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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 31 de diciembre de 2010

La literatura argentina de comienzos de siglo

La literatura argentina de comienzos de siglo

Es bueno recordar que se puede injusto. Esa posibilidad se vuelve una probabilidad muy alta cuando se trata de referirse a la literatura argentina de los primeros diez años de este nuevo siglo. No he llegado a leer, obviamente, muchas de las obras publicadas en la década. Y se supone que aquí escriba sobre la misma. Pero por supuesto que no seré yo sino el tiempo, el asesino mayor según Borges, quien finalmente dará su veredicto.

La literatura argentina entró al siglo XXI de la mano del prolífico César Aira (Cumpleaños, 2000, El Mago y Varamo, 2002, El Tilo, 2003, Las Noches de Flores, 2004, Como Me Reí, 2005, La Cena, Parménides, 2006, La Vida Nueva, 2008), con la marca de su literatura, muy presente desde los noventa, y la herencia del gran escritor argentino de la era pos-borgeana: Juan José Saer ( Cuentos Completos, 2001, La Grande, 2005).

Algunos consideran a Aira autor de la década. Otros creen que representa lo caduco y se recuestan en Saer, cuya novela póstuma La Grande reconfirma el resto de su obra, superando modas, productividades y urgencias.

Ambos siguen vigentes, junto con Ricardo Piglia (El Ultimo Lector, 2005), más académico en su escritura. A este muy firme trío se suman otros que están aún consolidando su prestigio: Sergio Chejfec (Boca de Lobo, 2000, Baroni: Un Viaje, 2007, Mis Dos Mundos, 2008) y Fogwill (La Experiencia Sensible, 2001, En Otro Orden de Cosas, 2002, Cuentos Completos, 2009), fallecido este año.

De estos dos me interesa detenerme en Chejfec. Un modo de ser escritor es escribir desde fuera del país, exiliado y no pocos escritores argentinos han cultivado esa modalidad. En esta tradición se inscribe la obra de Sergio Chejfec, autor que forma parte de esa generación de escritores marcada por Saer y Piglia. Si en los comienzos su narrativa convocaba a Saer, en el cambio de siglo con sus novelas Los planetas (1999) y Boca de lobo (2000) se perciben también ecos de la narrativa de Aira. Boca de Lobo es territorio de indeterminación e incompletud: lugares levemente extrañados, calles sin dirección o destino, desintegración de lo familiar, personajes anónimos o desfigurados. Es común en sus textos toparse con un personaje vagabundo o aventurero y sujetos que marchan y pasean ajenos a la seguridad y la pertenencia, forasteros y migrantes, desterritorializados. Mis Dos Mundos (2008) es la crónica de un caminador entre la decepción y el miedo, la confusión y la incertidumbre, en la que no es difícil en estos tiempos reconocerse. En este nuevo siglo ha publicado también Baroni: Un Viaje (2007), velo de incertidumbre sobre lo verdadero y lo falso mientras admira a esa humilde y autodidacta mujer capaz de conjugar oficios y vocaciones, que busca pocas cosas y siempre relacionadas con la ejemplaridad y la didáctica.

Muchos hablan de Diana Bellesi en poesía, pero no consigo entusiasmarme con sus palabras. Lo mismo ocurre con Arturo Carrera, Irene Gruss o Joaquín Gianuzzi, cuya obra reunida inauguró la década. Se sigue leyendo a Juan Gelman, pero sus cócteles poéticos ya me resultan un tanto previsibles. Se destaca también la publicación de las poesías completas de Héctor Viel Temperley y de Alejandra Pizarnik. Pero impera a mí juicio en general en la poesía una falta de lucidez y un lenguaje que se propone como fácilmente coloquial. Salvo la bienvenida aparición de las Obras Completas (2005) de Juan L. Ortiz.

Volvamos entonces a la narrativa. El Piglia crítico, que ha trazado líneas novedosas para transitar la literatura argentina, el de El Ultimo Lector (2005), ha vuelto donde lo siento más cómodamente: el ensayo. Fogwill sigue golpeando, iluminando y entretienendo inhumanamente con su narrativa. Y ahora tenemos sus Cuentos Completos (2009).

Esta nueva década marcada por el atentado a las Torres Gemelas en Estados Unidos, la crisis del modelo neoliberal y el resurgimiento del populismo en América Latina, ha generado en un número considerable de escritores un regreso a preocupaciones sociales y políticas. En este marco, Historia del llanto de Alan Pauls narra la educación sentimental de un niño precoz cuya gran virtud es su especial sensibilidad que le permite desarrollar una notable capacidad para escuchar a los demás. Mediante la misma Pauls critica los excesos populistas de la época, añadiendo así un contexto político a sus preocupaciones anteriores.

En ese mismo marco pero con otro tipo de respuesta literaria hallamos también los aportes de Marcelo Cohen (Los Acuáticos, 2001, Donde yo no estaba, 2006), cuyos textos han sido definidos como “sociología fantástica”: su obra transcurre en lugares imaginarios que arrastran vestigios de la realidad, delineando un mundo con costumbres, sistema político, tecnología, animales, modos de evasión, poetas y música propios. La literatura, supone Cohen, es todavía un arte con mucho futuro porque intenta descifrar fenómenos para los cuales las teorías sociales todavía no tienen ideas pertinentes. Hace pasar cosas imposibles con una contundencia mayor que las artes visuales. Cómo vaya a ser nuestra vida en el futuro depende de que podamos expandir la conciencia a través de metamorfosis del lenguaje y eso le hace pensar con optimismo que todavía hay muchas cosas para hacer. Donde yo no estaba evoca los últimos años de la Argentina y, como también ocurriera con Pauls, en esta nueva novela pareciera haber una pulsión política más evidente que en sus obras previas. Pero para Cohen la novela está destinada a representar lo imposible. Sus obras se cuentan entre las más innovadoras e imaginativas de la literatura fantástica argentina actual y, especialmente en Donde yo no estaba, novela fantástica absolutamente realista, analiza desde la ciencia ficción los problemas sociopolíticos. Pero la novela es también un texto sobre la extinción y una búsqueda de índole metafísica –lo que la inserta en la tradición de Adán Buenosayres y Rayuela. Su realismo busca salir de la perspectiva de un yo individual y hacer hablar a lo que no tiene palabra. Los acuáticos es una serie de relatos que tienden a la meditación. En cada frase se confirma y desconfirma una escritura que progresa vacilando, con el ademán conversador de alguien que deseara dejar la palabra a algún otro, o dejarse ir en una palabra que sabe que va a ser interrumpida.

