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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

domingo, 27 de diciembre de 1992

Pierre Menard y la recepción III

            "Tu dios no me habla, quiere callar.

            Porque me matas si no comprendo.

            Tu libro no habla, no quiere hablar."

                                                            (Victor Heredia: Taky Ongoy)

           

            El lector: organizador de la comunicación de sentido y de las formas de esa comunicación. La literatura imbrincada con la capacidad de lectura. Hay práctica social en lo leído y literatura en la cotidianeidad.

            Hoy (en realidad hace ya bastante tiempo) recuperamos al lector. ¿Por qué? Borges y Lacan militaron por ello, por la degradación de la palabra emitida. También porque la existencia de una cierta incertidumbre sobre el sentido es señal de (¿diré la palabra?)... democracia. Foucault está entre nosotros, evidentemente. Leer recrea sentidos al ser el lector también un texto. Tiene un lugar y un derecho defendidos por Jauss a pesar de los malentendidos creativos (o gracias a ellos).

            Quien lee, crea conocimiento de todo tipo acorde a las diferentes clases de lectura existentes en una comunidad. La infinitud del tiempo privado de la lectura hace de esta actividad algo más intelectual y lúdico que la escritura. Lo que estoy escribiendo es solo una forma de leer las páginas escritas por Borges en "Pierre Menard". 

            Leer comienza a ser escribir: escribo el texto que leo, destruyo paternidades unívocas. Leer, como propone Caetano Veloso en una canción, en un meeting  creativo: "capte-me, rapte-me, adapt-me, it's up to me, camaleão", o con el procedimiento de "doble captura" de Deleuze o "doble robo". Ni el autor es un pedazo del lector, ni él es uno, ni el otro es uno ni si mismo, ni los dos son uno. No puedes culparme, Malena: el vacío no se llena con repeticiones, con estereotipos. Soy prisionero de un imaginario y soy un pedazo tuyo. Pero puedes moverte entre y a través de los flujos de producción, de las "líneas de fuga o de variación" de Guattari: inevitablemente lo haces, produces historia. ¿Quienes son los Pierre Menard que cada lectura encuentra sino pedazos de uno mismo? Pluralidad de sentidos. Lectura es siempre lectura de diferencias, expresión de una praxis. Relectura es además peligro, obtención de otros textos que son los mismos.

            Sería interesante, tal vez, no sé, quizá, o sea, leer sobre la base de degradar lo que se lee y como se lo lee, así como enseñar sobre la base de degradar lo que se enseña para, como el río (¡que metáfora degradada!) vernos reflejados a nosotros mismos y a nuestra humana conciencia vagabunda en lo irreversible. Pero, y aquí tocando tierra, sin abandonos y olvidos. Leer irresponsablemente como Menocchio, el molinero retratado por Carlo Ginzburg en "El Queso y los gusanos". Leer irresponsablemente, o sino, callar...es decir, leer. L'enfer c'est la lecture. No se puede huir de ella. Es como respirar. O peor, porque no se puede contener la lectura.

            Pero lo más hermoso de todo esto son esas líneas de Proust citadas por Grosman:

            "The only true voyage of discovery, the only fountain of Eternal Youth, would be not to visit strange lands but to possess oher eyes, to behold the universe through the eyes of another, of a hundred others, to behold the hundred universes that each of them beholds, that each of them is and this we can conrive with an Elstir, with a Vinteuil; with men like these we do really fly from star to star".  ¡Cjác! (1)


[1]Interjección emitida por una persona superada  por algún acontecimiento o discurso sublime. Es propia de espíritus trastocados y aparece acompañada con sensaciones de ahogo y estrechamiento del pecho.

Pierre Menárd y la recepción II

"Conozco un texto, cualquier texto, porque conozco una lectura. La lectura de otro, mi propia lectura de ese texto, una mezcla de ambas"    H. Bloom, "The Breaking of Form".

           

            Lo que estápresente en los textos de Jauss, Iser, Grosman y Borges es la crisis de idea de verdad que, en la crítica literaria, estaba acompañada por el presupueto de que el texto era depositario de un sentido que la lectura debía descubrir. Lo que entra en crisis, junto con la idea de Verdad, es la idea de unidad textual.

