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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 14 de diciembre de 1989

La movimientos barriales y de pobladores en América Latina

Sumidos en las profundas crisis socioeconómicas que sufren los países latinoamericanos en proceso de transición a la democracia, los sectores populares reivindican en muchos casos una política económica estatal defensora del empleo y del nivel de vida, la cual se vuelve hoy imperiosa sobre todo en las áreas urbanas. Las luchas tradicionales de los actores populares se ven ampliadas y complejizadas por el declinante rol del Estado como prestador de servicios públicos y por la presión del desempleo. Estudios recientes llevados a cabo por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales -CLACSO- en colaboración con la UNESCO, calculan, por ejemplo, que en Perú el desempleo, que es del 10% a nivel nacional, aumenta al 16% en las áreas urbano-populares, en donde viven alreededor de tres millones de personas. En el caso de Chile, los niveles de cesantía entre 1975 y los comienzos de la dŽcada del '80, pasaron desde el 6-7% al 25-30% hasta alcanzar un alarmante 80% en algunas poblaciones. De esta manera, con la declinación de los modelos redistributivos e integradores, asistimos en la región a procesos cada vez más agudos de exclusión y diferenciación sociales.

 

Pero las demandas de los sectores populares no son sólo económicas: en algunos casos, también, se pretende una mayor participación en los procesos de toma de decisiones políticas y una ampliación de los espacios de representación vigentes. El surgimiento de demandas múltiples de representación significa, en alguna medida, un cuestionamiento y crítica del modo de representación política, una crisis de la historicidad industrialista y su reemplazo por una multiplicidad de nuevas prácticas colectivas segmentadas. Estos nuevos movimientos barriales rompen de alguna manera el monopolio de la representación social en manos de los actores partidarios, a la vez que se perfilan demandas de participación social también en el plano institucional. Esta irrupción de acción popular forma parte, entonces, de un fenómeno de politización de la vida cotidiana, como parte de una respuesta, entre otras cosas, a la crisis de los sistemas tradicionales de representación sindical y política, y a un Estado cada vez más excluyente.

 

Este incremento de las demandas y presiones, que se extiende a todos los actores sociales, adquiere características distintivas en el caso de las organizaciones barriales que tienen por fin solucionar problemas centrales de la subsistencia humana en áreas tales como la salud, la alimentación, la educación y la vivienda, o incluso la recuperación y mantenimiento de un determinado nivel de vida. Las demandas reivindicativas puntuales van dando lugar a la percepción de que las instituciones estatales no resultan garantes de la satisfacción de dichas necesidades.

 

Estas experiencias de organización popular urbana constituyen estrategias de supervivencia de características sumamente heterogéneas y discímiles: luchas de asentamientos por vivienda y legalización de la tenencia de la tierra, luchas por el suministro de servicios sanitarios, agua, cloacas, luchas contra la carestía de vida o por la negativa al pago de impuestos excesivos, caceroleos, luchas por la obtención de servicios de transporte, ollas populares, paros cívicos, cooperativas de consumo para lograr abastecimiento básico de alimentos, movimientos de pobladores, agrupaciones femeninas por el suministro del "vaso de leche" a los niños, servicios de salud populares, movimientos ecologistas contra la contaminación del medio ambiente y contra el despilfarro de recursos no renovables, etc.

 

Estas formas de organización popular son también heterogéneas en su misma composición interna: en la mayoría de los casos se definen como "apolíticas" y su adscripción al terreno de lo político forma parte de una discusión teórica que revisa el concepto tradicional de "lo político": una nueva forma de vinculación entre vida cotidiana y política que modifica la lógica reivindicativa dominante dirigida al Estado "asistencialista" y "protector" que caracterizaba a las relaciones entre Estado y sociedad en la cosmovisión nacional-populista. En otros casos tienen una postura político-ideológica definida y niveles de alianza con el movimiento sindical.

 

Estudios realizados por CLACSO han analizado el comportamiento de estos actores sociales contribuyendo al conocimiento de una nueva realidad social, tal vez no muy difundida para el gran público: los movimientos barriales y de pobladores.

