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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 5 de diciembre de 2003

Pactos de la escritura en la obra de Jorge Luis Borges




Adriana J. Bergero. Haciendo camino: pactos de la escritura en la obra de Jorge Luis Borges. México: Universidad Nacional Autónoma de México. 1999. 700 pp.



Con dos citas clave comienza este texto. La primera resalta el simulacro. La segunda lleva hacia el otro y el amor. Ése sería el camino a recorrer: el que va de una cita a la otra, el que va de una "escritura dela deuda claustrofílica" (10) a la de "el otro". La primera, producción clásica borgeana, sería el resultado de un pacto/deuda edípico (luego heterofóbico o endogámico) que desacreditaría utopías colectivas dejando poco espacio para la "transformación de lo social" (329), viviendo en a lna obsesión alejada de la contaminación de "lo otro", con una sintomatología fóbica" en solidaridad con "lo mismo" que expulsaría "la diferencia en el ámbito de lo social argentino" (442).

Bergero parece abogar por una productividad sexual y por una praxis emancipadora en relación a una formulación utópica teórica. En ese sentido, Babel sería una civilización que muere por "falta de sexualidad", por "insalubridad del sistema" (270). La "emancipación" estaría cancelada en un Borges "de lo político como caduco" (19) o película donde habría muerto "lo real" (64). Salud o productividad (o lo opuesto) preocupan a Bergero. Un Borges "a lo Baudrillard" (293) negaría la reentrada del sujeto de la historia. Los mismos sorteos en Babilonia hablarían de una "desterritorialización política" (287), simulacros lejanos de la lucha de clases que Bergero ve en el siglo XX en Argentina y en la cual la obra borgeana tendría un lugar. En los textos borgeanos de "lo mismo" habría una relación con una cultura del agotamiento. Pero "lo mismo", insoportable, propendería esperanzado hacia las salidas, hacia un "hacerse camino" (362) hacia el otro, hacia el amor al que aspira Asterión. Según Bergero, Borges haría visible al final de su vida este "hacerse camino" cuando habla del horror de la dictadura dando la espalda al "juego de la ilusión de la historia" (616), cuando percibe que "there are more things".

El Borges clásico de la paradoja estaría ligado a una imposibilidad de lo social donde lo colectivo sería "concebido únicamente como masificado" (279). Según Bergero, este Borges "escamotea lo otro, el signo como acontecimiento y el otro como acontecimiento" (253). Los hechos históricos y políticos serían sólo "pseudoacontecimientos" (325): muerte del acontecimiento, especialmente emancipador o revolucionario. "Toda interlocución con el otro, o toda reflexión", sería "un paso al abismo" (486), una pérdida de control ante lo que se desea y se teme. Sin esta interlocución, sin sexualidad e intersubjetividad exogámicas, sólo se generaría "lo mismo" en una "reproducción sin acontecimiento" (566). De allí el interés en Asterión, puesto que este personaje anhelaría el acontecimiento que lo rescate "de la fatiga neurótica de su soledad" (582): sería eso que no piensa y pensaría donde no es (585), "sería al mismo tiempo agorafóbico y claustrofófico" (584). Bergero piensa que la escritura de Borges "intuyó que el acontecimiento vendría con la apertura hacia lo otro, con la audición del otro que muere en los duelos" (585). Así el pacto comenzaría a resquebrajarse frente al "sujeto de la espera" (635) de la salida.

Bergero se pregunta "por qué no imaginar propuestas emancipadoras en vez de la destrucción homofóbica y claustrofílica" que liga a los genocidios y ve en "Deutsches Requiem" la aversión de Borges a esas soluciones (313-314). El "alivio utópico" ofrecido por "Utopía de un hombre que está cansado" propondría "erradicar lo político" y sus instituciones masificadas (329-330). Este cansancio sería "comparable a la pérdida del acontecimiento" (372). De allí el "doble", "dividido entre la desesperación por dormir y la imposibilidad de hacerlo" (369). Habría una doble escritura entre los Borges esperanzados y los humillados por la espera. El insomnio, entonces, como incapacidad del "abrirse camino" o del "alivio de una salida", porque los sueños serían una "trampa de salida" (372). Por ello la "hipervigilancia" y "ansiedad anticipatoria" (448). Sin embargo, Bergero considera que hay "en la escritura borgeana una gradual construcción de modelos de salida...capaces de sortear la regulación heterofóbica de la ideología" (529). La palabra del pacto de la "escritura de la deuda" (631) serviría también para buscar una salida claustrofílica sin morir. La misma imaginación de "mundos ficcionales y personajes sometidos a espacios...sin acontecimiento" estaría allí para "poder salir" (637). Y el querer salir visto como voluntad de cura, como "deseo de historia" (646) -cuando el amor, el otro, no sea más el peligro- encuentra en la escritura un sitio de batallas del que ya no desea ser el "sujeto del no saber" ni pretende "evadir lo otro en la copia, en el espejo" (628-29), sino abrirse y esperarlo.

En este texto las ciencias políticas y sociales, el discurso de la posmodernidad, los pensamientos posestructuralistas, las reflexiones políticas, culturales y filosóficas, la crítica literaria, la psicología, las matemáticas y la biología, nos acompañan en un enriquecedor y original recorrido por las tensiones de Borges con la modernidad. Sólo cabría tal vez agregar que el discurso al que Bergero llama "de la posthistoria que llamaré postmoderno hegemónico o deconstructivo" (81) también parece ser parte de este texto. La autora sospecha del control del obsesivo, llama a la responsabilidad y escribe un libro al que creo no son ajenas ni las paradojas del psicoanálisis y el existencialismo ni las sospechas de la mejor crítica literaria. Bergero parecería recorrer un camino que va del amor al simulacro en setecientas páginas. Pero ¿hasta qué punto no será este texto también deudor del lenguaje académico postmoderno de nuestro tiempo: obsesivo, puntual, repetitivo, pactista, deconstruyéndose a sí mismo? Y así la lectora de Borges encontraría en Borges su propio texto que nos hablaría directamente de Borges. Su texto sería Borges, también buscando hacerse camino y encontrar una salida como la de pablo en el Antiguo Testamento, la del simio en "Informe para una Academia" de Kafka, la del marido en "La Sonata Kreutzer" de Tolstoi. En este sentido, Bergero sugiere que lo atroz en Borges busca desalentarnos para que nunca pensemos lo claustrofílico como atractivo, para traicionarlo. De allí la relevancia que Bergero encuentra en la lectura de Borges sobre la violencia de la dictadura en Argentina y su unión con la mujer: ambos hechos restaurarían lo histórico en una "actitud post-agorafóbica" que asumiría "la hiperventilación de la vida y de la historia" (648). Un Borges equilibrista, imagina la autora, habría construido "territorios equidistantes a sus lealtades divididas"(652) como una estrategia de supervivencia en el tránsito de la cuerda de la vida. Como tal vez Bergero lo ha hecho al escribir este libro. No se quién de todos nosotros escribió todas esas páginas -aquellas y éstas- en la ciudad de los inmortales. 

sábado, 22 de noviembre de 2003

Pen(o)sameinto Argentino VI

Uno ya no sabe que pensar

Si pensar es dominar una presencia imposible en un discurso que discrimina y conecta al nombrar (Ricoeur) ¿cómo pensar la Argentina? ¿Podemos escuchar nuestros pensamientos, el agujero negro de nuestros pensamientos? ¿Cómo enfrentamos en un congreso la vida y el pensamiento? Nuestras vidas argentinas ofrecen y ofrecerán pensamientos rotos, ritmos incoherentes, restos de explosiones, erupciones, terribles tempestades alucinatorias, colapsos del intelecto, combustiones de desilusionados hechiceros, tensiones, excesos, desbordados fracasos. ¿En qué lengua pensamos esos pensamientos, esa lengua que no habla, que no conocemos y que nos justifica? ¿Cómo pensar sin quebrarse?

