En “El patrón de la estancia”, nota que publiqué en “La Capital” la primera semana de abril, dije que no podía haber diálogo y que quedarían sobre la mesa los fatigados restos de un enfrentamiento porque el gobierno entiende la política como guerra.
El gobierno cree que la plaza de Mayo le pertenece, envía patotas a desarmar manifestaciones, ningunea a la Defensoría del Pueblo, se burla innecesariamente de quien, a pesar de sus errores, mucho hiciera por la recuperación de la democracia en 1983 (ya lo había hecho al olvidar mencionar el juicio a las juntas en la ESMA), inventa un intento de golpe donde no existe o, tal vez, como profecía autocumplida, termine generándolo. Esperemos que así no sea. No, no esperemos. Hagamos todo para que así no sea. Pero, mientras tanto, siguen las denuncias de corrupción (Skanka, la valija de Antonini, los gastos de los viajes de la presidenta, Air Pampas, la cajita de Miceli, las denuncias a De Vido), la falta de funcionamiento de los organismos de control del Estado, la inflación y los problemas energéticos. Y, sobre todo, el conflicto con el campo en el que el gobierno dice no ser contraparte pero se comporta como tal. Dime de qué alardeas y te diré de qué padeces.
Se queman campos y se está enervando un país que es mucho más que el conurbano bonaerense. Pero hoy el conflicto ha dejado de ser económico para ser claramente político. Este gobierno clientelista, hijo del piquete, tiene el rostro de la presidenta, tan distinto del rostro de un chacarero. Porque son los chacareros los que se ven en las rutas, no los oligarcas, y sus manos tampoco son las de la presidenta. Sus miradas son llanas, transparentes, sus labios, sus palabras y sus ropas distintos a los de la presidenta.
No está claro donde iba a ir el excedente del 35% antes de que hablara la presidenta, ni todavía lo que se hace con el 35% , ni cómo iban a hacer hospitales sin las retenciones en una provincia, como la de Buenos Aires, en la que más de 20 años de gestión justicialista no parecen haber podido dar una respuesta sanitaria. Es penosa la situación en La Matanza, como la misma presidenta reconoció en su discurso ¿Y en medio de esto hacemos el tren bala? ¿Y la redistribución se agota aquí? ¿Qué pasa con otros sectores de rentabilidades equiparables a las del agro? ¿Por que no cobrar a las exportaciones mineras que gozan de intangibilidad tributaria? ¿Por qué sigue exenta la renta financiera? ¿Y los dividendos por acciones? ¿Y el dinero del juego? ¿Y la reforma impositiva? ¿Y la renta petrolera? ¿Y por qué nada de esto pasa por el congreso? El modelo de los pools de siembra que se denuncia es aquel que se afianza. ¿Qué iba a hacer el gobierno con el dinero hace 90 dias? ¿Por qué no se dijo eso en marzo? ¿Por qué no aportan otros sectores también? ¿Y cómo se va a distribuir (no sólo qué se va a hacer)? Es hora de que sean más los gobernadores que se pronuncien con fuerza y menos temores de no recibir ciertos cheques. Por suerte los pueblos de las provincias se lo están reclamando.
No es la transparencia una palabra valorada en esta tradición política. Saben que mienten con las cifras del INDEC pero no les importa porque no creen en la transparencia. Y algunos de nuestros supuestamente mejores intelectuales vernáculos, responsables también del fracaso argentino, han hablado de voluntad destituyente, cuando poco les importó la democracia hasta hoy (y sigue sin preocuparles porque en realidad les importa la política entendida como guerra), cuando no les preocupaba la real voluntad destituyente que volteara a Alfonsín y a De la Rúa, aún con todos sus errores.
Miro las rutas y veo chacareros y un discurso pacífico. Escucho al gobierno y escucho un lenguaje de violencia. Hay un país abandonado, con problemas energéticos porque la energía ha sido privatizada gracias, entre otras cosas, al apoyo de los Kirchner. No se está con Menem ayer y con el Che Guevara hoy.
Un presidente no puede hacer lo que se le antoja porque fue elegido. Y tiene que sesionar el congreso, sino no hay democracia. Y tiene que haber federalismo y respeto de la Constitución Nacional. Y eso hay que exigirlo con firmeza.