Las obras no hechas del pasado y del futuro testimonian la agonía de la literatura, entre cadáveres literarios y promesas de paraísos que se renuevan. Sabemos que Borges heredó la idea de que somos fragmentos de un Dios que se destruyó a sí mismo en su deseo por la inexistencia: un escritor (Dios) muerto o desaparecido, un escritor “imposible”.
Para Borges el ejercicio de la litertura era revelador de nuestras imposibilidades. Su literatura nos habla de lo que somos y no podemos ser, del fracaso, de las tragedias, de lo inútil. Una literatura que descubre fragilidades, pérdidas, fatigas.
La escritura de Borges, tan preocupada por la mediación entre creación poética y realidad, es un esfuerzo constante por meditar sobre una pérdida de sujeto. Y esta ponencia pretende situarse dentro de esa perspectiva donde lo inquietante es la ambiguedad de la posición del sujeto imposible de la escritura. Borges refiere a “algo intraducible” en el sentido de expresado sólo en el lenguaje de la naturaleza o de la música, o no traducible en palabras.
La muerte es la subjetivación del poeta imposible que se asume como objeto-sujeto del olvido. En uno de sus ensayos sobre las Mil y una noches aparece la mención a la “Ciudad de bronce”, uno de los cuentos de la colección, cuyo tema es el triunfo universal de la muerte. Todo muere pero Las mil y una noches no son algo que ha muerto. A ese respecto, nos lee a Hawthorne:
Resolvamos -dijo Kenyon- que éste es precisamente el lugar donde la caverna se abrió (...) Imaginemos el enorme y oscuro hueco, impenetrablemente hondo, con vagos monstruos y con caras atroces mirando desde abajo y llenando de horror a los ciudadanos que se habían asomado a los bordes...
Yo creo -dijo Miriam- que no hay persona que no eche una mirada a esa grieta, en momentos de sombra y de abatimiento, es decir, de intuición.
Esa grieta -dijo su amigo- era sólo una boca del abismo de oscuridad que está debajo de
nosotros, en todas partes...
Esta oscuridad, aquella noche, constituyen el hogar de las literaturas “imposibles”. Borges escoge los libros, pero sabe que la realidad honda está atravesada por la violencia. “El Sur” es la historia de una derrota que es, a la vez, hogar y destino de las literaturas “imposibles”.
Acorde a Borges, el “objeto” de la literatura es el aleph que aparece en la caída al sótano de una casa condenada a la destrucción. Una literatura posible que relata tal caída no sería más que una burla de una memoria que el lenguaje traza y traiciona. A menos que sea la incansable repetición de un paseante que no deja de vagar hasta que encuentra la muerte. ¿No es la lucha contra la muerte, contra su propia imposibilidad, lo que caracteriza a la escritura?
Con esa muerte, Borges describe una experiencia imposible que se establecería como suplemento de la naturaleza. A la tesis de que sólo puede narrarse el acto de narrar, Borges habría opuesto la escritura de un “tema” al que le faltaban “pormenores, rectificaciones, ajustes”(OC I 496).
La escritura literaria no es el hecho estético sino una respuesta a la imposibilidad de éste que transmite su impresentabilidad, manifestándose como una pérdida. Por eso no hay posibilidad de expresión de las literaturas imposibles, sino sólo de alusión.
En Tlön los sustantivos son imposibles porque no existe un lenguaje que imprima continuidad sobre la discontinuidad de la materia en el tiempo. Lo mismo sucede con verbos como “perder”, inconcebible en Tlön porque, si los objetos carecen de continuidad en el tiempo y de identidad en el espacio, ninguno puede perderse. Cuando algo así sucede con un objeto, un simulacro aparece: estos hrönir son utilizados por los arqueólogos de Tlön para inventar el pasado. En Tlön “perder” es olvidar y “encontrar” es recordar: ambas acciones producen hrönir .
¿Es posible, como leemos en “Pierre Menard”, “exhumar y resucitar esas Troyas”, esos “originales”? Ningún discurso puede dar totalmente cuenta de esas literaturas imposibles. Quien se obstina no tiene otra opción que designar las literaturas imposibles como a Almotásim, por sus reflejos, por las huellas dejadas en otras literaturas y en los “libros imposibles”, acercándose mediante un movimiento concéntrico, volviéndolas posibles en una órbita.
Entre las obras planeadas y no realizadas por Borges y Bioy había una historia (planeada ésta también con Silvina Ocampo) sobre un escritor provinciano francés que se veía atraído por un oscuro maestro, ya muerto. El joven escritor colecciona las obras del maestro y encuentra sus manuscritos inéditos que resultan ser borradores, “brillante, esperanzadamente incompletos” (Bioy Casares, M 145). Entre esos borradores encuentra una lista de prohibiciones para la buena escritura: en esencia se dice allí que lo mejor es evitar escribir.
