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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

martes, 26 de septiembre de 1995

Fútbol y Multitudes IV

Cuestionamiento

Pensamos también en todos aquellos momentos de "compromiso" o impulso que lanzan a los individuos a la realización de un acto al parecer sin salida, pero que de momento ponen en tela de juicio la existencia del hombre entero y por consiguiente significan un absoluto. Si todo es posible porque Dios ha muerto, dice Dostoievsky, se debe a que Dios representaba la lógica inevitable. 

Se trata de manifestaciones irrepetibles atravesadas por una iluminación que pone en tela de juicio la propia estructura de la sociedad en que se encuentra. Todas las civilizaciones se protegen contra ese enfrentamiento con el azar que trastoca el ordenamiento de las instituciones: flujos del juego que barren el territorio existencial de las sociedades.

La conmemoración es a la fiesta lo que la regla al juego: una tentativa del establecimiento social para absorber aquello que lo uno y lo otro tienen de inaceptable para el orden establecido.

Los que no aceptamos el mundo como va, ni la sociedad donde estamos, ni los hombres y mujeres como son, sabemos que es imposible "reformar" el deporte sin cuestionar los fundamentos económicos de la sociedad que lo produce, que la identificación con el campeón es una subordinación del individuo a una tipología conformista, que el fútbol aparece como hecho social masivo al mismo tiempo que el turismo de masas y el ocio popular en el momento de las grandes luchas sociales. 

lunes, 25 de septiembre de 1995

Fútbol y multitudes III

Esclavitud

Los griegos no consideraban hombres a los esclavos. Lo mismo sucedió con los españoles respecto a los indios. Es así como se hace la educación del servilismo: todos con las mismas actitudes, los mismos gestos.

Un gran equipo de fútbol es un negocio industrial de nuevo tipo. Es dirigido como una emrpesa. Ha dejado de ser artesanal. Y hay una explotación del personal deportista por parte de las firmas profesionales. La manera en que los jugadores son transferidos de un club a otro es la ilustración de cierta forma de esclavitud. El sistema de contrato y transferencias en vigor en muchos países es incompatible con algunas disposiciones de la declaración de los derechos del hombre. 

La naturaleza en la ciudad es de la misma calidad de nuestra esclavitud y es lo que el pájaro en la jaula: un simulacro de la verdad y de la gracia. Vivimos en un mundo más bien desagradable en el que tanto las multitudes, como los poderes, necesitaban esclavizarnos. El tirano, el sacerdote, los secuestradores de almas, las multitudes quieren persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Necesitan administrat nuestros pequeños terrores internos.

Los jugadores se venden como animales o esclavos. Eso es el profesionalismo. No hay espacio para la camiseta.

domingo, 24 de septiembre de 1995

Fútbol y multitudes II

Mercancías

El propio sistema deportivo produce mercancías: campeones, espectáculos, récords y competencias. La revista El Gráfico tiene al corriente a los lectores de las variaciones por temporadas de los valores deportivos. Se habla de un delantero de diez millones de dólares: la libertad de practicar un deporte se convierte en labor socialmente cuantificada y medida.

La circulación y la valorización de las mercancías, del dinero y del capital impregnan todos los ámbitos de la sociedad actual. La venta del espectáculo deportivo y las apuestas deportivas han presidido no sólo los comienzos del profesionalismo deportivo sino también las primeras formas de organización institucional de la competición deportiva. Los primeros Juegos Olímpicos modernos, que señalaban el comienzo de la mundialización institucional del deporte, han sido simples anexos de las amplias ferias-exposiciones comerciales. En la sociedad antigua pre-capitalista, el espectáculo deportivo también se veía penetrado por los principios mercantiles por entonces florecientes. 

El fútbol es así objeto de numerosas operaciones lucrativas y especulaciones. Los organizadores "sacan partido" del valor mercantil de los espectáculos obligando a las cadenas de televisión a pagar importantes derechos de transmisión. Las ganancias benfician directamente a los organizadores de los espectáculos deportivos. Esta búsqueda del "beneficio comercial deportivo" es lo que induce a buen número de dirigentes y empresarios deportivos a montar una gran cantidad de espectáculos "pagados" y lucrativos. Muy pocas competiciones de fútbol tienen un interés esencialmente deportivo. Los equipos funcionan según el modo de una empresa capitalista del espectáculo deportivo con distribución de beneficios entre los accionistas-jugadores. El único objetivo de los organizadores reside montar unos espectáculos y manifestaciones financieramente beneficiosas y comercialmente provechosas. 

