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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

lunes, 14 de junio de 1993

Cándido: intento de una lectura bakhtiniana

Intersubjetividad y dialogismo        

En Bakhtin la intersubjetividad, esto es sujetos que se constituyen en relación, en principio  nunca se propone como una abstracción sino como el deseo de una culminación. No es un romance. El yo en Bakhtin nunca estuvo solo, es dialógico. El diálogo es el acto mismo de la enunciación. Cada palabra que se dice es emitida desde esa potencialidad. Las palabras son un yo-otro.

Bakhtin no estuvo demasiado tiempo en una parte, fue exilado en diferentes partes de la URSS, huyendo de las purgas estalinistas que no entendían su materialismo ni su teología. Es contra ese sujeto fuerte que se rebela Bakthin: es un pensamiento intersubjetivo. Para él el encuentro entre la mente y el mundo produce rupturas, discontinuidades. Diferencia entre el yo de la percepción y el yo de la experiencia. Hay cosas y hay mente. Pero las cosas no son en sí mismas. Bajtín nos habla de un "ser para otro" que se contrapone al ser en sí kantiano. Nada es nada en sí mismo. Nadie dice ni la primera ni la última palabra. A pesar de todo ello, algunos críticos sostienen que en Bakhtin todavía es demasiado rectora una utopía de la voz, hay todavía un sujeto demasiado constituido.

Podemos ejemplificar como se manifiestan estas caracterísitcas ya desde el primer capítulo cuando Cunegunda

 

"pensó que ella podría ser la razón suficiente del joven Cándido, quien a la vez podría ser la de ella.

Cunegunda, al regresar al castillo, encontró a Cándido y se ruborizó: Cándido se sonrojó                 también..." (Cap 1, p. 52)

           

Es decir que existe la posibilidad de un ser que se defina en función de otro, aunque en este caso  específico este otro sea un único otro. Y, de cualquier manera, también vemos cómo la conducta de uno de ellos motiva inmediatamente la otra. Sus sentimientos están concatenados como en una ley causal.

Más adelante leemos en boca de uno de los búlgaros:               

"Los hombres han nacido para socorrerse mutuamente" (Cap. 2, p. 53)


para luego observar la rapidez con que Cándido cambia de opinión motivado por las palabras del otro:

 

"- ...lo que deseamos saber es si queréis con ternura al rey de los búlgaros.

 

-Ni con ternura ni sin ella, pues en mi vida lo he visto -contestó Cándido.

 

                -¡Cómo! Es el mejor de los reyes, y hemos de beber a su salud.

 

-Me place, señores -profirió el joven, levantando el vaso y vaciándolo de un trago."

 

o más adelante:

 

- ¡Ah!, señora -articuló Cándido-, responded como os plazca." (Cap. 22, p. 121)

 

El encadenamiento causal de los hechos que obsesionaba a Cándido es claramente correspondiente con la idea de un sujeto débil, ya que está sujetado al arbitrio de dichas cadenas. (Cap. 3, p. 57)

 

Y así vemos como Pangloss le relata a Cándido:

 

"A Francisquilla le había hecho tal regalo un franciscano sapientísimo que lo había cogido de una                 vieja condesa, que lo recibiera de un capitán de Caballería, que lo debía a una marquesa, que lo tenía de un paje, que lo recibió de un jesuita, etc., etc. En cuanto a mí, no lo contaminaré a nadie, pues me muero." (Cap. 4, p. 59)

 

La única manera de dejar de ser un intersujeto es muriéndose, abandonando el mundo de la naturaleza y de la cultura (que en Bakhtin están íntimamente asociados).

               

Cándido es un solicitador permanente de consultas, del otro. Se trastoca y modifica sus pensamientos acorde al diálogo al que se enfrente. Cándido necesita una verdad, necesita padres que lo guíen:

 

"-Si no hubiesen ahorcado a Pangloss -dijo Cándido- ahora nos daría un buen consejo, pues era un gran filósofo; pero a falta de él, consultemos a la vieja." (Cap. 9, p. 71)

               

"Cándido, que por su educación no tenía criterio propio, estaba admirado de lo que oía..." (Cap. 25 p. 134)

 

En el capítulo 12 vemos otro claro ejemplo de destinos y conductas entrelazadas en el extenso relato de "la vieja":

 

"Vuestro destino es ahora el mío, y debo deciros que lo que a vosotros ha sucedido me ha interesado más que lo que me sucedió a mí. Ni siquiera habría hecho mención de mis desgracias, si no me hubiéseis excitado a ello, y si no fuese moneda corriente en un buque contarse mutuamente historias para matar el tedio." (p. 82).

 

Hay un momento del relato en el que el mismo narrador hace referencia a los cambios en los caracteres de sus personajes cuando dice:

 

"Cándido, que no desempeñaba ya más que un papel secundario, fue con su criado." (Cap. 18, p.                 99).

 

Pangloss y el barón son más bien ejemplos de lo contrario, de un sujeto fuerte que no es tocado por la historia:

 

"-Opino como opinaba -contestó Pangloss-, pues soy filósofo, y no me conviene contradecirme, cuanto más que Leibniz no podía equivocarse; la armonía preestablecida es lo mejor del mundo, como lo son la plenitud y la materia sutil" (Cap. 28. p. 147).

 

"-Jamás consentiréŽ tal bajeza por parte de ella, ni tal insolencia por la vuestra -dijo el barón-" (Cap. 29, p. 148)

 

Y en el párrafo anterior, otra vez el narrador nos indica la necesidad inevitable del dialogismo en la constitución, identidad y autoconocimiento de un sujeto:

 

"Cunegunda, que ignoraba que se había puesto fea, pues nadie se lo había dicho..." (Cap. 29, p. 148)

 

Y nuevamente:

 

                "Las palabras de la vieja motivaron nuevas reflexiones" (Cap. 30, p. 150)

 

Vemos, entonces, como en los últimos capítulos de la obra (28, 29 y 30) arrecia con fuerza nuevamente la problemática de la intersubjetividad y el dialogismo.

               

En el último capítulo, la decisión de casarse de Cándido está generada por la “impertinencia del barón" y por los apremios de Cunegunda. Cándido, Martín y Pangloss necesitan discutir, es decir dialogar, constantemente.

 

Tal vez Martín sea un personaje interesante para ahondar enŽél ya que, siendo un sujeto fuerte, lo es como producto del dialogismo e intersubjetividad constantes, su capacidad como escucha del mundo que, podríamos decir, no abandona hasta último momento en su relatividad (es un sujeto fuerte que estaría dispuesto a debilitarse, que no niega posibilidades utópicas pero duda mucho de ellas) cuando ve llegar a Paquita y fray Alelí y se confirma en lo que para el narrador serán "sus detestables principios". Esta llegada es un momento de gran intersubjetividad puesto que provoca cambios en las subjetividades de Martín (confirmación de sus principios), Cándido (titubea más que nunca) y Pangloss (turbación). Este es el momento de mayor titubeo y descalabro de Cándido, el momento en que empieza a erigirse en un sujeto fuerte. Serán el derviche y el anciano sus últimos consultores. Luego es la certeza total: el trabajo. Ahora Cándido sabe:

 

                "-Sé que lo único que debemos hacer es cultivar nuestra huerta -terminó                Cándido." (Cap. 30, p. 153)

 

La obra termina con su misma declaración nuevamente en su boca:

               

"...lo único que debemos hacer es cultivar nuestra huerta." (Cap. 30, p. 154)

               

Cándido, anti-bakhtinianamente, dice la última palabra.