            La restitución de la figura del lector se vincula con la restitución de la legitimidad del placer estético que Borges defiende. Hans Robert Jauss señala como una de las tareas básicas de la historia literaria la consideración de las diferentes modalidades de la experiencia estética, modalidades que llevan inscripta su marca histórica: según las sociedades y las instituciones culturales se establecerían relaciones de diferente tipo entre el placer, el conocimiento y la acción. El placer de la literatura se vincularía, para Jauss, con la liquidación temporaria de restricciones espaciales y temporales, la apertura del espacio lúdico de lo posible, el goce con aquello que, en la vida real, resulta difícil de aceptar y soportar. No es difícil encontrar en el discurso de Jauss las huellas de una posición clásica sobre la literatura y el arte, a la cual no permanece ajena la idea de catársis.

            A través de Jauss, las tesis de la hermenéutica sobre la naturaleza de la obra literaria encuentran una relectura contemporánea, en función de la reivindicación del lector. El significado del Quijote de Pierre Menard sería, para Jauss, el producto de la           

  "convergencia de la estructura de la obra y la estructura de la interpretación, cuyo instrumento es la                 reflexión hermenéutica".

            Restituida la interpretación a un lugar en la teoría crítica, lugar que había perdido en el auge del estructuralismo y la semiótica literaria, esta actividad es también reivindicada como práctica de lectura: existe una construcción de sentido a partir del texto.

            Con Iser vemos que el Quijote no es un lleno   sino un espacio globular, atacado por instersticios, blancos, fisuras, saltos, elipsis, silencios que ponen al lector en la obligación de realizar una serie de operaciones, no para restituir una unidad que nunca ha existido sino para construir un sentido que no yace absolutamente inerte en el texto.

            La diferenciación entre texto y obra literaria se ha vuelto clásica:

            "La obra es más que el texto, porque el texto sólo se vincula a la vida cuando es realizado, y,                 además, la realización no es de ningún modo independiente de las disposiciones individuales del                 lector...La convergencia del lector y texto trae a la existencia a la obra literaria." (Iser)

            Para Iser el texto está lleno de claves que orientan al lector, que le permiten acceder a las ideaciones que crean ese marco de referencia invisible. Iser destaca cuatro visiones narrativas: las que expone el narrador, las que componen y conducen la trama, las que incorporan los personajes y las del lector ficticio. La posición del lector en la estructura del Quijote de Pierre Menard, por ejemplo, genera nuevas perspectivas anteriormente invisibles o imposibles de percibir. También destaca Iser la función de las negaciones. Si el marco de referencia fuera totalmente familiar, el texto no cumpliría su cometido de comunicar algo nuevo al lector. 

            También podemos encontrarnos en la esquina con Grosman, que relativiza los actos verbales a las reglas del sistema de discurso en operación. Las palabras no reflejan pero nos contactan con el mundo. Las obras de arte lo interpretan, lo constituyen, lo demarcan, lo construyen. La manera en que leemos el Quijote depende de la visión del mundo en cuestión. Estas visiones del mundo y discursos descansan en sistemas culturales de mediación, en convenciones de lectura internalizadas, estructuras de interpretación que ya están previstas e incorporadas en el Quijote por su autor, sea cual fuere. Nuevas maneras de referir al mundo constituyen nuevas maneras de hacerlo.

            Hasta aquí las condiciones que hicieron posible el renacimiento del lector en la teoría literaria de los últimos años, que somete a crítica toda concepción reificante del texto y del significado: no permiten considerarlos como artefactos sistémicos con los cuales la única relación posible es la del desmontaje descriptivo.

            Para Jauss, en quien me extenderé puesto que es el que más me gusta (así de simple) literatura, sociedad e historia están implicadas en un tipo de relación que se hace evidente en la lectura del Quijote de Menard o el de Cervantes. La historicidad y socialidad del hecho literario no se demuestra sólo en el proceso de producción y en su vínculo con el sujeto-autor, sino también en el proceso de recepción (y respecto del sujeto-lector). Según Jauss, tanto el formalismo como el marxismo se limitan a una estética de la producción (y, en consecuencia, de la representación o del procedimiento): el formalismo supone a un lector que es sólo sujeto de la percepción y no configurador del sentido; la estética marrxista, por su parte, afirma a la producción como única instancia donde se elabora la significación. Jauss se propone interrogar las dos dimensiones o momentos del fenómeno estético:

                "La función social de la literatura sólo se manifiesta en toda la amplitud de sus posibilidades                 auténticas cuando la experiencia literaria del lector interviene en el horizonte de expectativa de su vida cotidiana, orienta o modifica su visión del mundo y, en consecuencia, reactúa sobre su comportamiento social" .

