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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

viernes, 22 de agosto de 2003

Animales y literatura


Oxen that rattle the yoke and the chain of halt in the leafy shade,
What is that you express in your eyes?
It seems to me more than all the print I have read in my life
W. Whitman, Song of Myself, lines 235-236.

Joyce’s first question when I had read a completed episode or when he had read out a passage of an uncompleted one was always: “How does Bloom strike you?” Technical considerations, problems of Homeric correspondence, the chemistry of the human body, were secondary matters.
                                                                              Frank Budgen, James Joyce and the Making of Ulysses.

Lo salvaje tiene una resistencia natural a ser incorporado al arte. En el caso particular de la literatura, esa resistencia es clara en escritores como Flaubert o Tolstoi quienes dudaban lo suficiente de sus artes. Sus cuerpos animales eran vividos como un obstáculo para sus obras que sólo podían producir bajo una especie de tortura. 

Los animales conocen el mundo de una manera que los animales humanos no podemos fácilmente penetrar. En ese sentido puede pensarse una literatura como experiencia que representa un escape de las conceptualizaciones y la comprensión. Esta literatura respetaría los efectos emocionales de lo literario regresando a lo que John Eccles llamara la “mente animal”.[1]

Insistimos en creer en la imposibilidad de una literatura animal. Pero eso podría también ser antropocéntrico. La búsqueda de un sentido literario en los animales  requiere, sin embargo, un grado de antropomorfismo que se halla en tensión con el reconocimiento de los animales no humanos en la cultura o con el reconocimiento de una cultura animal. Para iniciar este camino, Margot Norris señala a Darwin como el fundador de lo que ella llama la “tradición biocéntrica”, en la cual puede decirse que los escritores escriben “con su animalidad hablando” (Norris 1).

El universo biocéntrico parece ser silencioso y su ontología es inaccesible a la inscripción literaria. Pero Margot Norris también argumenta que en la tradición biocéntrica la mimesis “es la marca negativa, la marca de ausencia, castración y muerte, una visión que requiere que los artistas reevalúen el estatus ontológico de sus medios como ser negativo, como mero simulacro de vida” (5, mi traducción).

En Beasts of the Modern Imagination explora la crítica del antropocentrismo desde los escritores “bestias”: aquellos cuyas obras constituyen gestos animales. Este es el primer tipo de “escritura animal” que me interesa: un grupo de escritores que han sido creadores “en tanto animales”. En segundo lugar me interesa la utilización de los animales como narradores que recobran su animalidad en un universo antropocéntrico. ¿Cómo hacer esto desde una perspectiva zoocéntrica que ponga a los documentos literarios en guerra consigo mismos, contra el arte y la representación? El arte biocéntrico es estimulante pero no persuasivo: un arte como el del mono de Kafka en “Informe para una academia”, desde el vientre, un arte del vientre más que un arte de la mente.

Por una parte, los animales son atractivos para la mente simbólica. Los escritores descubren nuestra interacción con el mundo animal y la bestia invade sus mentes. Los animales asumen así una función simbólica expresando urgencias escondidas de la sociedad. Por el otro lado, hay relatos que constituyen un gesto “bestial”, ejemplos de documentos antirepresentacionales. De un lado, los humanos integran a los animales en sus sistemas de representaciones. Pero, por otro lado, los animales tienen su propia historia.

Friedrich Nietzsche consideraba su escritura como un gesto bestial. ¿Pero cómo deberíamos leer documentos que huyen del sentido y la autoridad? Esos textos nos fuerzan a leernos a nosotros mismos, a escuchar a nuestra propia bestia. El acto animal es la búsqueda de un lenguaje que se fusiona con sonidos y gestos animales y que deja a la naturaleza hablar por sí misma. Nietzsche, Heidegger y Deleuze son en este sentido referencias filosóficas fundamentales para una teoría del arte y la literatura animales.[2]

¿Pero por qué interesarse en estas literaturas animales? Para testimoniar heridas olvidadas, para escribir sobre el desastre de estar escribiendo en vez de estar, por ejemplo, bailando una danza con los animales que hemos desterrado de nuestra humana condición y, consecuentemente, de lo que de ellos está en juego en la literatura.              

¿Cuáles son las consecuencias de no prestar atención a esta ceguera, de no ver las literaturas animales, de no escuchar las palabras animales que mueren a cada segundo? Se trata de otras literaturas perdidas, esas que solo podemos ver en sus sorpresivas apariciones en ciertos animales literarios o literaturas animales. Hay libros y autores que han expresado en sus escrituras una cierta “animalidad” en juego, intentando a través de ellas un acercamiento a los animales. Hay también una literatura animal perdida, “latente”, no escrita. Esta literatura “imposible” puede ser pensada a través de la literatura que sí existe: libros animales y escritores que han pensado la “animalidad” en la literatura.