 

En muchos países, las consecuencias más graves de la crisis se evidencian, como decíamos antes, en el aumento de las tasas de desempleo en las áreas urbanas, ligado este fenómeno a un crecimiento exponencial de la población perteneciente a sectores populares que habita en las ciudades. De allí que los partidos políticos, atentos a este desarrollo, muestren interés por los sectores populares de estas zonas debido al peso electoral que representan. En el caso de Chile, por ejemplo, el porcentaje de la población urbana sobre el conjunto de la población pasó, en cincuenta años, del 50% a más del 80%. A este fenómeno, común a la mayoría de los países latinoamericanos, lo acompaña un proceso de agudización del deterioro de las condiciones de vida en los centros urbanos. En Santiago de Chile, en donde está ubicada más del 40% de la población urbana chilena, se calcula que un tercio de la ciudad, es decir más de un millón y medio de personas, viven en poblaciones, campamentos y habitaciones precarias. En Argentina, según los últimos censos poblacionales, alrededor del 30% de la población habita en condiciones que se sitúan por debajo de los niveles mínimos de bienestar.

 

Por ello encontramos como ejemplo de las nuevas formas de acción social a las reivindicaciones por un lugar propio donde vivir que llevaron, entre otras cosas, a importantes ocupaciones de tierras sobre las que más tarde reclamaban una legalización. Este fenómeno fue particularmente relevante en las décadas del '60 y '70. El desarrollo de planes de vivienda orientaba entonces las reivindicaciones urbanas de los sectores populares hacia el Estado. Así emergerán patrones de cogestión entre el Estado y las asociaciones locales impulsando, como en el caso chileno, la creación de redes de organizaciones vecinales que canalizasen la participación de los pobladores y satisfacieran algunas de sus necesidades básicas. De esta manera, bajo el gobierno de la Unidad Popular, por ejemplo, los Comités de Adelanto y Juntas de Vecinos funcionaban en muchos barrios de Santiago como verdaderos Ministerios populares. Se estima que las organizaciones de pobladores agrupaban en el país alrededor de un millón de personas en 1973. En otros casos se buscó satisfacer las demandas de los pobladores a través de la creación de organismos estatales específicos como el SINAMOS, la Oficina Nacional de Movilización Social, que operó en Perú bajo el gobierno de Velasco.

 

En suma, de esta manera los movimientos de pobladores adquieren algunos derechos sociales reconocidos y consagrados legalmente por los poderes públicos, y logran así fortalecerse.

 

Si bien el Estado ha actuado frente a estos movimientos con una lógica política que ha sido caracterizada como "clientelista" y "asistencialista", también es cierto que uno de los resultados de estas políticas de fomento fue el crecimiento de organizaciones populares que comenzarán a lograr, paulatinamente una mayor autonomía de la tutela estatal.

 

En realidad, las modalidades de relación con el Estado adoptarán variadas formas: desde una estrecha colaboración hasta la germinación de tendencias anti-estatales. Estas dos orientaciones se manifestarán claramente en los gobiernos locales que se convierten en escenarios privilegiados de la mediación de las relaciones entre dichos movimientos sociales y el Estado nacional. En este sentido, se reconoce a la denominada "Comunidad Autogestionaria de Villa del Salvador", situada en el Perú, como uno de los casos más representativos y conocidos de una política municipal que apela a la participación popular. Allí, la movilización de cien mil madres de familia organizadas en más de siete mil "comités del vaso de leche" permitió a la Municipalidad distribuir un millón de vasos de leche entre niños de hasta dos años de edad, ocupando sólo veintinueve empleados públicos en lugar de los mil que esta operación hubiera demandado en caso de hacerla a través de los canales burocrático-administrativos normales.

 

De esta manera, el ámbito local aparece como el más factible para producir un acercamiento entre el Estado y la sociedad. El hecho de que las experiencias más exitosas de participación y gestión local compartida no se multipliquen masivamente pone de manifiesto la difícil convergencia de requisitos político-organizacionales y económicos para una acción de esta naturaleza y la también harto dificultosa articulación entre los niveles locales y centralizados de la política.

 

Resulta así clara la necesidad de un ámbito de articulación política entre las entidades de base y los municipios. Participando directamente en la gestión y dirección de experiencias de este tipo, los movimientos populares involucrados en estas acciones impulsan un proceso de democratización de la sociedad política al lograr que el Estado democrático recoja y canalice institucionalmente parte de sus demandas lo que, por otra parte, suele generar temores y resistencias en el mismo Estado.