               

Historia

 

Es muy fuerte la presencia del factor histórico y la idea de que el mundo está en constante formación, en el discurso bakhtiniano. Más que un mundo en constante formación, en Voltaire me parece que la historia todo lo devora. Que el mundo es una moledora y que conviene mirar para el otro lado. Una de las referencias más claras en relación a Europa como mundo en decadencia se halla en el capítulo 20 en boca de Martín, el maniqueo:

               

"Un millón de asesinos organizados recorren Europa, de uno a otro confín, matando y robando con disciplina para ganarse el pan, porque es de saber que no hay oficio más honrado; y en las ciudades que al parecer viven en paz, y en las cuales florecen las artes, los hombre sienten más envidia, cuidados y zozobras, que calamidades una ciudad sitiada. Los quebrantos íntimos son aún más terribles que las miserias públicas." (p. 111).

 

Esta antropología nihilista inmoviliza la historia:

 

                "-Pues bien -prosiguió Martín-, si los gavilanes han tenido siempre el mismo carácter, ¿por qué los                 hombres han de haber modificado el suyo?" (Cap. 21, p. 114)

 

Es casi siempre Martín el encargado de estas referencias a la historia y a lo absurdo de la misma:

 

"-La suya es otra clase de locura -dijo Martín-. Ya sabéis que estas dos naciones están en guerra por                 algunas fanegas de nieve allá en el Canadá, y que en esta guerra gastan mucho más de lo que vale todo el Canadá. Mis escasas luces no me permiten deciros si abundan más en Francia que en Inglaterra los locos; lo único que se es que los ingleses son muy arbitrarios." (Cap. 23, p. 126)

 

Encontraremos en el derviche una visión muy similar con respecto a el carácter de la historia:

 

"-¿Qué importa que haya mal o bien? -replicó el derviche-. Cuando Su Alteza envía un buque a Egipto, ¿le importa saber si los ratones que hay en el buque están bien o mal? (Cap. 30, p. 151)

 

Este ha sido uno de los puntos que más trabajo me ha costado y sobre el que más dudas tengo.

               

Carnaval

               

La diferencia con los formalistas rusos, de quienes hereda el estructuralismo saussuriano, está fundamentalmente en que la poética de Bakhtin es más una poética de la palabra. Para Bakhtin literatura no es lenguaje sino discurso. Su género privilegiado es la novela porque allí hay más discurso, más enunciación. A Bakhitn le interesa el menos codificado de los géneros, que se resiste a ser estructurado en una gramática, una proliferación de voces. Bakhtin opone el espacio del carnaval al espacio de la abstracción de la ley. La carcajada descalabrando la doxa, lo alto y lo bajo uniéndose para dar un salto.

 

El texto de Voltaire abunda en estos ejemplos que pasaremos a transcribir.

 

Al barón Thunder-ten-tronck,

 

                "todos le llamaban monseñor y se reían cuando contaba cuentos" (Cap. 1, p. 51)

 

Cuando Cándido se encuentra con Pangloss y no lo reconoce por estar en lo bajo:

               

"¡Vos en este horrible estado! (...) ¿Por qué no habitáis ya en el más hermoso de los castillos?" (Cap. 4, p. 58).

 

Y lo hermoso se mezcla con lo abominable:

                "¿Cómo tan hermosa causa ha podido producir en vos tan abominable efecto?" (p. 59).

 

Todo es contaminante salvo, como ya vimos, lo que muere. La vida es intercambio permanente de lo otro. Mientras Pangloss razona se desencadena su opuesto: el huracán, lo irracional, el carnaval, la tormenta (p. 61).

 

El carnaval, la tormenta, llevó a que

 

"La mitad de los pasajeros, debilitados, medio muertos a causa de tantas angustias que el vaivén de un buque produce y la agitación de los nervios y de todos los humores del cuerpo, ni fuerzas tenían para fijarse en el peligro. La otra mitad gemía y oraba." (Cap. 5, p. 61)

               

Nos encontramos frente a un fresco de la historia: el carnaval que hace que explote el cuerpo, el baile que ciega, que agota para no pensar. Los que piensan, los que todavía pueden, gimen y oran.

 

Cuando el marinero sube, Santiago baja. Santiago reaparece en la superficie y luego se hunde. Arriba y abajo. Terremoto. Embriaguez. (p. 62)

 

El marinero no cree en la razón universal y Cándido está en la calle cubierto de despojos pidiendo vino y aceite, sintiéndose morir. Un terremoto que no es nuevo: Carnaval. (p. 63)

 

La libertad y la necesidad coexistiendo. La libertad y la necesidad de hacer caso omiso al discurso de Pangloss y sumergirse en el goce y el olvido:

 

"El hombrecillo, sin dar a Pangloss tiempo de concluir su frase, hizo con la cabeza una seña a su                 mozo de espuela y que le escanciaba vino de Oporto" (Cap. 5, p. 64)

 

Frente al espectáculo del terremoto-carnaval: otro espectáculo:

               

"...algunas personas quemadas a fuego lento, con gran ceremonia, es un remedio infalible..." (Cap. 6, p. 64).

 

Cándido es azotado mientras se canta (p. 65), ve

 

                "su vida entera como un sueño funesto y el momento presente como una pesadilla agradable" (Cap. 7, p. 67).

 

Juego de opuestos carnavalesco que permite que Cándido, tan bondadoso, pueda matar en dos minutos a un judío y un prelado (Cap. 9, p. 72), el amor  y el odio provocando la pérdida de juicio. Cunegunda nace baronesa y desciende a cocinera (Cap. 10, p. 74); la vieja es hija del Papa Urbano X y de la princesa de Palestina y acaba esclava en Marruecos (p. 76) La "flor" de la vieja,

 

"reservada al gallardo príncipe de Massa-Carrara, me la arrebató el capitán pirata, negro,                 abominable..." (Cap. 11, p. 77).

 

Y además:

               

"Un moro cogió a mi madre por el brazo derecho, y el teniente de mi capitán la retuvo por el brazo izquierdo; otro moro la asió de una pierna, y de la otra uno de nuestros piratas" (p. 77)

               

"He envejecido en la miseria y en el oprobio, con una nalga de menos, y  recordando que era hija de un papa (...) Nada más risible que horrorizarnos de nosotros mismos, y estar apegados a nosotros mismos" (Cap. 12, p. 81).

 

Proliferación, mutilación, festín, altos y bajos, risa y horror, carnaval.

 

Cunegunda tiene setenta y dos cuarteles en el escudo pero es pobre (Cap. 13, p. 83). En América matan españoles y en Madrid los envían al cielo (Cap. 14, p. 86): eso entusiasma a Cacambo.

               

El hombre que se siente el más bueno del mundo ha matado a su amigo, a su antiguo señor y a su cuñado (Cap. 15, p. 90). Cándido y Cacambo no distinguen si los chillidos son de dolor o alegría (Cap. 16, p. 92): todo mezclado, la honradez y el asesinato (Cap. 20, p. 111), buques victoriosos que pasan a ser sumergidos (p. 112). Dirá Martín de Paris:

 

"...es un caos, un maremágnum donde todos quieren divertirse y pocos lo consiguen (...) aún a mí me tomaron por ladrón..." (Cap. 21, p. 113).

