Timerman escribe sobre Chile periodísticamente. Pero como un periodista de la condición humana. De este modo la realidad política no puede ser mencionada sin evocar el límite entre la vida y la muerte. Todo el material histórico es reclasificado a partir de un texto con muchas figuras literarias internas. No siempre sorprendentes, pero también no siempre obvias.
La figura, por ejemplo, de la subsistencia y del subsistente, la figura de la hostigación y de los que hostigan. Aflora así en el pueblo hileno la nostalgia de encontrarle un sentido a la vida. La figura, entonces, de la nostalgia, como si los chilenos pensaran en un galope cuya muerte conmueve a pocos. Un Timerman, como se ve, alegórico, para señalar las vidas subterráneas que en la amarga tristeza del Chile de hoy asisten al surgimiento de una nueva sociedad a precio moderno.
El precio que paga la sociedad chilena por Pinochet es abordado por Timerman en una crónica testimonial en la que emerge la desgarradora cotidianeidad de la tortura, los vejamientos, los exilios, los suicidios y la degradación psíquica. Testimonios que Timerman propone como sustento efectivo de su ensayo periodístico-literario, donde hablan aquellos que han sufrido la arbitrariedad y el pánico. En un libro donde abundan las citas, las reseñas de otros libros y las evocaciones de la literatura (indispensables, la de Neruda y la de Augusto Olivares, pero está el poeta Kurt Tucholsky, quien habla de soledades suicidas y proféticas y, desde luego, Albert Camus), los testimonios se convierten en algo más qeu un relevamiento fotográfico del sufrimiento chileno. Si en eso Timerman es denodadamente fiel a la palabra de los que cuentan, con su experiencia personal, cómo se cumplieron con pulcritud todas las amenazas de ese ejército que Allende supo juzgar como "el más democrático del mundo", también sabrá impulsar todo el conjunto testimonial de su libro hacia la idea general de un Chile donde la política se superpone con la condición humana: una sociedad anterior que ya no existe, las ilusiones sepultadas y la actual tragedia personal y colectiva de los chilenos.
Pero también hay opciones políticas, un credo timermaniano basado en la resistencia no violenta, como la de las Mujeres de Calama, la Vicaría de la Solidaridad y el Movimiento Sebastián Acevedo, y con simpatías hacia una "vía hispánica" para la transición post-Pinochet. No olvida, es claro, la crítica a la mode al discurso izquierdista pre-golpe y a las ambigüedades de la oposición actual. Es Timerman: periodismo político y los maltrechos jirones del humanismo judeo-cristiano, conra los abyectos carabineros de la historia.
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