 

Esto último se manifiesta en la progresiva tendencia por parte de este último a controlar y restringir la dinámica participativa impulsada por el tipo de acciones anteriormente mencionadas. Esto se revela, a veces, en la disminución de los recursos otorgados a los municipios. En el caso de Perú, por ejemplo, durante el gobierno de Belaúnde, los municipios alcanzaron únicamente el 4% del gasto público, frente a un promedio del 20% de otros países de la región.

 

Así es que  en ocasiones el fortalecimiento del "particularismo local" de los municipios se ve impulsado por los mismos poderes públicos centrales, descargando sobre el voluntarismo participativo comunal tareas que eran responsabilidad del Estado, disminuyendo la inversión pública y desvinculando lo local de lo nacional, lo social de lo político, limitando el desarrollo de procesos reivindicativos que puedan trascender los microcosmos sociales.

 

Por otra parte, las relativas carencias de los movimientos sociales urbanos referidas a demandar una institucionalización renovadora de la representación social y/o perfeccionamiento en el sistema de representación política parecen pagarse mediante una limitación en la capacidad de transformación histórica.

 

Habida cuenta de lo dicho, los actores sociales parecen estar sometidos a tres tipos de tensiones, a saber:

 

a) necesidades crecientes de bienes de consumo colectivo e incapacidad del Estado para satisfacerlas;

 

b) una necesidad de un camino de integración con el Estado-Nación expresada a través de movimientos nacional-populares versus la tendencia creciente a la crítica de dicha representación.

 

c) una búsqueda de factores de integración social versus la tendencia sistémica brutal a una exclusión.

 

Las tensiones recién enumeradas pueden sintetizarse en este caso en una contraposición entre ciudadanía social y ciudadanía política. De allí que un gran interrogante frente al que se hallan estos movimientos sea el siguiente: ¿Cómo redimensionar la acción social en la política?

 

Sintéticamente, podemos clasificar sus estrategias en cuatro tipos:

 

1)    Formas de organización que aún se dirigen hacia el Estado (básicamente a través de sus representantes municipales), cuyas demandas se orientan hacia el municipio y los gobiernos provinciales.

2)    Formas de movilización menos institucionalizadas que surgen más espontáneamente, ante coyunturas generalmente críticas y que dirigen su mensaje a la opinión pública como forma de presión siendo más expresivas que las anteriores.

3)    Movimientos que crean opciones autogestionarias de producción y abastecimiento y que han abandonado al Estado como interlocutor y como posible y necesario garante de la prestación de servicios.

4)    Finalmente, un tipo de organización ligado a luchas más bien culturales y netamente expresivas y simbólicas.

 

De acuerdo a las investigaciones realizadas podría decirse que, más allá de que las actividades de los movimientos barriales y de pobladores se hallan presentado o no como alternativas a las desarrolladas por el mismo Estado, la nueva escena democrática y la agudización de la crisis económica en la región llevan a ampliar y a cuestionar, al mismo tiempo, su campo de acción.

 

El desafío planteado en esta etapa para estos movimientos es, entonces, el de continuar desarrollando una acción que logre contribuir al proceso de democratización del Estado y del sistema político, o sea, un proceso de construcción efectiva de la democracia social y política, sin perder sus autonomías, base fundamental de su identidad y de sus potencialidades para obtener reivindicaciones o para resolver por sí mismos determinados problemas. Estos movimientos no son sólo "síntomas de resistencia a la dominación", sino que pueden gestar una exitosa trama socio-productiva y de gestión en un espacio dado, alimentando las experiencias de resolución de necesidades en nuestras sociedades.

viernes, 8 de diciembre de 1989

La mujer y la violencia invisible. Eva Giberti/Ana maría Fernández (comp.) Sudamericana, Bs. As., 1989



¿Cómo hablar de "lo invisible" sin desvirtuarlo, es decir, sin volverlo visible, por lo tanto, sin hablar y, a la vez, poniéndolo "a la vista"? Diferencia y subjetividad femenina son los ejes de esta reflexión que aquí está así, en un libro, "a la vista". La violencia invisible, constitutivamente, vuelve inferior lo diferente por lo desigual. ¿Quiénes les han dicho a las mujeres lo que ellas son? ¿Por qué escucharon con el ombligo? Desnaturalizar se vuelve, para las autoras, la tarea primordial: volver a poner nombres a las cosas: actuar.