La novela “El acercamiento a Almotásim” concluye justo cuando el diálogo clave debe comenzar. En Borges todos los textos e impulsos explicativos aparecen incompletos. Cotidianamente nos apoyamos en la creencia de que cualquier texto tiene la capacidad de arrojar luz sobre su tema; aquí, en contraste o en adición, encontramos que en estos textos se vislumbrarían posibilidades sombrías, más o menos irrelevantes y provisorias (“un acervo indeciso de borradores contradictorios”, como llama Yu al manuscrito de Ts’ui). Está claro que el Quijote de Menard debía permanecer inacabado.
Detrás de “El milagro secreto” está la idea de que la obra de arte no necesita realizarse, o sea, no necesita ser posible en el caso de la literatura. “Avatares de la tortuga” comienza con la historia de la frustración del héroe que no puede alcanzarla por la segunda paradoja de Zenón, donde faltan los puntos infinitos que deben recorrer Aquiles y la tortuga, así como en El proceso y El castillo en Kafka faltan los capítulos intermedios. Esta coincidencia no le parece casual a Borges.
La alusividad borgiana sería la del conversador orillero que no puede ser único y directo narrador o razonador y que se complacería en discontinuidades, en generalidades, en fintas (OC I 150).
El Sartor Resartus de Carlyle constituye una biografía apócrifa de un tal Dr. Teufelsdröckh, y Carlyle cita de los escritos místicos de este doctor como si existieran, agregando sus propios comentarios. Todo el Zohar está lleno de engañosas referencias a escrituras imaginarias que han llevado a postular la existencia de literaturas perdidas. Como en el caso de la Teoría de Almafuerte, un libro que Borges tampoco escribió pero del cual nos da un resumen, Moses de León cita de libros imaginarios que pudo haer escrito o pudo haber querido escribir. Sabemos que la invención de autores y libros que no existen pero podrían existir constituye un importante nexo entre Borges y la cábala. Borges hallaba mejor simular la existencia previa de esos libros y sólo ofrecer un comentario. Tanto la novela El acercamiento a Almotásim de Mir Bahardur Ali como las fuentes citadas de Carlyle y Moses de León sólo existen en ese “inmóvil y extraño mundo de objetos posibles” (Alazraki, BK 28) que es el universo borgiano. “El acercamiento a Almotásim” y “Pierre Menard, autor del Quijote” (el primero siendo modelo para el segundo), son presentados como ensayos literarios que discuten la obra de un escritor que no existe y dan toda clase de información engañosa al respecto.
Los problemas de estos textos “no escritos siendo escritos” también se presentan en “El jardín de senderos que se bifurcan”. Asimismo, el nombre dado a una enciclopedia escrita en uno de los lenguajes de Tlön refiere a una visión en el gnosticismo tardío de que existía un orbis tertius entre el orbis primus espiritual (imposible) y el inferior, o causal (posible).
Mientras Borges nos propone imaginar un escritor francés contemporáneo escribiendo algunas páginas que reproducirán textualmente dos capítulos de Don Quijote, esta imposibilidad no es otra que la que sucede en toda traducción. Donde hay un doble perfecto en un mismo lenguaje, original y origen desaparecerían (Blanchot, LV 119): “Mi recuerdo general del Quijote, simplificado por el olvido y la indiferencia, puede muy bien equivaler a la imprecisa imagen anterior de un libro no escrito” (OC 448).
En sus entrevistas Borges ha afirmado que todos los grandes maestros de la humanidad han sido maestros orales. Asimismo recuerda que de Cristo sabemos que escribió una sola vez algunas palabras que la arena se encargó de borrar. En Oriente existiría aún el concepto de que un libro no debe revelar las cosas sino ayudarnos a descubrirlas. Las cosas no deberían estar escritas siendo escritas.
Si Dante es todos los escritores, si la Comedia es una reescritura de textos anteriores, todo creador borraría las letras del manuscrito arquetípico platónico, y trazaría su versión personal, para que otro creador futuro borre a su vez “lo escrito”, y así infinitamente. No habría algo así como lo “escrito” sino lo “siendo escrito”.
El protagonista de “El jardín de senderos que se bifurcan” especula sobre la posibilidad de un libro infinito. Los escritores de Tlön no firman sus libros ya que se ha establecido que todas las obras son la obra de un solo autor, intemporal y anónimo. La First Encyclopedia of Tlön es una utopía textual donde los lenguajes imaginarios socialmente imposibles pueden ser exactos aún clasificando lo “real” según estructuras paradójicas o abismales.
