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Dramatis Personae
- Daniel Scarfò
- Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.
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jueves, 23 de septiembre de 2010
lunes, 20 de septiembre de 2010
El acto político
sábado, 18 de septiembre de 2010
Lectura y encierro
Y Daniel?, le preguntaba mi padre. Está encerrado, leyendo, contestaba mi madre. Ojo, el surmenage, nene!, gritaba desde la otra pieza la abuela.
Siempre me sobraron cosas para leer. “Por qué leer” nunca fue una pregunta. Hay quienes dicen no poder leer y hay quienes efectivamente no pueden. Hay quienes dicen que mejor no leer ciertas cosas. Pero... ¿Cómo se puede vivir sin leer, aunque sean lecturas ensombrecidas? Hay lectores silenciosos y narradores orales: hay todo tipo de lectores. Pero siempre se está aprendiendo a leer, siempre se está empezando a leer. Y no podemos dejar de leer, estamos condenados a ello. Se lee para uno y para los otros, se lee privada y secretamente, pública y comprometedoramente. Hay lecturas de interiores y exteriores, lecturas prohibidas y obligatorias. Hay mil y una formas de leer la noche y el desierto, y todas significan una acción en la noche y en el desierto. Se lee de noche para actuar sobre ella. Leer es acción, es una actividad profundamente social y demandante, no hay nada pasivo en la lectura: requiere atención, energía y una voluntad creativa que de vida a lo inanimado. Por ello leer puede eventualmente dejarte exhausto, porque hace que pasen cosas, en nuestras mentes y en el mundo, no “sucede” simplemente. Hay que hacerlo, implica una decisión, promueve un descubrimiento, es un ejercicio de la conciencia y un acto de poder que implica acción e interacción.
Leer es resistir, no entregarse y reinventarse aún en los contextos más difíciles y a veces solo en ellos. Después de todo, siempre se trató para mí de encerrarse a leer. O, como Xavier de Maistre, de viajar alrededor de la propia habitación. Y leer en mi habitación argentina era leer con los monstruos de Cortázar, con las fuerzas extrañas de Lugones, con el horror de Quiroga. Leer hasta quedarse dormido. Pero...¿si nos durmiésemos no con nuestros libros sino EN nuestros libros? Qué lecturas son posibles desde el lugar de la muerte, las ruinas, la violencia, la ausencia, la tragedia? Qué lecturas son posibles sino en forma de pérdidas, deshechos, carencias, huellas, cicatrices? Soñar, en contextos de encierros argentinos, encierros de los más diversos tiempos y formas, ha sido una manera de enfrentar una realidad muy concreta, de desafiar con la lectura nuestras imposibilidades históricas. La literatura siempre está por revelarnos ese desafío porque vive de querer decir el más allá de las palabras al añorar la libertad de una no-literatura que luego ejemplificaré con un poema de Pessoa. Hay una raíz utópica en ella. Los sueños y la lectura son ambos homenajes a una realidad perdida.
Pero lo perdido debe ser buscado. Y la literatura es testigo de esa búsqueda. Y para quiénes es más importante sino para aquellos encerrados, paranoicos en sus cuartos, porque el narrador nunca es confiable y el mundo ilusión? Todos necesitamos recuperar palabras y realidades, y buscar otras que digan lo que queremos decir y expresen lo que queremos vivir, palabras y realidades que nos permitan recrear los lenguajes de nuestros diversos encierros.
Si acordamos con Paul de Man en que la vida es una resistencia a la lectura (Bioy decía que leía o escribía pero que a veces lo interrumpía la felicidad, volveremos con el poema de Pessoa a esto) y que leer es leer la diferencia entre vida y lenguaje, leer es casi imposible como una acción completa, sin humo y palabras como nubes interponiéndose en el camino. Lectura sucia que nos tienta a abandonar la lectura. No podemos leer enteramente y eso crea malentendidos e injusticias. Leer es incrementar nuestra conciencia de ceguera, estar prisioneros y ansiosos de lecturas. Por eso viajar a nuestras palabras, a nuestros países perdidos “allá lejos y hace tiempo”, cuando dejamos de contar, nos recordará y nos instará a variadas maneras de leer, algunas de ellas abismales. Porque no se construyen una identidad y un país sino también sobre abismos. Y el lector sabe que no hay descanso en la comprensión. Y una mirada agotada no ve nada. Ese cansancio produce una ceguera que lleva al apresuramiento para salir de una situación de la que sin paciencia no se sale. La base misma de una educación está en la capacidad de leer, pero recordando que aprender a leer no es sólo un episodio de la niñez sino una condición para la independencia intelectual, política y económica, pero también para la independencia de los cuerpos.