Este libro busca ser interdisciplinario a pesar del sexismo disciplinador (paradoja doble, puesto qeu todas las autoras son mujeres), del alambre de púas campestre para pensar tensiones, focos, estrategias, resortes, entre el concepto y la pasión.

La "socialización en contra de la madre" no genera lo nuevo buscado, no elimina discriminaciones asentadas en mitos y creencias históricas: las brujas no han sido aún rescatadas de su creación por la inquisición y estas mujeres trabajan para ello, para dar a luz...una diferencia. Según Eva Giberti, aún se mantiene la ecuación imaginaria mujer-útero-madre.

La relación entre la pertenencia a una determinada clase social y las enfermedades y dolencias paritculares también se ve atravesada por esencialismos y es portadora de una autonomía imaginaria que la recrea con elementos comunes y diversos pero, ambos, dependiendo de un lenguaje masculino, un "objeto" de un "sujeto". Pero las autoras reonocen (o por lo menos una de ellas) que también es posible reivindicar la "indisponibilidad", la reclusión, el refugio antinuclear, el campo y las estrellas, como interpreta el citado M. Moia en "El no de las niñas".

Las escritoras desean evitar esencialismos, cuñas médicas, ansiolíticos, yerras y príncipes. Si el poderoso caballero, don dinero, es más...culino, la inseguridad vuélvese femenina, y la contraviolencia también invisible y material.

Si es invisible todo lo que no estamos viendo, y si no vemos que no vemos, y si no vemos que no vemos que no vemos, tenemos que empezar a ver, mujeres. ¿Voluntarismo? No creo. ¿Y si vemos pero no hablamos? Ven, pero no hablan, pero escriben. ¿Y si ver, decir, hablar, es la inevitable anulación del otro, la masacre de la cultura, también, un poco, quién sabe?

El silencio de Sor Juana, sin más, al decir de varias, era un modo de negarle autoridad al obispo. Ellas ya no saben mirarse en el espejo de "aquelas mulheres de Atenas" a las que cantara Chico Buarque.

jueves, 7 de diciembre de 1989

Cuando muere el dinero. Adam Fergusson. Buenos Aires, 1989.

"Der Kleine Gott der Welt Bleibt Stets von Gleichem Schlag"
"Und Ist so Wunderlich Als Wie am Ersten Tag".

Tan olvidados como este estudio sobre la inflación en la República de Weimar recuerda a los aspectos humanos. Si este libro no es un estudio económico es porque en la economía también los términos se devalúan. En Alemania todo era una locura de calles tristes como las de Greta Garbo, por un lado, y del desenfrenado jolgorio nocturno de los especuladores delirantes de millones, por el otro.

Si las personas no ven lo que quisieran ver, si la credibilidad de un Estado como el de Weimar se deteriora, Fergusson sostiene que no hay nada más obvio que un líder, que la imperiosa necesidad de un líder ante la irrelevancia consiguiente de la política y la consabida "maldad intrínseca" del "otro".

Confusión y desilusión, pesimismo y descontento, inseguridad más sentido épico generarán un antídoto, un antitodo, posibilidades de guerra civil, y el hecho de que nadie esté dispuesto a sacrificarse más por el Estado. La principal preocupación de los alemanes y austríacos de entonces consistía en comprobar día a día, hora a hora, la cotización del dólar mientras se generalizaban el miedo, la codicia y la corrupción: "Las viejas virtudes, como el ahorro, la honestidad y el trabajo habían perdido su atractivo; lo qeu pretendía todo el mundo era enriquecerse rápidamente, y los especuladores les estaban enseñando que era mucho más fácil conseguirlo comprando y vendiendo divisas, o acciones, que dedicándose a trabajar".

