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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

martes, 13 de mayo de 2008

Suerte


Hace unos días asistí a una conferencia sobre la situación económica de la Argentina. El conferencista tenía una foto que ilustraba su presentación y que mostraba un campo desolado en el que había un árbol y un cruce de caminos. Eso me hizo recordar la escenografía de “Esperando  a Godot”, de Beckett, aunque en esta obra no se trata de un cruce de caminos sino de un solo camino en el campo. No se por qué pero se me ocurrió ligar esa espera con la espera por la tan anunciada redistribución y federalización de la riqueza en la Argentina. La esperamos, es anunciada, pero nunca llega. Alguien la anuncia, dice que no vendrá hoy, pero que vendrá mañana. Como Godot. Mientras tanto, lo único seguro es que los personajes sufren, aguardan, y que la llegada de Godot se vuelve cada vez más incierta. Y como los personajes, nos preguntamos si este es el gobierno indicado para esperar esa llegada, sobre si ayer realmente estuvimos esperando en el mismo lugar o no.

Pero el campo argentino no es precisamente un campo desolado, como el de la obra. Y hay más de un camino. Y la que aquí dice tener “aguante” no es la que espera sino precisamente la que tiene la responsabilidad de “llegar” y,  precisamente, de “federalizar  la riqueza”.  Pero, más allá de la retórica, no está para nada claro como se va a “federalizar la riqueza” con los recursos no coparticipables que del campo fluyen al gobierno nacional...

La presidenta afirmó tener  “aguante” en aparente referencia a su pulseada con el “campo”.   Y utilizó este lenguaje en una escuela, frente a los alumnos. No hay muchas diferencias entre Cristina y D’Elía.  Por eso están juntos. Por eso educan de la misma manera.

La presidenta se retiró de esa escuela deseándole “mucha suerte”  a los alumnos. Sin duda la necesitarán. Se necesita suerte cuando se está en un país en el cual la presidenta, de quien uno espera que contrarreste la suerte que nos ha tocado, nos desea suerte. No es lo que uno espera escuchar de la presidenta, que nos desee suerte. También es algo que se dice cuando no se va a ver a alguien durante mucho tiempo, o cuando no se va uno a ocupar de alguien por mucho tiempo, o cuando se va a afrontar un momento difícil. Tengan suerte, porque “siempre habrá pobres entre ustedes”, como dijera otro presidente a quien Cristina y Kirchner apoyaron. Porque Fernández es Cristina pero Néstor es Kirchner. Y ambos fueron Menem. Y no se es Menem ayer y el Che Guevara mañana.

Mientras esperamos a Godot, suponemos que vendrá el nuevo ministro de economía a explicarnos como sigue la historia con el campo. Pero quien primero habla en la televisión es Randazzo. Es el ministro del interior quien sale a hablar del problema. Entiendo: el campo es el “interior”.   O tal vez se lo conciba como un problema de seguridad interior, como durante la dictadura. Por eso tal vez investigaban a De Angelis con la SIDE y querían saber si tenía armas. Claro, a esto seguramente se llama “el  regreso de la política”.

Otros tantos, que dicen tener aguante, mientras esperan a Godot, gritan “se  va a acabar la dictadura de Aguilar”, luego de la derrota de River en un partido de fútbol. ¡Cómo se ha devaluado la palabra “dictadura”,  aplicada a cualquier cosa! ¡Como se ha revalorado la palabra “aguante”,  a punto tal que la utiliza una presidenta! Será parte de la democracia, seguramente. O al menos de una democracia con demasiadas “dictaduras” y  demasiado “aguante”.

A diferencia de “Esperando a Godot”, en una obra posterior, “Fin de Partida”,  sólo se aguarda el fin, aunque éste vaya a demorarse. Y no existe ya la menor esperanza de que pueda llegar Godot, con el personaje central encerrado en una habitación, ciego y en una silla de ruedas, dando vueltas a esa habitación pensando que da la vuelta al mundo, gastando mucho menos que los inexplicables gastos de la presidenta en sus viajes de campaña  (pero que seguramente no le harán perder un voto), con sus padres instalados en sendos tachos de basura.

   La Argentina de nuestros padres no termina de morir mientras el futuro llega en un ominoso tren bala, que los rosarinos deberíamos rechazar aunque nos favorezca. Son más rápidos que nosotros y no paran casi en ningún lado. Y si lo hacen, será para desearnos suerte. 

13 de mayo de 2008