            Para Jauss el arte es un factor de "creación social", de formatividad de la experiencia colectiva, cuyo caracter activo se manifiesta en la vida cotidiana a través de intervenciones no sólo estéticas, sino también morales.

            La estética de la recepción cuestiona "el paradigma estructuralista dominante", en primer lugar por lo que considera Jauss sus tendencias ahistóricas; en segundo lugar, porque somete a crítica su noción de texto, como conjunto linguístico clausurado respecto del referente y, en consecuencia, de la realidad; finalmente, por la exclusión del sujeto ("sistema de signos sin sujeto y, en consecuencia, sin nexos con la situación de producción y recepción del sentido"). Jauss otorga, como Borges y Pierre Menard, la "prioridad hermenéutica" a la recepción:

            "Pues, de la misma manera en que todo productor, cuando comienza a escribir es siempre un                 receptor, así el intérprete debe poner en juego su propio estatuto de lector, si quiere entrar en el                 diálogo de la tradición literaria. La continuación de este diálogo no puede prescindir de esta                 instancia de la recepción. El lector que goza y que juzga, que plantea preguntas y encuentra                 respuestas, ese lector que, finalmente, se pone a escribir, es la única instancia mediadora en el                 pretendido 'diálogo de las obras'. Sin su intervención activa, toda intertextualidad, entendida en el  sentido de la teoría dominante como 'diálogo de los textos entre sí', es una ilusión idealista sin          puntos de referencia."

  Y Borges debe hacer lo mismo (¡y vaya si lo hace!) para entrar en ese diálogo de la tradición literaria. Creo que este párrafo Jauss lo escribió pensando en él.

            La estética de la recepción se propone, como Pierre Menard, al mismo tiempo, soldar la fractura que la perspectiva historicista crea entre el pasado literario y la experiencia contemporánea: la fractura entre historia y estética, que el historicismo ensancha al vincular unilateralmente al texto a la lectura contemporánea a su aparición, como única lectura comprensiva "verdadera". Jauss, como Borges con respecto al Quijote, sin dejar de reconocer el valor y la función socio-estética de la primera lectura, reflexiona sobre ella en dos sentidos: por un lado,la lectura del Quijote de Cervantes no se produce en un vacío, sino en un espacio donde persisten tradiciones literarias anteriores, sobre las que se recorta el juicio acerca de las nuevas obras. Por otro lado, la importancia y el valor de un texto resulta de su ubicación en la "cadena de las recepciones", donde la primera lectura, incluso, suele no ser decisiva para el destino posterior de la obra (1)

            Esta primera lectura, así como las posteriores, no deben pensarse como operaciones individuales y abstractas sino integradas en lo que Jauss denomina, con una expresión tomada del sociólogo Karl Mannheim, horizonte de expectativas. El Quijote no es producido ni percibido aisladamente, sino en un campo conformado por experiencias prácticas y estéticas, conocimientos, expectativas. La percepción no queda librada a la arbitrariedad de la subjetividad, sino que se produce como acontecimiento determinado en relación a un

            "sistema de referencias objetivamente formulable que resulta de tres factores principales: La                 experiencia previa que el público tiene del género al que la obra pertenece, la forma y la temática                 de obras anteriores cuyo conocimiento supone, y la oposición entre lengua poética y práctica,                 mundo imaginario y realidad cotidiana".

    Esta definición del horizonte de expectativas incluye el sistema literario y la distinción entre realidad social y literatura, discurso ideológico y discurso literario, arte y experiencia. La lectura del Quijote de Menard es una actividad inscripta en este horizonte que recorta la nueva experiencia sobre el fondo de la "experiencia estética intersubjetiva previa".

            En ensayos posteriores, Jauss desdobla el concepto de horizonte de expectativas, proponiendo un sistema doble, donde se distingue:

"el horizonte de expectativa literaria implicado por la nueva obra y el horizonte de expectativa social  ".