La ética salió hecha pedazaos pues para Fergusson "comer es más necesario que la libertad". Y sobrevino. Vino encima de uno. De más. Ni siquiera escucharon a Mirabeau, recordado por el autor, quien unos meses antes de morir pronunció su famoso discurso sobre la situación de las finanzas francesas: "La banqueroute, la hideuse banqueroute, est là. Elle menace de consumer vous, vos propiétés, votre honneur, et vous délibérez". 

sábado, 7 de octubre de 1989

Conversaciones sobre la ciudad del Tercer Mundo. V.V.A.A. Buenos Aires, 1989.



¿Cuáles son los caminos posibles para empezar a pensar la ciudad? Esta pregunta, sobre la cual los investigadores ligados al Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo-América Latina habián ya comenzado a reflexionar en Repensando la ciudad del Tercer Mundo y Repensando la ciudad de América Latina, es retomada aquí siguiendo estas premisas: a) Las ciudades del Tercer Mundo son, antes que nada, ciudades modernas, por lo tanto, excluyentes, segregadoras; b) la ciudad es construida por los actores sociales y c) es necesario aclarar el papel del Estado, los procesos de descentralización y el rol que juega el gobierno de la ciudad. 

En lo referente a la primer premisa, todas las transformaciones que se produjeron y ocurren en las ciudades del Tercer Mundo se hallan sujetas a una tendencia general de desarrollo socioeconómico de orden concentrador y excluyente en lo económico, político, social y territorial. Este esquema provoca la coexistencia de dos ciudades que se complementan: la "ciudad legal" y la "ciudad ilegal". La ciudad, entonces, es una y dos, una y muchas.

En cuanto a la segunda cuestion, las ciudades del Tercer Mundo se han ido construyendo mediante la articulaión de la acción del mercado y la acción estatal. Pero los exlcuidos de este juego comenzaron a generar comportamientos propios en relación a la construcción de su ciudad, conformándose así un mercado "ilegal" de construcción y comercialización de la ciudad. Según los autores, para los sectores populares habría actores invisibles en este juego, ignoran quiénes son las grandes empresas constructoras y los integrantes del sector financiero. La ciudad es un espacio de competencias: algunos actores sociales deciden dónde y cómo construir y es esa decisión la que acota el espacio urbano de los que no pueden elegir.

El Estado, como regulador de la actividad privada, como constructor de la ciudad, como subsidiador de sectores sociales, otorga actualmente al nivel municipal en la mayoría de los países de América Latina amplias atribuciones para cumplir u rol vital en la construcción de la ciudad que casi nunca puede ejercerse. Además, los planes de vivienda se vinculan por su parte con el crecimiento del sector de la construcción, ligado en los últimos años al capital financiero, o sea, no orientados exclusivamente a solucionar las problemáticas de los sectores más carenciados. Un resultado de esta situación fueron las invasiones organizadas de tierras, nuevas formas de producir la ciudad solidariamente frente a la crisis, con lo que consiguen para la autoconstrucción de sus viviendas, para sus necesidades de salud, educación y recreación.

Finalmente, en lo que se refiere al tercer aspecto analizado, los autores del libro señalan que para entender a estas ciudades existe un eje fundamental, conformado por las relaciones entre los sectores sociales y el Estado, entre dos economías: la lucha de los sectores populares por el espacio en la ciudad, a través de formas solidarias de organización, generó una economía popular que ofrece tantos empleos y permie vivir a tanta gente como el Estado.

Los años 80 ven avanzar una crisis de representatividad en el gobierno del a ciudad (marcada a través del clientelismo), ven avanzar el "fantasma" de la retracción del Estado que ya no es creíble como garantizador exclusivo del desarrollo. Las respuestas a la crisis desde el mismo EStado parecen ser la descentralización y, dentro de ella, el fortalecimiento de los gobiernos locales. Y es muy difícil encontrar hoy algún gobierno, partido político, agencia internacional o investigador social que no esté de acuerdo con la descentralización, concepto que atrae a distintas corrientes de pensamiento al tener dierentes significados. Esto explicaría la importancia qeu han adquirido los municipios, instituciones para el autogobierno de la sociedad local, dando hipotéticamente lugar para que los diferentes sectores sociales puedan conrolar y potenciar la eficacia de las administraciones locales. Pero la descentralización implica también la negación de recursos reales a los gobiernos locales. Así, el "fortalecimiento municipal" puede significar tanto una política de mayor cobertura social como lo contrario. El prestigio de "lo local" no favorece necesariamente a los sectores subordinados de las ciudades del Tercer Mundo, pero puede ser una condición para ello.

