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Dramatis Personae

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Cartógrafo cognitivo y filopolímata, traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 23 de septiembre de 1995

Fútbol y multitudes I




Utilidad

"Ya ven, señores, que no es posible una representación más perfecta de la nada".
Flaubert, G. Madame Bovary

"El deporte se ha convertido hace mucho tiempo en un sector de racionalización del trabajo industrial fabril"
J. Habermas

"La universidad de la época medieval y de principios de la época moderna, es decir la universidad bárbara, se ocupó inevitablemente de las disciplinas pragmáticas (...) porrque tal es la naturaleza del barbarismo (...). El bárbaro de los últimos tiempos o de los primeros es de ordinario un pragmático de remate; tal es el rasgo espiritual que lo separa más fundamentalmente del salvaje por una parte y del hombre civilizado por la otra."
Th. Veblen

"Orden de proclamar que todo varón con plenas facultades físicas de la mencionada ciudad, los días festivos en que está ocioso utilice en sus deportes arcos y flechas o perdigones y proyectiles...prohibiéndoles bajo pena de encarcelameinto mezclarse en el lanzamiento de piedras, palos y tajos, balonmano, balonpié...u otros juegos vanos sin valor..."

Eduardo III. Orden a los alguaciles de la ciudad de Londres, 1365

Hay estados de disponibilidad que escapan a toda intención utilitaria. Lo que llamamos "estética" aparece por ejemplo  como actividad sin objeto, región de los actos inútiles y en los que se sitúa el juego, eso que no dura.

¿Qué hacemos cuando no hacemos nada? El fútbol, por ejemplo, no sirve para nada. Lo imaginario no sirve para nada. Abre una inmensa región de actos lúdicos clandestinos más desbordante de lo que pensamos. No es sólo merced a la razón occidental como el mundo cambia, sino gracias también al surgimiento de lo inútil, de lo gratuito y del flujo del juego.

Ninguna utilidad habilitó nunca en sí misma un nihilismo lúdico comparable al nuestro. El hombre se entrega a esas actividades inútiles y sondea experiencias cuya única finalidad es la "nada" o la especulación inútil sobre lo que el hombre hubiera podido ser. ¿Por qué corren los jugadores? Corren hacia el pelotazo que les llega. Están en la nada y de repente...el pelotazo. ¿Y qué hago ahora con esto? 

Se trata de una estrategia negativa. En la llama de fuego, hay un abandono de la energía inútil y danzante, desbordamiento ardiente, pasaje dinámico de lo invisible a lo visible, espectáculo absoluto que destruye y aniquila las formas. 

Un día aparecieron los hippies y empezó a crecer el número de los estudiantes de humanidades, muchos quisieron hacer cine o tocar la guitarra o no hacer nada fijo y experimentar la delicia de la vida del juglar. Acciones sin ningún significado como éstas, como el fútbol, caracterizan a la ciudad. También las figuras del nihilismo europeo y los personajes de Beckett. ¿Se estuvo alguna vez tan absorbido por la pasión de la nada como en una pasión futbolera? El desierto designa esa figura trágica que la modernidad prefiere: la reflexión metafísica sobre la nada. El desierto gana. ¿Quién cree aún en el trabajo? Las instituciones se reproducen y desarrollan cada vez más controladas por los "especialistas", los últimos curas, como decía Nietzsche, los impostores que todavía quieren inyectar sentido ahí donde no hay otra cosa qeu un desierto apático. 

Pero el nihilismo europeo tal como lo analizó Nietzsche ya no corresponde a esa desmovilización de las masas que no se acompaña ni de desesperación ni de sentimiento de absurdidad. El desierto actual está tan alejado del nihilismo "pasivo" y de su triste delectación en la inanidad universal, como del "activo" y de su autodestrucción. Atrás la angustia y nostalgia de sentido, propias del existencialismo o del teatro del absurdo. Y la apatía se extiende tanto más por cuanto concierne a sujetos informados y educados, en otra época llamados "concientizados".

Al mismo tiempo, o inversamente, el principio de rendimiento gobierna todo de manera imperiosa. El sistema deportivo es la puesta en forma espectacular más sistemática de este principio, tanto y tan bien que todas las categorías deportivas aparecen regidas por él (récord, competencia, entrenamiento, selección, etcétera). El deporte es la materialización abstracta del rendimiento corporal. La propia evolución histórica es la que ha producido la categoría abstracta del deporte, en tanto que reflejo de la sociedad capitalista industrial. El resultado es aquí lo único que cuenta. El entrenamiento, proceso de metamorfosis experimental de los límites biológicos humanos, es un banco de prueba del motor deportivo corporal. 

Habermas afirma que "el deporte se ha convertido desde hace ya mucho tiempo en un sector de la racionalización del trabajo". El deporte encara de manera ejemplar el principio de rendimiento y le da una experiencia visible ante las amplias multitudes, es el modelo típico de la sociedad de rendimento, de ardua y desigual competitividad. Esto también fascina a las multitudes.

Se juzga únicamente al individuo por sus resultados y no por sus posibilidades (al igual que el escritor, tal y como señalaba Sartre).

El deporte es una garantía de éxito para la prensa y la televisión siendo al mismo tiempo un lugar de banalidad. Así se convierte en algo esencial en la existencia.

Este año vi estudiantes con camisetas de fútbol en la Universidad. No venían de un partido. Van así porque su equipo ganó el día anterior. Como deportistas y espectadores. Ya que la función principal de las actividades recreativas parece ser la de suscitar formas placenteras de emoción, no puede entendérselas correctamente utilizando un enfoque sociológico que haga caso omiso de sus dimensiones psicológicas y fisiológicas. El fútbol, el juego más popular universalmente de los siglos XIX y XX, pasa a ser un juego de espectadores después de algunos cientos de años de utilidad como una salida para la exuberancia física. Y la Universidad de Buenos Aires también se convierte en un estadio, un lugar de la cultura de masas, de las multitudes televisivas: la tinellización del claustro.





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