Larra muestra aquí como este político práctico y romántico a la vez es también tanto irreal como absolutamente cotidiano en su desenvolvimiento. Biografía de expulsiones evitadas mediante sugestiones verbales, seductoras, muestra el devenir de un político con una virtud poco abundante en estos tiempos y fuertemente inscripta en el imaginario popular: la dignidad. Lucha con el Sermón de la Montaña contra la libre compra de votos de Carlos Pellegrini. Su antagonismo con Juan B. Justo, el humanismo inherente a su prédica y a sus desempeños académicos están en este libro vestidos con pulcritud de detalle pero sin exceso de información. Más bien el detalle como revelador mayor de algunas cuestiones, aunque no de todas.
La vida de Palacios también puede leerse a la luz de su contemporaneidad con otras figuras de la política mundial: Jean Jaures, Charles Maurras, Lenin. Es que Larra también realiza una reconstrucción de época, para lo cual el epistolario de don Alfredo le da una gran ayuda. La carta de Héctor P. Agosti, a la memoria de quien está escrito el libro de Larra, es quizás una de las más interesantes al respecto.
Este duelista y espadachín que se conmoviera ante las revoluciones rusa y cubana fue según el autor, un gran actor que, a la vez que rechazaba las pasiones incontrolables que el fútbol despertaba en la multitud, él mismo parecía escapado de una novela de Dumas, con su atuendo y su chambergo de alas requintadas.
Otros pensadores aparecerán en el texto, junto a la curiosa coincidencia de Palacios con el criterio del Che sobre el ejército. Este úlltimo mosquetero, que Larra trata ya no sólo como historiador sino con recursos literarios que dinamizan la lectura, nos invita esta vez a nosotros a un duelo. Pero ahora a un duelo con una forma de hacer política. Touché.
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