La miseria, el desamparo, la falta de sentido de la injusticia, el miedo ante la inminencia de la muerte, la fuerza de la generosidad y de las acciones conjuntas siguen siendo las preocupaciones de Griselda Gambaro, una de las más renombradas dramaturgas y novelistas argentinas que continúa publicando libros significativos (El mal que nos trajo, 2002, Los animales salvajes, 2006). En El mal que nos trajo lidia con la experiencia inmigrante. En Los animales salvajes se sirve del significado simbólico de las especies para reelaborar sus constantes preocupaciones vitales y estéticas: la exploración de los bordes del alma, de los límites culturales, de las prolongaciones del amor, del poder salvador de la poesía, regresando a personajes en los que la marginalidad, la pobreza, la violencia, los prejuicios y la crueldad de las condiciones en las que deben vivir son una cárcel de la que sólo pueden escapar a través de la fábula. Estos animales hablan de la soledad, de la melancolía, de la violencia, de la imperiosa necesidad de belleza.

Son también muy refrescantes para la literatura argentina las narrativas que se resisten a la sobrevaloración de la procacidad y lo sórdido propias de estos tiempos. En esa resistencia hallamos a Federico Jeanmmaire, autor de Países Bajos (2004), una historia de amor e inmigraciones que cuenta el periplo de un argentino en Holanda, donde se enamora. Pero, a merced de su amor tiene que ser cobayo para un experimento en la Facultad de Medicina. Un año antes había publicado Papá (2003), una novela autobiográfica en la que cuenta la agonía y muerte de su padre por cáncer de hígado. En el libro retrata a su padre militar, dos veces intendente de su ciudad natal durante gobiernos de facto, con el que parece reencontrarse afectivamente.

Otras de las historias de la literatura argentina de hoy están en estos bordes que se ocultan en la basura, en lo que sobra. La magnitud de la crisis desatada a partir del 2001 ingresó también en su escritura. Washington Cucurto es el escritor emblemático de esa crisis y su imagen ha quedado muy pegado a ella, más allá de sus divertidas columnas en los periódicos. La novela que a pesar de beber de la misma crisis la trasciende es Puerto Apache (2009) de Juan Martini, que comienza con la mirada del narrador sobre los cartoneros cruzando la ciudad, recogiendo basura. A través de las peripecias de sus personajes es posible internarse en la corrupción, la delincuencia y la pobreza como elementos constitutivos de un sistema en proceso de descomposición. Pero en esta novela la que cae del sistema es la clase media deteriorada, todo visto bajo la perspectiva de la mente de un “okupa”. El territorio y los okupas de Puerto apache no son ya las Villas Miserias ni los pobres que aparecían en la narrativa de de Haroldo Conti o los desamparados de Daniel Moyano, Héctor Tizón o Antonio Di Benedetto. Su crudeza remite a una corriente de la narrativa argentina que ha comenzado a dar cuenta de esa transformación social: el retrato de la ciudad neoliberal en la novela negra argentina.

Argentina es seguramente el país con mayor tradición de novela policial en toda Latinoamérica. Si bien la misma se remonta al siglo XIX, es Jorge Luis Borges quien en la década del cuarenta populariza y legitima el género (es clave su libro Seis problemas para don Isidro Parodi (1942), escrito con Adolfo Bioy Casares). Pero mientras que Borges había partido del género fundamentalmente en su vertiente inglesa, desde la década del sesenta será la tradición norteamericana del policial la que tomará preponderancia y escritores como Martini escribirán novelas “negras” inmersas en la coyuntura política del país. Las políticas económicas neoliberales y sus consecuencias en Latinoamérica (incremento de la pobreza, marginalidad, corrupción y violencia) han sin duda contribuido a la presencia fuerte de este género en los últimos veinte años.

Este es el contexto en el que se publica Puerto Apache: la ciudad como espacio dominado por matones al servicio de grupos de poder, donde las líneas de demarcación entre las instituciones encargadas del orden y la criminalidad están totalmente borradas. En su reseña sobre el libro, Vicente Battista inteligentemente la relaciona y a su protagonista, el Rata, con una novela escrita más de noventa años antes: El casamiento de Laucha, de Roberto J. Payró. Ambos son también herederos de la mejor picaresca.

Por otro lado, la crisis también ha dado lugar a una serie literaria que evade la descripción de los hechos históricos concretos y trabaja sobre el universo del pasado, abordándolo indirectamente. En su veta más nostálgica, podemos encuadrar parte de la cuentística de Fabián Casas, que remite a un pasado idealizado de valores y códigos barriales y familiares que se han perdido con el paso del tiempo y se construyen alrededor de la experiencia del barrio, como espacio de resistencia a la modernización. En la escritura se percibe la añoranza de esos tiempos más felices de aventuras con la barra de amigos por las calles de Boedo. Una recopilación de sus cuentos apareció con el título de Los Lemmings y otros (2005) (mucho del material que incluye el libro circuló con anterioridad por la web o en ediciones artesanales), retrato de la educación sentimental de los últimos treinta años en la Argentina. Casas logra darle a sus relatos tanta nostalgia, humor y encanto como para hacerlos atractivos, vívidos e interesantes, evitando dos grandes tentaciones problemáticas de la literatura argentina contemporánea: la grandilocuencia y la aridez. Estas historias, con la anécdota como disparadora potencial, son los artífices de una memoria colectiva que busca subsanar el mal que la filosofía le diagnosticó al siglo XX: la pérdida de la experiencia. El Buda de Boedo entonces busca el despertar revelador en la vuelta necesaria al barrio de la infancia, indeleble marca de pertenencia en toda historia personal.

La literatura de Casas ocurre entonces como reacción a un desencanto, una actitud desacralizadora de todo, una trivialización de la mirada y el pensamiento, una desdramatización cínica, una estética de la insensibilidad y/o una ética de la indiferencia que fueron rasgos predominantes en la escritura de algunos escritores fuertes “de los noventa”, encabezados por César Aira y seguidos por Rodrigo Fresán y Daniel Guebel. Como vemos, parte de la literatura de los últimos años se ubica en las antípodas de estas estéticas. Al rescatar discursos, valores e ideas del pasado y al focalizar en lo nacional y popular Fabián Casas y Juan Martini, entre otros, han logrado devolver a la literatura una sensibilidad y un cariz humano que parecía haber perdido. No olvidemos tampoco que las irónicas osadías de César Aira abrieron caminos y cruces muy interesantes. Los mundos absurdos de Samanta Schweblin, por ejemplo, son irónicos pero en ellos laten la opresión y la violencia, que llega a connotaciones inquietantes. En El núcleo del disturbio (2001), la escritora reúne doce cuentos construidos entre lo fantástico y lo real. En el primero, un hombre queda atrapado en una estación de tren de un pequeño pueblo porque no tiene cambio para comprar su boleto. En otro, una persona debe superar una prueba para entrar a una organización criminal. El rito de iniciación es matar a palazos a un perro en una plaza de Buenos Aires. El título del libro no refiere a un cuento homónimo sino a una red de disturbios y conflictos que atraviesan cada uno de los textos, logrando así un núcleo argumentativo común: en cada relato, los protagonistas intentan una salida.



