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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 30 de julio de 2011

Puro Grupo (publicada en Clarín como "La experiencia de la cooperación")



Versión en Clarín: La experiencia de la cooperación

Según Michael Tomasello nos recuerda en ¿Por qué cooperamos? (Katz, 2010), una de las características que hacen única la cultura humana es la creación de instituciones sociales. Hay formas únicas de cooperación y compromisos conjuntos que nos hacen humanos. A diferencia de lo que ocurre en otras especies (en las que las formas cooperativas se compensan mediante la reciprocidad o el nepotismo, como señala Joan B. Silk comentando la misma obra citada) los seres humanos no reservan sus enseñanzas para los parientes. ¿Qué es lo que tiene lugar entonces cuando se privatiza el conocimiento? ¿Qué es lo que ocurre cuando los gobiernos se convierten en “una gran familia”? Las culturas humanas entrañan fundamentalmente la cooperación y las hazañas cognitivas más formidables de nuestra especie son producto de individuos diferentes que interactuaban entre sí y no provienen tampoco de prácticas endogámicas.

La temprana inclinación a la aventura del conocimiento y a la cooperación de los niños se ve afectada luego por los juicios sobre la probable reciprocidad del mundo y su preocupación por la opinión de los otros. Pero las primerísimas normas de los niños, a diferencia de lo que Piaget planteaba, son producto de algo más que el temor a la autoridad o la expectativa de reciprocidad. Acorde a Tomasello actúa en esa instancia una suerte de racionalidad social que no se enseña con premios y castigos, una actitud de identificación con los otros particularmente evidente en las actividades cooperativas que se basan en una intencionalidad compartida. En esas actividades existe una meta conjunta que crea un “nosotros”. No es cierto que los niños respeten las normas sociales por temor al castigo o por un afán de reciprocidad sino que valoran amoldarse al grupo en cuanto indicio de la identidad grupal.

Todos nos beneficiamos con la cooperación si trabajamos juntos. Incluso para iniciar las actividades de colaboración los seres humanos primitivos tuvieron que volverse más tolerantes y confiar más en los otros. Ninguno de los avances en la inclinación para cooperar pudo producirse en animales que estuvieran compitiendo eternamente. Supone Tomasello que en algún momento de nuestra historia evolutiva podemos imaginar que se produjo en los seres humanos una suerte de proceso de autodomesticación y el grupo eliminó a los individuos muy agresivos y acaparadores. Habría tenido lugar así un paso inicial en la evolución humana, abarcando el aspecto emocional y motivacional de la experiencia, que nos alejó de los grandes simios y nos arrojó a un nuevo espacio adaptativo en el cual era posible que se desarrollaran habilidades y motivaciones complejas, útiles para actividades en colaboración y favorables a la intencionalidad compartida.

Necesitamos desde entonces normas e instituciones sociales. Las normas están investidas de fuerza pero tienen también una dimensión racional. Las características de las instituciones sociales dependen también de un tipo especial de imaginación y de comunicación simbólica. Los homo sapiens tienen que haber comenzado por actividades en colaboración de una índole que los otros primates no hubieran podido realizar por sus limitaciones emocionales o cognitivas.

Pero Tomasello sabe que no somos ángeles cooperadores. Hay modelos evolutivos recientes que demuestran algo que los políticos saben desde hace mucho y que vemos claramente en práctica hoy en la Argentina: la mejor manera de conseguir que la gente colabore y piense grupalmente es señalar un enemigo y decir que “ellos” son una amenaza para “nosotros”. Lo irónico del caso es que esa mentalidad de grupo para la colaboración también sea la causa de tantos conflictos y tanto sufrimiento en la Argentina y el mundo. La solución –más fácil de formular que de lograr, aclara Tomasello- consiste en hallar nuevas maneras de definir el grupo.

Señala Joan B. Silk al respecto de estas observaciones de Tomasello otra ironía: que los últimos avances de las ciencias humanas subrayen nuestra capacidad para cooperar, nuestra preocupación por el bienestar de los demás y nuestras inclinaciones altruistas, precisamente en una época en que todos tenemos pruebas más que abundantes del daño que los seres humanos pueden infligirse mutuamente. Bien sabe el lector cuánto de esto nos toca a los argentinos, país en el que la palabra “grupo” es sinónimo de mentira.

En espacios que son meras agregaciones mutuamente hostiles las semillas de la confianza mutua luchan por sobrevivir. El recurso al conflicto como único origen y constante atrae por otra parte a individuos e instituciones interesadas económica y políticamente en escenarios de guerra. El modelo conflictivo (lo social como superación de un conflicto de base) se presenta así como opción fagocitadora del modelo cooperativo (lo social como “continuidad sofisticada de las interacciones cooperativas”). Están cambiando nuestras maneras de vivir juntos y las representaciones que nos hacemos de dicha convivencia, y esto tiene consecuencias en la política. ¿Debemos entonces seguir buscando consensos o afirmar identidades y dirimir supremacías?

El grado de asociacionismo jugará un rol crítico en determinar si avanzarán las redes, las normas y la confianza, valores que tienen sus raíces en la cultura y son fortalecidos o dificultados por ésta como el grado de solidaridad y altruismo de una sociedad. Pero las transformaciones culturales han debilitado la imagen del Nosotros que permite anudar lazos de confianza y cooperación social y comprobamos día a día la dificultad de la política para generar significaciones compartidas en este sentido. En este marco, se vuelve imprescindible valorar una política según su potencial de transformación, su capacidad de generar experiencias cooperativas e imaginarios de Nosotros que permitan que nuestra sociedad amplíe sus posibilidades de acción. De eso trata la política considerada como un trabajo cultural: crear el Nosotros inclusivo que queremos llegar a ser y la casa que queremos tener. Lo otro es puro grupo.

Publicado el 30 de julio de 2011 en la Revista Ñ

miércoles, 27 de julio de 2011

Magic

"Roger Bacon held that three classes of substance were capable of magic: the herbal, the mineral, and the verbal. With their leaves of fiber, their inks of copperas and soot, and their words, books are an amalgam of the three" 

Matthew Battles.

lunes, 18 de julio de 2011

La verdad se mueve

La verdad se mueve, no está siempre en el mismo lugar ni en los mismos enunciadores todo el tiempo. Y me alegra cuando alguien con quien no coincido ideológicamente piensa o escribe algo interesante. Significa para mí que no todo está perdido ni es tan claro y contundentemente fatal, que podemos seguir construyendo con quien es diferente a uno y con quienes menos lo esperamos y deseamos, a veces incluso sin saberlo.