 

En la comedia representan tragedias (Cap. 22, p. 116), hay exceso y proliferación por toda parte:

               

"-¿Cuántas obras teatrales se han producido en Francia? -preguntó Cándido al cura.

                -De cinco a seis mil.

                -Muchas son -dijo Cándido-. ¿Y cuántas hay buenas?

                -Quince o dieciséis -replicó el otro.

                -Muchas son -dijo Martín." (p. 116)

 

Contradicciones e incompatibilidades descabelladas en todas partes:

               

"las veréis en el gobierno, en los tribunales, en las iglesias y en los espectáculos de esta regocijada                 tierra.

                -¿Es cierto que en París no se extingue nunca la risa? -preguntó Cándido.

-Cierto es -comentó el cura-, pero se ríen rabiando; porque aquí todos se lamentan a carcajadas, como a carcajadas se cometen los actos más detestables" (p. 117).

               

Unión de risa y dolor, risa y horror, robos que se echan a perder (p. 119), bebedores que no comprenden el lenguaje y ahorcados que se ríen del mundo (p. 121), Cándido que es el hombre más decente del mundo por tener dinero y a pesar de los crímenes (p. 124), y aún no deja de sorprenderse

               

"-¡Ah! Monstruos! -exclamó Cándido-; ¡Cómo! ¡tales horrores en un pueblo que baila y canta! (Cap. 22, p. 125).

               

Lo absurdo, la locura (p. 125-6), la melancolía y el carnaval (p. 127), Cándido "entre gozoso y dolorido", el carnaval de Venecia y las mascaradas (p. 138) y todos los reyes destronados (p. 139-40-41) que para Martín es frecuente ver. El mismo Martín concluirá que

               

"el hombre nace para vivir en las convulsiones de la inquietud, o en la letargia del tedio" (Cap. 30, p. 150-1)

 

Paquita y Fray Alelí ríen y hacer las paces, ríen y hacen las paces: circularidad (p. 151). Pangloss afirma que las grandezas (lo alto) son muy peligrosas (lo bajo), y muestra toda su colección de ejemplos históricos (p. 153).

               

Comunicación como negociación

 

Bakhtin también enfatizará en sus análisis la idea de la comunicación entendida como negociación en el comercio, en la plaza del mercado. Se muestra optimista sobre la posibilidad de negociar cara a cara, todos los días, en función de la supervivencia. De aquí se deriva claramente una problemática que Bakht'n creía compatible con la ciencia: realiza una lectura einsteiniana de Kant.

               

Veamos algunos ejemplos de estos temas en el Cándido:

               

La idea de Pangloss que las cosas no pueden ser de otra manera que como son nos obliga a situarnos de otra manera frente al mundo, una postura más comprensiva y menos instrumental, ya que todo está lo "mejor posible" (Cap. 1, p. 51), un encadenamiento de causas y efectos "para el mayor beneficio" (Cap. 3, p. 57).

               

¿Quienes pueden hacer que ese "mejor posible" se potencialize? Los científicos:

               

"Un cirujano curó a Cándido en tres semanas con los emolientes enseñados por Dioscórides..." (Cap. 2, p. 55)

               

"...como en todas partes hay cirujanos franceses, uno de ellos, expertísimo, cuidó de nosotras y nos curó." (Cap. 12, p. 81)

               

"...os diré que después de haberme curado mi herida el hermano boticario del colegio..." (Cap. 28, p. 145)

 

Pero esas curas deben ser también negociadas, un juego entre el "mal físico" y el "mal moral" que dominan la tierra(p. 82,110 y 148):

 

                "-¿Y cómo -exclamó Pangloss-, si no poseo un céntimo y en toda la faz de la tierra no puede uno hacerse sangrar, ni tomar una lavativa sin pagar o sin que alguien pague por nosotros? (Cap. 4, p. 60).

 

Las personas también son negociables. Cuenta Cunegunda como:

               

"...el capitán (...) me vendió a un judío llamado Isachar, que traficaba en Holanda y en Portugal" (Cap. 8, p. 69).

               

Y el negro:

               

"...Ved a que precio coméis azúcar en Europa. Sin embargo, cuando mi madre me vendió por diez escudos en la costa de Guinea..." (Cap. 19, p. 105)

               

Y Cándido en referencia al rescate (nada heroico) de Cunegunda:

               

"Si el gobernador opone algunas dificultades, dale un millón, y si no cede, dale dos;" (p. 106)

 

También nos narra la negociación entre el judío y el inquisidor para compartir a Cunegunda:

               

"...el judío, amedrentado, hizo con el inquisidor un pacto mediante el cual la casa y yo pertenecíamos a entrambos en común; que Isachar tendría para él los                 lunes, miércoles y sábados, y el inquisidor los demás días de la semana. Hace seis meses que dura este convenio establecido con ciertas dificultades..." (Cap. 8, p.69)

 

A la hora del pragmatismo, de tomar decisiones, aparece la decisión de negociar con el mundo para sobrevivir. Y para saber como sobrevivir, nadie mejor que la vieja:

               

"-¿Qué hacer?

- Vendamos uno de los caballos -indicó la vieja-; yo montaré sobre la grupa, detrás de la señorita, por más que sólo puedo sostenerme en una cadera, y así llegaremos hasta Cádiz." (Cap. 10, p. 73).

 

También es ella como narradora la que cuenta el tratado entre el emperador de Marruecos y el napolitano, a los efectos de procurarse pólvora, cañones y naves para aniquilar el comercio de los demás cristianos. El mismo italiano la venderá al rey (Cap. 12, p. 79).

               

"Las desventuras autorizan ciertos derechos" le dice la vieja a Cunegunda, hay que saber sacar provecho de la situación, "hay que bregar"-diría un boricua:

               

"Yo que vos, no repararía en escrúpulos inoportunos, me casaría con el gobernador y labraría la fortuna del capitán Cándido" (Cap. 13, p. 84)

 

También escucharemos al otro sabio de la cultura popular, Cacambo, sosteniendo:

               

"-No nos queda sino vender cara la vida; es menester morir con las armas en la                 mano." (Cap. 15, p. 90)

 

Cándido mata a uno, salva a otro: repara, negocia:

               

"He librado de un peligro a esas dos pobres niñas; si pequé matando a un inquisidor y a un jesuita, acabo de reparar mi falta salvando la vida a dos muchachas. Quizá sean señoritas distinguidas, y este lance puede procurarnos grandes ventajas en esta tierra." (Cap. 16, p. 92).

 

"De no haber tenido la suerte de matar al hermano de la señorita Cunegunda, no habría remedio para mí, me comían" (p. 95)

               

Los mercados y el palacio de las Ciencias son los lugares que más le impactarán de El Dorado

 

"...adornados de mil columnas y las fuentes de agua pura, las de agua de rosas, las de licores de caña dulce, que incesantemente manaban en espaciosísimas plazas empedradas de una especie de adoquines que exhalaban un olor parecido al del clavo de especia y de la canela..."