            Para Jauss, el proceso mismo de recepción es el contacto de los dos horizontes en la experiencia estética, que reivindica com o placer:

            "Veo las raíces de toda experiencia en el goce estético (sin él seimposible distinguir función estética de función teórica). Primum legere et frui, deinde interpretari:  la comprensión gozosa es a la vez pasividad y actividad y precede a la reflexión estética".

    La recepción del texto es una experiencia estética y, por lo tanto, social desde un doble punto de vista: por la interacción de dos horizontes, por una parte; por la otra, porque esta experiencia es sólo posible culturalmente y según pautas y reglas sociales.

            La noción doble de horizonte, le permite a Jauss diferenciar el efecto y la recepción de una obra. La experiencia estética es la articulación de ambos: :

             "El efecto de la obra y su recepción se articulan en un diálogo entre un sujeto presente y un                 discurso pasado".

            Comprender el Quijote de Menard significa entonces la captación de los presupuestos que lo originaron y, en consecuencia, la reconstrucción de su horizonte interno. Ahora bien, esta actividad del lector sería imposible desde un vacío ideológico y cultural. Por el contrario, precisamente se ejerce desde una:

    "precomprensión del mundo y de la vida en el cuadro de referencia literaria implicado por el texto.      Esta precomprensión del lector incluye las expectativas concretas que corresponden al horizonte de                 sus intereses, deseos, necesidades y experiencias, tal como han sido determinados por la sociedad y             la clase a la cual pertenece así como a su historia individual".

            Evitada de este modo la perspectiva sustancialista sobre la literatura, Jauss piensa que la teoría literaria está en condiciones de proponerse la historia de las obras, que es, esencialmente, una historia de sus lecturas.

            En síntesis, Jauss nos propone una nueva forma de hacer historia literaria, el arte como un discurso emancipatorio, de conocimiento, de liberación. Ahora la literatura podría generar actitudes como la de Menard y no la copia que pretendía el marxismo más banal. Cuando un texto no es más de lo mismo, cuando hay desvío del horizonte, como en Borges, podemos hablar con Jauss de evolución artística. Un texto tiene mayor valor cuando provoca shocks, diferencias, sorpresas (debe haber pocas en la literatura como aquella con la que uno se depara al encontrarse con que el texto de Pierre Menard es idéntico al de Cervantes), una evolución artística en el texto y en el lector. El arte que confirma horizontes de expectativas es sólo arte culinario.

            En síntesis, el estatuto social de la literatura se define también en la recepción. La historia ya no es sólo historia de textos sino de lecturas (Jauss). Si la historia es historia de lecturas, historia del presente (para hablar con Foucault), su objeto se desvanece en la multiplicidad y todo texto es siempre un pre-texto, toda lectura una escritura: "la historia", sostuvo Benjamin, "en todo lo que ella tiene, desde el debut, de inacabado, de doloroso y de insuficiente, tiene la forma de la máscara o más bien de una cabeza de muerto".

            Todo documento tiene una radical extrañeza respecto a nosotros. Esa extrañeza la determina la divergencia o distancia entre el documento y sus sucesivas lecturas no contemporáneas. Inclusive la lectura contemporánea es extraña porque exige la heterogeneidad irreversible entre documento y acto posterior del intérprete, dos cosas que sólo existen en la escición inseparable que les permite dar sentido a la realidad. Hoy menos que nunca es posible recurrir a un sentido único de explicación.

(1) En este aspecto es ilustrativo el ejemplo que analiza Jauss, de dos novelas, Madame Bovary   de Flaubert  y Fanny   de Feydeau. Esta última fue un éxito resonante, para ser luego desechada por los lectores y la crítica, que colocaron a Madame Bovary   en un lugar central del sistema.

Pierre Menard y la recepción I

            Voy a empezar por el cuento. Para que no me critiquen. O para que lo hagan, ya que noto que siempre se empieza mostrando las teorías, como para decir: ¡Vean, aquí tienen! ¡Ahora duden si se animan! Vamos a olvidarnos por un momento de la academia a ver que pasa.....¿Qué pasa?....No puedo...No puedo...¿Será que ella ya me posee? ¿Será que ya no puedo leer sin ella? (la línea de censura es mía, por favor no me la quite). Es un vívido reflejo de mis carencias.

