Translate

Dramatis Personae

Mi foto
Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

miércoles, 20 de marzo de 2013

La piel del otro: El papa Francisco y la herencia borgeana

En el siglo XIX había dos formas de civilidad posibles para quienes gobernaran la Argentina: la Civitas clerical de la España católica y la civilización de la Ilustración. Atrapado entre ellas y los indígenas, Martín Fierro no tenía donde ir. A comienzos del siglo XX Lugones creía en la supremacía cultural de ese gaucho, insistencia que lo llevó al nacionalismo fascista y a una voluntad de garantizar esa supremacía incluso por las armas.  Esta visión se oponía a la mirada de Borges, quien rechazaba y discutía la interpretación lugoniana del Martín Fierro como épica de los criollos. No se trataba de una épica, sostenía, entre otras cosas porque Fierro tenía poco de ejemplar: era un asesino y un desertor, y por tanto, contaba más con las cualidades contradictorias de un personaje novelesco que las que ostenta un personaje épico.

Mientras que Lugones deseaba fijar la identidad argentina en el pasado, Borges tenía una visión dinámica de la nacionalidad y nos urgía, como Sarmiento, a mirar hacia el futuro.  Añoraba, sin embargo, el coraje de sus antepasados del que supuestamente carecía.  En “La redención”, un cuento que escribió en 1948 y que luego se recopilaría con otro nombre, Pedro Damián vive la vergüenza de haber sido cobarde en batalla cuarenta años atrás. Pero los recuerdos de los sobrevivientes de esa batalla han cambiado y  recuerdan ahora a Damián como el héroe que él había querido ser. Y en su propio sueño –quién diría que no lo es convertirse en Papa para un cardenal- muere como héroe. Podría leerse la declaración de Pérez Esquivel de la falta de coraje de Bergoglio en esta misma clave.  O de como otro cuento de Borges “La escritura del Dios”, una historia de liberación, se convirtió en otra de resignación.  El Papa Francisco, ávido lector de Borges, conoce seguramente estos relatos. Aquellos que creen en la razón pero no dejan de pensar en la piedad pueden estar contentos de que haya elegido el nombre de Francisco. Porque no hay cambio humano importante que no pase por el corazón, por la empatía con los otros seres vivos, por nuestra capacidad –tan cara a la literatura- de ponernos en la piel del otro.

Del nacionalismo lugoniano  y su meta de una sociedad conducida por un caudillo supremo se apropió el peronismo. Sus principios rectores derivarían de la doctrina social católica y los valores criollos tradicionales. Pero luego llegó la pelea con la Iglesia. Poco quedaría de la potencial herencia política y cultural del criollismo ilustrado de Borges, de la que se apropió la “libertadora”.  Quizás el gobierno de Alfonsín fue el último intento digno de continuidad con esa visión “cosmopolita” e ilustrada.  Con el advenimiento de Francisco, el nacionalismo católico peronista podría volver recobrar fuerzas frente al nacionalismo de la izquierda peronista. Historias de pecadores y pícaros locales. El escritor argentino y su tradición no parecen tener herencia visible sino a través de sus mejores personajes. 

domingo, 10 de marzo de 2013

Obvio que era mío

Hoy al vecino un dorado le cortó la tanza y se llevaba su carnada con chicote, boya y todo. Ya estaba por el medio del río cuando me gritó -mi vecino- pidiéndome si podía ir a buscarlo con el bote. Pensé que iba a demorar mucho de esa manera entonces decidí arrojarme al agua en busca de la boya que se alejaba. Cuando llegué me aferré a ella y tiré con una mano mientras con la otra trataba de mantenerme a flote a la vez que braceaba para que la corriente no me llevara. Al tirar se vió al dorado saltar del agua muy cerca de mi mano y aferrado a su carnada. Allí supe que lo tenía pero, también, que podía morderme puesto que la distancia entre la boya en mi mano y sus dientes era muy poca ya que solo quedaba medio metro de tanza y no podía ver lo que hacía debajo del agua, su paradójico territorio. Conseguí luego de algunos minutos de dificultoso y temerario nado llegar al muelle con el dorado. Al subir mi vecino me dijo: "es tuyo". Obvio que era mío.

jueves, 7 de marzo de 2013

La pareja

La pareja 

"Los dos le tienen asco a la yuta; los dos tienen la mirada avizoradora de las fieras que saben que algún día morirán hechas pedazos por la civilización. Y cuando, al o lejos, se oye un galope, los dos salen como brotados de la puerta del rancho, y haciendo, ante los ojos, visera con las manos, espían el confín para ver si no es uno de gendarmería montada. Nadie sabrá sobre la tierra lo mucho que quiere esa chiina a ese facineroso. El manda y ella obedece. Desconocen las palabras de ternura. Hablan poco. Cuando ceban mate se quedan a la orilla del brasero, él, con el ala del sombrero negreándole la frente, ella, con la pavita colgando, por la manija, de una mano. Desconocen las palabras de ternura, pero cuando se produce un allanamiento, la primera en esgrimir la cuchilla, la primera en tapar el hueco por donde escapó el perseguido, es ella. Él no se mueve. Permanece en la orilla del banquito, taciturno, el ala del sombrero negreándole la frente. Él no trabaja. ¿Para qué? ¿Para que en las primeras de cambio lo metan preso? La china, sí; sale, se las rebusca, engaña a algún infeliz del Dock Sur, le saca la quincena o arrebata, al descuido, cualquier cosa de la puerta abierta de una casa. Pero para la yerba y el asado siempre trae. Para eso es mujer y tiene un hombre. Y una mujer como ella sólo tiene un hombre cuando lo puede mantener. Si no, anda sola. Como la mujer honesta, tiene su vanidad: la de saber atender a los amigos ladrones que vienen a visitar al compañero". 

Roberto Arlt

Conversación sobre el tiempo

Un filósofo argentino y yo conversábamos una vez sobre el tema del tiempo. Y el filósofo dijo: "En cuanto a esto, se hicieron muchos progresos estos últimos años". Y yo pensé que si le hubiera hecho una pregunta sobre el espacio seguramente él me hubiera respondido: "En cuanto a esto, se hicieron muchos progresos en estos últimos cien metros". J. L. Borges.