Estas incógnitas, estos escritos, surgen en un contexto de insuficiencia de la acción estatal que no deja de privatizar sus servicios. Es indispensable entonces planear la construcción de la ciudad desde esto que está ocurriendo, desde las pautas culturales, desde la tecnología, desde los distintos actores sociales. Como señala el texto, no hay un modelo para repensar la ciudad. Si lo hubiera, dejaríamos de pensarla.


jueves, 7 de septiembre de 1989

Orígenes de la democracia argentina. El trasfondo krausista. Compilador: Hugo Biagini. Fundación F. Ebert / Sec. de Cultura de la Nación, Legasa. 1989



Karl Christian Friedrich Krause nació en 1781. Gustaba sin duda de la lectura de Kant: el bien moral y los derechos humanos estaban entre las obsesiones de este hombre sin escuela filosófica que lo sucediera. En la Argentina, Yrigoyen y la UCR lo vincularon con la política buscando encontrar un lugar entre el voluntarismo y la eticidad, la neutralidad y la personalidad moral de las naciones. 

De este hombre se habla en el libro. Sobre este hombre se escribe, se interpreta, se busca, se enuentra, se crea el basamento de una intelectualidad radical olvidada, de una densidad ascética hispanizada, de un nacionalismo armónico, un cristianismo liberal, un organicismo plural y humanista, un liberalismo reformista felipillizado en España, alfonsinizado en Argentina.

Son mucos profesores, catedráticos y especialistas los que aquí alzan su voz. Entre ellos, se destaca A. A. Roig, quien nos expone sobre la relación entre "eticidad nacional y krausismo" mostrando la importancia del Estado protector en el esquema filosófico de Krause y la homología en su pensamiento entre los conceptos de reforma y revolución.

Compilación de ponencias junto con los debates que las acompañaron posteriormente, esta publicación encuentra en el espacio que le tocó a J. L. Abellán el anuncio de un nuevo concepto: el krauso-positivismo, movimiento filosófico de concordia entre el método especulativo y el experimental, la filosofía y la ciencia, la religión y la ciencia. El intento de conjugar el idealismo y el positivismo busca en Krause superar el dualismo racionalista de la filosofía moderna, conduciéndolo a una metafísica inductiva, a una psicología fisiológica de unión entre espíritu y naturaleza, a un "monismo positivo".

Escaso es el número de personas que conoce algo del krausismo como filosofía. algunas veces se lo relaciona con el "positivismo espiritualista" francés de la époa. Más se sabe, sin duda, de quienes se le opusieron tenazmente: Menéndez Pelayo, el clero español, el conservadurismo más tradicional. Pensamiento europeísta al fin, no podía sino irritar al nacionalismo cultural, al regionalismo cultural hispánico. 

España y Argentina. Países en donde se analiza en este libro la influencia de Krause y del institucionalismo (en referencia a la ILE: Institución Libre de Enseñanza, lugar en donde mejor anclaron los apotegmas krausistas, sobre todo en pedagogía, aunque tomando también perfiles propios); aunque queda sólo para España la mención a la masonería como cultivo del hombre en su pura humanidad. La masonería especulativa, como vía educaiva, la propugnaba y practicaba Krause desde su logia "Las Tres Espadas y Verdaderos Amigos" de Dresden, primando el concepto de una educación integral, religiosa, no instructiva. Es la masonería, junto con el institucionismo, el hecho cristalizador del krausismo.

Tal vez el trabajo más interesante del texto -en cuatno a una ubicación del krausismo como filosofía de la modernidad - sea el de E. Menéndez Ureña, quien destila los rasgos generales comunes a la filosofía de la historia y teorías de la sociedad de Kant, Hegel, Marx, Freud y Habermas, incluyéndolo a Krause en ese equipo, aunque diferenciándolo en dos cuestiones: su panteísmo y la importancia de la masonería en su filosofía.