            Desde el primer párrafo el narrador nos habla de una obra "visible "[1]. Y continúa con una irónica referencia a supuestas malas lecturas, "omisiones y adiciones" para realizar una reflexión sobre la inevitabilidad del error en la lectura, de su acoso. Que nos hable de una obra visible  nos abre a la expectativa, nos sorprende, nos hace pensar en qué significa eso: ¿que hay una que no lo es? ¿"Visible" significa legible? El escritor crea la expectativa por esta significación.

            En este cuento la referencia y relación con el lector es constante. En el segundo párrafo intenta defenderse de él y acude a testimonios para que la lectura que se haga de lo que se relata sea menos desconfiada (en realidad, la ironía de las citas está construida adrede para provocar el efecto inverso).

            Cuando pasa a enumerar la obra visible  de Menard adelanta la problemática del lector al referir :

            "Una 'definición' de la condesa de Bagnoregio, en el "victorioso volumen" (...) que anualmente publica esta dama para rectificar los inevitables falseos del periodismo y presentar 'al mundo y a Italia' una auténtica efigie de su persona, tan expuesta (en razón misma de su belleza y de su actuación) a interpretaciones erróneas o apresuradas."

                Esta clara aquí la referencia a la literatura y a la inevitabilidad de la construcción de la obra literaria por parte del lector.

            Pero ¿cuál es la obra invisible de Menard? La inconclusa. Pero Borges dice:

            "¡ay de las posibilidades del hombre! la inconclusa"

                Esas posibilidades son las posibilidades de lectura, es la lectura la que las va a concluir, porque en los dos capítulos y medio escritos ya está el resto de la obra. Porque basta con tomar el Quijote y leerlo para hacerlo el Quijote de Menard...o el nuestro. Y Borges se espanta de esto como se espanta del universo.

            En el párrafo siguiente hay una mención a los textos que inspiraron a Menard para acometer su empresa con referencias a la idea de autoría y una reflexión sobre los anacronismos literarios. Ya estamos en el problema de la traducción, de la autoría, es decir, de la lectura. Que es eso lo que es Menard. Un lector. Un lector que quiere leer Don Quijote como nadie lo ha hecho, es decir, escribirlo. No otro, sino el mismo. Y para ser el mismo, tiene que ser otro. No una copia, sino una coincidencia sintagmática producto de arduos años de trabajo.

            Para ello, como para un crítico ideal, le era necesario:

            "Conocer bien el español, recuperar la fe católica, guerrear contra los moros o contra el turco, olvidar la historia de Europa entre los años de 1602 y de 1918, ser  Miguel de Cervantes".

                Tarea "imposible", palabra que pone Borges en boca del lector, previendo su reacción, más bien construyéndola. Aunque, Menard, haya descartado ese procedimiento por "fácil". Porque era mucho más difícil que eso

            "seguir siendo Pierre Menard y llegar al Quijote, a través de las experiencias de Pierre Menard"

                El cuento de Borges es una enseñanza de la lectura, de la humildad y relatividad con que debe encararse toda lectura, sobre todo la que pretende ser crítica. Por eso Borges habla de la "casi divina modestia de Pierre Menard", por eso ocultó o no terminó su obra, porque buscaba la pureza de la crítica y sabía que solo en la eternidad podría lograrla.  Porque no puede reproducirse, o "es casi imposible" hoy lo que aconteció entonces. "No en vano han transcurrido trescientos años". Tal vez, entonces, no se trate de reproducir. Lo que se explica de una manera en el Quijote  de Cervantes necesita, exige, genera otra explicación en el de Pierre Menard.

            Y aquí Borges hace un elogio de la ambiguedad, de la diversidad de lecturas (debo decir, de la lectura), del sentido abierto a la interpretación. Por eso dice que el Quijote de Menard es infinitamente más rico, porque ahora no se lo puede leer sin pensar en William James, en Nietzsche.  Porque podemos leerlo desde múltiples espacios, porque hay que re/crearlo, porque no está asentado en un espacio-tiempo determinado, porque es inacabado, porque es invisible, como los blancos de Iser, que posibilitan diversos horizontes de lectura. Porque así como la verdad histórica "no es lo que sucedió; es lo que juzgamos que sucedió", la obra literaria no es el texto, sino lo que juzgamos/leemos que es el texto. Porque vemos estilos diferentes, porque el estilo está enraizado en una historia, en un contexto.

