora (¿deseos de participar de una mujer?) son vistos por Patoruzú como una "deshonra a la tradición familiar, a los Patoruzek". Patora busca, en todas las historietas en las que aparece, a su "tipo", busca el hombre de su vida para "casoriarse" con él: ese es su fin principal en este mundo.

 

      Este era también el lugar que se le otrogaba a la mujer en esta ideología. Se ve poseída de un sentimiento de inferioridad no exento de celos, ante la potencia de la figura psicológica de su hermano.

 

      Upa, hermano menor de Patoruzú, era en un principio inocente, amoral, animalesco; después fue adoptando la moral de Patoruzú. La Chacha es la nodriza de Patoruzú. Vive en la estancia junto a Ñancul, el fiel capataz a cargo de la misma durante la ausencia del patrón. La Chacha es famosa en las historias por sus empanadas y el locro. Tiene cierto dominio sobre Patoruzú, quien cede muchas veces ante ella.

 

      También participa de las historias una multitud anónima que siempre aparece a través de espectadores ocasionales que son, en su mayoría, "gente buena".

 

                       

LOS ENEMIGOS

 

      Muchísimos enemigos salieron al encuentro de Patoruzú desde 1936 hasta hoy. Algunos lo buscaron enceguecidos por su incalculable fortuna, otros... los buscaba él en sus deseos de reparar injusticias. Tal es el caso de Skylock Cuervo, el falso florista, que dilapidaba los millones de una "huerfanita"; o Brutus y Boris, quienes lo enterraron vivo para evitar  que un circo pasara al poder de su "legítima due–a".

 

      Todos los enemigos siempre actuaban en forma desleal. Entre los más destacados de los primeros tiempos encontramos a Gastón Guillotín, el hotelero, y su compañero El Decapitador junto a "Nenette", su araña pollito.

 

      No debemos olvidar al hindú multimillonario quien tenía a su cargo a villanos como el japonés Miko (raza amarilla), al Honorable John (un negro), Caín (un marino) y Puro Brazo (el jefe de una banda de piratas encapuchados).

 

      Patoruzú se traslada a todos los lugares geográficos del país para vencerlos: Desde el polo sur, luchando contra la ballena de cruz blanca, hasta el corazón de la selva chaqueña en donde enfrenta al Toba Mounstro (indígenas, los tobas, aún no exterminados por la civilización en su totalidad).

 

      "Salva a la patria de una red de espionaje", cuando aniquila a X-215, un espía hipnotizador y a sus satélites Z-113 y Bombón (éste último parecidísimo a Don Fierro). Restituye al titular de un ducado remoto que había sido depuesto por su primo.

 

      En Bs. As. defiende a una "gurisa" de las redes de "El Chacho", un mestizo cuchillero; está a punto de perder su fortuna a manos de "Mamadera"(quien tiene un singular parecido con Alfonsín) y "La Madre Pepina"; desintegra una organización oriental que se dedicaba al expendio de alcaloides; entabla lucha con Iván el más Terrible, un genio del mal que siembra la muerte y la destrucción a su paso.

 

      El enemigo, en todos los casos, termina siendo necesariamente reducido por la fuerza. La descripción de "Iván, el más terrible" es fácilmente asociable      al enemigo comunista. El adversario es identificado/clasificado como perteneciente a un mundo diabólico, donde primaría la perversión física y moral, la deslealtad extrema. Si bien Patoruzú es leal, no por ello desdeña, como antes dijimos, vencer a su enemigo con sus propias armas y haciendo trampas.

 

      Patoruzú arriesga su vida en todas las aventuras, aunque sepamos que puede detener las balas entre sus dientes, lo que nos remite al ideal del ciudadano patriótico y de una patria/sociedad "invencible".

 

      Durante los primeros años de la revista los enemigos más populares del indio eran de raza amarilla, negros, judíos, gitanos, hindúes, turcos, árabes, personajes satánicos, indígenas no adaptados, mestizos y piratas, la mayoría de los cuales poseía una gran contextura física, eran feos, duros y crueles.

 

      En los últimos tiempos encontramos más malechores de "guante blanco", entre los que resalta una gran habilidad e inteligencia: se combinan un forzudo y un "cerebro"; es difícil encontrar enemigos sueltos, que no estén, por lo menos, con su pareja.