Junto con estas tendencias que examinamos acá y permiten agrupar ciertas series, hay otras muy diferentes, puesto que la producción narrativa actual es sumamente heterogénea. Otros libros no necesariamente entran en estas series y se hacen cargo de otras realidades. Flores de un Solo Día (2002) de Ana Kazumi Stahl, cuya vida misma se presenta bajo el signo de la pluralidad cultural, se nutre de los discursos y materiales de la diversidad: una infancia en Nueva Orleáns, una madre japonesa en Estados Unidos, un traslado más o menos abrupto a Buenos Aires. Todo eso se potencia con los enigmas de un viaje inexplicado, mezclado con el dramatismo de una historia de la Segunda Guerra Mundial. La diversidad cultural no se ofrece aquí a la ciencia antropológica, a las convenciones de la tolerancia o al discurso políticamente correcto: supone un cambio de vida, los desafíos de la integración, el sentimiento de estar perdido en el mundo; supone olvidar una lengua y adquirir otra, el rompecabezas con diversas versiones de la propia historia hasta llegar a sentirla como si fuera la historia de otro. Nada de todo esto podría transcurrir con levedad o ligereza.


Como caso extraño dentro de una literatura en donde los casos extraños no escasean, quisiera mencionar aquí a Luis Chitarroni y su Peripecias del no (2007). Subtitulado Diario de una novela inconclusa, la gentileza y la ironía se concentran en este libro hasta dar como resultado una ficción hecha con los vestigios de su propio sueño imposible: anotaciones, correcciones, versiones y perversiones, relatos contados a medias que se interrumpen para dar espacio a nuevos relatos, una narración que se sabotea a sí misma macedonianamente en cada párrafo pero que a la vez sabe rescatar medievalísticamente joyas literarias de sus vestigios, en una tensión entre un estilo erudito muy definido –poblado de alusiones y fraseos–, y una estética del fragmento y de la discontinuidad. Los restos del jardín en ruinas de la literatura llevan a las "peripecias del no", resistencia última de un escritor a la desaparición de lo que considera literatura, sin desesperación pero con elegante melancolía.

Hay un autor que no quisiera dejar de mencionar en este recuento de la literatura argentina contemporánea, puesto que normalmente es excluído de las listas canonizadoras de nuestra literatura. Se trata de Enrique Medina, quien desde Las Tumbas (1972), su primera novela, se perfiló como un escritor de lenguaje descarnado que retrató la marginalidad de una ciudad que lo devora todo. Ya en este nuevo siglo, en La espera infinita (2001) es nuevamente la urbe porteña el escenario de las andazas del protagonista, el Tipo, un hombre perseguido por sus obsesiones, recuerdos y frustraciones, porque la vida lo acorrala. Su forma de narrar, corrosiva y directa, sigue teniendo actualidad.

Entre las escritoras más jóvenes, Lucía Puenzo publicó un libro profundo, actual, ágil, que luego sería llevado a la pantalla. Se llama “El niño pez” (2004). Es su primer novela, de narración perruna. Un perro con quien todo se experimenta (recordaba mientras leía la novela a J. M. Coetzee y a Peter Singer) en una novela con llantos para dormirse y el agua (“Lucía Puenzo y Lucrecia Martel, las dos cineastas, las dos con el agua”, pensé y pensé en L. F. Céline), el lago, la pecera, el caldo. Luego la novela nos presenta las corridas escaleras arriba y abajo de Serafín que acaba hablando como el mono de Kafka en "Informe para una academia". Además el texto no excluye una reflexión sobre el tiempo y los lugares que nos tocan y a los que pertenecemos, y las posibilidades de salir de esos lugares cuando lo que prima es la desubicación en este mundo, la extranjeridad, el azar, la actuación, lo que se pierde, lo que no se sabe, y la sensación de que hay algo que no se entiende, que no puede comprenderse, que no se encaja. En esta novela se mezclan el guaraní y los dialectos de los dobermans, la lucidez rabiosa y la angustia, el miedo como paralizante y como arma, lo posible y lo imposible, la libertad, los mundos inventados, los protagonismos, las voces, lo humorístico y lo terrible. Las reflexiones sobre lo familiar, lo extraño, el amor y el aire cargado de inconscientes son algunas de las tantas presencias de este libro tan complejo como llevadero, tan real como soñado.

Entre la nueva ficción argentina escrita por nuevos escritores, Glaxo (2009) de Hernán Ronsino se ubica de modo deliberado en diálogo con Juan José Saer y Haroldo Conti, escritores de quienes, como insinuábamos, una parte no menor de la “literatura actual” permanece alejada, como si fueran un continente ya explorado y todas las riquezas futuras de la literatura argentina estuvieran en los dominios trazados Manuel Puig o en aquellos cuyo último mapa trazó César Aira. Si hay algo que caracteriza al afortunadamente más variado mundo de la “literatura actual” es su exploración de representaciones sociales bizarras, glamorosas o marginales, muy presentes en los productos de la industria cultural. Saliendo de allí Ronsino, desafiante en su variación escribe sobre otra cosa, sobre lo que no se usa; lejos de la moda, no es paródico ni intercala discursos tomados de libros o de la web, salvo una cita de Operación Masacre con la que se abre el texto que puede leerse como comienzo de la decadencia de muchos pueblos. De extraño título, Glaxo es una fábrica que, como los trenes, los cines, los pueblos vecinos y el campo que los rodea, dan un anclaje espacial a un relato en el que se mata a alguien para inculpar a otro y lo que los personajes saben sobre el crimen nunca es completo para cada uno de ellos. En una trama de víctimas y victimarios desplazados, muchas cosas no se explican y hay un mundo que se deshace.

No quisiera dejar de mencionar a Patricia Suárez en Puerto Rico, ya que oportunamente obtuvo el Segundo Premio Emilio Díaz Valcárcel en la I Bienal Internacional de Literatura organizada por la Universidad de Puerto Rico y la Fundación Luis Palés Matos por su libro El abedul y otros cuentos. De ella rescatamos en esta década Album de Polaroids (2008), si bien en Argentina se haría conocida a partir de su obtención del Premio Clarín con Perdida en el momento (2003)

Un pez llamado Yorick y una gatita llamada Montaigne nos introducen a nuestra última autora en esta selección: Pola Oloixarac, cuyo mundo se presenta como una enmarañada madeja de teorías imposibles, iluminadas e inaprensibles: Las teorías salvajes (2008) es, entre otras cosas, una comedia negra y un tratado de guerra sobre la seducción en la era de los blogs, una novela ácida, divertida y oscura que acaba convirtiéndose en su propio monstruo filosófico y salvaje, sátira de la oficialidad académica, política y cultural. Las teorías salvajes es un desmadrado y delirante tratado de las perversiones urbanas, desde el porno underground a los vídeojuegos, de las pastillas de colores a la comida basura o la atracción por la fealdad, lo abyecto y monstruoso.