            Y Borges nos lanza entonces una frase lapidaria:

            "No hay ejercicio intelectual que no sea inútil".

                El ejercicio intelectual es, sin duda, la teoría, la crítica entendida como teoría, inevitable, interesante, diría Borges, pero inútil en cuanto asoma en ella una pretensión de verdad. Porque el tiempo es el asesino más buscado. Es una inutilidad que podría tener un uso.

            Y cuando Borges piensa en un segundo Pierre Menard, piensa en nosotros como lectores, piensa en él mismo como lector y vano reconstructor literario: no hay para Borges escritura que no sea crítica e intertextual: la literatura es literatura de la literatura.

            Y entonces, esta tarea, por ser inevitable en una persona inteligente, no debe sin embargo glorificarse, lo que confesaría:

            "nuestra languidez o nuestra barbarie".

                Borges, en gesto que él atribuye a Menard y que este repite, "ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas", propias de toda lectura que pretenda considerarse "seria", renovadora, vital.

            Dirá Borges: "Pierre Menard no era un imbécil [sino] un hombre que había llegado a un grado tal que no podía hacer más que esto."

             Vale preguntarse, como decíamos anteriormente, si Menard es escritor o crítico. ¿Opera como lector o escritor? Es claro que Borges confunde ambos papeles en su protagonista como nosotros en nuestras teorías.

            Borges y Menard anuncian una nueva era en la que, destruído el ego romántico, el poeta pierde su visión privilegiada. Estamos en la era del lector. ¿Dónde queda, entonces, la intencionalidad del texto? ¿Se puede conducir al lector, como en Lines de Wordsworth?

            Leer ese texto dos veces significa descubrir aquello que lo hace plural, no un texto, sino varios. Borges expresa en este cuento la idea de que "una literatura difiere de otra, ulterior o anterior, menos por el texto que por la manera de ser leída. Pierre Menard es el autor del Quijote por la razon suficiente de que todo lector lo es.

            El ejemplo de Pierre Menard prueba que sin tener que copiar el Quijote, se puede reproducir en el siglo XX; es decir, leer el Quijote como no pudo ser leído en la época de Cervantes.

            Que la selección de los tres capítulos no es arbitraria ha sido ya establecido por algunos críticos, que han comentado uno de ellos, el noveno. En el caso de este capítulo, Borges exige, en cierto modo, la consulta textual del lector, ya que el único fragmento visible del Quijote de Menard procede del capítulo IX. Al consultarlo, la crítica ha dado con el hecho de que este capítulo de la primera parte del Quijote es una especie de espejo del cuento borgiano. Presenta, por ejemplo, "precisamente el momento de don Quijote en el cual su autorazgo parece cuestionable". Para destacar las cuestiones de la autoría, la selección del capítulo IX no podría ser más acertada. El tratamiento de la traducción en "Pierre Menard" es la misma tesis borgiana de la imposibilidad de reconocer un solo autor para un texto.

            Los trozos idénticos son diferentes, sus conceptos casi antagónicos, debido a que todo texto es definitivamente original porque el acto de creación no está en la escritura sino en la lectura.

           

           

 


[1]La escritura de esta palabra en itálica es del mismo Borges, lo que habla  de su intención de remarcar , y al mismo tiempo, relativizar, este aspecto de la obra.


martes, 1 de diciembre de 1992

Coleridge. Biografía Literaria

Un hombre que nos habla sobre la naturaleza de la dicción poética y el carácter poético del poeta. Se pregunta si los pensamientos mismos no exigen un grado de atención inadecuado a la natrualeza y objeto de la poesía. Problemas: el exceso de adornos y la dicción afectada y complicada. Coleridge nos cuenta su propio proceso de aprendizaje y de cómo comprendió de joven y aceptó la superioridad de un estilo más natural y austero, la viril simplicidad del griego y de los antiguos poetas. La verdad y la sencillez son hermanas. Shakespeare y Milton son también aquí los modelos. En ellos, poetas auténticamente grandes, hay una razón para cada palabra y para la colocación de cada palabra a la vez que la filosofía (especialmente la metafísica) se sobrepone a la historia.

La literatura debe ser tierna y viril, digna y armoniosa. El poeta debe recoger cosechas en vez de cavar minas. El amor a la naturaleza y el sentido de la belleza de las formas y los sonidos son fuentes de sabiduría poética. 