Menéndez Ureña rescata del krausismo algo no señalado por los otros exponentes en el Simposio: la importancia de lo simbólico, litúrgico y festivo en la transformación social. Por otra parte, para él, la imagen krausista de la sociedad mundial ideal como "Gran Logia de la Tierra" es formalmente equivalente a la "Sociedad Comunista Mundial" de Marx o a la "Sociedad civil ética como Pueblo de Dios" de Kant.

Karl Krause escribía de manera oscura pero no amaba el conflicto. Creía en una transformación pacífica de la moralidad objetiva, de la legalidad, con medios legales. Esta será la prédica de la UCR, del PSOE: un Estado ni todo ni nada, eurocentrista, que combine en la implementación de políticas (¿así se dice?) el liberalismo y el conservadurismo, el capitalismo y el socialismo, el romanticismo y el iluminismo, el positivismo y el espiritualismo, los especialistas españoles y los argentinos. Krause, el pre-moderno, el moderno, el posmoderno, intenta ser aquí recordado y revalorizado en un libro que tendría que haber salido a la venta mucho antes, tal vez unos seis años antes.

jueves, 8 de junio de 1989

Etica militar. Manuel M. Davenport, James B. Stockdale y otros. Sudamericana, Buenos Aires, 1988

A medida que en el prólogo leemos que el cuestionamiento ético nos incita a establecer distingos entre el bien y el mal, a medida que los autores exponen sus opiniones este planteo ingenuo y simplista, además de peligroso, deja lugar a algunas reflexiones más profundas y a un pensamiento menos esquemático. Para nosotros, lectores subdesarrollados y subamericanos, el conjunto "ética militar" estalla dentro de la cabeza y vemos surgir infinidad de imágenes de un pasado no muy lejano que a menudo se nos aparece impúdico y desafiante amenazando convertirse en un presente perpetuo. Esta recopilación de ensayos, que originalmente fueron conferencias y artículos del Journal of Proffesional Military Ethics de la Academia de la Fuerza Aérea de los EEUU, reúne trabajos de coroneles, vicealmirantes, mayores, almirantes y tenientes que ejercen la docencia en academias militares norteamericanas como profesores de Filosofía, Ética Cristiana, Ciencias Políticas, Leyes e Inglés.

Las ideas principales alrededor de las que giran los ensayos son la necesidad de pautas éticas que impongan límites precisos a la misión de las fuerzas armadas en una nación democrática y la responsabilidad inherente al hecho de ser por mandato los detentadores de la violencia legal. Desde ese punto de partida surgen cuestiones pasibles de interesantes analogías con la conducta y la ética de los militares argentinos. En uno de los trabajos leemos: ..."si un superior legítimo nos ordena hacer algo inmoral (por ejemplo matar gente inocente) no es posible tener la obligación moral de obedecer esa orden: y si uno obedece, tal obediencia no es virtuosa sino viciosa", como una de las reglas de un proyecto de Código de Ética (que el autor juzga necesario junto a una educación ética que enfrente a líderes y subordinados al hecho de que con demasiada frecuencia no perciben la índole ética de los problemas que encaran). También comparten la pretensión de que la estructura militar sea permeable a la forma de vida de sus "clientes" civiles y se encargan de elaborar posibles "vías seguras de disenso" y "protesta moral" institucionalizadas dentro de la cadena de mandos (al extremo de considerar en algunos casos a la desobediencia como el curso de acción éticamente preferible).

Más allá del contenido informativo, lo más valioso de la lectura para nosotros lo constituyen las resonancias que provoca y que nos brindan un punto de vista alternativo (esto no implica una valoración positiva) desde el cual leer nuestra realidad. Los límites para este ejercicio son obvios. "Pensemos en un pugilista. Se considera legalmente que sus puños son armas letales; debe ejercer una especial contención para usarlos. Aunque otros sientan la tentación de responder aunte un insulto pegando al ofensor, el pugilista lo tiene prohibido. La analogía del pugilista aclara qué significa la contención para los militares". ¿Qué expectativas podemos generar respecto de nuestros militares cuando el paradigma de nuestros pugilistas "tira por la ventana lo que no le sirve", según reza un grafiti de una pared porteña?

miércoles, 7 de junio de 1989

Tradición y poder: La Sociedad Rural Argentina (1955-1983) Mirta L. de Palomino. CISEA/Grupo Editor Latinoamericano. Buenos Aires, 1988.




