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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 6 de marzo de 1993

Sobre "Dos vueltas de llave y un arcángel" de René Marqués

Del Marco a Amarcord: tres vueltas de llave y un crítico o As time goes by

Ya escribí algo sobre este cuento. La lectora lo sabe. Pero ahora se me pide un orden, prestar atención a los conceptos, como quien se pone un corsé, como quien hace una fila, pensar con los marcos ya dados, es decir, no pensar tanto, atenerse, agarrarse, para ayudarme, no vaya a ser cosa de que me pierda, no vaya a ser cosa.

Se me dice que una trama "se compone de elementos separables que tienen el potencial de formar un sistema de relaciones internas". O sea, no se dice nada. ¿De qué no puede predicarse eso? La misma distinción entre estática y dinámica, profundidad y superficie...It's still the same old story, of fight for love and glory...No voy a contar el cuentito, es decir, la estructura dinámica y la superficie. De la estrutura profunda tampoco voy a hablar, es demasiado profunda para expresarla con algo que no sea el silencio. Lo profundo ama el silencio y todo ama la caricia.

No me interesan los kernels (aunque me gustan las almendras y las avellanas) ni los catalysts (aunque soy amigo de las enzimas). ¿Relaciones de causa-efecto? Gracias, ya probé. 

Debo reconocer que los personajes me interesan más, son más carnales que la trama y los eventos. Más vitales. Del tiempo mejor no hablar. Las analepsis, prolepsis y elipsis me hincan el alma. ¡Qué lejos están! No me gustan las estructuras. Abjuro de las prisiones semánticas, de la aplanadora aritmetización del placer del texto, de la experiencia estético-cognitiva.

Creo que puede estudiarse el texto con más irresponsabilidad, más seriamente, menos gravemente, pasando cosas por alto, haciéndose el distraído (inevitable en todo lector), jugando con las palabras, hundiéndose en el texto sin mascarillas de oxígeno, sin equipamiento militar, sin defensas, con más amor y menos control (Rubén Blades, tiembla). Con la philia de los griegos, mi pana, con la prudencia de la ignorancia.

Sí a la expresión, no a la disección.

Por una crítica sin marcos, por una escritura más tierna y amable en un mundo de rigidez y prepotencia, por un reencantamiento a través de la imaginación contra el recuento de los médicos de la literatura.

En un mundo de puertas cerradas, no pienso cerrar también ésta, tal vez la puerta de las puertas. Recuerdo que en Amarcord hay toda una reflexión desencadenada (en su doble o múltiple acepción) por parte del narrador que va recordando con cariño las imágenes que se nos presentan. Figuras. Shocks estéticos. Miradas cálidas para llenar la crítica de color, de ternura, de vértigo exhaustivo. Erotizar la crítica es amarcordizarla, es a-marco, es decir, sin marco, sin record, jugando con el texto, seduciéndolo, dejándonos seducir por él. El crítico tiene memoria, pero mala. ¿El ojo distraído de Benjamin? ¿O el desviado de Bloom? Lee, pero mal. De allí nace su creatividad, su consciente arbitrariedad. Contra la fría futilidad del marco, la cálida futilidad del amigo del texto, de su propio cuerpo. "Un amigo es uno con la piel de otro" sentenciaba Atahualpa Yupanqui.

Frente a la operación de la palabra, su caricia. 

Yo no puedo tragarme al texto.
Yo no quiero tragarme al texto.
Protexto.
Yo no juego con eso.
Por eso,
Preso
Peso.

Porque como en "Dos vueltas de llave y un arcángel", el juego era divertido hasta que llega la violencia, el ahogo, el corte epistemológico. La niña es el texto violado por San Gabriel Arcángel el crítico, que lo controla, lo golpea. Los textos rezan ante sus amenazas. Son tres, y no dos las vueltas de llave. Como bien dice el narrador "San Pedro abriendo (¿cerrando?) el cielo", el crítico abriendo (¿cerrando?) la interpretación.

¿Quién protege al texto? ¿A los poetas? Como en "El perseguidor" de Cortázar, están condenados a sus críticos Una persecución que deja sangre, sudor, saliva y semen en el camino, en las calles de nombres santos (¿Para cuándo las calles con nombres de críticos literarios?).

