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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

jueves, 4 de marzo de 1993

Encuentros y Despedidas

Claro que se puede localizar un sujeto homosexual en el cuento "La última plena que bailó Luberza" de Manuel Ramos Otero. Claro que se puede localizar una subjetividad femenina (¿o feminista?) en "Cuando las mujeres quieren a los hombres" de Rosario Ferré. Claro. 

Gays first

Cuatro hombres de sombra blanca que desmembran el cuerpo, es decir, le quitan los miembros y, a la vez, el miembro. Aparición de un cuerpo donde el miembro no lo es todo, de una sexualidad afálica que proclama un deseo descentrado que puede llamarse homosexual o, mejor, gay.

Pero las reivindicaciones de una sexualidad menos represiva no son patrimonio de la cultura gay (aunque mucho ésta haya hecho para merecer múltiples honores. Su "textualidad histérica", tal como la llama Rubén Ríos en su ensayo sobre el burlesco gay, el flujo de su voz, son también identificables con una tradición de libertad emotiva y de lo que Hegel llamaba las "almas sensibles" (¿Alguien habrá citado alguna vez a Hegel para esto, al pensador de las totalidades? La improbabilidad de tal hecho hace más seductora y excitante la pregunta), y pienso en el surrealismo y pienso aún en el histérico y torrentoso machismo cortazariano.

Pero, sin dudas, la irrefutabilidad de la condición homosexual de Ramos Otero y el exhibicionismo propio de su obra hacen más que obligada la tesis de la homosexualidad de su narrativa.

El humor gay ue le falta al Frau Luberza's Dancing Hall, para ahogar como en la literatura también sus propias penas gay; la loca Miseria que quita pelucas, que todo lo hace y que "es casi una hija para mí, que todas sus paterías sofisticadas son maquinaciones de mujer, que a lo mejor esa loca debiera tener un pedacito de mi herencia", porque Frau Luberza debiera tener un pedacito de maternidad travesti sobre Miseria, porque sus pelucas son sospechosas; los cuatro hombres cuyas sombras ellos son porque son hombres de otra manera, porque la cuchilla es el pene que "mete por la cerradura de la puerta" de Frau Luberza y "no pregunta ya y el otro dice sí oh Dios mío con todo mi corazón", porque me muero del placer se va "quemando en el fuego eterno que yo sé que me muero que me quedan fragmentos de respiración", que son cinco los hombres que se pisan los talones, uno tras del otro "y uno se ha quedado sin los talones pisados", como gallinas que se pisan "y sacan las armas hermosas", inevitables, potentes, brillosas, "que tratan de sentir el humo de las manos", que más que armas son "pistolas" con "dos balas hermosas", introduciendo dedos en los ojales, uno tras del otro, "cuatro machos de humo", o sea no tan machos, "que se van acercando con la muerte, inevitable a la vuelta de la esquina", que se la traen a Frau Luberza, que se la traen a ellos mismos, enmascarados, "tienen cuatro antifaces" y es una orgía en la que todos deciden venirse juntos, los unos sobre los otros, en fila india, ahora todos sobre Frau Luberza, cuyos orgasmos, los de cada uno, los de ella, se sienten en todo el cuerpo, "vacía los pulmones me quedo sin aire uno dispara remata el corazón espera otro dispara desgarra la barriga" y los cuatro machos "grises" caminan "bajo la noche calurosa abrazados en el humo", en sus cortinas, "besándose en la niebla", uno de ellos acomodándose la peluca de Frau Luberza. Claro.

Ladies first

El movimiento del texto es de reconocimiento y construcción de tal femeneidad, con sus clichés, con todo lo que "se les nota", a las dos, que son una sola, que se menean y entrecruzan como piernas, que se van cabreando. Un sujeto femenino que encuentra un hombre culpable (Ambrosio) de sus dualismos, de su separación. El texto es la historia de dicha unificación, la construcción de un nuevo sujeto femenino que supere "tantos años de rabia atarascada en la garganta como un taco mal clavado", de un hombre que clava mal los tacos. Un sujeto femenino que exterioriza la culpa en "los ojos gusaneros de los hombres" que son aquí caricaturas ante las que las mujeres deben unirse:

"Pensaba que habían pasado tantos años desde que habían sido rivales que ya todo resentimiento se había olvidado, que las necesidades inmediatas facilitarían un diálogo productivo para ambas", ahora que el hombre ha muerto. Un gran sujeto femenino que se unifica tanto que se torna sujeto lesbiano: 

"De tan hermosa que era todavía tuvo que bajar la vista, casi no se atrevió a mirarla. Sentí deseos de besarle los párpados, tiernos como tela de coco nuevo y rasgados a bisel. Pensé en lo mucho que me hubiera gustado lamérselos para sentirlos temblar, transparentes y resbaladizos, sobre las bolas de los ojos". 

Encontramos un sujeto femenino que se vuelve despreciativo con los hombres, orinándolos "encima para que se pueden venir, para que sus papás pudieran por fin dormir tranquilos porque los hijos que ellos habían parido no les habrían salido mariconcitos", esos hombres "orondos como gallos", machos que siempre tienen "que tomar la iniciativa", débiles:

"Aquí a nadie va a importarle que tu fueras un enclenque más, meado y cagado de miedo entre mis brazos".

Y, finalmente, un hombre voyeurista, posesivo y explotador, "sólo podía sentir placer al mirarme acostada con aquellos muchachos que me traías todo el tiempo y empezaste a temer que me vieran a escondidas de tí".

El sujeto femenino, por suerte, puede competir con él gracias a "esa sabiduría antiquísima que había heredado de mi madre y mi madre de su madre", deseando no ser más "una muñeca de trapo gris rellena de tapioca", "económica y limpia (...) tabernáculo tranquilo de tu pene rosado que yo siempre llevo adentro, un roto cosido y bien apretado con hilo cien para los demás".

El relato se torna, entonces, lesbiano y masturbatorio, de metamorfosis internas:

"De alguna manera gozaba imaginándomele así, hecha todo un caldo de melaza..."

Estamos frente a un relato de un sujeto femenino que, aún rebelado, en el final, sigue siendo esa mujer que no comprende y se queja de:

"...todo este sufrimiento, todas esas cosas qeu me han atormentado tanto...",

prologando, eso sí, la llegada de la claridad, la revelación, la unidad. Claro.

De ninguna manera

La narración de ambos cuentos no está supeditada, creo, a esa diferencia de sexualidad, aunque estén muy marcados por ella. Hay, obviamente, estilos muy distintos, tradiciones literarias e influencias diversas. Por otra parte, comparten un gesto político común situado en la caracterización fuerte de sujetos marginados.

Creo que la prosa de Rosario Ferré es más ordenada y, al mismo tiempo, menos violenta que la de Manuel Ramos Otero. La primera, más cerebral; la segunda, más visceral. La venganza contra el vómito. La aparición frente a la desaparición. Un sujeto que logra la realización mediante una toma del poder o un sujeto que se realiza en la fuga de ese mismo poder, en su aniquilación, en su desaparición. Estéticas de la entrada y estéticas de la salida. Encuentros y despedidas.


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