En  La invención de Morel  Bioy Casares escribe: "Este pensamiento es un vicio: lo escribo para fijarle límites, para ver que no tiene encanto, para dejarlo." Tal vez pensemos mucho, pensemos para dejar de pensar, pensemos para contenernos.

            ¿Qué hacer con el pedante y desatinado pensamiento argentino, con nuestro lenguaje? ¿Cómo pensar nuestra idiotez, nuestros ocultistas, magos e iniciados que hablan de una historia secreta paralela a la historia “real” que conocemos y registramos? Todas las formas del pensamiento que pretenden resolver la oposición entre el pensamiento argentino y nuestra realidad deben ser enjuiciadas.

Transitamos hacia nuevos pensamientos que afectarán la terminología heredada. Los nervios actúan sobre el intelecto. El intelecto solo nos concierne en forma parcial. Hay una línea más allá de la cual no puede pensarse un discurso lógico. Por eso el pensamiento alegórico hace su cosecha entre basuras que quedaron atrás.

¿Hay futuro para el pensamiento argentino? ¿Dónde está ese futuro? Según Jaime Rest, en Borges volverían a reunirse los dos silencios que han recorrido la marcha del pensamiento moderno. De un lado el silencio nominal, la ineptitud del lenguaje para introducirse en la realidad; del otro, el místico, la inefabilidad que se desprende del trato con Aquello que “es lo que es”. En Borges prevalecería el homo ludens, consciente de que el camino esta cerrado pero dispuesto a refugiarse en los atajos del pensamiento, ilusorios y fascinantes (Rest, LU 75). Borges le habría dicho a Milleret: 

quiere hacerse de mi un filósofo y un pensador; pero es cierto que repudio todo pensamiento sistemático porque siempre tiende a trampear (Rest 30)

 

               La obra de Borges constituye un llamado de atención sobre la descomposición de ese pensamiento. Opone Spinoza (encerrado en la seguridad de su mente) a Pascal (perdido en el universo). Errancia del pensar y del conocer en la Argentina, cuando aparecen millones de pensamientos y sus asociaciones que no pueden juntarse ni conservarse, cuando entonces no comprendemos, no podemos pensar la realidad. No es útil pensar demasiado cuando la complejidad de las cosas es infinita. 

Vence quien piensa solo lo que precisa para vencer (Pessoa, LD). Ni un segundo más.

            Odio los pensamientos definidos. Hay pensamientos que no pueden vivir y que si pudieran nos traerían lo que buscamos. Nuestro pensar argentino lo embarra todo, es decir, nuestro pensamiento, enfermo, se vuelve acción.  El que piensa ve oscuridad y vanidad.

            Cuando se oye, no se escucha, se está pensando en otra cosa. O pensamos de más o no podemos pensar y actuamos. ¿Como pensar la Argentina, obra inacabada, con un lenguaje de la muerte?

Pen(o)samiento Argentino V

5) El placer de ser Patoruzú: El hombre que está solo y quiere ser Patoruzú

            El consumo continuo de Patoruzú desde 1936 demuestra lo latente que está el significado del pensamiento de la revista para gran número de lectores, manifestándose en ella una melodía común de pensamientos de ese público. La historieta nace en medio de la inestabilidad política y social de los años 30, que marca también los momentos en que comienza el auge del paternalismo estatal.

En el diario “Crítica” aparece en 1927 una tira llamada “Un porteño optimista”, cuyo protagonista lo ve todo bien, encuentra siempre “el lado bueno de las cosas”. Esta tira comenzará rápidamente a llamarse “Aventuras de Don Gil Contento”.

Un día se anuncia en “Crítica”: “Don Gil Contento adoptará al indio “Curugua-Curiguaguigua”, un joven indio, último vástago de los “tehuelches gigantes” que habitaban la patagonia. Y Don Gil lo bautizará posteriormente con el nombre que lo hará famoso: Patoruzú. Pero esta tira desaparecerá abruptamente de “Crítica” y en 1929 nacerá en “La Razón” un personaje que, con otro nombre, perdura hasta hoy: Julián de Montepío, hoy Isidoro Cañones. Julián de Montepío tendrá, desde un principio, aquellos rasgos que hicieron famoso a Isidoro Cañones: es “vividor”, jugador y “bolichero”; vive de noche, no paga a sus acreedores y tiene, como Isidoro, un valet: un negro llamado Cocoa, quien ya aparecía en “Aventuras de Don Gil Contento” bajo el nombre de Belén. Un negro que nos apantalle.

El “tío Meñique” de Julián se transformará luego en el Coronel Cañones. Ambos le permiten a estos personajes la relación con la aristocracia y el acceso a las grandes reuniones sociales en donde encontrar a las hijas de los mayores adinerados del país.

Julián de Montepío no trabaja. Vive del dinero de su tío y del que gana en sus “juergas”. El 6 de septiembre de 1930 sobreviene el golpe de Uriburu y el 26 de ese mismo mes Julián recibe de la Patagonia una carta de su tío Rudesindo en la que le informa que se halla al borde de la muerte por lo que decide dejarle una herencia. Cuando Julián llega a la estación de trenes a buscar la herencia que el suponía sería dinero, se encuentra con Patoruzú y una carta que decía así: “un indio guenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa’ que lo sigas apadrinando... Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata.” Este indio adinerado y recuperado a medias por la sociedad no necesitará mucho tiempo para convertirse en el personaje central de la tira, que comenzará a llamarse “Patoruzú”.

Una segunda etapa en el diario “El Mundo” permitirá el afianzamiento definitivo de estos personajes, lo que motivará a Dante Quinterno a editar una revista de historietas propia. Así, en noviembre de 1936, aparece el primer número de la revista “Patoruzú”, con una introducción a la misma que hace el propio cacique en la que dice que la revista es “senciyota y linda como el libraco é la maístra (...) que sería como un golpe é sol dentro la cueva, que sería dendeveras en tuitos los laos como si faltasen ganas de reír y ayí viniera a poner la risa guenaza é las cosas guenas!”. ¿No había mucho de que reírse la década infame? Que significa la risa aquí? Que significa Tinelli hoy? ¿La risa nos evita pensar o nos ayuda a pensar? ¿Es posible pensar sin reirse? ¿Nos proponía Patoruzú distraernos para olvidarnos de lo que sucede en nuestra realidad y legitimarla al mismo tiempo?

Esta revista comenzó a aparecer en forma mensual y tuvo tanta aceptación que el público comenzó a pedir nuevas historietas. Así como Julián de Montepío-Isidoro Cañones representan al porteño vivo, manguero, que trata siempre de aparentar, ventajero, el indio es su contrafigura: puro, sano de alma y de cuerpo, arquetipo ideal del argentino que todos deberíamos querer ser o que se quisiera que todos admiráramos.

Un segundo abordaje sobre el origen de los antepasados de Patoruzú nos lleva la historia de los Patoruzek contada en una revista “Patoruzú” del 17 de agosto de 1937. Según esta historia, Patoruzú es hijo primogénito del Faraón Patoruzek I y Patora la tuerta, princesa de Napata, y heredó las cualidades de su padre. Todo esto transcurre en Egipto. ¿Pero cuándo llega Patoruzú a la Patagonia? La historia cuenta que éste se hallaba en un viaje de picnic a Addis Abeba cuando el vehículo que lo transportaba se desbocó y aterrizó así junto a las niñas que lo acompañaban en la Patagonia. Allí el Príncipe Patoruzek (Patoruzú) se interesó en la caza de ñanduces y, hallándose muy entretenido, perdió el colectivo de vuelta. En esa tierra se vió seducido por los tehuelches, con quienes comenzó a vivir. Un príncipe egipcio adinerado con minas que se dedica a la caza y se entretiene y luego se va con el malón.

