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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

miércoles, 25 de octubre de 1995

La musa de la mala pata

"Y las ciudades, como las prostitutas, están enamoradas de sus rufianes y sus bandidos".

Roberto Arlt, Los siete locos

En el reino de la materialidad, el goce es el de la comida y el sexo. La denuncia no podía sino ser anónima, las preocupaciones familiares y los billetes falsos. Nicolás Olivari publicaba La musa de la mala pata en 1926. Una pata fea donde lo alto y lo bajo se entrecruzan, el banquero y la prostituta de las fiestas. Como en Royal Circo de Barletta, las mujeres cargan con el peso mayor. La amazona se acuesta con el director del circo y el equilibrista, para no caerse, entrega a su pareja: "Yo no tengo la culpa de que ella tenga que venderse para vivir". En la gran vidriera de Duchamp se desvaloriza el "objeto parcial" de Freud: seno materno, excremento -en este caso su par metafórico: oro. Su voluptuosidad es más lúdica que erótica, parodia de la reproducción, una transgresión más que un diálogo de los cuerpos. Y para su legitimación el pretexto de un jugador de naipes que, simulación mediante, crea una honra. Se puede realizar lo peor y reclamarse honrado. Porque la honra es la protección de un linaje, una propiedad, un poder, según bien lo veía Hegel. La honra es el pretexto del dinero hecho vapor, tarjeta de crédito. Es la escenografía del interés despojado de sociabilidad por su "gratuidad". Teléfono celular mediante, la delación, quizás la traición o el resentimiento de una disputa fálica y primitiva. Un flash en las vísceras de nuestra sociedad. Una cena desnuda. Un rockero encantado. Se dice que no había mujeres y es que la mujer es menos que cero en la cueva del chancho. Posiblemente fueran simulaciones de realidad virtual, hipermujeres de la bioestética. ahora lo importante para estos cuerpos sitiados es tener influyentes, lectores aviesos de la fuerza y la seducción tendidos sobre nubes, lagartos orgiásticos que saben desembarazarse. ¿Por qué fisgonear? Más allá de la necesidad social de víctimas a devorar, la mirada al menos posterga imaginariamente el anhelo de Cándido de no temer ningún inquisidor, nadie que pregunte... ¿viste? Y eso es lo único que incomoda: el otro. No la servidumbre de un cuerpo-depósito, sino los jirones de una voluntad. 

domingo, 8 de octubre de 1995

Elías Canetti: Masa y Poder

Todo sucede dentro de un solo cuerpo que ansía crecer, descargar, destruir, explotar. La masa es una fortaleza sitiada, paranoica, religiosamente domesticada, en donde reina la igualdad absoluta entre quienes aman su propia densidad y sus metas, rítmicamente, en la penumbra, persiguiendo o huyendo, en las fiestas y los cementerios, y en sus propios símbolos: el fuego, el mar, la lluvia, el río, la selva, el trigo, el viento, la arena y los montones.
También describe Canetti lo que llama las mutas de caza y de guerra. Todos estamos allí, asesinos a escondidas, lamentadores multiplicantes en busca de una comunión interna y silenciosa en medio de la guerra, con religiones que suprimen las distancias obligadas, lentamente. Las naciones y, por tanto, la Argentina entre ellas, tienen sus propios símbolos de masa: los ingleses, el mar; los holandeses, el dique; los alemanes, el ejército o, lo que es lo mismo, el bosque en marcha; los franceses, la revolución; los suizos, las montañas; los españoles, el matador; los italianos no lo tienen a fuerza de querer imponerse uno; los judíos, la muchedumbre que cruza años y años por el desierto.
Las masas son inflacionarias, con el placer voluptuoso del número que crece de golpe, devaluando, en algunos casos para llegar a la autodestrucción. Asir, incorporar, manías destructivas y supervivientes pasionales, poderosos que se salvan y aversión de los poderosos a los que se salvan, a la sucesión. Los muertos también peuden ser supervivientes de masas que cayeron en epidemias, batallas, suicidios masivos.
Fuerza y poder. Rapidez de dar alcance o de agarrar. El secreto diluído en las democracias en las que todo se va en palabrerío. Nos place enjuiciar, huir en masas palpitantes a la espera de órdenes, de caballos, de flechas, de emasculaciones religiosas, esquizofrénicos, trozos desprendidos de masa, signos del comportamiento colectivo y del poder.