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Dramatis Personae
- Daniel Scarfò
- Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.
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domingo, 30 de octubre de 2005
domingo, 9 de octubre de 2005
Lezama Lima
Una palabra está siempre por ser escrita para revivir una historia familiar y patriótica. Para ello unos se refugian en el orden, fronéticos, otros se entregan al caos, fociones, pero alguien busca una integración en una síntesis superior, sin rumbo posible. Se trataba entonces de conocer a través de la imagen con un alma anterior al intelecto, gozosa en su incomprensión, extraviada.
Uno podría tan solo mirar las fotos con su madre expuestas aquí para percibir al poeta-niño de brisas verbales que nos llevan a preguntarnos por el lugar del barroco en nuestros días.
Creía, como Borges, que lo difícil era estimulante, en su caso con una retórica de la oscuridad, del sobresalto, del hábil conversador, capitalista del vocabulario, osado creyente de preciosas rutas epifánicas y sin destino alguno salvo la imagen, realidad última.
Si el barroco combina rigidez y frenesí, majestuosidad y sobriedad, en una delirante ostentación de la razón, su sofocante Bildungsroman caribeño aspira la gramática latina y la devuelve procesada por la bárbara civilización americana, por los cronistas de Indias, por Martí.
Búsqueda de orígenes, redención por la poesía ya que se puede comprender sin entender, hablando desde la imagen (sin imagen sólo hay tiniebla), con un erotismo revelador e ironías criollas.
Católico órfico de viajes ritualizados buscando y proponiendo otros modos de nacimiento, de conocimiento, en una lucha con el tiempo, Lezama reclama un lector que busque ese sentido superior integrador en un conocimiento incestuoso. Algo hay en el mundo tibetano, en el mundo cristiano, en los misterios, que hemos olvidado: Los magos eróticos del génesis, atravesados por el riesgoso camino del conocimiento, otro aire, que no es el de la radio, para no entender entendiendo, toda ciencia trascendiendo, como decía San Juan y repetía Lezama, encajando árboles en todo abismo. (“Rapsodia para el mulo”). Y es que no es necesario entender a Lezama sino sumarle más misterio, recreando y realizando poéticamente el mundo, desde lo fantástico al collage como vería Cortázar.
Al secreto místicamente se le suma un nuevo misterio. Y todo con una risotada herida y plástica. Plástica y poesía como continuidad (hablaba de “barroco pinturero”), Orígenes como “taller renacentista”. Plástica como movilidad permanente de quien no viajaba y, como decía, por eso mismo resucitaba ya que toda travesía sería “un pregusto de la muerte, una anticipación del fin”. Risotada herida por la prosa periodística, herida risueña del festín que no despierta interés, amistades barrocas de gracia conversacional en
Un afan de irradiar y de comprender, un afan de acercarse y palpar el mundo que nos reta y nos envuelve, para que se vaya desprendiendo suavemente la placenta del misterio.
Según Lezama, en su Coloquio con Juan Ramon Jimenez, los argentinos hace tiempo que tratamos de desprender esta placenta del misterio, enarcar nuestro mito cuya forma simbólica estaría encarnada en “La cruz del sur”. Y sostiene:
Si poseyesen sociólogos mas decididos, se empeñarían en torcer lo que hemos convenido en llamar la ruta de la civilización, que hasta ahora hemos supuesto que va de oriente a occidente. Estan enamorados de un error voluntario y afirman que la ruta es vertical, de norte a sur. Una arrogancia exterior les mueve a considerar a los demás compadritos como viejos tangueros desinflados. Argentina, México y Cuba son los tres países hispanoamericanos que podrían organizar una expresión.
Como Martí no comprendido por el campesino que aún así sabía que tenía que morir por él, la tal vez incomprendida presencia de Lezama esté produciendo nuevas muertes hoy. Pero poco importa si en algún momento, según el mismo Descartes citado por Lezama, la ceniza se convierte en cristal, la poesía vuelve a ser poiesis, el agua estoica que se prolonga tapa todas las grietas y la caridad todo lo cree. A lo Bacon, nos dice lezama, hay que experimentar un poco al azar, generosamente desde el único lugar posible desde donde es posible todo conocimiento: la historia personal, la propia experiencia, la memoria que no recuerda: conoce.