Este proyecto del Libro utópico es en la parodia de Menard la obra “subterránea”, “inconclusa”, el Quijote. En “La escritura de(l) Dios”, Dios es una letra, y el mundo es esa letra transformada en un único libro. En “La memoria de Shakespeare” vemos que, finalmente, el libro canónico no es para Borges más que una vana tentación: una tentación de orden, un olvido de la belleza de lo cotidiano.
Alegoría sobre la imposibilidad de la escritura (F. Ferrer 491), “El Aleph” nos recuerda que toda obra literaria persigue la utopía de un Aleph. Por otra parte, todo lo que puede hacerse, pensarse o decirse estaría escrito en uno de los libros de “La Biblioteca de Babel”. Estaríamos ante la presencia del texto absoluto que nunca clausura sus páginas, de un “libro de arena”, libro infinito.
En los innumerables sistemas teológicos y metafísicos Borges ha percibido un infatigable esfuerzo por comprender e interpretar el universo. La sola pluralidad de estos sistemas sería, acorde a nuestro autor, indicativa de su fracaso. Estamos en el problema de la traducción, de la lectura. Menard es un lector que quiere leer el Quijote escribiéndolo. Tarea “imposible”, palabra que pone Borges en boca del lector, previendo y construyendo su reacción.
El cuento de Borges es una enseñanza de la humildad y relatividad con que debe encararse toda lectura. Por eso Borges habla de la “casi divina modestia de Pierre Menard”, por eso ocultó o no terminó su obra. Porque “es casi imposible” hoy lo que aconteció entonces. Estamos en la era de la incomprensión.
Borges sentía sin duda una gran atracción por los textos “incomprensibles” o por la lectura de los textos como “incomprensibles”. El lenguaje, la escritura, los textos no serían sino certificaciones de impenetrabilidad (Aizenberg, BHCT 261). “La biblioteca de Babel” contiene todos los libros posibles en todas las lenguas imaginables, y esos libros son absolutamente incomprensibles. En este cuento encontramos la idea de estar perdido en el universo, de no comprender. La biblioteca es el universo y su lógica permanece inaccesible a los hombres que sólo pueden concebirla bajo la figura de un infinito no experimentable. Todo pasado, presente y futuro estaría escrito en algún libro cuyos contenidos son inabordables o contradictorios. Los hombres sabrían que su destino está escrito y que sus vidas han sido organizadas en función de una búsqueda de sentido inevitable e inútil.
Este relato recibió, del propio Borges, la calificación de historia kafkiana. El hombre kafkiano acaba por rendirse a la alienación y acepta la imposibilidad de conocer las causas de su ajusticiamiento, los motivos que impiden su ingreso en el castillo. Borges concluyó así que el sentido original de un texto nunca podría ser recapturado.
En “Pierre Menard” desde el primer párrafo el narrador nos habla de una obra “visible”. La escritura de esta palabra en itálica es del mismo Borges, lo que habla de su intención de remarcar y, al mismo tiempo, relativizar este aspecto de la obra. Que nos hable de una obra visible nos abre a la expectativa: ¿hay una que no lo es? Visible ... ¿significa legible?
La idea del Corán como la madre del Libro depositado/a en el Cielo y persistiendo en el centro de Dios, la idea del universo como libro de Dios, otorgan el marco de lo imposible e ilegible a ser sugerido mediante los libros sagrados e imposibles que podemos leer, como el “Zahir”, palabra árabe para “visible”, “manifiesto”: uno de los atributos de Allah mencionados en el Corán (57:3): “He is the First and the Last, the Manifest (zahir ), and the Hidden (batim ).
Almotásim es el maestro demasiado grande para sospechar su existencia. La historia de ese acercamiento a Almotásim es para nosotros una aproximación a los “esfumados” de la literatura, los excluídos de los excluídos a un punto tal que no pueden siquiera ser representados.
“En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”. El “casi” de la narración pretendería mediar entre la instancia de lo posible y la de lo imposible (Moreiras 119). Su don le quita a Funes la posibilidad de la escritura. Tanto la narrativa como el conocimiento están basados en una dialéctica entre lo que recordamos y lo que olvidamos. Funes quiere escribir pero no puede.
En dos poemas titulados “Límites”, Borges entrega lo que ya no puede ver al olvido. La ceguera prefigura el avance de la muerte. En el prólogo a Benito Cereno leemos: “El olvido bien puede ser una forma profunda de la memoria” (55). En el prefacio a A History of the World, Alexander Ross declara hablar más con los muertos que con los vivos, hecho que Borges bien puede haber tenido en mente cuando lo cita en “El inmortal”.