Cuando leemos estamos leyendo nuestro bagaje histórico (Flores). Y nuestro modo de leer diseña nuestras capacidades para hacer justicia con nuestra historia. Nuestra historia del mundo tendrá más poder y será más justa de acuerdo con las prácticas que tengamos para leer las historias de otros mundos. Conocemos el mundo no sólo porque experimentamos personalmente algunos eventos, sino porque leemos o escuchamos acerca de ellos. Los eventos que son cruciales para nuestras posibilidades de acción tienen lugar más allá de los límites de nuestra experiencia personal. Debemos por ello complementarnos con la lectura de prácticas acerca del mundo. ¿Leer entonces los clásicos? ¿Leer en silencio? ¿Leer para otros? ¿Leer lo prohibido? Hay mil y una formas de leer. COMO leemos y LO que leemos se aparean. Porque al leer, al explicar, justificar o dar coherencia a nuestras historias y nuestras maneras de lidiar con ellas, producimos “ficciones” acerca de lo que somos y como llegamos a ser quienes somos. Nuestra lectura de un hecho es una conversación que nosotros, como lectores, producimos dentro de las narrativas que ya somos. Al leer nos insertamos críticamente en una conversación continua en la que estamos inmersos, para abrir nuevas posibilidades (Flores).
Enseñar a leer es enseñar a entender la importancia de ampliar la visión pero también a discriminar y elegir, es “educar la mirada”. La violencia, después de todo y acorde a Freud, es el resultado de una incapacidad creativa y de la pobreza de nuestra imaginación, es decir de nuestras pobres imágenes del mundo. Yo trato de que mis clases, en ese sentido, se conviertan en una ansiedad de lecturas compartidas entre náufragos menos seguros, más sensibles ante lo ilegible. Leer entonces es también poder pensar cómo nos hacemos y beber de nuestros temores y temblores buscando una continuación nuestra con las palabras y como romper el tedio del discurso continuo.
Por ello leer en este sentido implica un esfuerzo, rara vez es “divertido”. Leer es darse cuenta de lo que el texto/mundo te hace. ¿Pero puedo yo saber lo que realmente me hace? ¿O todo lo que me hace? Cuando leo a veces olvido más de lo que sé. Leer es desvestir el “conocimiento”, las simples asunciones sobre lo que las cosas son. Se ha dicho que la clave para entender nuestro universo estaría en nuestra habilidad para leer sus números y letras. Los antiguos babilonios suponían que si lográramos leer lo que dicen las huellas que dejan los pájaros en la arena blanda sabríamos lo que piensan los dioses.
Decíamos que siempre estamos empezando a leer. A uno de los grandes maestros hasídicos del siglo XVIII le preguntaron por qué faltaba la primera página de cada uno de los tratados del Talmud babilónico, lo que obligaba al lector a empezar la lectura en la pagina 2. Y contestó el rabino: “Debido a que por muchas páginas que lea el estudioso nunca debe olvidar que no ha alcanzado aún la mismísima primera página”.
Leer salteado, como proponía Macedonio, leer antes que nada un texto no escrito, escuchar y oír antes los sonidos de un discurso oral informulado aún pero presente ya en lo que Roa Bastos llamaba los armónicos de la memoria. O no leer, ahora sí, como Pessoa propone en su poema "Libertad":
¡Ay qué placer
No cumplir um deber
Tener un libro para leer
Y no hacerlo!
…
Estudiar es nada.
El sol dora
Sin literatura.
El río corre, bien o mal,
Sin edición original.
…
Los libros son papeles pintados con tinta.
Estudiar es una cosa en que es indistinta
La distinción entre nada y ninguna cosa.
…
Y más que esto
Es Jesucristo,
Que no sabía nada de finanzas
Ni consta que tuviese biblioteca…
Entonces se trata de leer pero recordando que leer es también escuchar. Cuando escuchamos pensamos y sabemos más quienes somos. ¿Qué podemos pensar cuando escuchamos? ¿Cómo volver a escuchar? Hay que reaprender a escuchar. Escuchar no significa someterse, es fundamental para imaginar y pensar. Para saber cómo leer hay que saber escuchar, para recuperar identidades perdidas hay que saber escuchar. La lectura de nuestras escrituras y la escucha de nuestra historia deberían ser puntos de partida. Cuando estamos encerrados nos hallamos más obligados que nunca a comenzar una lectura. Tenemos la necesidad de construir una balsa consistente, y proveerla de herramientas, abrigos y reflexiones, en un viaje a nuestras palabras, a nuestros recuerdos, a nuestros países perdidos. Las nuevas lecturas y escrituras vendrán de seres solitarios y encerrados que no se sumergen en el sonido y la furia de la discusión repetitiva. Esta última siempre hace demasiado ruido para permitir el pensamiento. De allí que sea necesario dar un salto poético al costado para evitar ser llevados por la corriente de las lecturas. La poesía, como todos sabemos, significa invención, creación. Es en este sentido que escribir poesía era, para Dante, recuperar el discurso público, espacio donde moran todos los otros libros que los hombres sueñan escribir -libros que son comenzados o reanudados, fragmentados, desplazados, en algunos casos perdidos.