El gusto de la alusión de tramas que se deshilachan, que se niegan a sí mismas como posibles desarrollos de una acción, con un estilo que expresa la complejidad del mundo expresado, la imagen encubridora que secreta el el espíritu en busca de lo real e invisible. ¿Para qué leímos tanto a Derrida si ya teníamos en América a nuestro barroco y a Lezama con “su” suplemento como constatación repetitiva de un fracaso? La imagen de Lezama también nos coloca en el límite de lo decible, con una religiosidad que nos es más afin que el deconstruccionismo postestructuralista. Y con las implicancias políticas que tiene esto en nuestros territorios:
“El barroco es lo que interesa de España y de España en America…”,
exclama Lezama Lima por la boca de Jose Cemí en Paradiso.
En Lezama la historia son los mitos que encarnan en ella, las “eras imaginarias”: Las culturas van hacia su ruina, pero después de la ruina vuelven a vivir por la imagen. La imagen se entrelaza con el mito que está en el umbral de las culturas, las precede y sigue su cortejo fúnebre. La rebeldía verbal de los grandes románticos americanos, de Sarmiento a Martí, igualan sus inauguraciones en el lenguaje con sus configuraciones como constructores de pueblos.
Habría tan solo que vencer el susto inicial, el “leve sobresalto” ante la “vivencia oblicua”. Se trata de construir otro sistema racional porque éste no resuelve nuestros problemas, “una razón poética, en un sentido derivado de las asociaciones momentáneas” ; basada “en el razonamiento inocente del cristianismo primitivo”. La lógica no puede sustituir al
"otro saber de comunión, de religación” (…) “el esplendor causalista y mecánico en que se han mantenido otras culturas, ¿no entrañaba acaso una dimensión más irrecusable, una decadencia que en su día motivará una ruptura, una espantosa oquedad que no sabremos después como llenar?”(Analectas del reloj).
Y ahí está el proyecto político-estético de Orígenes de un pensamiento colectivo, cubano, descolonizador que evalúa el potens, la posibilidad de culminar lo que quedó truncado en nuestra cultura, en nuestro espacio gnóstico americano abierto a la contaminación: espacio amigable, antropofágico. Ese fue el impulso político de Orígenes y del proyecto lezamiano.
Sólo con la Imagen podemos relacionarnos con el universo y lo invisible. Y el lugar de la imagen, es decir, del conocimiento, es la poesía como reino del milagro actuando contra la corrosión de la temporalidad, fundando eras imaginarias contra la historia vulgar.
Y cruza esta “historia poética” con las formas perfectas de la historia que fueron destruidas, cruza lo romántico con lo clásico. (La cantidad hechizada). Está la historia de lo no acabado. Según Lezama hay que propiciar la cópula de la Historia y la Poesía. En La expresion americana ya había dicho: “Sobre ese hilado que le presta la imagen a la historia, depende la verdadera realidad de un hecho o su indiferencia o inexistencia”. Es la extratemporalidad que encuentra en el taoísmo y en Lao-Tsé “que lucha siempre por liberarse de lo histórico” (La cantidad hechizada), desafiándolo.
Liberarse de la sucesión del tiempo como un alquimista chino con la literatura, la poesía y la religión. Y aquí tenemos un Lezama romántico: ciudad pequeña, ciudad madre, tradición, religión, poesía y conciencia nacional:
“la plenitud humanista frente a las potencias innominadas, los organismos inferiores, el frío caos”(Tratados en La Habana).
Es decir, un mundo premercantil en el que sobreviva el diálogo entre los hombres. La poesía es lo que vuelve a integrar, el lugar del diálogo, el unico hecho o categoria de la sensibilidad donde no es posible la antítesis. Es decir, aquí la política no es guerra sino encuentro teniendo como fórmula “el espíritu de los pobres y un muy alto clero”.
Por eso la isla puede comenzar su historia dentro de la poesía, gracias a la curiosidad barroca de un vivir “refinado y misterioso”, “errante en la forma y arraigadísimo en sus esencias”.
Si “la caridad todo lo cree” y estamos frente al total arbitrio de la imagen, frente al pesimismo de la naturaleza perdida, la invencible alegría en el hombre de la imagen reconstruida.