 

      Son muy poco solidarios, piensan a veces en traicionarse y combinan la fuerza bruta (siempre inferior a la del indio) con "torturas sanguinarias" que permanecen en el nivel discursivo ya que nunca se materializan físicamente en la historieta.

 

 

PRODUCCION

 

      Dante Quinterno no tomó decisiones ideológicas en el momento de caracterizar a sus personajes, sino que las formas que asumió esa caracterización y sus contenidos estuvieron apoyadas en lo que Eco llama "exigencia retórica", entendiendo a la retórica como un "arte de persuadir para apoyarse, para fundar razonamientos creíbles, sobre los endoxa, es decir, sobre las cosas que piensa la mayoría de la gente".[7] Se trata de construir una estructura narrativa que sea aceptada, para lo cual se recurre a los arquetipos universales de fábula.

 

      Dante Quinterno fue sólo un sujeto social que escribió sus historietas, fabulosas ellas, en un medio predeterminado, dentro de un particular género literario que lo define. De esta manera, su producción es siempre producción social de un sujeto transindividual a través del cual se expresan discursos latentes en la conciencia colectiva e intersubjetiva.

 

 

ALGUNOS EFECTOS

 

      Medvedev y Bachtín, dos investigadores rusos, sostienen que todas las formas de la conciencia social y de la subjetividad, así como sus productos artísticos, literarios y, en general, culturales, están orientados en y por el medio ideológico que los determina (y al que, a su vez, determinarán alterándolo por su presencia).

 

      En la identificación con Patoruzú, el lector no reflexiona sumergido en el devenir constante de las acciones de la historieta. Sólo cuando Patoruzú vence al enemigo se produce esa identificación que, debido a las múltiples lecturas posibles, no siempre se realiza de la misma manera ni tiene, por consiguiente, los mismos efectos.

 

                             

CONSUMO

 

      Investigaciones de mercado realizadas dan cuenta de que los lectores de Patoruzú abarcan todas las edades, aunque sin duda son los pre-adolescentes y adolescentes quienes más leen la historieta. Generalmente los adultos la abordan porque "ayuda a olvidar", "entretiene" y, según las palabras del actual guionista y dibujante de Isidoro (el Sr. Juliá, 72 años) "no muestra todos los problemas que se muestran ahora".

 

      En un momento fue tanta la popularidad de la historieta que hasta se hizo una película en 1942: "Upa en apuros", que fue proyectada en sus inicios como "relleno" de "La Guerra Gaucha".

 

      En todo esto, la industria cultural desempeña un rol clave: se irradia y produce una "cultura de masa" con pinceladas de conformismo e identificación con el estado existente de las cosas.

 

 

PUBLICIDAD EN LA REVISTA

 

      El material publicitario de la revista Patoruzú es casi siempre un conjunto de avisos por correspondencia, métodos para tener un mejor cuerpo, cursos de astrología, etc. Hay una subvaloración implícita inmersa en estas ofertas publicitarias sobre el público lector.

 

       Los materiales publicitarios tenían, hace muchos años, un parecido con la revista en lo que se refiere a los tipos de lenguaje y a las maneras gráficas. La presencia de publicidades que prometen conversiones radicales en cursos de tres meses por correo marca un cierto desprecio por el público y, en última instancia, por la revista misma. Pero este tema obligaría a hacer una investigación aparte.

 

 

CONCLUSIONES: EL PLACER DE SER PATORUZU

 

      El placer de ser Patoruzú es la posibilidad imaginaria más relevante de la historieta. El individuo alienado socialmente se fuga de esa realidad por unos momentos, compartiendo las aventuras del indio: Se identifica con la contraparte de su situación social real.

 

      El personaje "Patoruzú" surge en los comienzos de la gran depresión y poco tiempo después de los últimos exterminios de indios realizados en el sur en favor de los terratenientes. A través de una historieta se sustituye la historia real, conflictiva, por una historia "ideal", la historia que las clases dominantes quisieron que "leyeran" las clases populares, la historia que deseaban que leyeran sus propios hijos.

 

      Esta historieta privilegia más la palabra que la imagen, con numerosas variaciones linguísticas sobre una figura que se repite. Estas palabras, insisto, tienen múltiples lecturas. Patoruzú construye en su discurso una imagen de sí mismo que puede coincidir con la del sujeto interpretante. Pero esto no es necesario.

