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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 23 de marzo de 2024

Palabras enfermas, cansadas...

 "Si algo sabemos los escritores es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos. Hay palabras que a fuerza de ser repetidas, y muchas veces mal empleadas, terminan por agotarse, por perder poco a poco su vitalidad. En vez de brotar de las bocas o de la escritura como lo que fueron alguna vez, flechas de la comunicación, pájaros del pensamiento y de la sensibilidad, las vemos o las oímos caer como piedras opacas, empezamos a no recibir de lleno su mensaje o a percibir solamente una faceta de su contenido, a sentirlas como monedas gastadas, a perderlas cada vez más como signos vivos y a servirnos de ellas como pañuelos de bolsillo, como zapatos usados". 

Palabras pronunciadas por Julio Cortázar en un discurso dado en París.

martes, 5 de marzo de 2024

¿Cómo se forman las "castas"?

De los presidentes que hemos tenido, un poco menos de la mitad fueron abogados (y casi llegan a dos tercios si solo contamos los elegidos por el voto). Los cambios políticos en nuestra historia casi siempre han tenido a esta profesión como protagonista. Nuestro presidente actual no es abogado, pero cita recurrentemente a Alberdi y a la generación del 37, cuando se buscó en el estudio del derecho el desarrollo de una filosofía política que guiara a la nación: los abogados debían filosofar más que conocer la ley. Si bien Alberdi los consideraba actores necesarios del proceso de construcción del Estado Nacional, también subrayaba una sobrevaloración de los mismos en desmedro de los "hombres prácticos" (ingenieros, científicos, comerciantes, industriales) que serían los verdaderos constructores de la Nación, quizás lo que Milei llamara en su discurso “las fuerzas productivas” de la misma. Allí se inscribía la crítica de Alberdi a una educación excesivamente humanista que a su juicio contribuía a pasiones que la industria y el comercio debían aplacar.

Otros también vieron en el exceso de abogados en la Argentina un obstáculo para la transformación de la realidad. Emilio Becher denunciaría en La Nación en 1906 la existencia de una oligarquía integrada en buena medida por abogados. Consideraba inadmisible que ese título sirviera “para desempeñar el gobierno, para regir la cancillería, para opinar en el Parlamento, para escribir volúmenes”, señalando el peligro de tener un número excesivo de abogados en una sociedad de escasa cultura, contaminando “las letras, la ciencia y la política”. La intervención de los juristas en las funciones directivas del país era y aún es demasiado notoria. Por ello en aquellos días Leopoldo Melo pedía limitar el número de los que se graduaban en esta profesión dado que luego “se asilaban en los cargos públicos” gravando de manera “innecesaria” el presupuesto del Estado.

Subestimar a los políticos en sus capacidades y logros es tarea fácil: basta con ver el país al que nos han conducido y cuáles son sus bienes personales. En ese sentido, siempre la creencia de que el estudio del derecho traería una cierta seguridad económica jugó un rol importante a la hora de elegir la carrera y además, al menos hoy (como para tantas otras profesiones), no requiere demasiada inversión de tiempo ni demandas intelectuales considerables mientras que, a la vez, constituye una casi monopólica puerta de entrada a la justicia y, consuetudinariamente, al poder.

En su discurso del viernes 8 de marzo nuestro presidente dividió al país en dos grupos sociales: por un lado un establishment de los políticos y sus amigos y, por el otro, los argentinos de bien amparados por las fuerzas celestiales y guiados por él que, como “outsider”, nos anuncia que no va a jugar el “juego mediocre de la política”: no viene a negociar. Dice que hay un camino del conflicto que no eligió pero al que no le escapa. Sin embargo los políticos podrían decir que eligió ese camino si no viene a negociar, ya que la política supone negociación y administración de conflictos: abogados en su salsa.

Nuestro presidente es pesimista al respecto: dice que no tiene muchas esperanzas en los políticos porque  “la corrupción, la mezquindad y el egoísmo están demasiado extendidos”: uno podría pensar que cuidan a cualquier costo sus propiedades privadas.

Por otra parte, quiere que le muestren que la política puede ser más que lo que es. Este reclamo es interesante y necesario. Pero cuando se llama a los gobernadores a firmar un preacuerdo junto con un “paquete de alivio fiscal” esa convocatoria podría sospechosamente parecerse al "juego mediocre de la política” en el que la negociación, el cálculo y el interés particular priman y no son precisamente dejados de lado.

Medidas como la eliminación de agencias gubernamentales desprestigiadas, vehículos oficiales y vuelos injustificados, jubilaciones de privilegio y burocracias sindicales, así como absurdos beneficios y derechos de condenados, son seguramente bienvenidas por muchos. El Estado y sus funciones se han convertido en muchos casos en una farsa y el presidente supone que eso es por la misma naturaleza del Estado. Pero años de experiencia estatal pasada y presente muestran que no siempre ha sido el caso.

Una cosa es este Estado y otra cosa es el Estado y su historia. Basta recordar lo que hizo el Estado con la ley 1420 por la educación en la Argentina y lo que ocurre  hoy cuando efectivamente los chicos en la escuela no entienden lo que leen ni pueden resolver problemas de matemática básica. Pero no sabemos aún si el presidente puede resolver ese problema nacional ni cómo piensa hacerlo: que la gestión educativa esté a cargo de las provincias no lo exime de su responsabilidad en este campo. Y si bien las familias tienen un rol fundamental que ocupar en la educación, podría discutirse que sean solamente las mujeres amas de casa y mucho menos en tal condición las que tienen “la enorme tarea de educar a nuestras generaciones futuras”.  Dicha tarea, que es responsabilidad de todos y que hoy ocurre en muchos lugares, podríamos imaginarla comenzando desde el ejemplo presidencial y habiendo comprometido en la historia a figuras con las que simpatiza el presidente como las de Alberdi o Sarmiento, polemizando entre ellos pero educando al soberano. 

Tiene razón nuestro primer mandatario cuando dice que “hay una crisis de horizonte”. Ni el estudiante promedio de abogacía es hoy aquel pensador de la generación del 37 ni la “patria educativa” está a la altura de su tarea.  Por ello y dada la relevancia que probablemente sigan teniendo en tal horizonte las profesiones del abogado y del educador en nuestra vida política y cívica, no estaría mal preguntarse en esa clave por la formación de esas otras “castas” que presiden desde hace tiempo la administración y la educación en nuestro país.

Finalmente, me quedé pensando en por qué seríamos, como anunció nuestro presidente, por historia, y mucho menos por derecho, “uno de los países más importantes del mundo” y en cuándo fuimos o por qué volveríamos a ser  “un faro de luz para Occidente”. Y noté que, como su denostado Alfonsín otrora, también Milei nos habla ahora de “bisagras” en la historia. Cuidado: Don Raúl aprendió duramente que las mismas no existían.

 

domingo, 3 de marzo de 2024

Los dioses

"Los dioses van por entre cosas pisoteadas, sosteniendo

los bordes de sus mantos con el gesto del asco.
Entre podridos gatos, entre larvas abiertas y
cordeones,
sintiendo en las sandalias la humedad de los
trapos corrompidos,
los vómitos del tiempo.
En su desnudo cielo ya no moran, lanzados
fuera de sí por un dolor; un sueño turbio,
andan heridos de pesadilla y légamos, parándose
a recontar sus muertos, las nubes boca abajo,
los perros con la lengua rota,
a atisbar envidiosos el abismo
donde ratas erectas se disputan chillando
pedazos de banderas."
Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)