El espectáculo deportivo está montado por la obtención de dinero, no obedece ya sino a los intereses de la rentabilidad financiera. El fútbol profesional es una empresa capitalista más. Así es como la familia Agnelli financia al Juventus de Turín, o la empresa Torneos y Competencias compra jugadores. El dinero se ha convertido en la principal razón de ser de los deportes-espectáculo y de sus actores. En fútbol, los organizadores tienen que funcionar respetando los criterios de rentabilidad. El deporte es actualmente un big business que incita a numerosos grupos financieros, municipios y países a comprometerse en la organización de grandes manifestaciones deportivas: todos quieren su mundial.

Los organizadores venden al máximo precio sus espectáculos deportivos a las cadenas de televisión. Para las cadenas de televisión se vuelve rentable invertir en el deporte, al igual que para los organizadores deportivos ceder los derechos de exclusividad del espectáculo. 

Los propietarios de capital ofrecen las manifestaciones y espectáculos en tanto que merancía. odo el deporte espectáculo es en potencia un deporte profesional en el que el esfuerzo de los campeones es evaluado mediante un precio.

Los deportistas tienen un valor-mercancía entre las multitudes, que se afanan por valorizar y del que quieren sacar el mayor partido. Que los deportistas ganen dinero sólo prueba que a ellos les toa el papel de los mercenarios de los antiguos ejércitos. La mayoría ya lucha con el entusiasmo limitado de todo profesional.

Los equipos locales y nacionales ya no representan el talento casero. El talento se compra y vende en el mercado. Un equipo italiano puede estar compuesto por jugadores de diversos países, aunque haya un límite para ello. Los equipos cambian de un año al otro muchos de sus jugadores y éstos pasan de Boca a River y viceversa sin que se les mueva un pelo. El amor romántico a la camiseta ya no cotiza en la bolsa del mercado del fútbol. Así surgen campeones sin alma.

El redactor de El Gráfico juega ante los deportistas el rol que la Pitia jugaba frente al oráculo apolíneo. El dios susurraba en sus oídos, en lengua divina, sus predicciones y dictámenes. La Pitia los traducía a la lengua de los mortales para hacerlos comprensibles. Lo que El Gráfico hace on los dioses del estadio es instrumentarlos para servir a su propio discurso y negocio.

En Japón ya todos los equipos son financiados por sponsors como Toshiba, NEC, Mitsubishi, Nissan, Panasonic, Yamaha y Kawasaki. Los equipos pertenecen a las empresas. Aquí cada equipo lleva la marca de una empresa en la casaca, y hasta el presidente lució el nombre de una trasnacional sobre la camiseta argentina. Los estadios y naciones se convierten en enormes supermercados. 

Es que el fútbol es, tal vez junto al narcotráfico y la venta de armas, el mayor poder económico del mundo: mueve por año unos doscientos veinticinco mil millones de dólares.


sábado, 23 de septiembre de 1995

Fútbol y multitudes I




Utilidad

"Ya ven, señores, que no es posible una representación más perfecta de la nada".
Flaubert, G. Madame Bovary

"El deporte se ha convertido hace mucho tiempo en un sector de racionalización del trabajo industrial fabril"
J. Habermas

"La universidad de la época medieval y de principios de la época moderna, es decir la universidad bárbara, se ocupó inevitablemente de las disciplinas pragmáticas (...) porrque tal es la naturaleza del barbarismo (...). El bárbaro de los últimos tiempos o de los primeros es de ordinario un pragmático de remate; tal es el rasgo espiritual que lo separa más fundamentalmente del salvaje por una parte y del hombre civilizado por la otra."
Th. Veblen

"Orden de proclamar que todo varón con plenas facultades físicas de la mencionada ciudad, los días festivos en que está ocioso utilice en sus deportes arcos y flechas o perdigones y proyectiles...prohibiéndoles bajo pena de encarcelameinto mezclarse en el lanzamiento de piedras, palos y tajos, balonmano, balonpié...u otros juegos vanos sin valor..."

Eduardo III. Orden a los alguaciles de la ciudad de Londres, 1365

Hay estados de disponibilidad que escapan a toda intención utilitaria. Lo que llamamos "estética" aparece por ejemplo  como actividad sin objeto, región de los actos inútiles y en los que se sitúa el juego, eso que no dura.