Como puede verse, abunda en estos primeros diez años de literatura argentina una variedad y la diversidad de autores. Tal vez pueda afirmarse una tendencia a una vuelta fervorosa al realismo, pero en todas sus variantes que no excluyen las fantásticas. Si algo tal vez esté caduco es el aparato sindical-académico de la literatura experimental y el neofolclorismo de la épica del lumpen. Pero, como decía al comienzo, es imposible conocer a todos los autores, leer todos los libros. Siempre son más los libros que no se leen y esta no es una observacion menor. Este texto tiene en ese sentido una gran deuda con Matilde Sánchez, ya que no he leído sus textos de esta primera década del nuevo milenio a pesar de que La canción de las ciudades (1999) fuera para mí uno de los mejores textos de la década anterior. Por otra parte, hay quienes creen que lo más importante en estos primeros años de la literatura argentina lo aportaron los poetas. Yo creo lo opuesto. Es en la narrativa que seguimos destacándonos. Estos escritores están proporcionándonos un conjunto de narraciones capaces de describir el horizonte simbólico del futuro argentino. Quizá apenas insinúan una nueva línea narrativa, no lo sabemos. O quizá naufraguen. Un friso de posibilidades enriquece en los últimos años al campo novelístico nacional. Y es esta riqueza la que permite un campo de tensiones donde las antiguas hegemonías se disuelven y donde los antiguos referentes (Piglia, Saer, Aira) están siendo reubicados. Hoy la literatura argentina es plural y abarcativa como tal vez nunca antes. Tres últimas referencias quisiera dar, de una gran diversidad, que continúan ilustrando lo antedicho: Eduardo Sacheri se ha vuelto famoso en estos días por La pregunta de sus ojos (2005) texto que diera origen al guión de la película El secreto de sus ojos (2009) que acaba de ganar el Oscar a la mejor película en idioma extranjero en E.E.U.U; en estos años murió el ilustre Roberto Fontanarrosa, no sin antes publicar sus desopilantes Te digo más (2001), Ud. no me lo va a creer (2003) y El rey de la milonga (2005); Jorge Luis Borges se hubiera alegrado al leer al lógico-matemático Guillermo Martínez, quien publicó el impecable thriller “Crímenes Imperceptibles (2003), tal vez la novela más prolija de esta década.

Daniel Scarfo

Buenos Aires, marzo de 2010

martes, 7 de diciembre de 2010

It

Aren't you sick of it? It. I mean, it; I mean it. Yes, it. Sick-of-it. It is the problem. No more than it. The question is not the question of being but the question of it. To it or not to it.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Tristeza y humillación

"Los hombres están tan tristes que tienen necesidad de ser humillados por alguien". 

Roberto Arlt, en "Los siete locos", le hace decir esto a uno de sus personajes.

jueves, 4 de noviembre de 2010

lunes, 11 de octubre de 2010

Día de la madre

Frasesita para el día de la madre: 

"La madre viva y la muerta son la raíz de la verdadera sabiduría. La madre viva puede ser uno mismo, que encontramos en la madre o en Eros, en el amor y la madre muerta que es la sabiduria, la cifra deseable de cada persona. Quien no se convierte en su madre y no busca a su madre, no ha vivido, no ha justificado el don que le dieron de vivir." 

José Lezama Lima

sábado, 9 de octubre de 2010

El enigma argentino




Lucio Félix José Weil nació en Buenos Aires en 1898 y murió en E.E.U.U. en 1975. Hijo de familia judía alemana, fue el principal impulsor financiero y fundador de la Escuela de Frankfurt gracias al comercio de granos que sus padres realizaban en Argentina. Preocupado por la necesidad de un centro de estudios que analizara la sociedad del momento Weil, quien estudiara precisamente en Frankfurt y en Tubinga doctorándose en Ciencias Políticas, se negó a dirigirlo e incluso a que éste llevara su nombre. Era uno de esos tantos judíos alemanes burgueses e ilustrados con inclinaciones a la acción pública prestigiosa y el mecenazgo que protagonizaron el primer período de la Escuela de Frankfurt.

Por entonces, la expresión "investigación social" suponía "las interacciones entre la fundación económica, los factores político-legales, hasta las ramificaciones finales de la vida intelectual en la comunidad y la sociedad", tal como declarara su director Gerlach en su memorandum inaugural de 1922. Y en particular del Instituto se esperaba principalmente la investigación sociohistórica del movimiento de los trabajadores.

A pesar de la procedencia argentina de los fondos, nuestro país no tuvo un lugar relevante entre los intereses intelectuales del Instituto. Sólo Félix Weil, que luego residiera muchos años en nuestro país, fuera asesor de Pinedo y redactara leyes para el gobierno de Justo, le dedicó a la Argentina importantes estudios, entre ellos The Argentine Riddle, un notable libro sobre la economía argentina publicado en Nuewva York en 1944 y traducido aquí por primera vez al idioma castellano.

Es decir: quien usara la riqueza agrícola de su padres para fundar el pensamiento marxista independiente en Alemania integró a su vez en los años 30 el equipo económico del gobierno oligárquico argentino. En este libro vemos cómo analiza el débil intento de este equipo por cultivar la industria y lo compara con el "New Deal" de Roosevelt.

Luego de hurgar en la historia y coyuntura de la época, Weil se interroga en este libro sobre lo que iba a pasar en la Argentina al hallarse el país ante una encrucijaa en 1944. A sus ojos, la elite oligárquica había iniciado una política de fotalecimiento del rol del Estado con un marcado intervencionismo para hacer frente a la crisis pero buscando en realidad salvarse a sí misma y a sus propios negocios, sin intención real de realizar ningún cambio social o político profundo o de convertirse en una burguesía industrial: si bien el país transforma su estructura productiva, no hay ningún proyecto claro de industrialización. Weil se preguntaba entonces por el destino del país del gran estanciero donde predominan el latifundio rural y una cultura rentística y antidemocrática, aún con gobiernos constitucionales. Yrigoyen, por ejemplo, aún luego de tres intentos no había podido imponer en sus gobiernos un impuesto sobre los réditos que el Senado, con mayoría conservadora, le negaba, y el mismo hubo de esperar hasta 1932, después de la crisis, para su aprobación legislativa. Entonces era la propia subsistencia del Estado nacional la que dependía de la modificación de la estructura tributaria.

Ese irregular desarrollo de una nueva política se ubica hacia finales de 1933, con el ascenso al poder del equipo político encabezado por Federico Pinedo, que influirá decisivamente hasta 1943 y que prolongará su gravitación en los primeros actos del gobierno militar surgido del movimiento del 4 de junio. Su gestión marcará las pautas iniciales para algunos cambios en la política. En diciembre de 1933 se anuncia un Plan de Reestructuración Económica que incluye el Control de Cambios, la creación de Juntas Reguladoras de la Producción y el Desarrollo de un Plan de Obras Públicas. Tras una apreciable disminución del déficit en 1939, el año 40 se presenta otra vez difícil por el cierre de los mercados europeos a las exportaciones argentinas, derivado de la guerra. Entonces el Ministerio de Hacienda elabora un Plan de Reactivación Económica. El plan de Pinedo, otra vez en el Ministerio, articula medidas para superar la recesión y contiene disposiciones para la defensa del sector industrial pero puede significar un intento de reforzamiento de la hegemonía "oligárquica": un proceso de industrialización bajo control conservador se había llevado a cabo, después de todo, a lo largo de los años 30.