Para Coleridge ninguna autoridad vale frente a la verdad, la naturaleza, la lógica y las leyes de la gramática universal. Se trata de una poesía esencial. Todo verso traducible estaría para Coleridge viciado en su dicción. No se pueden alterar palabras o posiciones en la poesía esencial, en el puro y auténtico inglés materno. La dicción debe ser casta y viril, deben combinarse los pensamientos naturales y la dicción natural, reconciliar el corazón con la cabeza. Las dicciones floridas y elaboradas son, por otra parte, de inferior valía.

El vigor y la aspereza de la gran poesía debe hacernos pensar en el mundo vegetal "cuyas magnificas flores salen de duras y espinosas cortezas y cáscaras en las cuales se estaba elaborando el fruto". La novedad y la multiplicidad de imágenes de este mundo nos exigen un grado de atención mayor. 

Niebla, torrentes, murmullo profundo, seno de la tormenta, forma gigante del águila vestida de fuego; los picos coronados de bosques que sobre el lago se reclinan; los alpes, cien ríos se despliegan, tras las aspas el campesino pugna por resguardarse, arde como un dilatado sol, montañas ardientes como carbón en llamas: la naturaleza que todo lo invade y trasciende.

No debe haber signos de pensamiento reseco, ni dicción forzada, ni exceso o turbulencia de imágenes. La reflexión viril y el trato social pueden darle al poeta la variedad y el interés en los objetos naturales. Las raras oscuridades son producto de un control imperfecto sobre los recursos de la lengua materna que desembocan en la frase ilógica y arbitraria propia de la técnica de la poesía ordinaria. Hay que descender a las frases de la vida común. Unir sentimientos profundos a pensamientos hondos. El mundo de la poesía ideal tiene una altura atmosférica, la chispa y la gota del rocío. Contemplar lo antiguo con sentimientos tan frescos como si todo acabara de nacer caracteriza la mente que percibe el acertijo que es el mundo y puede contribuir a resolverlo, el poeta romántio que conserva los sentimientos de la infancia al llegar a la madurez poderosa.

Las verdades más terribles y misteriosas son consideradas tan ciertas para Coleridge que a veces pierden su eficacia yaciendo en el alma. Admirar por principio es la única forma de imitar sin perder originalidad. Investigar el principio seminal para cosechar: metáforas campestres. 

La imaginación sobre la fantasía. La imaginación puede ser primaria o secundaria. La imaginación primaria es el poder vital y principal agente de toda percepción humana, una repetición en la mente finita del acto eterno de creación en el Yo soy infinito. La imaginación secundaria es como un eco de la precedente, distinta en cuanto al grado y modo de funcionamiento, pugna por idealizar y unificar.

Coleridge nos muestra cuáles son las cualidades del poema que pueden ser estimadas como promesas y síntomas específicos de la fuerza poética:

1. La dulzura de la versificación. El hombre que no tiene música en su alma no podrá nunca ser un verdadero poeta. Tanto imágenes (incluso tomadas de la naturaleza, y mucho más si son trasplantadas de libros de viajes o de historia natural), como incidentes emocionantes, sentimientos personales o familiares interesantes. El sentido de la riqueza del sonido es un don de la imaginación como lo es el poder reducir lo múltiple a la unidad, y de modificar una serie de pensamientos por otro sentimiento predominante. Y estos dones pueden ser cultivados o mejorados, pero no aprendidos.

2. La capacidad de elegir temas lejanos a los intereses privados y a las circunstancias del escritor. Moverse sólo por esa placentera excitación que resulta del enérgico fervor de su propio espíritu en el acto de exponer tan vivamente lo que con tanta precisión y profundidad contempla. 

3. Las imágenes no son características del gran poeta sino modificadas por una pasión predominante, o como reductoras de lo múltiple a la unidad.

4. Profundidad y energía del pensamiento. Ningún ser humano ha sido nunca un gran poeta sin ser al mismo tiempo un profundo filósofo. Pues la poesía es la flor y fragancia de todo conocimiento humano, de los pensamientos, pasiones, emociones y lenguaje humanos.

En el ser de Milton adquieren nueva forma todas las cosas y modos de acción, mientras que Shakespeare deviene todas las cosas siendo sin embargo siempre él mismo. Lo uno y lo múltiple.