 

      Dante Quinterno creó un indio tehuelche quizás para que la gente se divierta un rato. Esto puede ser cierto, pero aquí analizamos la vida social que impregna a todo texto literario: "Los mecanismos de dominación son mucho más complejos que la forma organizativa de una conspiración, asumen formas culturales muy arraigadas en la gente, en sus intuiciones, en el modo en que transcurre su vida cotidiana".[8]

 

      Juliá piensa en diferentes "Isidoros" que conoce en su vida real para escribir su historieta: ésta nace del sistema mismo, por eso es eficaz. Si no fuese así, resultaria muy fácil solucionarlo (esquema conspiracionista): se destruye a los conspiradores y se termina el juego. Pero sabemos que eso no resulta. Lo más preocupante de la historieta Patoruzú es su contenido antidemocrático en el sentido de la normalidad pasiva, no conflictiva de la sociedad.

 

      Pero: ¿los elementos contrahegemónicos están siempre condicionados por la cultura hegemónica o pueden abrir espacios de ruptura? Si bien la estructura es circular y cerrada, aparece un espacio de ruptura que se manifiesta dentro del mismo sector hegemónico: los desvaríos de Patora, ante el machismo/autoritarismo de Patoruzú rebelada, y ante su puesto relegado en la sociedad. Si bien este elemento disruptivo es finalmente controlado, no puede saberse con exactitud hasta cuando será así, ya que las escapadas (protestas sociales) de Patora son recurrentes.

     

      Resumiendo, Patoruzú no oculta la realidad, la crea. Y nuestra lectura la recrea.

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

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     1980      Conceptos de Sociología Literaria. Buenos Aires: CEDAL.

 

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    1985        Patos, elefantes y héroes. Buenos Aires: Ed. de la Flor.   

    1986       "Más allá del Pato Donald": Entrevista en El Periodista             de Buenos Aires n 83. Buenos Aires.

 

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    1984      Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje. MŽxico:           Siglo XXI.

 

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    1985      "La rebelión del lector": en  Punto de Vista n. 24. Buenos Aires.

 

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    1986      "Mitologías populares: Batman ha vuelto, pero es otro", en El          Periodista de Buenos Aires n. 87. Buenos Aires.

 

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    1985      Historia Contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Ed.

 

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    1983      Argentina indígena. Buenos Aires: CEDAL/Historia Testimonial             Argentina n. 1.

 

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    1969      Lenguaje y Comunicación. Buenos Aires: Amorrortu.

 

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Sarlo Beatriz

    1985      "Crítica de la lectura: ¿un nuevo canon?", en Punto de Vista n. 24

            Buenos Aires.

 

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    1972      La historieta: poderes y límites. Buenos Aires:                        CEDAL/Transformaciones n. 41.

 

Vázquez Lucio, O.

    1986      Historia del Humor Gráfico y Escrito en la Argentina. Buenos            Aires: EUDEBA.

       

Verón, Eliseo

1985               “Los juegos del discurso”. Entrevista en Punto de Vista n. 24. Buenos Aires.

 

Wright, Charles

1980               Comunicación de masas. Buenos Aires: Paidós.

 

Revistas       Andanzas de Patoruzú

Ayer, hoy y mañana (Diario La Razón) n. 100, 11-3-69: “Usted y la

historieta”.

                        Libro de oro Patoruzú de 1941: “Cien enemigos y un hombre bueno”.                       


[1] Beatriz Sarlo, “Crítica de la lectura: ¿un nuevo canon?” en Revista Punto de Vista n. 24.

[2] Barthes, Roland, Mythologies. Paris, Ed. Du Seuil.

[3] Steinberg, Oscar, “La historieta: poderes y límites en Transformaciones n. 41, Buenos Aires: CEDAL.

[4] Eco, Humberto, “James Bond: une combinatoire narrative” en Communications n. 8: “L’analyse structurale du récit”. Paris: Ed. Du Seuil.

[5] Idem nota 3.

[6] Dorfman, Ariel, Patos, elefantes y héroes. Buenos Aires: Ediciones de la Flor.

[7] Idem nota 4.

[8] Dorfman, Ariel, “Más allá del Pato Donald”, en El Periodista de Buenos Aires n. 83.