¿Qué significa escribir sobre literaturas animales y sobre la misma posibilidad de hacerlo? ¿Es posible llevar a cabo una historia intelectual de los animales? Tal vez no si estamos en búsqueda de un concepto y un máximo de sentido. Es realmente posible si buscamos un pathos y una resonancia. ¿Cómo lidiar con el quidam, el otro en blanco, el que no ha escrito nada, “no dice nada”, “no dirá” y “no ha dicho”, o con aquellos como Sem Tob o Tolstoi usando el verso y la prosa artística para denunciar la poesía y anunciar sus retiros?

El conocimiento es también la producción de lo diferente, lo inexplicable, la contrateoría. Está también basado en paradojas, cruces de caminos, quimeras, que muestran un mundo de senderos que se bifurcan abiertos desde una discontinuidad, un hecho inusual o cerrado como, en nuestro caso, una literatura exclusivamente humana.

Es necesario por ello evitar lo que Edgar Morin llamó “los caminos fundamentales del pensamiento simplificador”: idealizar (creer que la realidad sólo puede pertenecer a las ideas); racionalizar (intentar clausurar la realidad en el orden y coherencia de un sistema, prohibendo todo flujo fuera del sistema, justificando la existencia del mundo con un certificado de racionalidad); normalizar (eliminar lo extraño, lo irreductible, el misterio).

Entonces se trata de interrogar a la crítica literaria en sus fundamentos y dirigirnos hacia aquel dominio donde la palabra está prohibida (Adorno, TE 270). ¿Pero cómo puede el animal ser hablado? Marie-Christine Lala analiza estrategias de escrituras transgresoras que revelan una negatividad radical en las narrativas de Bataille, dado el rol que éste dio al otro excluído, la part maudite.

El problema es como no repetir el gesto de excluir el animal que constituye nuestra historia y encontrar un lenguaje diferente de la razón, que administra y reprime lo imposible, y diferente de la ciencia, que transforma a los animales en objetos con los cuales ningún diálogo es posible. Nuestra ambición “imposible” sería “decir el animal”, abrir nuestros oídos a todas esas literaturas privadas de expresión y en cuya omisión un “canon” más profundo estaría fundado. ¿Cómo podemos devolverles a los animales su derecho a hablar? Mientras se rechazan discursos sobre lo animal, ¿cómo “anunciamos” el discurso de la animalidad? ¿Cómo podemos formular un lenguaje que cae antes de alcanzar su formulación? Si la pregunta sobre literaturas animales no puede ser hecha en el lenguaje, si no podemos leerla sino cuando ya se nos ha escapado, no es porque la pregunta no pregunte. Pregunta en algún otro lado.

Por supuesto que las “literaturas animales” no existen. Pero los escritores bestiales y los libros animales son nuestros accesos a esas literaturas. La cultura no puede descansar sobre las espaldas de los animales no humanos y, a su vez,  los animales no humanos son sujetos que demandan atención y nos llaman a atrapar el misterio que guardan en su mirada.

Estos escritores construyen una cierta hostilidad hacia el arte y la filosofía en sus obras de manera tal que el pensamiento pueda actuar como lo hace la vida. Introducen la animalidad como una fuerza positiva liberada de interpretación y evaluación. Pero no se trata solo de los escritores: la animalidad es una experiencia que todos podemos tener, una conducta a la que podemos rendirnos, una identidad. Sin embargo, ¿por qué los escritores se molestan en escribir una historia animal?

Oponiéndose a Descartes, Rousseau atribuye a los humanos una cualidad esencial: la piedad. Y su pensamiento se desenvuelve desde un principio de identificación con animales, un espacio desde donde aprender más que algo a ser meramente estudiado o explotado.

Los animales revelan una carencia fatal en la representación cultural humana. Como víctimas, constituyen una amenaza situada en las mismas raíces de la civilización. La lucha entre la cultura humana y los animales es un terreno de análisis en la ficción animal.

En Moby Dick, la larga ausencia de la ballena blanca de la narrativa constituye una presencia que la civilización ha ocultado de la conciencia. Después de Darwin, los animales subvierten las creencias convencionales y nos abren las puertas a materiales culturales no reconocidos. Norris sostiene que los animales se volvieron importantes para Kafka “porque la radicalidad de su visión ontológica requería un sitio negativo de narración, el sitio del ser animal” (133). Los animales existen así como una ausencia que el arte no puede representar completamente.

