La intemperie no nos es ajena ya que no hay hogar para el camino. Por eso somos más vulnerables cuanto más libres somos. Y si la educación es, como tan bellamente un amigo definió, el arte de "darle la bienvenida a lo impensado e inesperado", nuestra responsabilidad es justamente estar abiertos al diálogo, al reconocimiento de las diferencias, es decir, a la vida misma. La diversidad es siempre una riqueza. No podemos abandonar la pregunta por la vida buena y, como Sócrates ya nos advertía, esa vida buena solo puede ser la vida examinada. La misma no existe si solo escuchamos lo que queremos previamente oír, si rebajamos la verdad a un puro interés y empobrecemos el lenguaje y el mundo. La mirada única mata, asesina, es violencia que crea el ambiente opuesto al que es necesario para formaciones filiatorias que añoramos. El modelo neoliberal comparte una misma matriz con ciertas políticas culturales actuales que lo continúan en su filosofía política y de la historia: entonces no se cuida y no se medita sobre "los intangibles" y los regalamos junto con los valores a los discursos autoritarios.
Cada uno de nosotros construye sus propios "irrenunciables". Hay que volver a ponerlos de pie para levantarnos. El deseo de saber debe volver a seducirnos más que el deseo de vender, sea mercancías o relatos.
Para que haya "mundo en común” y “ciudad de todos" hay que reconocer los mundos diversos, el derecho de todos a esos diversos mundos y otra conciencia ecológica solo posible en la apertura de la escuela a la sociedad y de ésta a la escuela: si no se cuidan y se quieren mutuamente el divorcio será inevitable.
Hemos dejado de indignarnos y de desear, Es necesaria una nueva educación sentimental frente a la mecanización e inhibición burocráticas que todo lo aceptan y trivializan en su conventillo cotidiano. Una escuela que no se escucha, una sociedad que no se ve, un actor que no se reconoce como tal, un funcionario de obediencia debida solo reafirma y reproduce lo mismo, el siempre fue así y será.
No hay "saberes de entre mundos" si solo escuchamos 6,7,8, pensamos en "Cristina eterna" y escrachamos a Vargas Llosa. Si el batracio no va a la olla lo va a pisar un camión de Moyano. No habrá maestros de estirpe sarmientina si la presidenta no menciona siquiera el nombre del maestro en el bicentenario de su natalicio.
No hay esencias que puedan guardarse si todas están a la venta, no hay civilización si los maestros y los políticos no leen, no hay referentes y referencias si discernir es considerado golpista, analizar considerado gorila y contextualizar considerado no parte de la memoria oficial. Sin pasión, es cierto, solo hay desierto.
Pero con la mirada única como bandera, también solo hay desierto.
No hay hogar si no hay mesa compartida.
No hay mesa compartida si el otro no está en la mesa o no lo dejan hablar en ella sin saber de antemano lo que va a decir.
Y ni hablemos cuando no hay mesas
o tan solo una mesa muy chica,
tan chica,
que los pocos comen de un solo plato
que luego todos los no invitados a la mesa
tenemos que lavar.
Como diría María Elena,
sábana y mantel, el hijo de la intemperie los teje más de una vez...
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