Argentina no era para nada tan enigmática para nuestro autor. Se hallaba, sí, claramente en una encrucijada, con una enconada batalla campal entre la nueva industrialización y los viejos intereses creados agrarios de los estancieros, que resistían. Y, según Weil, a menos que éstos fueran desbancados de su posición, a menos que la tarea de desarticular las grandes propiedades fuera sinceramente llevada a cabo, la democracia genuina no sería lograda. Porque, afirmaba, es la industrialización la que promueve las tendencias hacia la democracia. Pero como no hubo una industria a gran escala hasta que la misma tomara un rumbo ascendente después de 1930, no había habido hasta entonces lugar para una clase media industrial y sí nos encontrábamos con los restos de una economía colonial asociada con el sistema político de botines y de acaparamiento de los cargos públicos por parte del partido victorioso: una masa amorfa en política y en filosofías políticas, nos dice Weil, que fácilmente se vuelve objeto de manipulación de hipócritas maquinarias políticas al servicio de intereses particulares.

Weil nos muestra también aquí cómo el rumbo de la Argentina seguía siendo el mismo desde que los conservadores recuperaran el poder en 1930, puesto que cambiaban los nombres pero seguían gobernando los estancieros, con la misma estructura social.

Poco importa la corrupción puesto que la indignación pública no es causa de las revoluciones, nos alerta, y la política en el país siempre ha estado permeada de sobornos y privilegios. El texto es lapidario sobre la política argentina pero asume que la industrialización tenderá a modificar esa situación, constituyéndose así, en la única esperanza para un desarrollo hacia una verdadera democracia. Es la industrialización la que anuncia el fin del latifundio y su desarrollo tendrá lugar para Weil como consecuencia de un proceso histórico natural estimulado por la situación internacional.

La transformación de una economía agraria e industrial supone cambios sociales y políticos profundos. Weil creía que la misma podía desacelerarse pero no detenerse, que la aristocracia terrateniente peleaba una batalla clave perdida. Pero luego su tesis se volverá un fundamento importante de publicaciones que resaltarán las "oportunidades perdidas" de la Argentina para el desarrollo industrial.

Aunque Weil nunca rompió con el grupo de Horkheimer se sintió poco afectado por la Teoría Crítica. Su El enigma argentino no se publicó bajo los auspicios del Instituto ni se empleó en él una "metodología" afín a tal teoría.

No deberían omitir su lectura aquellos interesados en conocer mejor la Argentina de las vísperas del peronismo ni aquellos que continúan en la ardua tarea de preguntarse a sí mismos sobre los enigmas de la argentinidad.




domingo, 3 de octubre de 2010

Educación

Una educación que amenace la coherencia pero aumente la flexibilidad y las posibilidades, que entrene en humildad y reconocimiento, que implique una tolerancia a la incomodidad y una temporaria humillación, que convierta el dolor de la incomprensión y la inseguridad en el placer de la contemplación, que brinde una ambivalencia de códigos que ayuden a detener conflictos, un dialogismo donde sentirse cautos y precarios

jueves, 23 de septiembre de 2010

lunes, 20 de septiembre de 2010

El acto político

El acto político como un hacer fuera de lugar, se realiza fuera de las instituciones. Se origina a partir de aquello que no cuenta en ellas y que está excluido de ellas. No refleja un conflicto de intereses ni de interpretaciones, instaura otra forma de hablar, percibir y sentir. (Ranciere)

sábado, 18 de septiembre de 2010

Lectura y encierro

Y Daniel?, le preguntaba mi padre. Está encerrado, leyendo, contestaba mi madre. Ojo, el surmenage, nene!, gritaba desde la otra pieza la abuela.

Siempre me sobraron cosas para leer. “Por qué leer” nunca fue una pregunta. Hay quienes dicen no poder leer y hay quienes efectivamente no pueden. Hay quienes dicen que mejor no leer ciertas cosas. Pero... ¿Cómo se puede vivir sin leer, aunque sean lecturas ensombrecidas? Hay lectores silenciosos y narradores orales: hay todo tipo de lectores. Pero siempre se está aprendiendo a leer, siempre se está empezando a leer. Y no podemos dejar de leer, estamos condenados a ello. Se lee para uno y para los otros, se lee privada y secretamente, pública y comprometedoramente. Hay lecturas de interiores y exteriores, lecturas prohibidas y obligatorias. Hay mil y una formas de leer la noche y el desierto, y todas significan una acción en la noche y en el desierto. Se lee de noche para actuar sobre ella. Leer es acción, es una actividad profundamente social y demandante, no hay nada pasivo en la lectura: requiere atención, energía y una voluntad creativa que de vida a lo inanimado. Por ello leer puede eventualmente dejarte exhausto, porque hace que pasen cosas, en nuestras mentes y en el mundo, no “sucede” simplemente. Hay que hacerlo, implica una decisión, promueve un descubrimiento, es un ejercicio de la conciencia y un acto de poder que implica acción e interacción.

Leer es resistir, no entregarse y reinventarse aún en los contextos más difíciles y a veces solo en ellos. Después de todo, siempre se trató para mí de encerrarse a leer. O, como Xavier de Maistre, de viajar alrededor de la propia habitación. Y leer en mi habitación argentina era leer con los monstruos de Cortázar, con las fuerzas extrañas de Lugones, con el horror de Quiroga. Leer hasta quedarse dormido. Pero...¿si nos durmiésemos no con nuestros libros sino EN nuestros libros? Qué lecturas son posibles desde el lugar de la muerte, las ruinas, la violencia, la ausencia, la tragedia? Qué lecturas son posibles sino en forma de pérdidas, deshechos, carencias, huellas, cicatrices? Soñar, en contextos de encierros argentinos, encierros de los más diversos tiempos y formas, ha sido una manera de enfrentar una realidad muy concreta, de desafiar con la lectura nuestras imposibilidades históricas. La literatura siempre está por revelarnos ese desafío porque vive de querer decir el más allá de las palabras al añorar la libertad de una no-literatura que luego ejemplificaré con un poema de Pessoa. Hay una raíz utópica en ella. Los sueños y la lectura son ambos homenajes a una realidad perdida.

Pero lo perdido debe ser buscado. Y la literatura es testigo de esa búsqueda. Y para quiénes es más importante sino para aquellos encerrados, paranoicos en sus cuartos, porque el narrador nunca es confiable y el mundo ilusión? Todos necesitamos recuperar palabras y realidades, y buscar otras que digan lo que queremos decir y expresen lo que queremos vivir, palabras y realidades que nos permitan recrear los lenguajes de nuestros diversos encierros.