               

"...pero lo que le causó más asombro y más le agradó fue el palacio de las Ciencias..." (Cap. 18, p. 102)

 

En El Dorado gozan de un gran desarrollo científico lo que les permite construir una máquina para que Cándido y Cacambo puedan salir de allí:

 

"...tres mil reputados físicos trabajaron en la máquina, quince días después quedó lista, y no costó más allá de veinte millones de libra esterlinas" (p. 104).

 

Cándido es un mal negociador, siempre da más de lo que debe dar. Vemos un ejemplo en su negociación con Vanderdendur que le extrae lo que quiere. Cuando se dirige a la ley, solo tiene que pagar más por haber sido robado y haberse indignado (Cap. 19, ps. 107-8): Comercio, tajadas.

 

Cándido es un apasionado por la ciencia y el conocimiento, tiene toda su fe puesta en ella. Cuando tiene que elegir a un acompañante para el viaje a Burdeos, se decide por un sabio. Y tiene que pagar a todos los que no escogió (p. 109). Además regalará su carnero a la Academia de Ciencias de Burdeos (Cap. 22, p. 115) que hará una serie de demostraciones con él. Admira las letras, a Homero que para Pococurante, y a pesar de no gustarle,

               

"era preciso que figurase en la biblioteca de todo hombre ilustrado, como un monumento de la antiguedad..." (Cap. 25, p. 133)

 

Tienen que morir muchos inocentes para castigar a uno solo (Cap. 20, p. 112), es bien recibido quien lleva la bolsa llena (p. 113). Cándido venderá pedruscos de Eldorado (Cap. 22, p. 114), se verá rodeado de médicos, amigos y beatas cuando se enferma y hace reflexionar a Martín:

               

"-Recuerdo -decía Martín-, haber estado yo también enfermo en París cuando mi primer viaje; y como era mucha mi pobreza, no tuve amigos, ni beatas, ni médicos, y sané." (p. 115).

               

Tantos médicos visitaron a Cándido y tanta sangre (podríamos decir, dinero) "le sacaron del cuerpo que se puso grave" (p. 115).

 

C‡ndido también negociará en el amor:

               

"-Aunque me apremia el ver a la señorita Cunegunda -articuló Cándido-, querría cenar con la señorita Clairón, pues me ha parecido admirable." (p. 118)

               

No la consigue pero también la negocia por otra. Y sigue pagando para ver a Cunegunda: ofrece a un sargento tres diamantes lo que hace que este último le diga:

 

"...aún cuando hubiéseis cometido todos los crímenes imaginables, sois el hombre más decente del mundo." (p. 124)

               

Se ejecuta almirantes para estimular a los otros (p. 126), se pronuncian sermones para obtener dinero (p. 130), la solicitud de crédito es imperiosa (p. 139), los rescates de Cunegunda y Cándido son muy caros (p. 142-3), y paga por Pangloss y el barón cincuenta mil zequíes. (144).

 

Moraleja: Callar y negociar, limitarse a comerciar los productos del huerto que se cultiva.

               

La materialidad del cuerpo

                 

La comida aparece siempre como una necesidad apremiante del cuerpo. Cuando los personajes no están comiendo, están deseando hacerlo: el goce es el de la comida y el del sexo. Y cuando no comen, el narrador lo hace notar. El cuerpo siempre, flagelado, torturado, asesinado, atravesado, utilizado como en Bakhtín, por la cultura. No hay naturaleza que no sea culturizada, esto es, devorada.

 

                Debido a la extensión de estos ejemplos y a la reducción de mi tiempo, sólo los citaré sin analizarlos caso por caso.

                "Su fisonomía era trasunto de alma" (Cap. 1, p. 50)

               

"La baronesa pesaba unas trescientas cincuenta libras" (p. 51)

               

"Su hija Cunegunda (...) era (...) gordita, apetitosa"

 

"Nótese que las narices han sido creadas para llevar antiparras, y por eso antiparras tenemos; que las piernas fueron visiblemente instituidas para que las                 enfundásemos, y tenemos calzones."

               

"...como los cerdos han nacido para que se los coman, comemos cerdo todo el año;"

               

"El joven se acostó sin cenar..." (Cap. 2, p. 53)

               

"...medio muerto de frío, sin blanca, hambriento y rendido de cansancio..."

               

"...con frases corteses lo convidaron a comer."

               

"...le rociaron las espaldas con treinta varazos..." (p. 54)

               

"...en la creencia de que era un privilegio de la especie humana (...) servirse a su antojo de las piernas;"

 

"...cuatro mil baquetazos, que desde la nuca hasta la rabadilla le dejaron al aire los músculos y los nervios." (p. 55)

 

"Cándido, que temblaba como un filósofo, se escondió cuanto pudo durante aquella heroica matanza" (Cap. 3, p. 56)

 

"...y pasando por encima de montones de cadáveres..."

 

"Aquí, ancianos acribillados de heridas veían expirar a sus degolladas mujeres con sus hijos en los brazos ensangrentados; allí, doncellas destripadas, después de haber saciado en ellas sus apetencias naturales algunos héroes (...) más allá, otras, medio quemadas, pedían a gritos que acabasen de matarlas. Esparcidos por la tierra y entre brazos y piernas cortados se veían sesos."

 

"Cándido, hollando incesantemente miembros palpitantes o pasando entre ruinas, salió por fin del teatro de la guerra, con algunas provisiones de su zurrón y el recuerdo puesto en Cunegunda (...). Al llegar a Holanda las provisiones le faltaron;"

 

"...¿creéis que el Papa sea el Anticristo?

- (...) séalo o no lo sea, carezco de pan.

-No eres digno de comerlo..."(p. 57)

 

"...pústulas, ojos mortecinos, nariz roída, boca sesgada y dientes negros (...) tosía de un modo violento, y escupía a cada esfuerzo un diente." (p. 57-8)

 

"...donde le dio a comer un pedazo de pan, y una vez que Pangloss hubo recuperado sus fuerzas..." (Cap. 4, p. 58)

 

"...la destriparon unos soldados búlgaros después de violarla cuanto puede ser violada una mujer. Aquellos soldados destrozaron la cabeza al barón (...) y a la baronesa la hicieron trizas"(p. 59)

 

"...porque si Colón no hubiese cogido en una isla de América esta enfermedad que emponzoña el manantial de la generación..." (p. 60)

 

"...hay veinte mil bubosos en cada bando."

 

"...Pangloss no perdió más que un ojo y una oreja..."

 

"-Forzoso es que los hombres hayan corrompido a la naturaleza..." (p. 61)

 

"...y se embriagó, y en durmiendo la borrachera, compró los favores de la primera mujer de partido que le salió al paso en las ruinas de las destruidas casas, y en medio de los moribundos y de los muertos." (Cap. 5, p. 62-3)

 

"Algunos de los socorridos por ellos les dieron una comida tan suculenta como lo permitía tal desastre, pero la comida fue triste hasta el extremo de que los comensales regaron con sus lágrimas el pan;"

 

"Cándido fue azotado de una manera acompasada, mientras cantaban; el vizcaíno y los dos portugueses que no quisieron comer el corazón de pollo, fueron quemados vivos, y a Pangloss lo ahorcaron..." (Cap. 6, p. 65)

 

"Pase que le azoten a uno como me azotaron los búlgaros;"

 

"¿Tanto importaba que os abriesen el vientre?"