En las historias una estabilidad reinante, una clase social, una forma de vida, está amenazada por ciertos individuos. Patoruzú, dueño de la Patagonia, representante de la gran burguesía terrateniente, lucha siempre con un sentido del deber y sacrificio ciudadanos, por el mantenimiento del orden. El héroe llega para colocar las cosas en su “lugar natural”. El paternalismo de Patoruzú, su notoria superioridad, su caridad suprema, son los mitos con los que la clase dominante intenta asegurar su supervivencia en el imaginario de masa y con el peronismo que se viene. Barthes ya vio este mecanismo en ¨Mythologies”.

La historieta muestra así nuestro pensamiento conservador después de la mas grande crisis del capitalismo y junto al Estado de Bienestar y el fascismo. Y coincide con un momento, como ahora, en el que era necesario imponer limtaciones al sistema económico dominante: el Estado intervencionista (Patoruzú) debe regular los conflictos sociales. El mundo armónico que se propone ofrece la salvación a los miembros de la clase alta mediante la ayuda a los pobres. A través de esta visión del mundo, se daba forma a un conjunto de ideas que representan una respuesta a una situación histórica determinada: el discurso deseado de la vieja oligarquía que tiene en Patoruzú a su principal estanciero terrateniente. El indio llama siempre a los personajes a “actuar como cristianos”, a comportarse “como Dios manda” y no olvida agradecer a Dios cuando las situaciones se le presentan favorables. Los casamientos son siempre religiosos y los maleantes son a veces asociados con la figura del Diablo.

El “bienaventurado deseo de reparar injusticias” esta en la mayoria de los casos ligado al dinero o a la propiedad. Patoruzú es una garantia de seguridad. La propiedad privada debe mantenerse a salvo. Patoruzu manifiesta un gran respeto por los bancos, el dinero y los bienes de la gente.

No existe una historieta en la que el indio no done o regale dinero a alguien que lo necesite. Su hermana utiliza el mismo para darse gustos. Patoruzu coumple con todos los pagos y tiene como contrafigura a Isidoro quien no le paga a nadie y es famoso por sus acreedores. Hay una clara apelación a la honestidad y señorio de la oligarquia que cumple con sus deberes en los pagos y que constantemente realiza donaciones bien a organismos de bien publico o a individuos necesitados, en forma de limosna.

El poder publico, sobre todo la policia, aparece dependiente de Patoruzu para poder controlar la realidad: Aparecen como dominantes de la situación y participando de la misma los dominados (la condicion indígena pisoteada esta relacionada con el lugar que se le hace ocupar a un indio en la historieta), a la vez que se defiende el individualismo ante un estado que se fortalece.

Patoruzú usa su fuerza bruta solo como reacción a una violencia que comienza en el delincuente o el malo. Es tambien notable su ingenuidad: generalmente cree todo lo que le dicen, lo que hace que su reaccion ante el desengaño sea violenta. Y cuando Patoruzu no puede aclarar las cuestiones en forma pacifica (casi nunca) recurre al castigo (coercion). “A la guillotina” deseara en una historieta. Si bien su violencia nunca toma rasgos crueles o torturantes, las palizas serán tan duras como para que a nadie se le ocurra imitar a los bandidos.

Durante los primeros años de la revista sobre todo, son claros los prejuicios raciales y nacionales, principalmente con respecto a los enemigos: Juaniyo, el gitano, es traicionero y mentiroso; los judios son acumuladores de dinero, sin sentimientos comunitarios y, “en cualquier momento aparece un pacto turco-chino-indio para robar una reliquia de la flia Patoruzu. En los primeros años, la figura del judío, especialmente, circulaba  por toda la revista, dentro de la historieta o fuera de ella, en chistes aislados.” (Steinberg)

Patoruzú es la fuerza conciliadora que nace en medio de la crisis de la gran burguesia agraria como sector hegemónico y en medio de la crisis del capitalismo mundial. Su figura de gran terrateniente bondadoso y hegemónico surge como contraparte de la crisis. El indio e Isidoro se codean con la oligarquía y otros estancieros, haciendo mas clara su identidad de clase

Es muy frecuente la asociación entre lo extranjero y la modernización como factores clave del desarrollo y progreso individuales.

Los personajes principales están siempre en el ocio. Patoruzu pasa su tiempo realizando donaciones, durmiendo, mirando TV o supervisando su estancia, a la espera de la perturbación que lo saque del tedio y lo obligue a poner las cosas en su lugar. El hecho de no trabajar no impide las recriminaciones a Isidoro por no hacerlo, casi siempre materializadas a través de la voz de upa. Hay una clara noción de progreso en el trabajo mostrada a través de personajes que “triunfaron” en la vida “comenzando desde abajo”.

El policía es el trabajador que mas aparece, aunque se hace muy difícil ligarlo por sus conductas a la clase social de la cual, en la realidad, proviene gran parte del plantel policíaco. Las ocupaciones ligadas al ambito eclesiástico tienen un espacio nada desdeñable, junto con los militares (de mayor trascendencia estos “Locuras de Isidoro”). Los políticos brillan por su ausencia.

Al realizar la justicia por sus propios medios Patoruzú integra y supera a las fuerzas publicas que no pueden resolver solas los problemas. Los policias aparecen en cada historia pero “el que ejerce en realidad las funciones militares, el que de hecho tiene la capacidad física para intervenir equilibradamente, reducir a la impotencia al enemigo, aniquilar su problematicidad, es el superhéroe, que ademas tiene mucho cuidado de jamas matar (...) al adversario (Dorfman). El poder real es el de Patoruzu: el tiene acceso a todo lo que sabe el comisario. Es, según su propia policia, “el gran aliado de la ley y la justicia”. Siempre lleva a un puñado de maleantes a la cárcel.

Patoruzu se haya esquematizado en la historieta como un personaje bueno, inocente, alegre, confiado y caricativo. Su identidad social es muy difícil de definir, a pesar de tener todo el aspecto de un estanciero terrateniente que quiere conservar intacta y libre de peligros la condicion social de su clase. Es el patron de una estancia sin confines. Para Isidoro es “un animal”, una “bestia buena”. Tiene virtudes gauchescas pero es un indio. Es al la vez un gran terrateniente y un cacique indio del sur. Tiene esa fuerza descomunal que usa solamente contra el mal. Su fortuna solo la utiliza para el bien. Los orígenes de su fortuna no son muy claros, aunque es muy probable que constituya parte de la herencia de los Patoruzek. Es el dueño de la Patagonia. Vive en la ciudad, pero de vez en cuando va a su estancia, pues si bien le atrae el encanto de la primera (lo moderno, lo europeo, los aviones y la vida del gran mundo), el campo sigue siendo lo natural, la tranquilidad, la virginidad. No se priva de utilizar el engaño para lograr sus objetivos, utilizando a veces los mismos medios que sus enemigos.