La sola pluralidad de los sistemas teológicos y metafísicos por comprender el universo sería, para Borges, indicativa del fracaso de esa búsqueda. “La busca de Averroes” es la historia de una frustración donde Averroes es comparado con el dios frustrado “mencionado por Burton”. El epílogo enfatiza este fracaso de Averroes señalando las similitudes entre la tarea borgiana de recrear a Averroes y la fallida recreación de Aristóteles por parte de aquel.
También entre las obras visibles de Menard se encuentra una monografía sobre el Ars magna generalis de Ramón Lull. En la obra de Borges el armazón de Lull representa la vanidad del intelecto humano y sus continuos fracasos: “No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil” (OC I 449). En “El fin” el narrador señala que a un gentleman sólo pueden interesarle causas perdidas.
En “La lotería en Babilonia” los babilonios ensayan una “teoría general de los juegos” condenada al fracaso. Las búsquedas que emprenden los personajes culminan en huecos: una imagen de agotamiento de posibilidades que nos lleva al fin de la intelectualidad, a la sonrisa trágica de quien ha partido de un lugar imposible, deviniendo desde entonces en fracturas: fallando. De quien vive en un mundo que es producto de su fallida arquitectura. “La lotería en Babilonia” es la historia de una derrota. La actitud es de desafío: es el poeta aceptando la condición de fracaso de la palabra en relación a la realidad y creando una realidad nueva a partir de este fracaso.
Borges insiste con los casos de frustrados poetas, por la nobleza que ve en el fracaso. En la literatura argentina encuentra en Almafuerte la idea de la derrota, del fracaso como fin (Chiappini, BA 40). En Bouvard et Pécuchet ve los esfuerzos de los escribas como un reflejo irónico del fracaso de Flaubert y el suyo propio por interpretar el universo.
La invención “Pierre Menard, autor del Quijote” fue paralela a la de otra historia. Borges habría usado aquella otra historia nunca escrita para su Pierre Menard: la historia de un escritor que intenta lo imposible.
La idea cabalística de que el mundo es la escritura secreta de Dios, imposible de ser leída, está claramente presente en Borges. El dilema de las literaturas y libros imposibles recuerda el hecho de que la potencia, el gesto estéticos, sean tanto parte del juego como el poema ya realizado y “actualizado”. Esto ocurre al leer a Borges.
Borges cree que Kafka “llega a esa desesperación del laberinto” en función de la “empresa imposible”. Y lo perfila como un escritor que acaso deba su celebridad al azar, a ciertos infortunios en la vida y quizás más aún al empecinamiento ante esa “imposibilidad” de las cosas (Chiappini, BK 37). Recordemos que Kafka trabajaba con esta conciencia de la imposibilidad de escribir. Como ha señalado Steiner, el tema de Babel era una de sus preocupaciones: en “La construcción de la Muralla China” proponía una nueva versión de ese tema. El fracaso del desafío babélico habría estado en su fundamentación: el proyecto era una obra destinada a la infinitud.
El Libro que explicaría todos los otros libros y la existencia de la misma biblioteca no existe en Babel ni en Tlön. Babel, presente y real, o Tlön, ausente e imaginaria, no serían sino hipérboles de la literatura. En nuestro mundo ese libro existe como una posibilidad, como una apuesta, imagen incompleta, siempre inacabada, que concilia el posible Babel y el imposible Tlon: la literatura.
En un texto que la revista El Urogallo publicó después de su muerte, Borges escribe: “No hay libro que no contenga su contra-libro, que es su revés”. Para Herbert Quain todo libro que excluya a su propio opuesto debe considerarse incompleto. Borges esboza una teoría de la literatura paradójica y antiliteraria. La literatura sería literatura de la literatura, el “objeto” de la literatura sería vertiginoso. El tema del poema “El otro tigre” refleja esta visión del arte y la literatura como dominio de lo imposible. La literatura es en Borges una plenitud inminente que no se realiza, una paradoja basada en una imposibilidad.
Borges enfatiza la nostalgia de presencia, la impotencia inscripta en la misma. Una concepción de la práctica estética condicionada por este énfasis hace del arte una relación paradójica entre ausencias y presencias. Por una razón similar se había interesado en Almafuerte, en quien veía la paradoja de una íntima virtud que se abre camino a través de una forma a veces vulgar (Vázquez 33). Refiere con respecto a los tratados publicados y no publicados de Aristóteles la noción de la literatura como insinuación. Como juego entre lo posible y lo imposible.