Y recuperamos el espacio público cuando nuestra propia historia se cruza con la de los demás y adquiere más fuerza al tener contacto con otras, diversas, historias. Los eventos de nuestra experiencia personal especifican un mundo muy restringido, más aún en los diversos contextos de encierro imaginables. Los eventos que son cruciales para nuestras posibilidades de acción tienen lugar más allá de los límites de nuestra experiencia personal. Por lo tanto, debemos complementar estos eventos con la lectura de prácticas acerca del mundo.
A veces hay lecturas decepcionantes. Y otras veces lecturas imposibles. Recuerdo mi desesperación en la Sterling Memorial Library de Yale donde pasé cinco de los mejores años de mi vida, la segunda biblioteca más grande del mundo, por abarcarlo, por leerlo todo, me llevaba los libros de a 10 o 12 a casa o pasaba días y noches enteras allí, libros que a veces sólo podía hojear o leer fragemtnariamente, que no terminaba, y hacía listas interminables con los libros que me faltaba leer. Cada libro que leía se bifurcaba en una serie de nuevas sendas, los autores que citaba a su vez me llevaban a otros y así hasta el infinito. La vision de los estantes me abrumaba, cuanto mas leia tanto más era lo que me faltaba por conocer, me perdía pero me encontraba en esa derrota, me encerraba en esa biblioteca que representó los años más monásticos de mi vida.
Encierro pero más que encierro, refugio. La presa en su encierro, en su refugio. Como la casa de Asterión. Muchas veces la capacidad creadora de escritores, artistas, intelectuales, asi como la sensibilidad de las personas aficionadas a las ideas, los libros o el arte, estan relacinadas con la dificultad para integrarse al medio social en el que les toca vivir y su correspondiente encierro. Como ocurre con los delincuentes. Hay una parte importante de la vida de estas personas que nunca logra ser del todo socializada, lo que les permite un mayor grado de autonomía, un mayor distanciamiento, un extrañeza ante el mundo circundante.
Yo leo todos los días con desesperación y pensé muchas veces en encerrarme (en una clínica, en una prisión) o enfermarme para poder leer más y entender más. Como cuando estaba en la Sterling Memorial Library, con secretos que se me insinuaban y me fortalecían aún sin decir toda la verdad. Algunos libros expanden la curiosidad y el ansia de saber... pero pueden otros hacernos mal, como las novelas de caballería que le secan el cerebro al Quijote? Puede la lectura ser un veneno? La lectura puede herirnos pero las heridas de la realidad nos ayudan a leer otras heridas, los libros y el mundo. Cuando leemos olvidamos más de lo que sabemos y descuidamos nuestros repetitivos discursos. Tenemos la opción de hundirnos en el vértigo de una lectura o la opción de matarla, descifrarla. Ese vértigo que Rimbaud trató de fijar es el estado de una persona que no sabe más donde está. Mata el que ya no puede o ha decidido no más leer y sabe muy bien de que se trata todo, ha cerrado la interpretación.
Hay injusticia y malentendidos, por eso necesitamos lecturas. Leer es para mí buscar un idioma, el idioma de la noche incierta y del ardiente día de Rimbaud. Los seres humanos destruídos sólo pueden muchas veces hablar a través de la voz de otros que los acusan, obligándolos a responder acerca de sus ignoradas desgracias. Hablar o callarse y leer. O estar en el límite. Leer o matar, leer sin saber cómo. Estos son los desiertos apasionados de la lectura. La pasión es resistencia a la ley, al veredicto: la sonrisa infinita de Afrodita haciéndonos tartamudear. La lectura tal como yo la entiendo es una apasionada actividad del corazón que genera una suspensión del juicio y del acto de comprensión. Por ello leer es leer infinitamente, creando un tiempo contra el tiempo. Huir del tiempo es el verdadero escape imposible. Estar fuera del tiempo o más allá es estar en varios lugares al mismo tiempo, ser varios, múltiples, vivir todas las experiencias. La lectura desplaza como un tren. Y podemos quedar atrapados en el ritmo del tren y su continuidad. Y el otro temor es el de vivir en una niebla perpetua, sin nunca darse cuenta de la situación en la que estamos. El lector obsesivo no descansa porque sabe que no hay descanso en la comprensión. Sospecha que siempre hay algo que falta, que se pierde. Y a veces cuanto más controla más se pierde: una mirada cansada no ve nada. ¿Cómo vivir en paz con lo que no vemos, con nuestros fatigados fantasmas? Se trataría de leer lo que no podemos leer, la memoria de una trayectoria impronunciable.
