Pero el campo argentino no es precisamente un campo desolado, como el de la obra. Y hay más de un camino. Y la que aquí dice tener “aguante” no es la que espera sino precisamente la que tiene la responsabilidad de “llegar” y, precisamente, de “federalizar la riqueza”. Pero, más allá de la retórica, no está para nada claro como se va a “federalizar la riqueza” con los recursos no coparticipables que del campo fluyen al gobierno nacional...
La presidenta afirmó tener “aguante” en aparente referencia a su pulseada con el “campo”. Y utilizó este lenguaje en una escuela, frente a los alumnos. No hay muchas diferencias entre Cristina y D’Elía. Por eso están juntos. Por eso educan de la misma manera.
La presidenta se retiró de esa escuela deseándole “mucha suerte” a los alumnos. Sin duda la necesitarán. Se necesita suerte cuando se está en un país en el cual la presidenta, de quien uno espera que contrarreste la suerte que nos ha tocado, nos desea suerte. No es lo que uno espera escuchar de la presidenta, que nos desee suerte. También es algo que se dice cuando no se va a ver a alguien durante mucho tiempo, o cuando no se va uno a ocupar de alguien por mucho tiempo, o cuando se va a afrontar un momento difícil. Tengan suerte, porque “siempre habrá pobres entre ustedes”, como dijera otro presidente a quien Cristina y Kirchner apoyaron. Porque Fernández es Cristina pero Néstor es Kirchner. Y ambos fueron Menem. Y no se es Menem ayer y el Che Guevara mañana.
Mientras esperamos a Godot, suponemos que vendrá el nuevo ministro de economía a explicarnos como sigue la historia con el campo. Pero quien primero habla en la televisión es Randazzo. Es el ministro del interior quien sale a hablar del problema. Entiendo: el campo es el “interior”. O tal vez se lo conciba como un problema de seguridad interior, como durante la dictadura. Por eso tal vez investigaban a De Angelis con la SIDE y querían saber si tenía armas. Claro, a esto seguramente se llama “el regreso de la política”.
Otros tantos, que dicen tener aguante, mientras esperan a Godot, gritan “se va a acabar la dictadura de Aguilar”, luego de la derrota de River en un partido de fútbol. ¡Cómo se ha devaluado la palabra “dictadura”, aplicada a cualquier cosa! ¡Como se ha revalorado la palabra “aguante”, a punto tal que la utiliza una presidenta! Será parte de la democracia, seguramente. O al menos de una democracia con demasiadas “dictaduras” y demasiado “aguante”.
A diferencia de “Esperando a Godot”, en una obra posterior, “Fin de Partida”, sólo se aguarda el fin, aunque éste vaya a demorarse. Y no existe ya la menor esperanza de que pueda llegar Godot, con el personaje central encerrado en una habitación, ciego y en una silla de ruedas, dando vueltas a esa habitación pensando que da la vuelta al mundo, gastando mucho menos que los inexplicables gastos de la presidenta en sus viajes de campaña (pero que seguramente no le harán perder un voto), con sus padres instalados en sendos tachos de basura.
La Argentina de nuestros padres no termina de morir mientras el futuro llega en un ominoso tren bala, que los rosarinos deberíamos rechazar aunque nos favorezca. Son más rápidos que nosotros y no paran casi en ningún lado. Y si lo hacen, será para desearnos suerte.