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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

domingo, 26 de agosto de 2018

Aus Rücksicht

Käm es mir nur auf mich selber an,
so wär' ich längst schon alt und müd.
Aus Rücksicht auf das Weltgemüt
hielt ich das Altern für verfrüht.
Weil ich nicht andere ermüden soll,
bin ich von Unermüdetheiten voll.
Ich gab mich jung und blieb es
und habe hiermit Liebes
den Menschen und mir selber angetan.
Zur Göttin schaute ich mit Lust empor,
ließ mit lebhaft empfundenem Vergnügen
von ihr mich rügen.
Gewiß ist der, der liebt, ein Tor,
doch geht hieraus etwas hervor.
Robert Walser

viernes, 17 de agosto de 2018

jueves, 9 de agosto de 2018

Simple y trágico a la vez


En estos días los argentinos hemos vivido horas de tensión en relación al debate sobre la ley de interrupción voluntaria del embarazo. Independientemente del resultado de la votación en el Senado, una vez más el desarrollo y las formas del debate nos recordaron cuánto necesitamos en la Argentina una formación que apunte a la adquisición de una nueva cultura cívica que se ejerza sobre los saberes, los valores y las prácticas, y que trabaje al menos con cuatro dimensiones de la cultura estrechamente articuladas entre sí: una dimensión sensible, una dimensión normativa, una dimensión cognitiva y una dimensión práctica. Esto es: una cultura que no sea indiferente, una cultura de apego a las reglas, una cultura que sea capaz de saber de lo que está hablando, y una cultura comprometida con la acción sobre aquellas cosas a la que es sensible, que conoce, y dentro de un marco de acuerdos que respeta.

La sensibilidad es un componente esencial de la vida moral y cívica: no hay conciencia moral que no se emocione, no se entusiasme o no se indigne. Lo vimos claramente con el proyecto de ley en cuestión. Pero esta sensibilidad debe educarse y apelar a la reflexión sobre esas emociones y sentimientos, la elucidación de sus motivos o móviles, su identificación, su puesta en palabras y su discusión. La cultura normativa apunta a hacer adquirir el sentido de las reglas y comprender cómo, en una sociedad democrática, los valores comunes encuentran fuerza de aplicación en las reglas que los mismos ciudadanos pueden cambiar.  La formación del juicio moral debe permitir comprender y discutir las elecciones morales que cada uno encuentra en su vida. Es el resultado de una enseñanza en las diferentes formas de razonamiento moral, de ser puestos en situación de argumentar y deliberar sobre la complejidad de esos problemas y de justificar nuestras elecciones morales, como ocurriera con el debate en estos días. Pero el desarrollo del juicio moral apela de manera privilegiada a las capacidades de análisis, de discusión, de intercambio, de confrontación de puntos de vista en situaciones problemáticas. Y demanda una atención particular al trabajo del lenguaje en todas las expresiones escritas u orales. No obstante, poco de todo esto –y lo vimos una vez más estos días- estamos llevando adelante en nuestra educación y en nuestra vida cultural y política en la que no son excepción los que no saben siquiera expresarse apropiadamente de manera oral o escrita. Nos debemos entonces todavía la construcción de nuevos modelos compartidos de escucha, de apertura, de paciencia, de espera, de comprensión, de expresión. Una sociedad que ni siquiera puede expresarse adecuadamente y que mutila su lenguaje, una cultura de desapego a las reglas y que no sabe de lo que está hablando, es garantía de deterioro. Si no desarrollamos con urgencia, aún con las consabidas dificultades y costos políticos, una política de educación y cultura acorde al país que deseamos tener, seguiremos teniendo el país que no deseamos tener. Es simple y trágico a la vez. En esa difícil encrucijada estamos.

lunes, 6 de agosto de 2018

La sabiduría popular es una mierda

"A los veinte años, yo calculaba, medía, pensaba y planificaba. Casi cuarenta años después, era capaz de apretarme la nariz y tirarme a la pileta sin haber averiguado antes si había agua o no. Pero con los ojos abiertos. Me gusto más a mí misma ahora que a los veinte años. Una de dos, o la experiencia me había dado lo que la sabiduría popular atribuye a la juventud, o la sabiduría popular es una mierda. Me incliné por la segunda posibilidad." 

Angélica Gorodischer