Isidoro Cañones, contrafigura, es el tipo ideal del porteño vivo, manguero, que siempre trata de aparentar. Siempre se halla atrás del dinero del indio, debe los alquileres, y Patoruzú termina pagándole siempre. Si bien comete muchas “locuras”, nunca llega a ser delincuente. Muchas veces paga caras sus “avivadas”. Este es el Isidoro de “Andanzas de Patoruzu”, puesto que en “Locuras de Isidoro” representa al playboy, mundano, a la pesca de una heredera, sustentado por su tío, el Coronel Cañones, miembro honorable del Círculo de Armas y socio del Jockey Club. Su compañera preferida, Cachorra, es hija de otro militar amigo del Tío Cañones: el coronel Bazooka. El Coronel Cañones con su moral intentará de todas maneras posibles encarrilar al “descarriado” Isidoro, despilfarrador de dinero.

            Patora estudia en un colegio de monjas de la patagonia del cual constantemente se escapa. Patoruzu la tiene enclaustrada en ese colegio permitiéndole ciertas travesuras. Los “desbocamientos” de Patora son vistos por Patoruzú como una “deshonra a la tradición familiar, a los Patoruzek”. Patora busca, en todas las historietas en las que aparece, a su “tipo”, busca el hombre de su vida para “casoriarse” con él: ese es su fin principal en este mundo.

Upa, hermano menor de P, era en un principio inocente, amoral, animalesco; después fue adaptando la moral de P. La chacha es famosa por sus empanadas y el locro. Tiene cierto dominio sobre P, quien muchas veces cede ante ella.

Tambien participa de las historias una multitud anónima que siempre aparece a través de espectadores ocasionales que son, en su mayoría, “gente buena”.

Muchísimos enemigos salieron al encuentro de Patoruzú desde 1936 hasta hoy. Algunos lo buscaron por su incalculable fortuna, otros...los buscaba el en sus deseos de reparar injusticias. Tal es el caso de Skylock Cuervo, el falso florista, que dilapidaba los millones de una “huerfanita”; o Brutus y Boris, quienes lo enterraron vivo para evitar que un circo pasara al poder de su “legítima” dueña. Todos siempre actuaban en forma desleal. Entre los más destacados de los primeros tiempos encontramos a Gastón Guillotín, el hotelero, y su compañero El Decapitador. También debemos contar al hindú multimillonario quien tenía a su cargo villanos como el japonés Miko, al Honorable John (un negro) y Puro Brazo (el jefe de una banda de piratas encapuchados). Patoruzú se traslada a todos los lugares geograficos del pais para vencerlos: Desde el polo sur hasta el corazón de la selva chaqueña donde enfrenta al Toba Monstruo (los tobas, aún no exterminados por la civilización en su totalidad).

Restituye al titular de un ducado remoto que había sido depuesto por su primo. En Bs. As. Defiende a una “gurisa” de las redes de “El Chacho”, un mestizo cuchillero; esta a

punto de perder su fortuna a manos de “Mamadera” (quien tiene un singular parecido con Alfonsín) y “La Madre Pepina”; desintegra una organización oriental que se dedicaba al expendio de alcaloides; entabla lucha con Iván el más Terrible, un genio del mal que siembra la muerte y la destrucción a su paso.. La descripción de “Iván, el más terrible” es fácilmente asociable al enemigo comunista. El adversario es identificado como perteneciente a un mundo diabólico, donde primaría la perversión física y moral, la deslealtad extrema. Patoruzú arriesga su vida en todas las aventuras, aunque sepamos que pueda detener las balas entre sus dientes, lo que nos remite al ideal del ciudadano patriótico y de una patria/sociedad “invencible”.

            Durante los primeros años de la revista los enemigos mas populares del indio eran de raza amarilla, negros, judíos, gitanos, hindúes, turcos, árabes, personajes satánicos, indígenas no adaptados, mestizos y piratas, la mayoría de los cuales poseía una gran contextura física, eran feos, duros y crueles. En los últimos tiempos encontramos más malhechores de guante blanco, entre los que resalta una gran habilidad e inteligencia: se combinan un forzudo y un “cerebro”; es difícil encontrar enemigos sueltos que no estén, por lo menos, con su pareja. Son muy poco solidarios, piensan a veces en traicionarse y combinan la fuerza bruta con “torturas sanguinarias” que permanecen en el nivel discursivo ya que nunca se materializan en la historieta.

El arte de persuadir de Patoruzú se apoya sobre los endoxa, es decir, sobre el pensamiento popular. Los lectores de Patoruzú abarcan todas las edades, aunque sin duda son los pre-adolescentes y adolescentes quienes más leen la historieta. Generalmente los adultos la leen porque “ayuda a olvidar”, “entretiene”, y según las palabras del guionista y dibujante de Isidoro (el Sr. Juliá, 72 años) “no muestra todos los problemas que se muestran ahora.” En un momento fue tanta la popularidad de la historieta que hasta se hizo una película en 1942: “Upa en apuros”, que fue proyectada en sus inicios como relleno de “La guerra gaucha”

El material publicitario es casi siempre un conjunto de avisos por correspondencia, metodos para tener un mejor cuerpo, cursos de astrología, etc. Son publicidades que prometen conversiones radicales en cursos de 3 meses por correo.

Surge poco después de los últimos exterminios de indios realizados en el sur a favor de los terratenientes, que son como el exterminio de la clase media hoy. A través de la historieta (nuestro pensamiento) se sustituye la historia real, conflictiva, por una historia “ideal”, la historia que se quiere que sea leída.  Patoruzu no existe, son los padres.

 

viernes, 21 de noviembre de 2003

Pen(o)samiento Argentino IV

4) El hombre que está solo y se convierte en caricatura.

Baudelaire escribió: la caricatura es doble: dibujo e idea, el dibujo violento, la idea mordaz y velada. Los primeros volantes satíricos en historieta del tiempo de la colonia son de un filósofo y fraile, Fray Francisco de Paula Castañeda. En la actualidad Inodoro Pereyra revela la naturaleza caricaturesca de nuestro ser nacional, lo cual se relaciona con nuestro humor. Ya que no pensamos para encontrar soluciones ni para entender. Porque para eso hay que mirar y concebir y preferimos leerlo en historietas y quejarnos de nuestra impotencia. Las historietas revelan nuestra corrupción corporal, la tinta con la que hemos sido manchados. “La eficacia de la historieta reside en trabajar sobre mensajes debilitados en su reiteración, sucesión de efectos que carecen de sentido. Porque la parodia, como la caricatura, no hace sino resaltar lo manifiesto: no inventa, enfatiza.” Juan Sasturain.[1] Pereyra “se ha desintelectualizado para crecer periodísticamente. Ya no hay casi narración: hay chistes.” 3 tipos de situaciones: enfrentamientos con malones, militares y plagas de loros.

 



 

Pen(o)samiento Argentino III

3) El hombre que está solo y patotea

El pensamiento argentino glorifica el bandidismo y la ilegalidad, porque siendo europeo en América o caudillo de provincia puede hacer lo que se le antoje. Patotean los porteños ilustrados supuestamente iluminados. ¿Se puede pensar siendo de Santa Cruz? (ej. de tesis de San Luis y profesor, ej. de Santa Cruz muy lejos). De donde son los que exponen en estos dias? Que se hace con lo que se piensa en estos días? Que se reivindica como pensamiento en estos dias? Que significa esa reivindicación? Nadie que escuche está a salvo del hombre que está solo y patotea, de sus descalificaciones rápidas y gratuitas de profesor de escuela secundaria de dictadura. Patoteros Rosas y Sarmiento. Ilegibles Manuel Gálvez y Martínez Estrada. Todos renegados.

