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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 19 de junio de 2004

La violencia en los medios

Hay una afinidad entre la violencia y los medios, en la imagen, en el trazo, en la voz. Sus desastres son perseguidos, creados. No tanto por lo que señalen ciertos estudiosos franceses de estos fenómenos (entre los que es famoso Jean Baudrillard) sino porque en ese apareamiento entre violencia y medios el pensamiento del desastre es con frecuencia el desastre del pensamiento en una manera que cultivadores de este pensamiento (como Maurice Blanchot) no han previsto. 

Los medios representan la violencia de una manera específica, mediática. Perciben ciertos actos como violentos y otros como no siéndolos tanto, colaborando así en la creación de una manera de vivir y debatir la violencia, haciendo su trabajo en la formación de una percepción social de ciertos actos como violentos y otros como no siéndolos tanto. Podríamos hablar de una definición mediática de los actos violentos.  

Algunos medios a veces explotan sádicamente cierta omnipotencia sobre hombres y cosas y juegan con el humano y atemporal sentimiento de impotencia. Un ejemplo de esto ha sido siempre la exhibición de cuerpos mutilados, torturados o profanados, que en televisión llegan a ser anunciados para después de la tanda comercial. Pero hay otros ejemplos menos obvios de la aceptación y promoción de formas culturales del maltrato y el abuso, frecuentemente atravesadas por un humor que nos permite consentir lo imperdonable. La destrucción de lo que tiene vida es casi tan maravillosa como la creación de vida, por eso atrae a esos medios en su destructividad sádica, cínica o necrofílica, esta última tan cara a nuestra historia.

¿Cuál es la relación entre lo que se ve, escucha y lee en los medios y lo que se dice y hace fuera de ellos en relación a las acciones violentas? Hay un lenguaje con el que los medios tratan y definen la violencia. Un lenguaje que ha sido puesto al servicio de una mentalidad que, o bien reproduce y genera una incapacidad para establecer una relación con el otro que no se resuelva en sometimiento o exterminio o bien tolera lo intolerable y nos ciega a las formas concretas de violencia cotidianas (Ricardo Forster ha analizado con agudeza este problema en su libro Crítica y Sospecha).

¿Cuál es el rol del lenguaje de los medios en la construcción de la subjetividad? La violencia es también una violencia verbal y los medios juegan un rol no menor al respecto.Esa violencia puede estar en el micrófono de una estrella de televisión y en el discurso de un político exitoso. Hay, podemos verlo a diario, una relación no directa pero sí estimable entre fama, poder, información, violencia e impunidad.  El abuso de los juegos más siniestros entre estas dimensiones generó el casi inevitable deterioro de toda autoridad, completado luego por todo tipo de indultos (no sólo uno) que dieron impunidad a delitos y medios. En un plano psicológico, podemos decir que hay una visible afinidad entre el cultivo del Ego, la demanda de autoridad y los medios. El yo nos vuelve violentos y los medios, ávidos de autoridad cognoscitiva y lanzados a ese rol social, refuerzan una naturalización de esa violencia. Hay una relación oscura y constante entre democracias y dictaduras, entre egotismo masmediático y violencia.  

Los medios, por otra parte, no pueden tolerar el aburrimiento. Afortunadamente poseen una inmensa capacidad para olvidar. Hacen un arte del olvido, que Borges pregonaba aunque dijera no leer los diarios. Y tal vez no podría ser de otra manera. Lo que deja de interesar deja de tener valor. No rechazan temas pero difícilmente los puedan tratar detenidamente. Porque no pueden detenerse. Pueden estar a la vanguardia de las denuncias pero con frecuencia las abandonarán con celeridad puesto que el show mediático debe continuar. En este esteticismo de los medios lo erótico y su violencia juegan un papel nada desdeñable y no es inusual observar una explotación estética de la violencia en detrimento de una reflexión ética de una manfiestación cultural. Y no es que el plano estético no sea un plano potencialmente reflexivo. Pero en los medios lo que tiene de arte tiende a diluírse en publicidad así como la reflexión ética tiende a diluírse en política empresarial. Y no se trata de demonizar a los medios. Los medios son como nosotros y nosotros estuvimos primero.      

Hoy los medios juegan un rol importantísimo en la formación de identidades. Al haber cada vez menos posibilidades de identificación la TV, por ejemplo, ofrece un reemplazo del vacío con otro vacío de imágenes fugaces. Hay una relación entre medios, barbarización, identidad y violencia. La historia de nuestra cultura es tambien la historia de las formas en que hemos lidiado con las víctimas de nuestra cultura. 

Hay una relación entre identidad, medios y egotismos y, como ha señalado Alfredo Moffat, pocos campos sociales son matrices de identidades concretas, vivenciales. Entonces se reproducirían las identidades mediáticas que no alcanzan a controlar las ansiedades psicóticas de matar y violar que aparecen en los medios elaboradas en forma masiva. Todo estaría puesto en las películas, en la televisión, en la radio, en los diarios, no pocas veces con penetrante violencia. Al despegarse del medio habría que volver a existir por otro medio, golpeando, violando y matando para generar una respuesta y asegurarse así de que se existe, como muestra Pavlovsky en La muerte de Marguerite Duras y sus reflexiones sobre los golpes y el boxeo. 

Producto de la ignorancia y la distancia (son“medios”), los medios con frecuencia crean relaciones paranoicas que, por definición, incluyen la violencia y el miedo. El tema no es sólo la violencia sino el miedo que ésta produce, las fobias sociales que los mismos medios ayudan a generar.

 ¿Qué imágenes elaboran las multitudes espectadoras de TV cuando observan una escena de violencia? Es necesario estudiar nuestra precepción y las redes de creación de la inseguridad, el delito y la violencia; se hace imprescindible un análisis de los discursos mediáticos en este tema y su impacto sobre sus audiencias y lectores. Hay sin duda un impacto emocional de los gestos bestiales y podríamos inventar estrategias comunicativas que permitan una mejor comprensión de los mismos por parte de la opinión pública. ¿Pero cómo educar sobre la violencia sin el atractivo de la violencia, es decir, sin cultivarla?