No los protejan más. No nos protejan más. Yo soy un texto también. Y siento el desgarrón del texto, dolido al escuchar aquellos marcos en los que no se reconoce, a los que se lo reduce. El texto también tiene verguenza, pudor, como la niña, y pide a gritos "Que no me miren, que no me miren". Y si quiere escaparse no lo dejan, lo inmovilizan. El crítico "le había desgarrado el traje arriba abajo y, sujetándola por el pelo, le cruzaba la espalda desnuda formando cuadros pequeños", formando marcos, marcas, "y el yodo cayó como una oleada de fuego sobre la espalda desnuda", sobre los blancos del texto que es todo un blanco y radiante, como una novia.

La tercer vuelta de llave la dará el texto (ya la están dando los objetos en su rebelión* -y de eso estoy hablando-) y por eso no puedo hablar así, como me piden, y por eso no me dejan ellos hablar...y de lo que no se puede hablar es mejor callar...y acariciar.

The world will always welcome lovers, as time goes by...

*Es el objeto vuelto sujeto al que, si no entendí demasiado mal, parecía aludir el profesor Rubén Ríos Avila en su conferencia sobre Palés Matos y Pedreira, es la posibilidad de poseer por parte de lo que huye, la voz de lo que jamás nos hemos imaginado que podía tener voz, vida: lo inanimado, lo inhumano, el silencio, la piedra. Como preveía Nietzsche en Más allá del bien y del mal, acabamos adorando las piedras. Es parte de la nueva religión. La última que tal vez nos reste.

jueves, 4 de marzo de 1993

Encuentros y Despedidas

Claro que se puede localizar un sujeto homosexual en el cuento "La última plena que bailó Luberza" de Manuel Ramos Otero. Claro que se puede localizar una subjetividad femenina (¿o feminista?) en "Cuando las mujeres quieren a los hombres" de Rosario Ferré. Claro. 

Gays first

Cuatro hombres de sombra blanca que desmembran el cuerpo, es decir, le quitan los miembros y, a la vez, el miembro. Aparición de un cuerpo donde el miembro no lo es todo, de una sexualidad afálica que proclama un deseo descentrado que puede llamarse homosexual o, mejor, gay.

Pero las reivindicaciones de una sexualidad menos represiva no son patrimonio de la cultura gay (aunque mucho ésta haya hecho para merecer múltiples honores. Su "textualidad histérica", tal como la llama Rubén Ríos en su ensayo sobre el burlesco gay, el flujo de su voz, son también identificables con una tradición de libertad emotiva y de lo que Hegel llamaba las "almas sensibles" (¿Alguien habrá citado alguna vez a Hegel para esto, al pensador de las totalidades? La improbabilidad de tal hecho hace más seductora y excitante la pregunta), y pienso en el surrealismo y pienso aún en el histérico y torrentoso machismo cortazariano.

Pero, sin dudas, la irrefutabilidad de la condición homosexual de Ramos Otero y el exhibicionismo propio de su obra hacen más que obligada la tesis de la homosexualidad de su narrativa.

El humor gay ue le falta al Frau Luberza's Dancing Hall, para ahogar como en la literatura también sus propias penas gay; la loca Miseria que quita pelucas, que todo lo hace y que "es casi una hija para mí, que todas sus paterías sofisticadas son maquinaciones de mujer, que a lo mejor esa loca debiera tener un pedacito de mi herencia", porque Frau Luberza debiera tener un pedacito de maternidad travesti sobre Miseria, porque sus pelucas son sospechosas; los cuatro hombres cuyas sombras ellos son porque son hombres de otra manera, porque la cuchilla es el pene que "mete por la cerradura de la puerta" de Frau Luberza y "no pregunta ya y el otro dice sí oh Dios mío con todo mi corazón", porque me muero del placer se va "quemando en el fuego eterno que yo sé que me muero que me quedan fragmentos de respiración", que son cinco los hombres que se pisan los talones, uno tras del otro "y uno se ha quedado sin los talones pisados", como gallinas que se pisan "y sacan las armas hermosas", inevitables, potentes, brillosas, "que tratan de sentir el humo de las manos", que más que armas son "pistolas" con "dos balas hermosas", introduciendo dedos en los ojales, uno tras del otro, "cuatro machos de humo", o sea no tan machos, "que se van acercando con la muerte, inevitable a la vuelta de la esquina", que se la traen a Frau Luberza, que se la traen a ellos mismos, enmascarados, "tienen cuatro antifaces" y es una orgía en la que todos deciden venirse juntos, los unos sobre los otros, en fila india, ahora todos sobre Frau Luberza, cuyos orgasmos, los de cada uno, los de ella, se sienten en todo el cuerpo, "vacía los pulmones me quedo sin aire uno dispara remata el corazón espera otro dispara desgarra la barriga" y los cuatro machos "grises" caminan "bajo la noche calurosa abrazados en el humo", en sus cortinas, "besándose en la niebla", uno de ellos acomodándose la peluca de Frau Luberza. Claro.