 

Pen(o)samiento Argentino II

2) Reíte, che: El hombre que está solo y se ríe

            En nuestro humor está nuestro pensamiento. Si el humor es una de las formas más reveladoras del pensamiento, hay un cansancio, una fatiga en nuestro humor que revelan el cansancio y la fatiga de nuestros pensamientos. El argentino es un hombre cansado y jodón. Sus bromas derivan de su fatiga, de su asombro, de su desconcierto. Cuando el diálogo es imposible, el argentino es el hombre que está solo y se ríe. 

jueves, 20 de noviembre de 2003

Penosamiento argentino

 


Pen(o)samiento Argentino I

¿Cuál de todas las músicas del pensamiento corresponde al pensamiento argentino? ¿Pensamos los argentinos algo diferente? ¿Qué cosas dice ese pensamiento? ¿Hay que viajar por la Argentina, temporal y espacialmente, para conocer el pensamiento argentino?. ¿Qué hay que leer? ¿Somos lo que hemos pensado? ¿Cuál es la relación entre pensamiento e identidad? Cuatro puntos y una conclusión.

1)      Oid mortales o El hombre que está solo y escucha

Las llamadas a las radios muestran el pensamiento argentino, exponen brutalmente el lenguaje de nuestro ser. Para entender el pensamiento argentino importa tanto escuchar a Antonio Carrizo y sus preguntas como prestar atención a las respuestas de Borges, ambos ampulosos. Todo lo que piensa la radio y la televisión  es cierto. No lo es todo lo que pasa por la mente de los filósofos argentinos, a menos que llamen por teléfono a los medios de comunicación. Por eso si se tiene algo para decir hay que ir a la radio  más que a la universidad donde nada se dice porque nadie escucha. Y si la radio y la tv imponen límites al pensamiento también lo hace el aula, hoy lugar de la hecatombe del conocimiento. La universidad está en una crisis terminal como institución educativa. No es casual que hayan empezado las carreras a distancia y los cursos por radio y tv. Recuerdo la indignación de todos cuando se dieron las primeras clases teóricas en el CBC transmitidas en pantalla gigante.

 Digo ir a la radio más que a la tv porque la radio es un medio menos invasivo y en retirada y que, como consecuencia, permite pensar más que un estudio de televisión, además de su accesibilidad económica.

¿Cuál es la relación entre pensamientos y sonidos, el grito de un gol, el compás de un tango, el tintineo de la taza de café al apoyarla en el platito? Se trata de leer pero también de escuchar. Cuando escuchamos pensamos y sabemos más quienes somos. ¿Qué podemos pensar cuando escuchamos? ¿Cómo volver a escuchar? El poder de la escucha quedó sepultado con la dictadura democrática de la opinión y la participación, donde uno tiene que hablar aunque no tenga nada para decir. Hay que reaprender a escuchar. Escuchar no significa someterse. Escuchar es imaginar, pensar. No escuchar es hablar sin saber. Para conocer que piensan los argentinos hay que saber escuchar, hay que viajar, hay que estar en la calle, en los caminos, en las mesas de truco, en las veredas, en las piernas de Maradona.  Si pensamos constantemente la radio es una buena metáfora de ese pensamiento perpetuo y su absurdo. Y como buena metáfora, tal vez sea el pensamiento mismo. El hombre que está solo, escucha.

martes, 14 de octubre de 2003

¿Cómo leer y escribir en la Argentina?

 






1. ¿Cómo contamos y creamos historias perversas sobre pueblos perversos en un mundo perverso? La literatura profana. Leer y escribir son formas de perversión y sacrificio. Un lugar donde desaparece gente es ideal para la literatura como estética de la pérdida de sentido.

    2. ¿Cómo creamos y contamos las historias de pueblos prejuiciosos en un mundo prejuicioso? ¿Qué tipo de pueblo perverso somos y como nos retrata nuestra literatura? Habría que empezar viendo Dogville, de Lars Von Trier. Y luego cruzar el cristianismo en esa película con la religiosidades políticas locales, con los monstruos de Cortázar, las fuerzas extrañas de Lugones, el horror de Quiroga y la tradición de prostitución y traición en Arlt.

     3.¿Cuáles son las relaciones en este marco entre lengua, literatura, cambalaches, perversidades, prejuicios y democracias? El peronismo y la destrucción de la Argentina son excepcionales obras de arte. La literatura argentina, como testigo, es terreno de memorias y olvidos sobre estos fenómenos. Borges decía que deberíamos cultivar el arte del olvido. Otros políticos también creyeron y creen que el problema radica en la resistencia al olvido.

     4. ¿Cómo pensar nuestro país desde la literatura y la literatura desde nuestro país? La literatura constituye una relación entre la muerte y la escritura como despertar.  ¿Pero y si la Argentina se durmiese en nuestros libros? Cuerpos argentinos que caen, literatura que cae. Reflexionamos distorsionada y perversamente sobre una escritura en la cual caemos. ¿Cómo es posible una escritura desde el lugar de la muerte, de las ruinas, de la violencia, de la ausencia, de la tragedia argentina? ¿Cómo sino en forma de pérdidas, deshechos, carencias, huellas, cicatrices? Soñar en la Argentina es una manera de enfrentar la realidad de una muerte muy concreta. Y la literatura es nuestro cadáver animado. Si hay un legado de impotencia, inaceptabilidad e incomprensibilidad en el corazón de la existencia y la experiencia literaria, la literatura es aquello que no puede interpretarse sino negando la interpretación.                         

     ¿Debería nuestra literatura tratar de ayudar a construir un Estado mejor para un país mejor, vieja pregunta desde Platón a los románticos? ¿Representa nuestra literatura ciertos valores y artes que hemos destruido o dejado de lado en nuestro país? La literatura es un lugar perverso donde decir lo que somos. Por eso muchas veces es rechazada. Pero si poseemos como único saber las certezas de lo incierto, nos refugiamos cobardemente en la literatura. De allí la ironía de la literatura que, en busca de más vida, cobarde y perversamente, se encuentra con la muerte. 

     Sin embargo, no todo son espinas y la experiencia de la literatura es la de una pasión y resistencia infinitas, unos restos imborrables. La falta de camino, nuestras detenciones de la acción, derivan del hecho de que estamos ante una experiencia ilimitada y una discordancia entre los impulsos artísticos y la historia, que tal vez siempre discordaron. Y esto hace que, como en Rayuela, se confundan el lado de acá y el lado de allá. La literatura nos habla del ausente que no está en el cielo o en la tierra y habita una extraña región incompleta e inconsistente.

     Soñar y despertar, oscuridad y luz. Si toda vida imaginativa comienza en estas correspondencias, en la aparición de algo no existente, como si existiera, es donde encontraríamos la cuestión sobre la verdad de la literatura, producción estética de lo ciego --la expresión-- desde la forma; “hacer cosas de las que no sabemos lo que son”(Adorno 1983: 153).

     Así la literatura es otra manera de traicionarnos, momento de lo impronunciable cuya pronunciación es forzada para encontrar una salida. ¿Cómo desafiar nuestros encierros argentinos, nuestras imposibilidades históricas?  La literatura está siempre por revelarlo, forma del pensar derivada de una crisis existencial que nos obliga a introducir otras identidades.     

     La literatura vive de querer decir el más allá de las palabras, aspira al Ser o a la muerte, de allí la frase “Perón o muerte”. La imposibilidad de una expresión más acabada exalta lo dicho que salta más allá del sentido y de la misma literatura. Es que la literatura añora la no-literatura, y esta añoranza fuerza al escritor a socavar sus afirmaciones para permanecer fiel a su vocación. La atracción de un escritor hacia su literatura es una atracción hacia lo que ella no es. Las ansias utópicas de escape y el regreso utópico al refugio del lenguaje son condiciones de la literatura. Hay una raíz utópica en ella, marcada por un disgusto por la misma historia y por las historias, ambas cautiverios pero teniendo la literatura una pretensión de libertad. Los sueños y la escritura son ambos homenajes a una realidad perdida que no puede reproducirse a sí misma excepto mediante su repetición en algún nunca alcanzado despertar.

