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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

domingo, 29 de noviembre de 1987

Ideología, lenguaje, poder

La ceca de un río brillante, ansioso de voluntad pero de recatada perfomance, se refleja en ese constructo social global que es la cultura mediante un sistema de signos estructurado y organizante: el lenguaje. La praxis, lo subjetivo, lo particular, se realizan en el mismo tanto como lo social, el futuro y el pasado. Si soy lenguaje no acabado, si soy constructor/construido en forma simbólica soy también un pedazo, un trazo: estoy vivo. Si, además, pretendo "hacer" ciencias sociales soy ante todo ideológico/constructor de ideologías, científico/precientífico, subjetivo/objetivo. Interactúo, me acuerdo y me vuelvo a olvidar. Escribo y borro. Lenguaje y acción linguística.

De esa manera intercambiamos padres por sujetos en la modernidad, y lo "bueno" por mujeres en la postmodernidad, economía empirista por fonemas whorfianos, mensajes verdaderos por información sesgada, lenguada, recortada por el significante. La creencia ideológica pasa a ser cuerpo presente de no-proyectos coherentes: de lo molar a lo molecular, de la falsa conciencia a los umbrales temblorosos de la biología. ¿Y entonces qué? ¿Qué resta hacer para justificar existencias?: Justificar epistemologías e ideologías nuevas. De lo contrario, se justifica y legitima la tecnocracia (Gouldner). ¿Puede haber un poder no ideológico? Si nadie abandona las ideologías, ¿cómo se puede, a la vez, dar superioridad moral a lo ideológico? (invierto la inversión y leo a Alfonsín a partir de Rico): "cuando miras mucho tiempo a un abismo luego éste mira dentro de ti" (Nietzsche). Mi palabra diseña inevitablemente un cuadro fotogenético de ciertos movimientos no instruyentes pero no menos comunicanes: signos, partes inseguras, pensamientos censurados. 

Y, mientras tanto, el poder normaliza en el discurso, en la verdad, en la moral, no en los aparatos de Estado, no en el mentiroso canal de TV, sí en los eslabones, en las esquinas, en las latas de paté, en mi conciencia sexual. Por todo ello: ¿cómo separar ideología y ciencia? ¿Cómo separar ideología, lenguaje y poder? Lo nómade por ello no reduce circunstancias irreductibles al lugar del emisor/receptor. Lo nómade se cae, se enloquece, se mata: se des-sedentariza sedentarizándose. Y no podría ser de otra manera puesto que "los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje" (Wittgenstein) cosa que, como demostrara Von Bertalanffy en "Teoría General de Sistemas", los esquimales y los hopi no lo saben muy bien...Es que finalmente, cuando las papas queman, prima el consenso entre quienes interactuan linguísticamente aunque no haya criterios "objetivos" de significación, aunque se opere con buena o "mala fe".

El lenguaje, la ideología, esas máscaras enmascaradas eternamente funcionan natural/antinaturalmente. ¿Pero cómo conservar un rostro repudiando la vieja máscara del poder, aquella que esconde, qeu oculta/muestra la angustia, que reproduce el pánico colectivo, que posee función institucional, que enmascara lo cotidiano? Nadie está por fuera de la creencia, del lenguaje, del sentido. No hay, por lo tanto, aprehensiones sino descripciones tantas como observadores posibles, lo que hace también a cualquier análisis del poder ser interpretativo: la explotación no la vemos, la deducimos como otra persona podría deducir relaciones normales de trabajo. ¿Una teoría o la otra? Allí, en ese terreno, es donde actuará entonces la ideología, organizada por el lenguaje y contructora de ese mismo lenguaje. ¿Por qué creen que Gramsci se resistía a la creación del esperanto? Disolver la lengua es disolver el sujeto, es disolver una cultura. También en las diferentes lenguas se juegan problemas de hegemonía, diría Gramsci. La política y el poder no son ajenos al problema del sentido, que se expresa en un lenguaje: es una concepción del mundo, una cosmovisión la que se expresa. 

Abrir las relaciones de poder, romper con la noción de sujeto-idea-representación, es la gran tentación. pero para ello es necesario saber como interviene la ideología en la constitución de un sujeto social, suponiendo que en su código genético no haya nada esencial que lo devele. La ideología no es algo exterior con que se llena a un sujeto ya dado sino que es también un modo de producción del sujeto. Así como el lenguaje, también constituye al sujeto. No es que se pueda tener o no tener lenguaje o ideología. Somos en tanto tenemos lenguaje e ideología. Se es lenguaje, se es ideología. No constituyen fuerzas que se imparten sobre algo sino que están constituyendo ese algo. Y aquí: ¿sólo interviene el plano de la conciencia? Si así fuera, todo sería cuestión de saber o no saber. Pero también interviene en la constitución del sujeto la dimensión inconsciente. El no saber del inconsciente es, en este terreno, tan importante como el saber del consciente. 

Entonces: ¿Cómo vamos a pensar el problema del poder de un modo no exclusivamente cognitivo, cómo vamos a pensarlo si no hay sustancia a representar, fundamento a representar? ¿Cómo, si sostenemos la no-existencia de una esencia fuera de las relaciones sociales? Dios, si bien ha muerto, aparece siempre en forma de fantasma con distintos nombres. Y aquí entramos en el tema de la relación entre lo ideológico y lo imaginario: la fantasmática. Con los aportes del psicoanálisis y la linguística, la ideología, operando en el discurso, intervendría en la constitución del individuo. "El inconsciente vive en el lenguaje", nos decía el benemérito y no lacanizado Lacan. Así, la "sustancia" a representar se aparece bajo el manto del pragmatismo de los realistas: la ilusión del diccionario deja de lado el problema del sentido en su relación con el sujeto. 

La relación imaginaria que se establece así entre las palabras y las cosas es una relación especular, simbólica, en la que no podemos diferenciarnos nosotros de la imagen. La constitución del yo se adelanta en la imago hasta que interviene el plano de lo simbólico marcando una diferencia. Y pensamos todos estos problemas porque, finalmente, hay una necesidad de identificaciones totales cuando opera el lenguaje: de allí las apelaciones sociales a una totalidad, a un orden pleno, cerrado. 

El lenguaje es el discurso más estricto. No hay práctica social sin lenguaje y el lenguaje es una práctica social en sí misma, autosuficiente, y una práctica social cambiante, heterosuficiente, ya que no hay práctica social sin ideología, sin relaciones de poder.

El lenguaje es acción que incide sobre el mundo. Wittgenstein veía el lenguaje como una ciudad antigua que crece. Reemplaza la idea de "función del lenguaje" por tipos de actividades discursivas que accionan, ejercen transformaciones sobre el mundo. El concepto de "redes abiertas" nos habla de discursos no cerrados, que nunca producen un solo efecto ni tampoco producen cualquier efecto: ¿Qué dirían al respecto Horkheimer y Adorno? 

La ideología está entonces en todos lados. No hablemos aquí más de ella. Es tema de difícil predicación. Y el poder no está en ningún lado. Se puede ver como aparece en nuestras mentes mirando "aquellas pequeñas cosas", pero lo unificador no existe por sí. Un lindo ejemplo de relaciones entre ideología, poder y lenguaje lo encontramos en las mujeres quienes han sufrido y sufren aún exclusiones discursivas, desvalorizaciones, exclusiones corporo-legales y religiosas: "Dios es masculino", habría dicho su Santidad Juan Pablo II, dándome la razón. Y las mujeres, como buenas amas de casa, en excelentes estrategias autodefensivas, "nos sirven la mesa". God bless you, Mary Douglas.