Los animales victimizados en la ficción son uno de los orígenes de la antipatía hacia la civilización. Los seres humanos se ven depreciados cuando los autores invocan la plenitud del ser animal. Y las víctimas animales invocan la profundidad de la desposesión en los seres humanos.

Nos gusta ver el efecto de los animales en nuestro pensamiento en tanto y en cuanto estos no desafíen su instrumentalidad como mediadores culturales. Los animales representan un desafío a la -en apariencia- omnipotente cultura. Enfrentan los artificios conceptuales que intentan subyugarlos y también rechazan la incorporación a nuestra cultura, que se siente incómoda observando un lenguaje animal. Y cuando el lenguaje comienza a tomar en consideración experiencias internas animales sospechamos que sabemos más sobre nosotros mismos que sobre los animales en sí. Esa paciente y resistente energía inexpresada en los animales salvajes desafía la capacidad del cuentista para ir más allá de la cultura, superándola y dejando hablar a la naturaleza. Los animales son una arena para la batalla, un escenario para el diálogo, entre la naturaleza y la cultura.

Flaubert podía sentir la silenciosa realidad de los animales y luchó para encontrar palabras para aproximarse a esa realidad. El silencio animal puede actuar como una barrera y la mirada del animal recordarnos que somos los únicos que hablamos. Oradores mudos, podrían hacer un poema del universo antes de volverse carne. En su misterioso silencio escribimos sobre ellos.

El ataque al antropocentrismo es un requisito para liberar a los animales de la explotación estética a la que están sometidos. Liberados del servicio conceptual, las víctimas animales podrían generar un impacto emocional. Si las víctimas animales son solo una herramienta literaria usada para un fin cultural, entonces el significado sólo sería humano y no animal en su origen y, por lo tanto, una nueva imposición sobre los animales.

Como un ejemplo final, recordemos que tanto Flaubert como Kafka consideraban que íntimamente luchamos para ser seres humanos, mientras se veían a sí mismos como animales enajenados o en algún tipo de extrañamiento. De esta manera, podría no haber ni excusa para que las humanidades y las ciencias sociales evadan el desafío de nuestra propia animalidad o para excluir la reflexión sobre lo que significa esta animalidad en la labor literaria.

Bibliografía
Adorno, Th.  Teoría Estética. Buenos Aires: Ed. Orbis, 1983.
Budgen, Frank           . James Joyce and the Making of Ulysses. Bloomington, Indiana U. Press, 1960.
Berchtold, Jacques. De rats et de ratieres: anamorphoses d'un champ metamorphique de saint Augustin a Jean Racine. Geneve: Librairie Droz, 1992.
Carroll, Joseph, Evolution and literary theory. Columbia: U. of Missouri Press, 1995.
Coetzee, J. M. The lives of animals.  Princeton, NJ: Princeton University Press, 1999.
Díaz, Nancy Gray. The radical self: metamorphosis to animal form in modern Latin American narrative. Columbia: University of Missouri Press, 1988.
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Lanuzza, Stefano. Bestiario del nihilismo: scrittura e animaliCastel Maggiore: Book Editore, 1993.
Lecomte, Mia. Animali parlanti  Firenze : Atheneum, 1995.
Loetscher, Hugo. Le Coq praecheur: de l’utilisation littéraire et morale des animaux. Paris: Fayard, 1994.
Koch, Walter  The Biology of Literature. Bochum: N. Brockmeyer, 1993.
Morin, Edgar. El método. Madrid: Cátedra, 1981.
Norris, Margot, Beasts of the Modern Imagination: Darwin, Nietzsche, Kafka, Ernst and            
            Lawrence. Baltimore: Johns Hopkins University Press, c1985.
Rosenfield, Leonora Cohen. From beast-machine to man-machine; animal soul in French letters from Descartes to La Mettrie. New York: Octagon Books, 1968.
Sartre, Jean Paul L'idiot de la famille : Gustave Flaubert de 1821 a 1857
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Scholtmeijer, Marian Louise Animal victims in modern fiction: from sanctity to sacrifice. Toronto; Buffalo: University of Toronto Press, c1993.
Skaar, Grace Marion. What do they say? What do the animals say? New York: Young Scott Books, 1968.
Storey, Robert F. Mimesis and the human animal: on the biogenetic foundations of literary representation.  Evanston, Ill. : Northwestern University Press, 1996.



[1] See Eccles, John C. Neurophysiological basis of mind: the principles of neurophysiology. New York: Garland, 1988.
[2] Heidegger, for instance, refers also specifically to animals in his essay on Rilke, where he explores the convergence of animal and poetic intuitions of Being.