 

"...y le sirvió de comer y de beber; luego le mostró una cama pequeña" (Cap. 7, p. 66)

 

"-Comed, bebed, dormid..."

 

"Daos friegas con esa pomada, comed y dormid."

 

"Cándido comió y durmió. Al día siguiente la vieja le llevó el almuerzo, y le inspeccionó las espaldas y se las frotó con otra pomada; luego le llevó la comida, y por la noche la cena."

 

"La buena mujer volvió al anochecer, pero desprovista de la cena..."

 

"-Sí, me violaron y me destriparon.." (p. 67)

 

"...mordí, arañé..." (Cap. 8, p. 68)

 

"...el salvaje del búlgaro me dio una cuchillada en el costado izquierdo, de la cual todavía conservo la cicatriz."

 

"...se amostazó y lo mató encima de mi cuerpo." (p. 69)

 

"...donde no tuve más remedio que (...) prepararle y servirle la comida." (p. 69)

 

"Al ver quemar a los dos judíos y al honrado vizcaíno casado con su comadre..." (p. 70)

 

"...os diré que vuestra piel es aún más blanca..."

 

"...del ahorcamiento de Pangloss, del miserere durante el cual os azotaban..."

 

"...y como tendréis hambre, y yo también la tengo, empecemos por cenar.

               

Cándido y Cunegunda se sentaron a la mesa y después de cenar se acomodaron en el hermoso sofá." (p. 71)

 

"¡Un hombre muerto en mi casa!" (Cap. 9, p. 71)

 

"...me enviará a la hoguera (...) me ha hecho azotar despiadadamente (...) y pues estoy con ganas de matar..." (p. 72)

 

"¡Otro cadáver! -dijo Cunegunda-."

 

"...y hayáis visto azotar a dos amantes en un auto de fe..." (Cap. 10, p. 74)

 

"...mi seno se iba formando. ¡Y qué seno! ¡Blanco, duro, escultural como el de la Venus de Médicis! ¡Y quéŽ ojos los míos! ¡Qué párpados! ¡Qué negras las cejas! ¡Qué brillo el de mis pupilas! (...) Las mujeres que me vestían y desnudaban se quedaban extáticas al contemplarme de frente y de espaldas;" (Cap. 11, p. 75)

 

"...dos horas después el príncipe murió en medio de horrorosas convulsiones;" (p. 76)

 

"...pero lo para más sorprendente fue que nos metieron el dedo en un sitio donde nosotras sólo consentimos que nos introduzcan cánulas."

 

"Los pueblos septentrionales no tienen la sangre bastante ardiente, ni el hambre insaciable de mujer que se tiene en África. Parece que los europeos llevan leche en las venas; en las de los habitantes del Atlas y de las regiones circunvecinas, corre vitriolo, fuego. (p.77)

 

"...vi a todas nuestras italianas y a mi madre desgarradas, hechas pedazos, asesinadas por los monstruos que se las disputaban." (p. 78)

 

"...y yo quedé moribunda sobre un montón de cadáveres."

 

"...rendida de cansancio y dominada por el horror, la desesperación y el hambre."

 

"...cuando sentí que sobre mi cuerpo se movía algo que me oprimía, y al abrir los ojos vi a un hombre blanco y de buena presencia que suspiraba y decía en voz baja: O che sciagura d'essere senza cogl...! "

 

"-Nací en Nápoles -me dijo-, ciudad en donde todos los años castran a dos o tres mil niños..." (Cap. 12, p. 79)

 

"...violada casi todos los días, visto descuartizar a su madre, padecido hambre, experimentado los horrores de la guerra, y se moría apestada en Argel." (p. 80)

 

"...y los enemigos se propusieron vencernos por hambre (...) cuando el hambre los puso al último extremo (...) comiéronse a los dos eunucos, y pocos días después resolvieron comerse a las mujeres"

 

"-'Cortad nada más una nalga a cada mujer, y comeréis un buen bocado;"

 

"...me aplicaba veinte latigazos cada día" (p. 81)

 

"...que se está muriendo de hambre como yo (...) ¿No podríamos almorzar mientras llega su reverencia?" (Cap. 14, p. 86)

 

"Un suculento almuerzo estaba preparado en vajilla de oro." (p. 87)

 

"...carirredondo, bastante blanco, coloradote, de arqueadas cejas, ojos vivos, orejas encarnadas, labios encendidos..."

 

"Las almas de los dos hombres volaban enteras en alas de su lengua, y estaban atentas en sus oídos, y brillaban en sus ojos." (p. 88)

 

"-Mientras me quede aliento  (...) recordaré el horroroso día en que vi asesinar a mi padre y a mi madre y violar a mi hermana." (Cap. 15, p. 89)

 

"...y la clavé hasta los gavilanes en el vientre del barón jesuita..." (p. 90)

 

"El prudente Cacambo había hecho provisión de pan, chocolate, jamón, fruta y vino." (Cap. 16, p. 91)

 

"-Comamos, señor -dijo Cacambo, dando él el ejemplo."

 

"...y en comer estaban ocupados amo y servidor..." (p. 92)

 

"...dos muchachas desnudas que corrían con ligereza por la pradera perseguidas por dos monos que les mordían las nalgas."

 

"Quedaremos vengados y nos daremos un banquete. ¡Comamos jesuita!" (p. 93)

 

"sus provisiones se agotaron, durante un mes alimentáronse de frutas silvestres, y por fin se encontraron al borde de un riachuelo orillado de cocoteros que sostuvieron su vida y sus esperanzas." (Cap. 17, p. 95)

 

"No podemos más, hemos caminado cuanto andar nos consentía el cuerpo; allí veo una canoa vacía, llenémosla de cocos..." (p. 96)

 

"...y de su interior partían (...) unos olores suculentos" (p. 97)

 

"...y les sirvieron cuatro potajes con dos loros cada uno, un pedazo de carne cocida que pesaba doscientas libras, dos monos asados y de gusto exquisito, trescientos colibríes en una fuente, y seiscientos pájaros mosca en otra; guisos delicados, pasteles deliciosos..." (p. 98)

 

"-La costumbre (...) es abrazar al rey y besarlo en ambas mejillas (Cap. 18, p. 102)

 

"Los manjares fueron de lo más exquisito..."

 

"...al infeliz le faltaba la pierna izquierda y la mano derecha." (Cap. 19, p. 105)

 

"...si una muela nos coge un dedo, nos cortan la mano; si intentamos fugarnos, nos cortan una pierna..."

 

"...y al hablar de Cunegunda, sobre todo al final de las comidas..." (Cap. 20, p. 110)

 

"...Cándido hubo de guardar cama a causa de una ligera enfermedad..." (Cap. 22, p. 114)

 

"...tanta sangre le sacaron del cuerpo que se puso grave..." (p. 115)

 

"Durante su convalecencia cenaba generalmente bien acompañado..." (p. 116)

 

"La cena transcurrió como suelen en París..." (p. 119)

 

"...excepto durante la cena (...) el resto del tiempo se pasa en disputas impertinentes" (p. 121)

 

"Hace ocho días que estoy enferma en esta ciudad..." (P. 123)

 

"...miraba de cuando en cuando el teatino y le pellizcaba los mofletes..." (Cap. 24, p. 128)

 

"-Basta que los convidemos a comer -profirió Cándido- y veréis si me equivoco (p. 128)

 

"...y lo convidó a él y a la muchacha a comer macarrones, perdices de Lombardía, huevas de sollo, y a beber vino de Montepulciano, Lacrimascristi, Chipre y Samos en la posada donde él se alojaba." (p. 128)

 

"La muchacha se ruborizó" (p. 128)

 

"...cierto día y para curarla de un constipado le propinó una medicina tan eficaz, que murió a las dos horas en medio de convulsiones horribles..." (p. 129)

 

"...si pudieseis figuraos lo que es verse obligada a acariciar en frío a un viejo mercader, a un abogado, a un fraile o a un gondolero..."