     He partido en 1990 de la Argentina ante lo que percibía como una ausencia de corporalidad propia de una nauseabunda decadencia. Regresé hace unos meses en momentos en que me pareció necesario y a la vez factible hacerlo. No estoy seguro de continuar en la academia literaria. Mucho huele a roído en las universidades, de Argentina y del mundo, donde pasean compadritos, entre estudiantes y profesores, para quienes pensar es abofetear el pensamiento con recursos de autopromoción barata, lastimosamente enrostrándonos sus resentimientos de superficie, desdeñosos de la mirada del otro y, al mismo tiempo, esperándola para justificar su también plagiado desdén. Pensar es algo que perturba el alma de tanto considerar. Y es muy difícil defender la duda convencida que torpemente vacila ante la soberbia firmeza del compadrito. Su asombroso descaro acaba por sofocar e imposibilitar la respuesta del dubitativo, intimidado además por el gesto arrogante y simulado de los elegidos del saber y del dolor. Las universidades no podían ser ajenas a la corrupción y mercantilización de los años 90.

     Pienso en mi experiencia en todos estos años, atravesando distancias con el esfuerzo físico correspondiente para perder países, como decía Pessoa, y tal vez recuperarlos, partiendo en su búsqueda. La Argentina debe ser buscada, al menos a eso yo he regresado, y nuestra literatura ser testigo de esa búsqueda bajo la luz de la vieja disputa entre Borges y Perón sobre la naturaleza de nuestra realidad.

     Nuestra crítica tanguera, forma autóctona de negatividad, fomenta una ética picaresca que corrige entusiasmos con sistemáticas sospechas e ilimitadas paranoias. Somos los argentinos buenos críticos literarios, militantes del escepticismo, amantes del fracaso y los espejismos, para quienes el narrador nunca es confiable, el mundo es ilusión. Es decir, Borges y Perón.

     5. Necesitamos nuevas y viejas palabras e historias. La miseria argentina es también una miseria verbal, como vería Borges tempranamente. Necesitamos recuperar las palabras y buscar otras que digan lo que queremos decir. Necesitamos recrear el lenguaje de nuestro nuevo conventillo. ¿Cómo escribimos los argentinos? ¿Y qué nos revela la respuesta a esta pregunta? ¿Qué problemas acarrea la representación de nuestro lenguaje? Como el personaje de Daniel Moyano en El Vuelo del Tigre, tenemos que conjugar verbos que no conocemos, y otros que hemos olvidado.

     6. ¿Cómo leer esas palabras? ¿Cómo escribirlas? Si acordamos con Paul de Man en que la vida es una resistencia a la lectura y que leer es leer la diferencia entre vida y lenguaje, leer es casi imposible como una acción completa, sin el humo del Chaltén y palabras como nubes interponiéndose en el camino. Lectura sucia que nos tienta a abandonar la lectura. No podemos leer la Argentina enteramente y eso crea desastres e injusticias. Leer la Argentina es incrementar nuestra conciencia de ceguera sobre la Argentina, estar náufragos y ansiosos de lecturas, como esclavos y analfabetos del siglo XIX, en los comienzos de la nación. Los cuerpos que forman un manuscrito argentino ilegible escriben sin “hablar”, silenciosos escritos sin saber lo que se está escribiendo. El lector argentino ha de captarlo mediante una experiencia sin palabras que recrea el mundo . Tal "traducción" convierte a ese virtual lector argentino en un mejor y más sabio oyente: menos seguro, más sensible.

     La Argentina oculta existe dentro de nosotros y nuestro fracaso en iluminarla es la historia de una circulación de lo indescifrable. ¿Cómo puede leerse nuestro ilegible? Leer nuestros ilegibles es reducirlos a lo legible, interpretarlos como si fueran del mismo orden de lo legible. Nuestra tarea no sería tanto leer nuestros ilegibles como una variante de lo legible sino repensar lo legible como una variante de nuestros ilegibles. La "lectura de nuestros ilegibles” podría lograrse sólo a través de una modificación radical del sentido de esa “lectura”.

     Esta Argentina, si bien bastante escrita, bastante leída, nunca se acaba de leerla. Tal vez sea hora de leerla de una manera inédita, fuera del propio tiempo, como el Quijote de Ménard. O por lo menos para mí y por eso he regresado. Salirse del espacio a veces ayuda a salirse del tiempo. Necesitamos cierto arrojo literario, intelectual, profesional y existencial.

     Al principio de esta charla recomendé la película “Dogville”, acusada de sexismo y misantropía. Y es que la influencia de nuestras ciencias sociales ha generado cambios en nuestra ética de lectores y escritores. Pero el conocimiento necesita tensión, ironía, lectura, apertura al lodo de la historia,  y menos prejuicios políticamente correctos. Hay que construír, como el hornero, con el barro. La banalidad de salón que ha hecho su nido de plástico en los 90 tiene que ser criticada si nos interesa rescatar la tarea intelectual de potenciales lectores y escritores de un país independiente. La posibilidad de la recuperación de la Argentina es, entre otras cosas, la posibilidad de la producción de un pensamiento. Lo que está en juego es la escritura de nuestra independencia. La erosión de la palabra escrita y hablada, la falta de compromisos, las ignorancias doctorales y populares, la rendición al presente, fue fundamentalmente obra nuestra.

     El estudio de nuestros propios ensayos y de nuestra historia como puntos de partida para la recreación de un sentimiento nacional o regional no deberían perturbarnos. Ese sentimiento no debería perturbarnos. Ni tampoco deberíamos asustarnos de repensar la raza cósmica de Vasconcelos, de una actualidad que asusta más allá de su racismo de época. Debemos recuperar nuestros objetivos intelectuales y educacionales y, con ellos, la pasión por explorar. Nuestras notas prolijas, sopesadas y calibradas, son nuestra tragedia intelectual.       

     Viajar a nuestras palabras, a nuestros países perdidos, “allá lejos y hace tiempo”, cuando dejamos de contar, nos recordará y nos instará a variadas maneras de saber, de leer y de escribir. Pero hay temor a no ser tomados en serio o a fracasar. Si el bárbaro es aquel cuyos sonidos articulados no producen sino un conjunto de fonemas incomprensibles,  la corrupción y barbarie están también en nuestra escritura, en nuestra casa. Los escritores académicos son a veces damas de companía privilegiados oportunistas viajando en la corriente de la moda, obedientes a un formato burocrático de corte. Tal vez las nuevas escrituras vengan de un desierto patagónico, si no excepcionales y pulidas al menos independientes.

     Necesitamos intuiciones, nuevos conceptos, y un cierto hermetismo que define la libertad de movimiento del escritor como vagabundo de los saberes que va estableciendo conexiones, definiendo un estilo y una ética. El estilo refleja en su espejo la naturaleza del peligro. El escritor prefiere el estilo y la energía, lo trágico y lo sublime, la elección y la virtuosidad, permite una actividad en el registro de lo ético. Martínez Estrada definió al escritor como un hombre que agita,

“vikingo de mares incógnitos, un viajero que sueña en continentes desconocidos, el más fecundo proveedor de materiales de fermento para la cultura filosófica; un hombre en rebeldía, como lo llamó Camus, un hombre que hace en su persona entera el experimento de ensayar otras formas superiores e inéditas de vida” (Martínez Estrada: 1967).