La primera vez que tuvo contacto con usted fue en una exposición en el predio de Palermo. ¿No me diga que la maestra no lo llevó? Entonces, ya mayorcito, vio por televisión o escuchó en la radio el discurso de la exposición. La escuela y los medios. En el colegio secundario, los manuales de educación cívica no se cansan de repetir que la familia constituye la célula básica de la sociedad. Esos manuales, cuyos contenidos mantienen incólumes "ciertos principios morales", son tan antiguos como la Sociedad Rural Argentina (SRA), de la que hablamos, tan poderosos como ella, como aquella excursión o como la TV. Aunque, si de poder se trata, y sin olvidar su capacidad de presión política, sus socios lo poseen más que ella.

El libro que aquí nos ocupa busca describir la lógica organizativa de la SRA, obsservar cómo se ha constituido su dirigencia y analizar las características de la misma junto a las posiciones asumidas por ésta a lo largo del período analizado. La SRA es definida en este trabajo como un órgano de defensa corporativa de los grandes propietarios de tierra de la pampa húmeda, a la vez que como una organización de reunión, integración y autoreconocimiento de un sector de la clase alta argentina que busca allí su reproducción social, sin dejar de lado a otros baluartes institucionales como el Jockey Club y el Círculo de Armas.

Mirta L. de Palomino encuentra una gran homogeneidad interna en el seno de la SRA, tanto económica como social e ideológica, lo que favorece la realización de los objetivos mencionados. La permanencia prolongada en los cargos y la alta estabilidad en su dinámica política interna contrastan claramente con el devenir tormentoso e inestable de la política nacional entre 1955 y 1983: en la SRA no se observan prácticamente conflictos internos. Sucede que cuando las verdades que sustenta un grupo social se convierten en mandatos divinos, apoyados en la tradición y el pasado, la nostalgia y la armonía se aparean mutuamente.

"Producto histórico de un proceso particular" (¿qué cosa no lo es?), la SRA también es un espejo de la intimidad política: muchos socios fueron presidentes u ocuparon cargos relevantes en los gobiernos nacionales o provinciales; en forma inversa, la SRA nombra como socios honorarios a las más importantes figuras de la política en el poder. todo esto es, sin duda, más intenso durante los gobiernos militares: Martínez de Hoz, socio añejo por alcurnia familiar, fue apoyado por la entidad durante toda su labor en el Ministerio de Economía, para dar aquí sólo un ejemplo didáctico al alcance de todo el mundo. Tampoco pueden obviarse, como queda claro en el texto, las relaciones con las FFAA, la policía y la Iglesia.

Apoyada en una gran acumulación de datos y citas textuales de las Memorias de la entidad (fuente principal de la investigación), la autora realiza también un análisis institucional sistemático y exhaustivo que, aunque limitado en su alcance temporal y metodológico, logra los objetivos que se propone.

El gran tema de esta investigación, sin embargo, no se zanja con este libro: la relación entre las organizaciones corporativas y la democracia. Se inscribe sí, como el mismo prólogo lo indica, en los estudios de "gobernabilidad" que el CISEA realiza con el "apoyo material, intelectual y operativo" de la Fundación Ford.

"Libres, occidentales y cristianos", puede verse en el análisis que los socios de la SRA (y esto constituye un aporte nuevo a esta temática) actúan  en ámbitos económicos diversos, con una fuerte presencia en entidades financieras y bancarias.

En el final, Mirta L. de Palomino nos advierte que "no se ha trabajado sobre las acciones sino sobre las declaraciones de la SRA". No vendría mal a este respecto revisar la teoría de los actos de habla de Austin y Searle para pulir los fundamentos epistemológicos y sociolinguísticos de una investigación sociológica de este tipo. Pero en esta carencia abunda, en general, la sociología argentina misma. Dejando de lado estos detalles, creo que nos encontramos ante un gran trabajo que, sustentado en informaciones, documentos y cuadros de variado tinte, desarma una institución de la que poco se sabe, tan poco como del resto de los organismos más importantes de la estructura social argentina (y menos se conoce de ellos cuanto más poderosas son).