Si acordamos con Paul de Man en que la vida es una resistencia a la lectura (Bioy decía que leía o escribía pero que a veces lo interrumpía la felicidad, volveremos con el poema de Pessoa a esto) y que leer es leer la diferencia entre vida y lenguaje, leer es casi imposible como una acción completa, sin humo y palabras como nubes interponiéndose en el camino. Lectura sucia que nos tienta a abandonar la lectura. No podemos leer enteramente y eso crea malentendidos e injusticias. Leer es incrementar nuestra conciencia de ceguera, estar prisioneros y ansiosos de lecturas. Por eso viajar a nuestras palabras, a nuestros países perdidos “allá lejos y hace tiempo”, cuando dejamos de contar, nos recordará y nos instará a variadas maneras de leer, algunas de ellas abismales. Porque no se construyen una identidad y un país sino también sobre abismos. Y el lector sabe que no hay descanso en la comprensión. Y una mirada agotada no ve nada. Ese cansancio produce una ceguera que lleva al apresuramiento para salir de una situación de la que sin paciencia no se sale. La base misma de una educación está en la capacidad de leer, pero recordando que aprender a leer no es sólo un episodio de la niñez sino una condición para la independencia intelectual, política y económica, pero también para la independencia de los cuerpos.

Cuando leemos estamos leyendo nuestro bagaje histórico (Flores). Y nuestro modo de leer diseña nuestras capacidades para hacer justicia con nuestra historia. Nuestra historia del mundo tendrá más poder y será más justa de acuerdo con las prácticas que tengamos para leer las historias de otros mundos. Conocemos el mundo no sólo porque experimentamos personalmente algunos eventos, sino porque leemos o escuchamos acerca de ellos. Los eventos que son cruciales para nuestras posibilidades de acción tienen lugar más allá de los límites de nuestra experiencia personal. Debemos por ello complementarnos con la lectura de prácticas acerca del mundo. ¿Leer entonces los clásicos? ¿Leer en silencio? ¿Leer para otros? ¿Leer lo prohibido? Hay mil y una formas de leer. COMO leemos y LO que leemos se aparean. Porque al leer, al explicar, justificar o dar coherencia a nuestras historias y nuestras maneras de lidiar con ellas, producimos “ficciones” acerca de lo que somos y como llegamos a ser quienes somos. Nuestra lectura de un hecho es una conversación que nosotros, como lectores, producimos dentro de las narrativas que ya somos. Al leer nos insertamos críticamente en una conversación continua en la que estamos inmersos, para abrir nuevas posibilidades (Flores).

Enseñar a leer es enseñar a entender la importancia de ampliar la visión pero también a discriminar y elegir, es “educar la mirada”. La violencia, después de todo y acorde a Freud, es el resultado de una incapacidad creativa y de la pobreza de nuestra imaginación, es decir de nuestras pobres imágenes del mundo. Yo trato de que mis clases, en ese sentido, se conviertan en una ansiedad de lecturas compartidas entre náufragos menos seguros, más sensibles ante lo ilegible. Leer entonces es también poder pensar cómo nos hacemos y beber de nuestros temores y temblores buscando una continuación nuestra con las palabras y como romper el tedio del discurso continuo.

Por ello leer en este sentido implica un esfuerzo, rara vez es “divertido”. Leer es darse cuenta de lo que el texto/mundo te hace. ¿Pero puedo yo saber lo que realmente me hace? ¿O todo lo que me hace? Cuando leo a veces olvido más de lo que sé. Leer es desvestir el “conocimiento”, las simples asunciones sobre lo que las cosas son. Se ha dicho que la clave para entender nuestro universo estaría en nuestra habilidad para leer sus números y letras. Los antiguos babilonios suponían que si lográramos leer lo que dicen las huellas que dejan los pájaros en la arena blanda sabríamos lo que piensan los dioses.

Decíamos que siempre estamos empezando a leer. A uno de los grandes maestros hasídicos del siglo XVIII le preguntaron por qué faltaba la primera página de cada uno de los tratados del Talmud babilónico, lo que obligaba al lector a empezar la lectura en la pagina 2. Y contestó el rabino: “Debido a que por muchas páginas que lea el estudioso nunca debe olvidar que no ha alcanzado aún la mismísima primera página”.

Leer salteado, como proponía Macedonio, leer antes que nada un texto no escrito, escuchar y oír antes los sonidos de un discurso oral informulado aún pero presente ya en lo que Roa Bastos llamaba los armónicos de la memoria. O no leer, ahora sí, como Pessoa propone en su poema "Libertad":

¡Ay qué placer

No cumplir um deber

Tener un libro para leer

Y no hacerlo!

Estudiar es nada.

El sol dora

Sin literatura.


El río corre, bien o mal,

Sin edición original.

Los libros son papeles pintados con tinta.

Estudiar es una cosa en que es indistinta

La distinción entre nada y ninguna cosa.

Y más que esto

Es Jesucristo,

Que no sabía nada de finanzas

Ni consta que tuviese biblioteca…


Entonces se trata de leer pero recordando que leer es también escuchar. Cuando escuchamos pensamos y sabemos más quienes somos. ¿Qué podemos pensar cuando escuchamos? ¿Cómo volver a escuchar? Hay que reaprender a escuchar. Escuchar no significa someterse, es fundamental para imaginar y pensar. Para saber cómo leer hay que saber escuchar, para recuperar identidades perdidas hay que saber escuchar. La lectura de nuestras escrituras y la escucha de nuestra historia deberían ser puntos de partida. Cuando estamos encerrados nos hallamos más obligados que nunca a comenzar una lectura. Tenemos la necesidad de construir una balsa consistente, y proveerla de herramientas, abrigos y reflexiones, en un viaje a nuestras palabras, a nuestros recuerdos, a nuestros países perdidos. Las nuevas lecturas y escrituras vendrán de seres solitarios y encerrados que no se sumergen en el sonido y la furia de la discusión repetitiva. Esta última siempre hace demasiado ruido para permitir el pensamiento. De allí que sea necesario dar un salto poético al costado para evitar ser llevados por la corriente de las lecturas. La poesía, como todos sabemos, significa invención, creación. Es en este sentido que escribir poesía era, para Dante, recuperar el discurso público, espacio donde moran todos los otros libros que los hombres sueñan escribir -libros que son comenzados o reanudados, fragmentados, desplazados, en algunos casos perdidos.

Y recuperamos el espacio público cuando nuestra propia historia se cruza con la de los demás y adquiere más fuerza al tener contacto con otras, diversas, historias. Los eventos de nuestra experiencia personal especifican un mundo muy restringido, más aún en los diversos contextos de encierro imaginables. Los eventos que son cruciales para nuestras posibilidades de acción tienen lugar más allá de los límites de nuestra experiencia personal. Por lo tanto, debemos complementar estos eventos con la lectura de prácticas acerca del mundo.