 

"Fray Alelí (...) había quedado en el comedor y mientras llegaba la hora de la comida, trasegaba a su estómago algunos tragos de vino" (p. 130)


"...comieron alegremente, y a los postres hablaron con alguna confianza."

 

"...Platón dijo que no son estómagos sanos los que se cansan de los alimentos" (Cap. 25, p. 137)

 

"-Primero cenemos -propuso Cacambo- (...) no digáis palabra, cenad y estad dispuesto (Cap. 26, p. 138)

 

"Cacambo, que escanciaba vino a uno de aquellos extranjeros, al final de la cena dijo..."

 

"¿Qué importa cenar con éste o con aquél, si la cena es buena?" (Cap. 27, p. 141)

 

"Un cadí ordenó que me diesen cien varazos en la planta de los pies y me condenó a galeras." (Cap. 28, p. 145)

 

"...la devota llevaba los senos al aire, y entre los dos pechos ostentaba un precioso ramo de tulipanes, rosas, anémonas, francesillas, jacintos y aurículas" (p. 146-7)

 

"...después de hacerme aplicar cien palos en las plantas de los pies...(p. 147)

 

"...no pasaba día sin que recibiésemos cada uno veinticinco latigazos..."

 

"...Cunegunda, atezada, pitañosa, con el cuello seco, las mejillas arrugadas, y los brazos enrojecidos y escamosos..." (Cap. 29, p. 148)

 

"-Querría saber qué es peor, si ser cien veces violada por piratas negros, tener cercenada una nalga (...), ser azotado y ahorcado en un auto de fe, ser disecado..." (Cap. 30, p. 150)

 

"...había cundido la nueva de que acababan de estrangular en Constantinopla a dos visires y al muftí y de empalar a varios amigos suyos. Esta catástrofe fue (...) la comidilla de todo el mundo." (p. 152)

 

"Cunegunda seguía siendo muy fea..." (p. 153)

 

"...si no os hubiesen metido en la Inquisición (...) ni endilgado una estocada al barón (...) no comerías aquí azambogos confitados y pistaches." (p. 154)

               

La religión

 

Detrás del pensamiento de Bakhtin hay todo un pensamiento teológico. Durante su vida fue perseguido por su inclinación religiosa. En el Cándido son claras las alusiones críticas con respecto a las figuras eclesiásticas (de eso nos ocuparemos más adelante), por ejemplo las alusiones a los autos de fe. La llamada a una confianza en Dios frente al descalabro, el interrogatorio al anciano en Eldorado sobre la relación de sus habitantes-sacerdotes con Dios (p. 101); la persecución del clero de Surinam (p. 109); el maniqueísmo (p. 110); clérigos de barrio que piden cartas de crédito pagadera al portador en el otro mundo (Cap. 22, p. 115); clérigos truhanes que abusan de la inocencia de Cándido (p. 124); se habla de un mundo abandonado por Dios a un ser maléfico (Cap. 20, p. 111); de las caricias a dar a un fraile (Cap. 24, p. 129); de la necesidad de agradar a los frailes (p. 130); de ventrudos libros de teología que nadie abre (Cap. 25, p. 135) y un derviche que recomienda callar (Cap. 30, p. 152).

 

La sabiduría popular

 

En Bakhtin la literatura es un estadio posterior a la sabiduría del pueblo, dialógica, que la antecede. Encontramos en su pensamiento una mitificación del pueblo.

 

En el Cándido, el personaje principal que representa esta sabiduría es la vieja, a quien Cándido consulta por primera vez porque ya no cuenta con Pangloss, "ahorcado". El narrador la describe como "prudentísima" (Cap. 9, p. 71). En el capítulo 13 encontramos otro reconocimiento explícito de su sabiduría cuando Cunegunda y Cándido convienen "en que la vieja tenía razón" (p. 82). Y también:

               

"Cunegunda le pidió quince minutos para recogerse, consultar a la vieja y decidirse." (p. 83)

               

"Mientras la vieja hablaba con toda la prudencia propia de la edad y la experiencia..." (p. 84)

               

"Cándido (...) se acordaba de lo que le había dicho la vieja al navegar con rumbo a Bs. As." (Cap. 19, p. 109)

               

"Las palabras de la vieja motivaron nuevas reflexiones..." (Cap. 30, p. 150)

               

El otro personaje que representa esta sabiduría es Cacambo,

               

"...que daba siempre tan buenos consejos como la vieja..." (Cap. 17, p. 96)

               

Y en un momento se percibe la relación entre ambos cuando acuerdan:

               

"El parecer de Cacambo fue admitido, y la vieja lo aprobó" (Cap. 30, p. 149)

 

El mismo Martín adquiere conocimientos que son propios de la vida, de su experiencia y no de los libros:

 

"...tanto he visto y tanto he pasado, que me volví maniqueo" (Cap. 20, p.


ý 111)  

               

"Trabajar sin razonar (...) es la única manera de hacer la vida soportable" (Cap.                 30, p. 153)

 

También encontramos al anciano que sentencia:

 

"...los que se inmiscuyen en la cosa pública acaban con frecuencia míseramente, y que lo merecen; pero jamás siento curiosidad por lo que hacen en Constantinopla, adonde me limito a enviar los productos del huerto que cultivo." (Cap. 30, p. 152)

 

"El trabajo ahuyenta de nosotros tres grandes males: el tedio, el vicio y la necesidad" (p. 152)

               

Y la sabiduría final de Cándido es producto de esa misma experiencia de vida:

 

"Sé que lo único que debemos hacer es cultivar nuestra huerta..." 

 

El poder

 

Los análisis bakhtinianos han puesto también el acento sobre las críticas a los poderes. La novela, en sí misma, es definida como el género que ultraja al amo, se burla de él.

 

El Cándido está plagado de referencias a las distintas formas del poder. Veamos los ejemplos:

               

"El barón era uno de los más poderosos señores de Westfalia..." (Cap. 1, p. 50)

               

"...el castillo del señor barón era el más hermoso de todos, y la baronesa la mejor baronesa de cuantas existían." (p. 51)

 

Por causa de un beso de Cándido a Cunegunda:

               

"El barón de Thunder-ten-tronck (..) echó del castillo a puntapiés a Cándido; Cunegunda se desmayó, y cuando se rehizo, la baronesa le dio de bofetadas; en fin, todo fue consternación en el más hermoso y agradable de los castillos." (p. 52)

 

                "...lo que deseamos saber es si queréis con ternura al rey de los búlgaros.

