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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 23 de diciembre de 2022

¿O alguno de ustedes no quisiera ser una mariposa?



Año movido este, ventral.

Necesitábamos destilar algo pantagruélico.
Es tiempo entonces de abrir ahora bien esa boca loca,
hora de beberse las palabras y comerse los nombres.
Abran las ventanas,
descubran las voces y renueven la ilusión,
esa imagen que cobija nuestras palabras del desierto.
Refúgiense en las intensas alturas con lo que quede de sus mundos rotos
y hagan con eso una melodía que recuerde que el mundo es inacabado,
inventen una nueva armonía después del sacrificio.
Siempre hay un alma que se está cocinando con nuestros deshechos, carencias, huellas y cicatrices.
Tal vez algún pájaro escriba su angustiante misterio.
El de cómo lo que ya no fue podría aún llegar a ser.
Dicen que ciertas músicas revelan el rostro de ese cielo y que, para escucharlas, es necesario dejar de temer la mirada de las estrellas y tener la esperanza del trapecista, su pulsación.
Mis anhelantes orugas, más allá de los goles del 2022, en el 2023 el arco de la promesa permanece abierto, a la espera de nuestra conversión. ¿O alguno de ustedes no quisiera ser una mariposa?

martes, 20 de diciembre de 2022

Witchcraft

 


Un día poético (recargado)

El domingo vivimos un día poético. La poesía es uno de los nombres de lo sagrado que llega para crear una salida imaginaria cuando no podemos escapar del mundo y la realidad en que vivimos. El mundial ha provisto al argentino común de la oportunidad de vivir experiencias emocionales de las que su rutinaria vida está excluida. Y entonces ya no asistimos al espectáculo sino que formamos parte de él.

Alguien dijo que la vida es algo que ocurre cada cuatro años entre mundial y mundial. Y es que el mundial se ha convertido en un lugar fuera del espacio, el tiempo y la realidad cotidianas, en consonancia con el origen ritual de los encuentros deportivos que se desarrollan, como la poesía, en un tiempo concentrado de gran intensidad en una carrera "contra el reloj", como la vida. De ahí esas angustias por el final del partido, de ahí esa descarga tensional cuando una diferencia de goles imposible de remontar ayuda a eliminar la presión del tiempo y entonces el tiempo de la vida de cada espectador recobra su poder. En el fútbol, una situación festiva, robada al tiempo, nos permite entregarnos a un artificio, como con la poesía. Cada juego es una creación a partir de la nada, para aislarse por un tiempo de la realidad, dándonos un respiro que nos saque momentáneamente del tiempo mundano hacia un tiempo “mundial”. Recordemos que el día del debut de Argentina en el Mundial de 1978, a la misma hora del partido, Borges dictaba una conferencia sobre la inmortalidad en un ejercicio de otredad de la misma escena del estadio.

Siempre hay enigmas y misterio en la poesía ¿Cómo pudieron empatarnos dos veces? ¿Por qué el Dibu salva ese gol? Las palabras se ordenan en la canción “Muchachos” y nos reconocemos en una música que configura una esperanza. La poesía es también un ritmo que nos impulsa y nos lanza a todos los opuestos que nos constituyen. Cuando se alza este clamor que se organiza en un amplio canto de alegría, sentimos que es allí donde se cumple la catarsis colectiva en la que se nos permite ir más allá de nosotros mismos y somos el otro. Montiel hace el penal que genera el empate de Francia y luego convierte el que nos consagra. Reverso del famoso poema de Borges, el mundo vuelve a ser mágico, te han reencontrado. La luna ya no es un reflejo de un pasado maradoniano. Como dice la canción, “esto se terminó”: Ya no tenemos solo “la fiel memoria y los desiertos días”.


El fútbol es un ritual donde buscamos la integración, donde tenemos la experiencia de nuestra casi imposibilidad de comunicarnos, es una especie de salvación popular donde alcanzamos una ilusión de comunión. Los estadios son templos en los que nos fascinamos con nuestros dioses en una plenitud prohibida a la vida cotidiana, suplementando a la religión en esa necesidad de sentirse ligado. Los jugadores son cruzados y los conflictos bélicos con los que convivimos, sean en Malvinas o en Ucrania, parecieran perder importancia al lado de estos acontecimientos.

Heidegger una vez dijo que ser un poeta significa prestar atención, cantando, al trazo de los dioses fugitivos. Y en esa conexión poética sentimos el domingo que algo precioso se escapaba. Sucede que el poeta, el hacedor, el creador, no es completamente de este mundo: siempre está en otras tierras, otros cielos, otras verdades. Y allí intenta conducirnos.

La imaginación poética intenta reunir los fragmentos de un mundo roto: éxtasis, retorno a la niñez y necesidad de inocencia (por eso no pueden fructificar las denuncias de todo tipo), nostalgia del paraíso, juego, eco de armonía universal cuando encontramos piedras en el medio del camino.

La copa revela la sed de una realidad diferente y nos recuerda lo que hemos olvidado, buscamos allí algo sagrado que hemos perdido y que tocamos cada vez que soñamos. Es el encuentro en un estado festivo con los otros que hemos perdido, la procura de un sentido en un país que con frecuencia parecería no tenerlo, una poética sesión tribal de mimetismo social, ya no con San Martín o Belgrano regresando de sus batallas a caballo sino con los artificiosos héroes épicos que vuelven en aviones chárter de Qatar.

lunes, 19 de diciembre de 2022

Un día poético

Ayer vivimos un día poético. La poesía es uno de los nombres de lo sagrado que llega para crear una salida imaginaria cuando no podemos escapar del mundo en que vivimos. Eventos como estos nos sitúan en otro lado. Los seres humanos somos imaginación y deseo.

Siempre hay enigmas y misterio en la poesía ¿Cómo pudieron empatarnos dos veces? ¿Por qué el Dibu salva ese gol? Las palabras se ordenan en la canción “Muchachos” y nos conocemos como una sinfonía. La poesía es también un ritmo que nos impulsa y nos lanza a todos los opuestos que nos constituyen. Somos los otros, se nos permite ir más allá de nosotros mismos. Montiel hace el penal que genera el empate de Francia y luego convierte el que nos consagra. Reverso del famoso poema de Borges, el mundo vuelve a ser mágico, te han reencontrado. La luna ya no es un reflejo de un pasado maradoniano. Pero, como dice la canción, “esto se terminó”: Ya no tenemos solo la fiel memoria y los desiertos días.
 
El fútbol es un ritual donde buscamos la integración, donde tenemos la experiencia de nuestra casi imposibilidad de comunicarnos, es una especie de salvación popular donde alcanzamos la comunión. Heidegger una vez dijo que ser un poeta significa prestar atención, cantando, al trazo de los dioses fugitivos. Y nosotros sentimos ayer que algo se escapaba. Y es que el poeta, el hacedor, el creador, no es completamente de este mundo: siempre está en otras tierras, otros cielos, otras verdades. Y allí intenta conducirnos. 

La imaginación poética intenta reunir los fragmentos de un mundo roto: éxtasis, retorno a la niñez y necesidad de inocencia (por eso no pueden fructificar las denuncias de todo tipo), nostalgia del paraíso, juego, eco de armonía universal cuando encontramos piedras en el medio del camino. 
Esta copa revela la sed de una realidad diferente y nos recuerda lo que hemos olvidado, buscamos allí algo sagrado que hemos perdido y que tocamos cada vez que soñamos. Es la búsqueda de los otros que hemos perdido en un estado de fiesta, es la procura de un sentido en un país que a veces no pareciera tenerlo.

(Foto: Matilde Campodonico, Telam)