     Nuestros aprendices de escritores, trovadores del conocimiento, aprenderán sobre gracias y desgracias en todas las rutas y calles y despausterizarán nuestros saberes. No se construye un estilo y un país, sino sobre abismos. El escritor sabe que no hay descanso en la comprensión. Y una mirada agotada no ve nada. Ese cansancio produce una ceguera que lleva a la entrega o al apresuramiento para salir de una situación: la posada del ojo.

     Los especialistas en educación nos dicen que los resultados educativos, nuestra capacidad para leer y escribir por ejemplo, están relacionados con una situación social del país que se deteriora crecientemente. No es cierto. Es sólo otro prejuicio de las ciencias sociales siempre defendiendo al buen salvaje. Ya que ésta es la situación social presente también en el mundo desarrollado. Y los jóvenes docentes enfrentan el riesgo de una educación donde la relación docente/alumno se quiebra porque se incorporan a la enseñanza y al aprendizaje universitario jóvenes con un universo cultural e utopías diferentes a los históricos de la universidad. Y aplicar estímulos salariales en relación con resultados y rendimientos de las instituciones educativas sólo genera una hiperinflación y ficcionalización de los resultados. Los alumnos terminan aprobados por cuestiones sociales, ideológicas, económicas o derivadas de un marco de emergencia.

     Hoy los alumnos dejan de ser alumnos y ejercen reivindicaciones desde el lugar de los profesores. Todo mezclado en nuestro cambalache, con la desordenada ley enmarcada en un supuesto compromiso social. Las instituciones educativas tienen un problema muy serio que nadie parece querer enfrentar. Los estudiantes egresan sin rigor alguno. Y entran a la universidad como a un estadio de fútbol, sin ser examinados. No hay contención, dicen. Es mucha exigencia para los estudiantes, dicen. Yo creo que estos discursos están arruinando a nuestros jóvenes y a nuestra universidad. La universidad requiere cierto esfuerzo sistemático y disciplina que los nuevos sectores que la habitan no quieren practicar.

     Sarmiento hombre político, hombre de letras, interdisciplinario, pensó al Estado como obra de arte. Yo propongo estudiar el terreno literario argentino e iniciar nuevos viajes de diagnóstico a lo Bialet Massé, con una nueva politica y sensibilidad románticas encaminarnos hacia la creación de nuevas instituciones. La diseminación de la educación literaria es peligrosa sin un claro propósito de esa educación, decía Alberdi.

     La capacidad de leer representa la base misma de una educación intelectual. Aprender a leer no es sólo un episodio de la niñez sino una condición para la independencia intelectual, política y económica,  y para la adquisición de valores (palabra que hay que recuperar de la dictadura). Tal vez sea el tiempo del regreso de los payadores, los viajeros patagónicos (ahora de la Patagonia hacia las grandes urbes, Kirchner es un ejemplo) y los exámenes de ingreso (que ya no sea un privilegio de la dictadura). Así nos pondremos a estudiar. El país lo necesita.


Obras Citadas

Adorno, Theodor (1983). Teoría estética. Buenos Aires: Ed. Orbis.

Borges, Jorge Luis (1989). “Pierre Menard autor del Quijote” en Obras Completas 1923-1949.

            Buenos Aires: Emecé.

Cortázar, Julio (1984). Rayuela. Barcelona: Bruguera.

Martínez Estrada, Ezequiel (1967). En torno a Kafka y otros ensayos. Barcelona: Seix Barral.

Moyano, Daniel (1981). El vuelo del tigre. Madrid: Legasa.

Von Trier, Lars (2003). Dogville. Vancouver: Lions Gate Films.

viernes, 22 de agosto de 2003

Animales y literatura


Oxen that rattle the yoke and the chain of halt in the leafy shade,
What is that you express in your eyes?
It seems to me more than all the print I have read in my life
W. Whitman, Song of Myself, lines 235-236.

Joyce’s first question when I had read a completed episode or when he had read out a passage of an uncompleted one was always: “How does Bloom strike you?” Technical considerations, problems of Homeric correspondence, the chemistry of the human body, were secondary matters.
                                                                              Frank Budgen, James Joyce and the Making of Ulysses.

Lo salvaje tiene una resistencia natural a ser incorporado al arte. En el caso particular de la literatura, esa resistencia es clara en escritores como Flaubert o Tolstoi quienes dudaban lo suficiente de sus artes. Sus cuerpos animales eran vividos como un obstáculo para sus obras que sólo podían producir bajo una especie de tortura. 

Los animales conocen el mundo de una manera que los animales humanos no podemos fácilmente penetrar. En ese sentido puede pensarse una literatura como experiencia que representa un escape de las conceptualizaciones y la comprensión. Esta literatura respetaría los efectos emocionales de lo literario regresando a lo que John Eccles llamara la “mente animal”.[1]

Insistimos en creer en la imposibilidad de una literatura animal. Pero eso podría también ser antropocéntrico. La búsqueda de un sentido literario en los animales  requiere, sin embargo, un grado de antropomorfismo que se halla en tensión con el reconocimiento de los animales no humanos en la cultura o con el reconocimiento de una cultura animal. Para iniciar este camino, Margot Norris señala a Darwin como el fundador de lo que ella llama la “tradición biocéntrica”, en la cual puede decirse que los escritores escriben “con su animalidad hablando” (Norris 1).

El universo biocéntrico parece ser silencioso y su ontología es inaccesible a la inscripción literaria. Pero Margot Norris también argumenta que en la tradición biocéntrica la mimesis “es la marca negativa, la marca de ausencia, castración y muerte, una visión que requiere que los artistas reevalúen el estatus ontológico de sus medios como ser negativo, como mero simulacro de vida” (5, mi traducción).

En Beasts of the Modern Imagination explora la crítica del antropocentrismo desde los escritores “bestias”: aquellos cuyas obras constituyen gestos animales. Este es el primer tipo de “escritura animal” que me interesa: un grupo de escritores que han sido creadores “en tanto animales”. En segundo lugar me interesa la utilización de los animales como narradores que recobran su animalidad en un universo antropocéntrico. ¿Cómo hacer esto desde una perspectiva zoocéntrica que ponga a los documentos literarios en guerra consigo mismos, contra el arte y la representación? El arte biocéntrico es estimulante pero no persuasivo: un arte como el del mono de Kafka en “Informe para una academia”, desde el vientre, un arte del vientre más que un arte de la mente.

Por una parte, los animales son atractivos para la mente simbólica. Los escritores descubren nuestra interacción con el mundo animal y la bestia invade sus mentes. Los animales asumen así una función simbólica expresando urgencias escondidas de la sociedad. Por el otro lado, hay relatos que constituyen un gesto “bestial”, ejemplos de documentos antirepresentacionales. De un lado, los humanos integran a los animales en sus sistemas de representaciones. Pero, por otro lado, los animales tienen su propia historia.

Friedrich Nietzsche consideraba su escritura como un gesto bestial. ¿Pero cómo deberíamos leer documentos que huyen del sentido y la autoridad? Esos textos nos fuerzan a leernos a nosotros mismos, a escuchar a nuestra propia bestia. El acto animal es la búsqueda de un lenguaje que se fusiona con sonidos y gestos animales y que deja a la naturaleza hablar por sí misma. Nietzsche, Heidegger y Deleuze son en este sentido referencias filosóficas fundamentales para una teoría del arte y la literatura animales.[2]

¿Pero por qué interesarse en estas literaturas animales? Para testimoniar heridas olvidadas, para escribir sobre el desastre de estar escribiendo en vez de estar, por ejemplo, bailando una danza con los animales que hemos desterrado de nuestra humana condición y, consecuentemente, de lo que de ellos está en juego en la literatura.              

