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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

miércoles, 15 de abril de 2009

Un médico aquí

¿Es la honestidad un valor destacado en política o son otras las cosas que importan? ¿Creemos en el fortalecimiento de las instituciones o las instituciones representan lo viejo a derrumbar? ¿Creemos en la paz o en la violencia? ¿Creemos en escuchar al orador? ¿Creemos en la democracia?

Alfonsín, quien sin dudas vivió realmente en un clima destituyente, fue el hombre de un Estado que ya no existía y que hoy se haya en situación de corrupción estructural.

El día de su funeral lloré mis ilusiones, por los 17 años que tenía en 1982 cuando lo escuché por primera vez en un Cine de Morón. Lloré porque la política requiere sensibilidad, angustia, conciencia, prudencia, paciencia, coraje. Lloré por un hombre que tenía biblioteca, por la ética y el pensamiento menospreciados, por la desintegración social y la convivencia herida.

Recuerdo una conferencia suya en Yale: fue el único político latinoamericano en la mesa que disertó en castellano. ¿Era Alfonsín parte de la corporación política en crisis que necesitamos que se vaya? ¿O es la política que nos falta?

Lo despreciamos y denostamos. Representó nuestros propios límites. Luego llegaría (como sabían los que querían o podían ver) el narcotráfico, el terrorismo internacional y el desguace del Estado.

Conciliación, diálogo, decencia y democracia son en la Argentina valores menores.

Alfonsín abogó por el cambio vía los consensos. Y a pesar de sus tan sólo ahora destacados y por mucho tiempo escondidos logros que de repente salieron a la luz, en buena medida podemos decir que fracasó en cuanto a aquello. ¿Debemos entonces seguir buscando consensos o afirmar identidades y dirimir supremacías? ¿Liberalismo político universalista o personalismo populista nacionalista? Seguimos en esa vieja y gastada encrucijada. Hablando lenguajes a los que no se corresponden realidades.

Tuvo pasión, responsabilidad y mesura. Le sobraron enemigos y no le faltaron ingenuidades. Como podría haber dicho Martínez Estrada, Menem era más real que Alfonsín, quien reflejó mejor aspiraciones que realidades. Representa a una Argentina que se fue y que era mejor que ésta. Por eso conmovió su muerte.

Recibió un reconocimiento tardío, cínico, perverso.

Sigue pendiente la gigantesca reforma cultural que esperaba.

Adulado y despreciado.

Un médico aquí.

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