A veces hay lecturas decepcionantes. Y otras veces lecturas imposibles. Recuerdo mi desesperación en la Sterling Memorial Library de Yale donde pasé cinco de los mejores años de mi vida, la segunda biblioteca más grande del mundo, por abarcarlo, por leerlo todo, me llevaba los libros de a 10 o 12 a casa o pasaba días y noches enteras allí, libros que a veces sólo podía hojear o leer fragemtnariamente, que no terminaba, y hacía listas interminables con los libros que me faltaba leer. Cada libro que leía se bifurcaba en una serie de nuevas sendas, los autores que citaba a su vez me llevaban a otros y así hasta el infinito. La vision de los estantes me abrumaba, cuanto mas leia tanto más era lo que me faltaba por conocer, me perdía pero me encontraba en esa derrota, me encerraba en esa biblioteca que representó los años más monásticos de mi vida.

Encierro pero más que encierro, refugio. La presa en su encierro, en su refugio. Como la casa de Asterión. Muchas veces la capacidad creadora de escritores, artistas, intelectuales, asi como la sensibilidad de las personas aficionadas a las ideas, los libros o el arte, estan relacinadas con la dificultad para integrarse al medio social en el que les toca vivir y su correspondiente encierro. Como ocurre con los delincuentes. Hay una parte importante de la vida de estas personas que nunca logra ser del todo socializada, lo que les permite un mayor grado de autonomía, un mayor distanciamiento, un extrañeza ante el mundo circundante.

Yo leo todos los días con desesperación y pensé muchas veces en encerrarme (en una clínica, en una prisión) o enfermarme para poder leer más y entender más. Como cuando estaba en la Sterling Memorial Library, con secretos que se me insinuaban y me fortalecían aún sin decir toda la verdad. Algunos libros expanden la curiosidad y el ansia de saber... pero pueden otros hacernos mal, como las novelas de caballería que le secan el cerebro al Quijote? Puede la lectura ser un veneno? La lectura puede herirnos pero las heridas de la realidad nos ayudan a leer otras heridas, los libros y el mundo. Cuando leemos olvidamos más de lo que sabemos y descuidamos nuestros repetitivos discursos. Tenemos la opción de hundirnos en el vértigo de una lectura o la opción de matarla, descifrarla. Ese vértigo que Rimbaud trató de fijar es el estado de una persona que no sabe más donde está. Mata el que ya no puede o ha decidido no más leer y sabe muy bien de que se trata todo, ha cerrado la interpretación.

Hay injusticia y malentendidos, por eso necesitamos lecturas. Leer es para mí buscar un idioma, el idioma de la noche incierta y del ardiente día de Rimbaud. Los seres humanos destruídos sólo pueden muchas veces hablar a través de la voz de otros que los acusan, obligándolos a responder acerca de sus ignoradas desgracias. Hablar o callarse y leer. O estar en el límite. Leer o matar, leer sin saber cómo. Estos son los desiertos apasionados de la lectura. La pasión es resistencia a la ley, al veredicto: la sonrisa infinita de Afrodita haciéndonos tartamudear. La lectura tal como yo la entiendo es una apasionada actividad del corazón que genera una suspensión del juicio y del acto de comprensión. Por ello leer es leer infinitamente, creando un tiempo contra el tiempo. Huir del tiempo es el verdadero escape imposible. Estar fuera del tiempo o más allá es estar en varios lugares al mismo tiempo, ser varios, múltiples, vivir todas las experiencias. La lectura desplaza como un tren. Y podemos quedar atrapados en el ritmo del tren y su continuidad. Y el otro temor es el de vivir en una niebla perpetua, sin nunca darse cuenta de la situación en la que estamos. El lector obsesivo no descansa porque sabe que no hay descanso en la comprensión. Sospecha que siempre hay algo que falta, que se pierde. Y a veces cuanto más controla más se pierde: una mirada cansada no ve nada. ¿Cómo vivir en paz con lo que no vemos, con nuestros fatigados fantasmas? Se trataría de leer lo que no podemos leer, la memoria de una trayectoria impronunciable.

Hay un libro porque hay un ilegible. Lo que se llama “literatura” es el lugar donde esta ambigüedad es más evidente, en la cual el lector se encuentra arrojado al abismo de un texto “ilegible”. Leer es un problema de estar atrapado, es una aventura que desnuda los engaños de la realidad como una serie de redes de indecibilidad en el horizonte. Y para ello nada mejor que los clásicos admitiendo cualquier lectura. Leer clásicos es siempre emprender un viaje a una selva infinita de sentidos.

La literatura expande nuestro mundo y lo complejiza, nos conduce a comprensiones más completas pero nunca totalmente adecuadas de otros pueblos y mentalidades, otros lenguajes y formas de pensar e imaginar el mundo. La literatura nos permite adquirir competencia como lectores de ambiguedades, contradicciones e ironías que son parte de la riqueza, densidad y complejidad de la experiencia humana. Aquellos con una educación literaria tienen una mayor potencialidad para comunicar y analizar, tienden a ser flexibles con el entorno y en sus comportamientos. La lectura puede ser significativa y reveladora capturando las complejidades de lo humano, ilustrando el sentido y las riquezas de nuestras experiencias.

¿Cómo desafiar entonces con la lectura nuestros encierros argentinos, nuestras imposibilidades históricas? La literatura está siempre por revelarlo, forma del pensar que nos obliga a introducir otras identidades. Hay una raíz utópica en ella, marcada por un disgusto por la misma historia y por las historias, un descontento de sí misma, ambas historia y literatura siendo cautiverios pero teniendo esta última una pretensión de libertad, preñando a la historia de libertad.

Necesitamos leer para recuperar las palabras y buscar otras que digan lo que queremos decir. Necesitamos recrear el lenguaje de nuestras encerronas. Los cuerpos que forman un manuscrito ilegible escriben sin “hablar”. El lector ha de captar una experiencia sin palabras que recrea el mundo . Tal "traducción" convierte a ese virtual lector en un mejor y más sabio oyente: menos seguro, más sensible.

Lean, che, como decía Lamborghini. No se puede vivir sin leer. Lean aunque sea las sombras. Lean en voz alta y silenciosamente. Aprendan a leer cosas rotas. Lean para sí y para otros, privada y públicamente. Lean, che. Lean la noche y el desierto, lean hasta el fin de la misma noche y del desierto extrañas palabras de sueños y profecías, libros sagrados por reconstruir, libros-revelaciones. Que los libros vuelvan a ocupar su lugar dispuestos a llevarnos a regiones que no conocemos, libros que nos abran el paladar, libros oraculares. Así las lecturas nos darán un impulso contra el tiempo. No alcanza con reconocer palabras y oraciones. Aprender a leer es aprender a conocernos inmiscuyéndonos en las narrativas que nos constituyen sin saberlo. Leer es recuperarlas y recuperarnos. Como ya dijimos, leer es una conversación que producimos dentro de las narrativas que ya somos y nuestra historia de conversaciones limita nuestras lecturas. Siempre leemos por algo y desarrollamos una conversación con el texto, aunque no lo sepamos. Pero es bueno saber por qué leemos. Lo que es peligroso es que a veces cerramos nuestras oportunidades de aprender con nuestras pretensiones de conocimiento. Cerramos conversaciones en aquellas áreas donde ya hemos decidido que es verdadero o falso, bueno o malo. Leer es interesante si puede producir un cambio en las conversaciones que ya somos, salvo que estemos muy satisfechos con lo que ya somos. Lo que no creo que sea el caso de nadie en los diversos contextos de encierro de cualquier tipo, es decir, de nadie que necesite, con urgencia, leer. O de un lector que necesite, con urgencia, encerrarse.


