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Dramatis Personae
- Daniel Scarfò
- Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.
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sábado, 20 de abril de 2019
sábado, 13 de abril de 2019
La reforma cultural que sigue postergada
https://www.clarin.com/opinion/reforma-cultural-sigue-postergada_0_xChb9Yvh1.html?fromRef=facebook&fbclid=IwAR1v3INRJH8UMLntrIzAQaOGXcRMCW6X5d6sS-Gc8o8V_5TmsZzsUJHEiis
Es la honestidad un valor destacado en política? ¿O son otros los valores que realmente importan y aquella tan solo un elemento decorativo? ¿Creemos en el fortalecimiento de las instituciones o las instituciones representan “lo viejo” a derrumbar? ¿Creemos en la paz o en la violencia? ¿Creemos verdaderamente en la democracia?
Raúl Alfonsín, que tanto trabajó por esta última, fue el último presidente cabalmente digno de un Estado que estaba dejando de existir. Representó nuestros propios límites y las mejores posibilidades de una sociedad que ya no existe, o de la que casi nada queda. Después llegarían el narcotráfico, el terrorismo internacional y el desguace del Estado. Y luego el 2001 más toda la pobreza política, social y cultural posterior de un país que ya no es el que era, ni el que podría haber sido.
Conciliación, diálogo, decencia y democracia son en la Argentina valores menores. Alfonsín abogó por el cambio, afirmando estos valores y buscando consensos en la política. No le fue bien. Hay quienes suponen que no deben buscarse consensos sino afirmar identidades y dirimir supremacías como forma de hacer política. Y, por otra parte, ¿sigue tratándose de la opción entre el liberalismo político universalista o el personalismo nacional populista? Seguimos en esa vieja y gastada encrucijada y hablando lenguajes a los que ya no parecen corresponderse realidades.
No habrá futuro para la Argentina sin la puesta en marcha de una gigantesca reforma cultural para un país encanallado, que sufrió un embrutecimiento sistematizado. No se visualizan proyectos serios con respecto a esa reforma en ninguno de los sectores políticos. Tan solo slogans y banalidades discursivas.
Hoy vivimos tiempos de desmesurada ignorancia y provocación de los límites sociales. No está para nada claro de qué se trata hoy la Argentina como comunidad. Atravesamos tiempos culturalmente oscuros, allí habitamos, extraviados. Y no somos inocentes con respecto a las horas que vivimos. No es un tema de este o aquel gobierno.
En nuestro plebeyismo dominguero, nos hemos negado a toda servidumbre y hemos puesto en juego nuestra sociedad. Tras nuestras rebeldías sociales y en la pretenciosa ampulosidad y vulgar arrogancia de nuestra clase política, sin respuesta y sin descanso, solo parece habernos quedado una impotencia infinta.
Aventureros e improvisadores, nunca nos apeteció lo posible. Hemos sacrificado un país y ya no tenemos proyectos, tan solo candidatos de ocasión y figuras estelares, embriagados de vacío.
Seguimos siendo ese “País-Jardín-de-Infantes” de María Elena Walsh, ya sin lenguaje articulado y con agitados y previsibles discursos que solo descubren nuestra ruina interior.
Nos hemos perdido como sociedad entre tanto movimiento inútil. Hemos hecho demasiado para estar en el lugar donde estamos, tanto en dictaduras como en democracias e, indiferentes al futuro, hemos afirmado nuestro deseo y nuestros egoísmos en la celebración del presente. De allí nuestra aridez, nuestro vértigo, nuestros abismos y nuestra pobreza.
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