¿Cuáles son las consecuencias de no prestar atención a esta ceguera, de no ver las literaturas animales, de no escuchar las palabras animales que mueren a cada segundo? Se trata de otras literaturas perdidas, esas que solo podemos ver en sus sorpresivas apariciones en ciertos animales literarios o literaturas animales. Hay libros y autores que han expresado en sus escrituras una cierta “animalidad” en juego, intentando a través de ellas un acercamiento a los animales. Hay también una literatura animal perdida, “latente”, no escrita. Esta literatura “imposible” puede ser pensada a través de la literatura que sí existe: libros animales y escritores que han pensado la “animalidad” en la literatura.

¿Qué significa escribir sobre literaturas animales y sobre la misma posibilidad de hacerlo? ¿Es posible llevar a cabo una historia intelectual de los animales? Tal vez no si estamos en búsqueda de un concepto y un máximo de sentido. Es realmente posible si buscamos un pathos y una resonancia. ¿Cómo lidiar con el quidam, el otro en blanco, el que no ha escrito nada, “no dice nada”, “no dirá” y “no ha dicho”, o con aquellos como Sem Tob o Tolstoi usando el verso y la prosa artística para denunciar la poesía y anunciar sus retiros?

El conocimiento es también la producción de lo diferente, lo inexplicable, la contrateoría. Está también basado en paradojas, cruces de caminos, quimeras, que muestran un mundo de senderos que se bifurcan abiertos desde una discontinuidad, un hecho inusual o cerrado como, en nuestro caso, una literatura exclusivamente humana.

Es necesario por ello evitar lo que Edgar Morin llamó “los caminos fundamentales del pensamiento simplificador”: idealizar (creer que la realidad sólo puede pertenecer a las ideas); racionalizar (intentar clausurar la realidad en el orden y coherencia de un sistema, prohibendo todo flujo fuera del sistema, justificando la existencia del mundo con un certificado de racionalidad); normalizar (eliminar lo extraño, lo irreductible, el misterio).

Entonces se trata de interrogar a la crítica literaria en sus fundamentos y dirigirnos hacia aquel dominio donde la palabra está prohibida (Adorno, TE 270). ¿Pero cómo puede el animal ser hablado? Marie-Christine Lala analiza estrategias de escrituras transgresoras que revelan una negatividad radical en las narrativas de Bataille, dado el rol que éste dio al otro excluído, la part maudite.

El problema es como no repetir el gesto de excluir el animal que constituye nuestra historia y encontrar un lenguaje diferente de la razón, que administra y reprime lo imposible, y diferente de la ciencia, que transforma a los animales en objetos con los cuales ningún diálogo es posible. Nuestra ambición “imposible” sería “decir el animal”, abrir nuestros oídos a todas esas literaturas privadas de expresión y en cuya omisión un “canon” más profundo estaría fundado. ¿Cómo podemos devolverles a los animales su derecho a hablar? Mientras se rechazan discursos sobre lo animal, ¿cómo “anunciamos” el discurso de la animalidad? ¿Cómo podemos formular un lenguaje que cae antes de alcanzar su formulación? Si la pregunta sobre literaturas animales no puede ser hecha en el lenguaje, si no podemos leerla sino cuando ya se nos ha escapado, no es porque la pregunta no pregunte. Pregunta en algún otro lado.

Por supuesto que las “literaturas animales” no existen. Pero los escritores bestiales y los libros animales son nuestros accesos a esas literaturas. La cultura no puede descansar sobre las espaldas de los animales no humanos y, a su vez,  los animales no humanos son sujetos que demandan atención y nos llaman a atrapar el misterio que guardan en su mirada.

Estos escritores construyen una cierta hostilidad hacia el arte y la filosofía en sus obras de manera tal que el pensamiento pueda actuar como lo hace la vida. Introducen la animalidad como una fuerza positiva liberada de interpretación y evaluación. Pero no se trata solo de los escritores: la animalidad es una experiencia que todos podemos tener, una conducta a la que podemos rendirnos, una identidad. Sin embargo, ¿por qué los escritores se molestan en escribir una historia animal?

Oponiéndose a Descartes, Rousseau atribuye a los humanos una cualidad esencial: la piedad. Y su pensamiento se desenvuelve desde un principio de identificación con animales, un espacio desde donde aprender más que algo a ser meramente estudiado o explotado.

Los animales revelan una carencia fatal en la representación cultural humana. Como víctimas, constituyen una amenaza situada en las mismas raíces de la civilización. La lucha entre la cultura humana y los animales es un terreno de análisis en la ficción animal.

En Moby Dick, la larga ausencia de la ballena blanca de la narrativa constituye una presencia que la civilización ha ocultado de la conciencia. Después de Darwin, los animales subvierten las creencias convencionales y nos abren las puertas a materiales culturales no reconocidos. Norris sostiene que los animales se volvieron importantes para Kafka “porque la radicalidad de su visión ontológica requería un sitio negativo de narración, el sitio del ser animal” (133). Los animales existen así como una ausencia que el arte no puede representar completamente.

Los animales victimizados en la ficción son uno de los orígenes de la antipatía hacia la civilización. Los seres humanos se ven depreciados cuando los autores invocan la plenitud del ser animal. Y las víctimas animales invocan la profundidad de la desposesión en los seres humanos.

Nos gusta ver el efecto de los animales en nuestro pensamiento en tanto y en cuanto estos no desafíen su instrumentalidad como mediadores culturales. Los animales representan un desafío a la -en apariencia- omnipotente cultura. Enfrentan los artificios conceptuales que intentan subyugarlos y también rechazan la incorporación a nuestra cultura, que se siente incómoda observando un lenguaje animal. Y cuando el lenguaje comienza a tomar en consideración experiencias internas animales sospechamos que sabemos más sobre nosotros mismos que sobre los animales en sí. Esa paciente y resistente energía inexpresada en los animales salvajes desafía la capacidad del cuentista para ir más allá de la cultura, superándola y dejando hablar a la naturaleza. Los animales son una arena para la batalla, un escenario para el diálogo, entre la naturaleza y la cultura.

Flaubert podía sentir la silenciosa realidad de los animales y luchó para encontrar palabras para aproximarse a esa realidad. El silencio animal puede actuar como una barrera y la mirada del animal recordarnos que somos los únicos que hablamos. Oradores mudos, podrían hacer un poema del universo antes de volverse carne. En su misterioso silencio escribimos sobre ellos.

El ataque al antropocentrismo es un requisito para liberar a los animales de la explotación estética a la que están sometidos. Liberados del servicio conceptual, las víctimas animales podrían generar un impacto emocional. Si las víctimas animales son solo una herramienta literaria usada para un fin cultural, entonces el significado sólo sería humano y no animal en su origen y, por lo tanto, una nueva imposición sobre los animales.

Como un ejemplo final, recordemos que tanto Flaubert como Kafka consideraban que íntimamente luchamos para ser seres humanos, mientras se veían a sí mismos como animales enajenados o en algún tipo de extrañamiento. De esta manera, podría no haber ni excusa para que las humanidades y las ciencias sociales evadan el desafío de nuestra propia animalidad o para excluir la reflexión sobre lo que significa esta animalidad en la labor literaria.

Bibliografía
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Budgen, Frank           . James Joyce and the Making of Ulysses. Bloomington, Indiana U. Press, 1960.
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            Lawrence. Baltimore: Johns Hopkins University Press, c1985.
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[1] See Eccles, John C. Neurophysiological basis of mind: the principles of neurophysiology. New York: Garland, 1988.
[2] Heidegger, for instance, refers also specifically to animals in his essay on Rilke, where he explores the convergence of animal and poetic intuitions of Being.