                -Ni con ternura ni sin ella, pues en mi vida lo he visto -contestó Cándido." (Cap. 2, p. 54)

 

En este capítulo también se describen las torturas a Cándido de parte del rey de los búlgaros hasta que, con su mismo poder de vida y muerte, decide perdonarlo (p. 55). El poder, los hombres en posesión de él, torturan, matan, violan:

               

"...la destriparon unos soldados búlgaros después de violarla cuanto puede ser violada una mujer. Aquellos soldados destrozaron la cabeza al barón (...) y a la baronesa la hicieron trizas." (Cap. 4, p. 59)

               

"...los grandes ejércitos compuestos de esos mercenarios bien templados, que deciden el destino de las naciones." (p. 60)

               

"La Universidad de Coimbra decidió que el espectáculo de algunas personas quemadas a fuego lento, con gran ceremonia, es un remedio infalible contra los terremotos." (Cap. 6, p. 64)

               

"...Cándido se retiraba (...) sermoneado, azotado, absuelto y bendecido.." (p. 65)

               

Los búlgaros asesinan a los padres y al hermano de Cunegunda, ella misma es violada y acuchillada (Cap. 7, p. 67-8); un inquisidor amenaza con quemas (Cap. 8, p. 69) y autos de fe (p. 70); Pangloss es ahorcado, Cándido azotado y:

               

"...se concentraban tropas para meter en cintura a los reverendos padres jesuitas del Paraguay, acusados de haber sublevado una de sus hordas contra los reyes de Espa-a en las inmediaciones de la ciudad de Sacramento." (Cap. 10, p. 73-4)

 

"...nací baronesa con sesenta y dos cuarteles en mi escudo de armas, y he descendido hasta llegar a cocinera." (p. 74)

               

"...nuestros soldados se defendieron como soldados del Papa, quiero decir que arojaron sus armas y se arrodillaron pidiendo al pirata una absolución in artículo mortis. " (Cap. 11, p. 76)

               

"Es admirable la presteza con que aquellos hombres desnudaban al prójimo;"

 

Se hace también referencia a los tratados internacionales con objeto de aniquilamientos mutuos (Cap. 12, p. 79) y a la altanería e injusticia del poder:

 

"...el gobernador don Fernando de Ibarra, personaje henchido de orgullo, que hablaba a los demás con aristocrático desdén y llevaba tan erguida la frente, alzaba de tal suerte la voz, dándole una inflexión tan majestuosa y tenía un gesto tan soberbio, que cuantos le hablaban le hubieran abofeteado de buena gana." (Cap. 13, p. 83)

               

"...conozco el gobierno de los Padres como las calles de Cádiz. (...) Todo en él es de los Padres; del pueblo nada; es el summum de la razón y la justicia. (...) hacen aquí la guerra al rey de España y al de Portugal, y en Europa los confiesan; que                 aquí matan españoles y en Madrid los envían al cielo: eso me entusiasma." (Cap. 14, p. 86)

 

Y los poderes se conjugan:

               

"...actualmente soy coronel y presbÍtero." (Cap. 15, p. 89)

               

"-¡Paso, paso al Reverendo Padre Coronel! (p. 91)

               

Y el imperialismo:

 

"...la antigua patria de los Incas, que salieron de ella harto imprudentemente para ir a subyugar una parte del mundo, y fueron al fin destruidos." (Cap. 18, p. 99)

               

"...la rapacidad de las naciones europeas, poseÍdas de tan inconcebible codicia                 por los guijarros y el lodo de esta tierra, que para obtenerlos nos matarían a todos." (p. 100).

               

Y el dinero resuelve el peligro del poder:

 

"...seremos más ricos que todos los reyes reunidos, y como no tendremos que temer a ningún inquisidor..." (p. 103)

               

El poder mutila (Cap. 19, p. 105), atemoriza (p. 107) y esto tiene una lógica:

               

"En todas partes los débiles excecran a los poderosos ante los cuales se arrastran, y los poderosos los tratan como rebaños de los cuales se pone en venta la lana y la carne." (Cap. 20, p. 111)

               

"Por descabelladas que sean las contradicciones y las incompatibilidades que imagináis, las veréis en el gobierno, en los tribunales, en las iglesias y en los espectáculos de esta regocijada tierra." (Cap. 22, p. 117).

 

Y la estructura del poder genera "una guerra eterna":

               

"jansenistas contra molinistas, parlamentarios contra clérigos, letrados contra letrados, cortesanos contra cortesanos, hacendistas contra el pueblo, mujeres contra maridos, parientes contra parientes;" (p. 121).

 

El clérigo es un truhán y el sargento un canalla (p. 124); a un almirante le quitan la vida por no querer matar tanta gente (p. 126); un oficial que roba y apalea a Paquita que simula para agradar a un fraile (Cap. 24, p. 130) y una paródica descripción del teatino por parte de Cándido:

               

"-Padre, parecéisme gozar de una vida envidiable; en vuestro aspecto brilla la flor de la salud, y vuestra fisonomía anuncia la dicha; tenéis para vuestro placer una muchacha bellísima, y o mucho me engaño o estáis plenamente satisfecho de vuestro estado." (p. 130)

 

Aunque en última instancia:

 

"...la suerte de un gondolero es preferible a la de un Dux, pero es tan pequeña la diferencia, que no vale la pena de pararse en ello." (p. 131)

               

Y finalmente:

"...en la patria de los Césares y de los Antoninos nadie se atreve a tener una idea sin la autorización de un fraile. Yo me entusiasmaría con la libertad que disfrutan los ingenios ingleses, si la pasión y el espíritu de partido no corrompiesen cuanto de estimable tiene esa preciosa libertad."(Cap. 25, p. 135)

 

"El verdugo de la Santa Inquisición, un subdiácono, tostaba a las mil maravillas a la gente, pero no sabía ahorcar. Le faltaba práctica." (Cap. 28, p. 146)

 

El optimismo

 

En el discurso bakhtiniano nada está nunca completamente muerto. Esta supervivencia de todas las cosas puede compatibilizarse con la noción del optimismo presente en el Cándido, especialmente ligado a la expectativa de un nuevo mundo, que ve que:

               


"...todo es lo mejor que puede ser."(Cap. 2, p.53)

"-Bien dijo el maestro Pangloss cuando dijo que todo iba encaminado hacia lo mejor, pues me ha afectado infinitamente m‡s vuestra inefable generosidad que la dureza de aquel sujeto de capa negra y de su mujer." (Cap. 3, p. 57)

               

"-Vamos al otro mundo (...); indudablemente debe ser en él donde todo sucede para bien;" (Cap. 10, p.74)      

               

"-Todo saldrá bien- (...); el mar de este nuevo mundo es ya mejor que los de nuestra Europa; es más bonancible, y los vientos soplan en él con regularidad. Apostaría que el mejor de los mundos imaginables es el nuevo." (Cap. 10, p. 74)

               

"Al fin y al cabo, la naturaleza es buena, pues en definitiva esta gente no me ha devorado apenas ha sabido con certeza que yo no era jesuita." (Cap. 16, p. 95)

               

Aunque hay momentos en que duda de este optimismo:

 

                "¡Oh Pangloss! (...) ¿tendré que renunciar (...) a tu optimismo? (Cap. 19, p. 106)

               

"La maldad de los hombres se le hacía patente en toda su extensión, con lo que se le ocurrían ideas tristes." (Cap. 19, p. 108)

               

"¡Cuán acertado andáis, mi buen Martín, al decir que todo en la vida es ilusión y calamidad! (Cap. 24, p. 127)

               

"...Cándido se enfrascó aún más en su melancolía, cuanto más que Martín no cesaba de probarle que en la tierra eran poco menos que un mito la virtud y la dicha, excepto en el Eldorado, adonde nadie podía trasladarse." (p. 127)

               

"...se hundió tan profundamente en su dolor..." (Cap. 25, p. 137)

 

Pero el optimismo podía mantenerse porque había amor y dinero:

 

"...nunca perdía la ilusión de ver nuevamente a Cunegunda (...) Cándido poseía oro y diamantes. (Cap. 20, p. 110)

               

y porque ante la mínima posibilidad, cada ejemplo de alivio, le hacían                 resurgir su alma optimista.