Hay un libro porque hay un ilegible. Lo que se llama “literatura” es el lugar donde esta ambigüedad es más evidente, en la cual el lector se encuentra arrojado al abismo de un texto “ilegible”. Leer es un problema de estar atrapado, es una aventura que desnuda los engaños de la realidad como una serie de redes de indecibilidad en el horizonte. Y para ello nada mejor que los clásicos admitiendo cualquier lectura. Leer clásicos es siempre emprender un viaje a una selva infinita de sentidos.
La literatura expande nuestro mundo y lo complejiza, nos conduce a comprensiones más completas pero nunca totalmente adecuadas de otros pueblos y mentalidades, otros lenguajes y formas de pensar e imaginar el mundo. La literatura nos permite adquirir competencia como lectores de ambiguedades, contradicciones e ironías que son parte de la riqueza, densidad y complejidad de la experiencia humana. Aquellos con una educación literaria tienen una mayor potencialidad para comunicar y analizar, tienden a ser flexibles con el entorno y en sus comportamientos. La lectura puede ser significativa y reveladora capturando las complejidades de lo humano, ilustrando el sentido y las riquezas de nuestras experiencias.
¿Cómo desafiar entonces con la lectura nuestros encierros argentinos, nuestras imposibilidades históricas? La literatura está siempre por revelarlo, forma del pensar que nos obliga a introducir otras identidades. Hay una raíz utópica en ella, marcada por un disgusto por la misma historia y por las historias, un descontento de sí misma, ambas historia y literatura siendo cautiverios pero teniendo esta última una pretensión de libertad, preñando a la historia de libertad.
Necesitamos leer para recuperar las palabras y buscar otras que digan lo que queremos decir. Necesitamos recrear el lenguaje de nuestras encerronas. Los cuerpos que forman un manuscrito ilegible escriben sin “hablar”. El lector ha de captar una experiencia sin palabras que recrea el mundo . Tal "traducción" convierte a ese virtual lector en un mejor y más sabio oyente: menos seguro, más sensible.
Lean, che, como decía Lamborghini. No se puede vivir sin leer. Lean aunque sea las sombras. Lean en voz alta y silenciosamente. Aprendan a leer cosas rotas. Lean para sí y para otros, privada y públicamente. Lean, che. Lean la noche y el desierto, lean hasta el fin de la misma noche y del desierto extrañas palabras de sueños y profecías, libros sagrados por reconstruir, libros-revelaciones. Que los libros vuelvan a ocupar su lugar dispuestos a llevarnos a regiones que no conocemos, libros que nos abran el paladar, libros oraculares. Así las lecturas nos darán un impulso contra el tiempo. No alcanza con reconocer palabras y oraciones. Aprender a leer es aprender a conocernos inmiscuyéndonos en las narrativas que nos constituyen sin saberlo. Leer es recuperarlas y recuperarnos. Como ya dijimos, leer es una conversación que producimos dentro de las narrativas que ya somos y nuestra historia de conversaciones limita nuestras lecturas. Siempre leemos por algo y desarrollamos una conversación con el texto, aunque no lo sepamos. Pero es bueno saber por qué leemos. Lo que es peligroso es que a veces cerramos nuestras oportunidades de aprender con nuestras pretensiones de conocimiento. Cerramos conversaciones en aquellas áreas donde ya hemos decidido que es verdadero o falso, bueno o malo. Leer es interesante si puede producir un cambio en las conversaciones que ya somos, salvo que estemos muy satisfechos con lo que ya somos. Lo que no creo que sea el caso de nadie en los diversos contextos de encierro de cualquier tipo, es decir, de nadie que necesite, con urgencia, leer. O de un lector que necesite, con urgencia, encerrarse.
lunes, 13 de septiembre de 2010
Aprendizaje y opiniones
Antifoucault
lunes, 6 de septiembre de 2010
Lin Yutang
Realidad + Suenos= Un dolor de corazon (Idealismo)
Realidad + Humor = Realismo (Conservadorismo)
Suenos – Humor = Fanatismo
Suenos + Humor = Fantasía
Realidad + Suenos + Humor = Sabiduría
(leído en un super chino llamado "Lin Yutang").
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