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Dramatis Personae

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Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.

sábado, 27 de agosto de 2016

La clóclea de su madre

Empecé el día haciéndome un estudio de la clóclea. Ando con problemas en un oído por el stress. Salí del estudio y me encontré en Congreso con los taxistas, cortando la calle, quemando ruedas, aguante vieja, vamo a cortá Rivadavia vamo, 120 kilos, anteojos negros, tatuajes, miradas amenazadoras, humo negro, bombos, petardos para mi oído, músculos, y grasa de achuras. La peor argentinidad al palo. Luego dí una clase sobre "El Libro del Desasosiego", de Pessoa para, finalmente, invitar a comer sushi a una nueva amiga noruega con quien después nos fuimos a ver una muy buena obra de César Brie sobre la vida de Simone Weil ("La Voluntad"), obra que recomiendo con énfasis (tanto la puesta de Brie -que me dejó al borde de las lágrimas- como la vida y obra de Weil). Luego de gastarme con ella el dinero ganado en la clase, dejé a mi amiga en un taxi (no sin antes chequear su patente), le dije donde debía llevarla, esperé el 166 que no paró o, mejor dicho, paró unos diez metros adelante para dejar bajar tres personas pero no dejar que subiéramos (éramos tres), sin importarle y sabiendo que el próximo 166 pasaría más de media hora después (en el mejor de los casos, ya eran casi la 1 de la mañana), y no parando en la parada del metrobus sino peligrosamente en pleno cruce de calles. Simone Weil, una enorme mujer y filósofa, trabajó como obrera en una fábrica urbana y luego en el campo, pero no conoció a los taxistas y colectiveros porteños, sino su obra hubiera sido distinta. No se le hubiera ocurrido enseñarles la Ilíada como lo hiciera con los obreros franceses porque la habrían mandado a la clóclea de su madre. Y el misticismo le habría llegado mucho más temprano...

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