¿Qué hacemos cuando no hacemos nada? El fútbol, por ejemplo, no sirve para nada. Lo imaginario no sirve para nada. Abre una inmensa región de actos lúdicos clandestinos más desbordante de lo que pensamos. No es sólo merced a la razón occidental como el mundo cambia, sino gracias también al surgimiento de lo inútil, de lo gratuito y del flujo del juego.

Ninguna utilidad habilitó nunca en sí misma un nihilismo lúdico comparable al nuestro. El hombre se entrega a esas actividades inútiles y sondea experiencias cuya única finalidad es la "nada" o la especulación inútil sobre lo que el hombre hubiera podido ser. ¿Por qué corren los jugadores? Corren hacia el pelotazo que les llega. Están en la nada y de repente...el pelotazo. ¿Y qué hago ahora con esto? 

Se trata de una estrategia negativa. En la llama de fuego, hay un abandono de la energía inútil y danzante, desbordamiento ardiente, pasaje dinámico de lo invisible a lo visible, espectáculo absoluto que destruye y aniquila las formas. 

Un día aparecieron los hippies y empezó a crecer el número de los estudiantes de humanidades, muchos quisieron hacer cine o tocar la guitarra o no hacer nada fijo y experimentar la delicia de la vida del juglar. Acciones sin ningún significado como éstas, como el fútbol, caracterizan a la ciudad. También las figuras del nihilismo europeo y los personajes de Beckett. ¿Se estuvo alguna vez tan absorbido por la pasión de la nada como en una pasión futbolera? El desierto designa esa figura trágica que la modernidad prefiere: la reflexión metafísica sobre la nada. El desierto gana. ¿Quién cree aún en el trabajo? Las instituciones se reproducen y desarrollan cada vez más controladas por los "especialistas", los últimos curas, como decía Nietzsche, los impostores que todavía quieren inyectar sentido ahí donde no hay otra cosa qeu un desierto apático. 

Pero el nihilismo europeo tal como lo analizó Nietzsche ya no corresponde a esa desmovilización de las masas que no se acompaña ni de desesperación ni de sentimiento de absurdidad. El desierto actual está tan alejado del nihilismo "pasivo" y de su triste delectación en la inanidad universal, como del "activo" y de su autodestrucción. Atrás la angustia y nostalgia de sentido, propias del existencialismo o del teatro del absurdo. Y la apatía se extiende tanto más por cuanto concierne a sujetos informados y educados, en otra época llamados "concientizados".

Al mismo tiempo, o inversamente, el principio de rendimiento gobierna todo de manera imperiosa. El sistema deportivo es la puesta en forma espectacular más sistemática de este principio, tanto y tan bien que todas las categorías deportivas aparecen regidas por él (récord, competencia, entrenamiento, selección, etcétera). El deporte es la materialización abstracta del rendimiento corporal. La propia evolución histórica es la que ha producido la categoría abstracta del deporte, en tanto que reflejo de la sociedad capitalista industrial. El resultado es aquí lo único que cuenta. El entrenamiento, proceso de metamorfosis experimental de los límites biológicos humanos, es un banco de prueba del motor deportivo corporal. 

Habermas afirma que "el deporte se ha convertido desde hace ya mucho tiempo en un sector de la racionalización del trabajo". El deporte encara de manera ejemplar el principio de rendimiento y le da una experiencia visible ante las amplias multitudes, es el modelo típico de la sociedad de rendimento, de ardua y desigual competitividad. Esto también fascina a las multitudes.

Se juzga únicamente al individuo por sus resultados y no por sus posibilidades (al igual que el escritor, tal y como señalaba Sartre).

El deporte es una garantía de éxito para la prensa y la televisión siendo al mismo tiempo un lugar de banalidad. Así se convierte en algo esencial en la existencia.

Este año vi estudiantes con camisetas de fútbol en la Universidad. No venían de un partido. Van así porque su equipo ganó el día anterior. Como deportistas y espectadores. Ya que la función principal de las actividades recreativas parece ser la de suscitar formas placenteras de emoción, no puede entendérselas correctamente utilizando un enfoque sociológico que haga caso omiso de sus dimensiones psicológicas y fisiológicas. El fútbol, el juego más popular universalmente de los siglos XIX y XX, pasa a ser un juego de espectadores después de algunos cientos de años de utilidad como una salida para la exuberancia física. Y la Universidad de Buenos Aires también se convierte en un estadio, un lugar de la cultura de masas, de las multitudes televisivas: la tinellización del claustro.