               

"...al ver que era uno de sus carneros, experimentó una alegría muy superior a la aflicción que le causó perder los otros ciento cargados de gruesos diamantes de Eldorado." (p. 112)

 

                "-Ya veis que alguna vez el crimen es castigado (...) aquel bribón holandés ha pagado el suyo." (p. 112)

               

" 'Pues te he vuelto ha encontrar (...) también podré encontrar nuevamente a Cunegunda."

               

"¿quién sabe si después de haber encontrado a mi carnero rojo y a Paquita encontraré también a Cunegunda?" (Cap. 24, p. 131)

               

"...únicamente yo soy dichoso; digo, lo seré cuando vuelva a ver a la señorita Cunegunda." (Cap. 25, p. 137)

               

"Pangloss tenía razón (...) todo ocurre de la mejor manera posible." (Cap. 27, p. 141)

 

También el doctor tuerto arguye:

               

"Todo eso era indispensable (...); de las desventuras particulares nace el bien general; de modo que cuanto más abundan las desdichas particulares más se difunde el bien." (Cap 4, p. 61)

               

El maestro Pangloss consuela diciendo que las cosas no pueden pasar de otra manera; "ni ser mejores de lo que eran (Cap. 5, p. 63):

               

"...la caída del hombre y la maldición entraban necesariamente en el mejor de los mundos imaginables." (p. 64)

               

También está el consuelo de saber que hay quienes están peor que uno, o que todos maldicen su situación, en voz de la vieja:

 

                "...le contesté que otras desventuras había mayores que la que él se lamentaba..." (Cap. 12, p. 78)

               

"Qué se yo cuántas veces estuve tentada de matarme, pero a pesar de todo me gustaba la vida." (p.81)

               

"...y si, entre todos, uno sólo no ha maldecido a menudo su vida, y con frecuencia no se ha dicho a sí mismo que era el más infortunado de los hombres, arrojadme de cabeza al mar." (p. 82)

 

También Cacambo:

               

"...a quien no le salen las cuentas en una parte, le salen en otra. Es delicioso ver y hacer cosas nuevas." (Cap. 14, p. 85)

               

"Si nada agradable encontramos, a lo menos encontraremos cosas nuevas." (Cap. 17, p. 96)

               

"Hemos llegado al fin de nuestras penas y al principio de nuestra dicha (Cap. 19, p. 105)

               

Y constituye un hecho inesperado la "resurrección" (nada muere completamente) del barón y de Pangloss (Cap. 27, p. 143). Los mataron mal. El poder no es total. Hay rendijas por las cuales colarse, formas de salvación, que permiten el optimismo. Y el anteúltimo párrafo del texto pertenece por completo a Pangloss:

               

-Todo está rigurosamente encadenado en el mejor de los mundos imaginables -decía a veces Pangloss a Cándido-; porque la verdad es que si no os hubiesen                 despedido de un hermoso castillo por el amor de la señorita Cunegunda, si no os hubiesen metido en la Inquisición, ni hubiéseis recorrido a pie América, ni endilgado una estocada al barón, ni perdido los carneros de Eldorado, no comeríais aquí azambogos confitados y pistaches." (Cap. 30, p. 153-4)

               

El viaje

                El héroe de Bakhtin no tiene telos, se dirige a muchos sitios. Es un viajero, como Cándido que se pasea (Cap. 3, p. 57), que sigue a quien le invita sin conocerle, como la vieja (Cap. 6, p. 65), como la dama del barrio de San Honorato (Cap. 22, p. 118), que llega a un lugar y no se establece: vuelve a embarcarse (Cap. 10), la vieja cuenta como se embarco en una galera italiana (Cap. 11, p. 76) y mientras habla entra en el puerto un buque (Cap. 13, p. 84): los viajes se suceden continuamente. Cacambo insta a Cándido a partir sin mirar atrás (Cap. 14, p. 85), a galopar y pasar la frontera (Cap. 15, p. 91), a embarcarse en una canoa y entregarse a la corriente (Cap. 17, p. 96), a aventurarse porque, como dirá Cándido, "Cuán cierto es que viajar ilustra" (Cap. 18, p. 101). En este mismo capítulo insta a embarcarse a Cayena "...y luego veremos.." (p. 104). Aunque poco a poco el propósito es uno sólo: ver nuevamente a la señorita Cunegunda (Cap. 19, p. 105):

 

"-A mí tanto me da ver a Francia como no verla -dijo Cándido-, cuanto más que después de haber pasado un mes en Eldorado, ya no queda en la tierra sino ver a                 la señorita Cunegunda." (Cap. 21, p. 113)

 

Cándido embarcándose para ello con destino a Portsmouth (Cap. 22, p. 125), haciendo tratos para ir a Venecia (Cap. 23, p. 126) y haciendo un resumen de sus travesías desde que se separó de Cacambo:

               

"He tenido tiempo de trasladarme de Surinam a Burdeos, de Burdeos a París y luego a Dieppe y a Portsmouth, costear la península Ibérica, cruzar el Mediterráneo, pasar algunos meses en Venecia.." (Cap. 24, p. 127)

               

Pero, como Platón habría dicho, "no son estómagos sanos los que se cansan de los alimentos"(Cap. 25, p. 137), por ello Cándido está siempre ávido, de amor, de comida, de riquezas. Cándido es el alma moderna, insaciable y utópica a la vez, lo uno a pesar de/con lo otro.

               

Y volvemos a encontrar un "buque presto"(Cap. 26, p. 138); un caballero de Malta que va a Venecia, a Cándido siguiendo a un mercader veneciano a Constantinopla (Cap. 28, p. 146) y a un rey enviando un buque a Egipto (Cap. 30, p. 151).

 

Postfacio

 

Este ejercicio fue interesante, aunque más (para qué negarlo) fue leer el "Cándido", convertido en uno de mis libros de cabecera desde que acabé de leerlo. No puedo negar que me sedujo el personaje de Martín, que no pensé que Voltaire escribiría de esa manera (lo hacía aún más "ilustrado"), no me lo imaginaba ligado a las tradiciones de la cultura popular. Y también me pasa, como con muchos otros textos leídos, que recién ahora, después de haberlos leído, debería leerlos. Que es después de estas líneas que debería empezar a escribir. ¡Pero no se lo vayan a tomar en serio! Los estoy "gufiando", como dicen los boricuas. Pero ustedes son lectores desconfiados, no me van a creer.               

 

La edición utilizada para este escrito es la de Alianza Editorial, Madrid, 1974, traducción al español de Antonio Espina.

 

El subrayado es mío. 

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