lunes, 13 de septiembre de 2010

lunes, 6 de septiembre de 2010

Lin Yutang

Realidad – Suenos=Un ser animal
Realidad + Suenos= Un dolor de corazon (Idealismo)
Realidad + Humor = Realismo (Conservadorismo) 
Suenos – Humor = Fanatismo 
Suenos + Humor = Fantasía
Realidad + Suenos + Humor = Sabiduría 

(leído en un super chino llamado "Lin Yutang").

martes, 31 de agosto de 2010

Avidez e ignorancia

Para los budistas, lo que llaman TRISHNA (el apego, la avidez) es causa de todo sufrimiento por la AVIDYA (ignorancia). ¿Avidez e ignorancia abundan, no? De allí tanto sufrimiento, tanto tango antibudista (salvo "Desencuentro").

jueves, 26 de agosto de 2010

Un tango budista

"Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento".  El primer y úlitmo tango budista.

lunes, 23 de agosto de 2010

La risa y su secreto

Hay que entender la risa. En la risa está el secreto. Y muy poco sabemos de ella, como del dolor, la fuerza que se le opone. Ese es el gran combate, no el de Dios y el Diablo, sino el de la risa y el dolor. Esa es la arena del espíritu. Y se los dice un empirista radical.

domingo, 22 de agosto de 2010

Entender la risa

Hay que entender la risa. En la risa está el secreto. Y muy poco sabemos de ella, como del dolor, la fuerza que se le opone. Ese es el gran combate, no el de Dios y el Diablo, sino el de la risa y el dolor. Esa es la arena del espíritu. Y se los dice un empirista radical.

miércoles, 11 de agosto de 2010

sábado, 19 de junio de 2010

viernes, 18 de junio de 2010

Saramago

Murió Saramago, hijo de campesinos analfabetos y sin tierras, cerrajero mecánico, que se compró su primer libro a los 19 años, con dinero prestado. Su padre luego se hizo policía. Y él se dedicó a la literatura recién cuando lo echaron del trabajo a los 54 años. Como él dijera, no hay ciegos: hay ceguera. Implacable con la iglesia y con su país. Quedan pocos sabaleros, aguantando el mostrador, diría Jaime Ross.

sábado, 29 de mayo de 2010

Salvavidas

–Es por el bien de ustedes–, les decía a sus hijos, mientras los obligaba a ponerse los salvavidas para que no puedan ahogarse ni tampoco nadar. Patalear, sí, claro.

Desperdiciando millones

Lo viejo está muriendo, lo viejo siempre muere. Ahora bien, hay cada carcamán!!! Cada institución carcamán!!! Cada funcionario carcamán!!!! (palabra que aprendí de chiquito leyendo a Isidoro Cañones). Y así se desperdician millones en cosas que están muriendo y que no sirven absolutamente para nada.

viernes, 28 de mayo de 2010

Angustia

Y la angustia feroz, despótica sobre mi cráneo inclinado, planta su bandera negra.

NUEVOS CURSOS EN ROSARIO


Estimados amigos: Aquí les envío información de dos cursos que estaré dictando en Rosario, por si les interesa o saben otras personas a quienes pudiera interesarles. El curso anterior programado con una fundación se cayó pero se armaron estos otros dos. No hay mal que por bien no venga.

Les agradezco el reenvío a sus contactos y la difusión en los medios de comunicación en el caso de aquellos entre uds. que trabajan en los mismos o tienen acceso a ellos. A aquellos que ya habían publicitado el curso anterior (cancelado) les pido disculpas y les agradezco el esfuerzo de divulgar estos otros.


Gracias a todos.

Un saludo afectuoso,

Daniel Scarfo

SEMINARIO DE LOS VIERNES
Educación Sentimental -Reloaded-
(2dos y 4tos viernes de cada mes, salvo en Octubre que serán el 3ro y el 5to)
De junio a noviembre
Fecha de Comienzo: Viernes 11 de junio
18:30 a 21:00 hs

Programa
1. PAZ, O. Chuang Tzu
2. BALZAC, H. de. Papá Goriot
3. MELVILLE, H. Bartleby, el escribiente
4. KAFKA, F. Informe para una Academia
5. BORGES, J. L. El fin. Biografía de Tadeo Isidoro Cruz.
6. SEINFELD. Selección de capítulos.
7. RIDLEY SCOTT. Blade Runner
8. WIM WENDERS. Las alas del deseo.
9. WACHOWSKY BROTHERS. The Matrix
10. LARS VON TRIER. Dogville
11. LARS VON TRIER. Manderville
12. CHICO BUARQUE y CAETANO VELOSO. Seleccion de temas.

SEMINARIO DE LOS SÁBADOS
LITERATURA Y MEDICINA
10:30 a 13:00
2dos y 4tos Sábados de c/mes (salvo en octubre, que serán el 3ro y el 5to)
Fecha de comienzo: Sábado 12 de junio (excepcionalmente ese día a las 9:00, ya que debuta la selección argentina en el Mundial a las 11:00. Lo mismo ocurrirá el día 26 en caso de que Argentina dispute los octavos de final)

El arte del que cura y el del escritor deben ir de la mano: cada uno derrama luz sobre el otro y ambos se benefician de su mutua proximidad. Un médico que posea el arte del escritor sabrá consolar mejor a aquél que se revuelca en la agonía: a la inversa, un escritor que conoce la vida del cuerpo, sus jugos y fuerzas, venenos y facultades, posee una gran ventaja sobre el que nada entiende de estas cosas. Un médico egipcio

Programa
1. Báidaba, “Historia del médico Barzauáih” en Calila y Dimna y la “Historia del médico judío”, en Las mil y una noches.
2. Ibsen, Un enemigo del pueblo
3. Chéjov (Chekhov), Antón. “El pabellón número seis”,“El doctor”, “Intrigas”, “Aniuta”, “Ostras”, “Tristeza”
4. Kafka, Franz. Un médico rural
5. Bulgakov, Mihail. Morfina
6. Williams, William Carlos. Historias de médicos
7. Márai, Sándor. La hermana
8. Onetti, Juan Carlos. Los adioses
9. Berger, John. Un hombre afortunado
10. Carver, Raymond. “Catedral” y “Tres rosas amarillas”
11. McEwan, Ian. Amor perdurable
12. Roth, Phillip. Elegía

Inscribirse enviando un mail a: scarfedu@yahoo.com.ar o por teléfono al 011-15-53779999.
Arancel mensual de los cursos: 100$, a pagar en la primer clase de cada mes
Vacantes limitadas (15 por curso). La vacante se confirma solamente al abonar el primer día.
En caso de no haber lugar, se abrirán listas de espera.