Se trata entonces de reconstruir libros sagrados, intentar recobrar lo que se ha perdido y se volverá a perder por parte de una barroca conciencia intranquila que procura ser política y eróticamente liberadora: epistemología del fuego, caridad y creencia contra las tinieblas, imagen contra el tiempo, lenguajes de las puertas que llevan al embrión celeste de los taoístas y lenguaje de los cubanos expresado como tregua de Dios: Está comiendo, se esta bañando.
La cortesía del potencial no realizado como el de la imago, una fuerza actuante superadora del espacio-tiempo. ¿Cuál era la relación entre su saber y su circunstancia secreta? En Terras incógnitas, moradas subterráneas, Licario parece un pobre diablo abofeteado buscando las excepciones morfológicas, el rostro de lo invisible.
En un mundo marcado por la grosería de la inmediatez, con cuerpo e imágenes que sólo puede captar la poesía, en tiempos de llanto, lejos de cuando la poesía fundaba la casa de los dioses, tiempos de geometrías infantiles, de papel secante, de contemplativos ancianos, de bastones, de enigmas. Habría que volver al jeroglífico en lugar de la letra, llevar la poesía a la casa de Asterión, cocinando con fuego hasta que aparezca el niño en el alma de la piedra.
Comprensión animal, profunda e inexplicable, imagen y cópula, conversando más cerca de los dioses, enfrentando el terror siempre acechante con su vacío. Extrañas palabras las lezamianas, de sueños y profecías, el sobresalto que nos provoca lo perdido cuando aparece, libros sagrados por reconstruir, cursos délficos para ver a la madre de libros-revelaciones: (empieza por la obertura palatal para encontrar y desarrollar el gusto de la persona, continúa con la muestra de las grandes obras que hacen nuestra vida más levitante y más gravitante. Cada uno de los estantes de libros comprende una parte de la sabiduría. La primera despierta el paladar de la curiosidad por aquello que cada cual tiene que hacer suyo, estableciendo entre él y el curso una continuidad inagotable. Estos estantes se renuevan constantemente. Y hay libros que después de describir como la parábola de una ausencia mágica, vuelven a ocupar su lugar, estando todos ellos como dispuestos a volar e irse a regiones que no conocemos. La obertura palatal, el descubrimiento de los libros oraculares nos debería acompañar siempre. Lecturas en el tiempo y contra el tiempo para ver al final como la madre y viva y la muerta son la raíz de la verdadera sabiduría.
Escribir poesia era, para Dante y para Lezama, recuperar el discurso publico. Había para ello que correr el riesgo de traicionar lo real. Saber como “saltar” la rayuela.
La obra de Lezama presta atención al misterio de la creación, del “futuro vigor” de Rimabud, atormentado por la esterlidad, que trata de inventar un nuevo erotismo casi mágicamente: operación alquimica donde todos los secretos se mezclan para hacer que la “vida verdadera” haga su explosiva aparición. Donde cambiar la vida era explorar existencias mas vibrantes a traves de la “alquimia del verbo”.
Sus libros, como los de Guimaraes Rosa, son una simple tentativa de rodear e indagar en el misterio cósmico, esta cosa imposible, perturbadora, rebelde a cualquier lógica, que es llamada realidad, que es la misma gente, el mundo, la vida, y para ello también necesitaríamos de lo oscuro.
Despues la limpieza estoica, el salto acrobático intentando recrear el lenguaje y el mundo con nuevas expresiones, para llegar a existir. Sino, se esta aun muerto, como para Guimaraes lo estaba el lenguaje cotidiano.
Como decíamos al comienzo, la palabra siempre por escribir, el puritanismo norteamericano opuesto al catolicismo criollo, el génesis y el eros, reflexión sobre el tiempo, aspiración, Carpentier explotado en un auto sacramental, collage literario, memoria, ciudad y rayo que goza sin comprender, magia y curso délfico. Recuerdo ahora que en el Oppiano Licario Cemí bajaba al centro de la tierra que es en ese instante la cafetería de la funeraria. Llevaba consigo el poema que le dejó Licario. Su última palabra, “empieza”, fue tachada y cambiada por “tropieza”.
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