Ladies first

El movimiento del texto es de reconocimiento y construcción de tal femeneidad, con sus clichés, con todo lo que "se les nota", a las dos, que son una sola, que se menean y entrecruzan como piernas, que se van cabreando. Un sujeto femenino que encuentra un hombre culpable (Ambrosio) de sus dualismos, de su separación. El texto es la historia de dicha unificación, la construcción de un nuevo sujeto femenino que supere "tantos años de rabia atarascada en la garganta como un taco mal clavado", de un hombre que clava mal los tacos. Un sujeto femenino que exterioriza la culpa en "los ojos gusaneros de los hombres" que son aquí caricaturas ante las que las mujeres deben unirse:

"Pensaba que habían pasado tantos años desde que habían sido rivales que ya todo resentimiento se había olvidado, que las necesidades inmediatas facilitarían un diálogo productivo para ambas", ahora que el hombre ha muerto. Un gran sujeto femenino que se unifica tanto que se torna sujeto lesbiano: 

"De tan hermosa que era todavía tuvo que bajar la vista, casi no se atrevió a mirarla. Sentí deseos de besarle los párpados, tiernos como tela de coco nuevo y rasgados a bisel. Pensé en lo mucho que me hubiera gustado lamérselos para sentirlos temblar, transparentes y resbaladizos, sobre las bolas de los ojos". 

Encontramos un sujeto femenino que se vuelve despreciativo con los hombres, orinándolos "encima para que se pueden venir, para que sus papás pudieran por fin dormir tranquilos porque los hijos que ellos habían parido no les habrían salido mariconcitos", esos hombres "orondos como gallos", machos que siempre tienen "que tomar la iniciativa", débiles:

"Aquí a nadie va a importarle que tu fueras un enclenque más, meado y cagado de miedo entre mis brazos".

Y, finalmente, un hombre voyeurista, posesivo y explotador, "sólo podía sentir placer al mirarme acostada con aquellos muchachos que me traías todo el tiempo y empezaste a temer que me vieran a escondidas de tí".

El sujeto femenino, por suerte, puede competir con él gracias a "esa sabiduría antiquísima que había heredado de mi madre y mi madre de su madre", deseando no ser más "una muñeca de trapo gris rellena de tapioca", "económica y limpia (...) tabernáculo tranquilo de tu pene rosado que yo siempre llevo adentro, un roto cosido y bien apretado con hilo cien para los demás".

El relato se torna, entonces, lesbiano y masturbatorio, de metamorfosis internas:

"De alguna manera gozaba imaginándomele así, hecha todo un caldo de melaza..."

Estamos frente a un relato de un sujeto femenino que, aún rebelado, en el final, sigue siendo esa mujer que no comprende y se queja de:

"...todo este sufrimiento, todas esas cosas qeu me han atormentado tanto...",

prologando, eso sí, la llegada de la claridad, la revelación, la unidad. Claro.

De ninguna manera

La narración de ambos cuentos no está supeditada, creo, a esa diferencia de sexualidad, aunque estén muy marcados por ella. Hay, obviamente, estilos muy distintos, tradiciones literarias e influencias diversas. Por otra parte, comparten un gesto político común situado en la caracterización fuerte de sujetos marginados.

Creo que la prosa de Rosario Ferré es más ordenada y, al mismo tiempo, menos violenta que la de Manuel Ramos Otero. La primera, más cerebral; la segunda, más visceral. La venganza contra el vómito. La aparición frente a la desaparición. Un sujeto que logra la realización mediante una toma del poder o un sujeto que se realiza en la fuga de ese mismo poder, en su aniquilación, en su desaparición. Estéticas de la entrada y estéticas de la salida. Encuentros y despedidas.