Muchos de los escritos de Borges problematizan una degeneración-regeneración de la escritura en donde se vive de muerte y se muere de vida. Sus obras descubren la infinidad de lo posible e imposible. En “El milagro secreto”, la escritura genera la muerte de Hladík y el nacimiento del texto. El epígrafe de “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)” reza: ‘I’m looking for the face I had / Before the world was made.’ Ese rostro antes de nacer, de caer, es el rostro de las literaturas ¨imposibles¨. La sentencia “Y la reina dió luz a un niño que fue llamado Asterión” viene de la Bibliotheca , un tratado de mitología antigua que podría ser una versión condensada de Apolodoro de su más extenso estudio On the Gods, ahora perdido. Borges nos da en este epígrafe la clave de la escritura como nacimiento, como caída en la literatura, ese otro laberinto. La imaginación proyectaría en la cultura un sueño en el cual “superaríamos” nuestras frustraciones frente al mundo. Vencidos por lo impenetrable de la realidad, inventaríamos en la cultura nuestra propia realidad. Sabemos que hay otra que constantemente nos asedia hace sentir la enormidad de su presencia..
Para Borges tan fácil era componer narraciones oníricas e inconsecuentes como imposible componerlas de modo que no sean ilegibles. El Golem, sin embargo, se le presentaba como ejemplo de lo increíblemente onírico y extremadamente legible: la vertiginosa historia de un sueño (TC 230). Definió a los sueños como el género estático más antiguo (BEF 33) y sostuvo que el escritor
tiene que saber aprovechar las prohibiciones, tiene que vivir de aprovechar las imposibilidades (BEFBA, 35)
Borges tiende a alinearse junto a los que, dentro de la literatura, parecen tratarla como un juego vacío, actitud que se sustenta en nuestra ineptitud para explorar la realidad con el lenguaje. A la vez que vuelve ausencia todo lo que toca, la estética borgiana sueña con aperturas a una presencia radical.
El fantasma de la muerte en el arte ya deambulaba para Borges en los textos de Macedonio. La literatura se erige como discurso de “otra cosa”, como presencia de una supuesta ausencia, como negación de su presencia. Por eso Macedonio afirmará la escritura como plena presencia donde todo es “provisional”, “inacabado”.
Esa visión de la literatura como condensación de lo incontenible, esta insistencia en aproximarse a lo inalcanzable es una condición de lo que subyace a la obra narrativa y crítica de Borges: la poesía. A Borges no le interesa tanto el pensamiento de Pascal como su escritura fragmentaria, hecha de pensamiento e intuiciones contradictorias, de la sensación de impotencia y extravío que se experimenta ante la inmensidad e incomprensibilidad del cosmos. El repertorio de Borges de lo posible y lo imposible es tan vasto que se podrían dar varias conferencias sobre cada posibilidad e imposibilidad en su canon.
La lectura, los libros, la biblioteca, llevan siempre en los relatos de Borges a la enfermedad y a la muerte. Hay un antiintelectualismo muy firme en Borges y en la tensión que aquel genera se juega a menudo toda la construcción de sus relatos, en los que prevalece la idea de que la biblioteca y los libros empobrecen, y que las vidas simples constituyen la verdad. Lo vivido, la oralidad, las pasiones elementales: habría una poética allí, que Borges divisa en Almafuerte.
En el texto ya citado que la revista “El Urogallo” publicó después de su muerte, Borges afirmó que lo que importaría es lo que queda sin ser dicho. Escribir sería relacionarse con lo siempre ausente o lo que está presente como ausencia (Collin 83-84).
El personaje al que Borges llama Borges desesperaría por el carácter imposible de su desmesurado proyecto. La tarea del falso Dios, el demiurgo menor que se sabe destinado a proponer absolutos que no lo son en verdad sino que afirman la imposibilidad del absoluto haciéndolo posible en su misma negación, generaría siempre el mismo camino: se trata de saber que “lo imposible es” (G. Ponce, EF 85). En la base de las especulaciones metafísicas borgianas se encontraría la intuición de la vanidad del conocimiento intelectual y la convicción de la imposibilidad de penetrar el dibujo último del mundo si éste existiera.
Finalmente, la obra de Borges constituye un llamado de atención sobre la descomposición de la personalidad, de la historia literaria, del pensamiento orientado y didáctico, de la aceptada secuencia narrativa, del personaje rotundo. Borges reconoce que “la literatura es un arte que sabe profetizar aquel tiempo en que habrá enmudecido, y encarnizarse con la propia virtud y enamorarse de la propia disolución y cortejar su fin”, y a pesar de ese desencantado resumen persigue una acumulación de letras acaso prescindibles, practica un ejercicio acaso inútil.