La
materia puede ser más compleja que la vida y el deseo lo que haga
irrumpir el acontecimiento virtual en un mundo codificado, abriendo
nuestra capacidad de devenir a través de múltiples pliegues. Así
pensaba quien, heredero de Bergson y Whitehead,
definiera su filosofía como un empirismo trascendental y suponía
que la buena vida consistía en expresar nuestras propias potencias
virtuales, abandonando territorios para extenderlos. Deleuze nos
creía desiertos poblados de múltiples tribus y veía en la
experimentación sobre nosotros mismos la única oportunidad para las
combinaciones que nos habitan.
En
Cartas y otros textos
encontramos cartas, textos
que no figuran en volúmenes anteriores y escritos de juventud.
Percibimos allí su búsqueda de un nuevo estilo en filosofía, nos
enteramos de un pensado artículo sobre Céline que no llegó a ver
la luz y vemos cómo lo que eran unas notas sobre Lewis Carroll
acabaron en la Lógica
del Sentido.
Sus cartas a Guattari revelan su preocupación por la necesidad de
elaborar teóricamente sus conceptos, su interés por Beckett, sus
conversaciones con Foucault, su desprecio por Lyotard y por la gente
del cine.
En
las cartas a Klossowski le cuenta del libro con Guattari sobre la
esquizofrenia y anticipa el silencio o la guerra con los
psicoanalistas, en las enviadas a Foucault le dice que se ve lleno de
“pequeñas cosas”, comprometido por demasiados fragmentos. En un
cuestionario admite que su obra gira alrededor de cierta idea de la
naturaleza, que la conclusión de
Mil Mesetas es una
tabla de categorías incompleta a lo Whitehead, que se siente
bergsoniano cuando dice que la ciencia moderna no ha encontrado su
metafísica. Vemos también en estos textos cómo a Deleuze le
repugna toda cultura trágica por neurótica. Dice escribir libros
para combatir errores, reparar olvidos y crear conceptos. Se queja de
cómo nociones como “rizoma” y “devenir-animal” fueron
tomadas de cualquier modo y encuentra abrigo en lo que hay de más
terrible en el arte que pone en desbandada la abyección de este
mundo. En ese sentido, tal vez lo más interesante sea su texto sobre
Sacher-Masoch y el masoquismo donde discurre sobre la imposibilidad
de un encuentro entre un sádico y un masoquista.
En
la reproducción de una entrevista a Deleuze y Guattari sobre El
Antiedipo que nunca viera la luz, Deleuze sostiene que los
jóvenes se hallan atrapados por el análisis como una droga y
reivindica el derecho al sinsentido y a la regresión. Deleuze veía
dos políticas del deseo: una paranoica, yoizante y otra -propuesta
junto Guattari- que en el momento en que algo se desgarra, huye.
Reflexionan aquí asimismo sobre la sexualidad y el secreto como
elemento estructural de toda sociedad y sobre cómo la interpretación
de sueños sirve para reforzar una política fascista. Por ello
Deleuze opone un dominio de experimentación a ese dominio de
interpretación. Un bergsoniano Deleuze sostiene que los recuerdos de
la infancia se hacen al mismo tiempo que la infancia, y llama a
proceder por el olvido y no por la memoria.
En
una versión de una conferencia dada por invitación de Pierre
Boulez, nos habla de un devenir molecular de la música y de un
tiempo no pulsado, liberado de la medida y la forma; y en un prefacio
para su libro sobre Bacon sostiene que el pintor descubre en sus
trípticos al ritmo como esencia de la pintura y le interesa una
violencia que ya solo es la del color y del trazo, de una sensación,
el grito que nos arranca el presentimiento de fuerzas invisibles e
interiores que se ejercen sobre la carne. Finalmente, llegamos a lo
más perturbador del libro: sus textos de juventud. El primero es una
descripción de la mujer en donde advierte que corre hacia su
perdición puesto que su lugar está en el interior, en la casa, y
que el maquillaje es la formación de dicha interioridad: la mujer
como secreto sin espesor, mientras que lo masculino se define por la
exterioridad. Se entiende por qué no quiso volver a publicarlos.
Estos
textos fueron compilados por David Lapoujade, asimismo autor de Los
movimientos aberrantes, libro en el que afirma que la filosofía
de Deleuze es una filosofía de esos movimientos que explican la
torsión de las figuras en Bacon y la definición de la filosofía
misma en Deleuze, concebida como el movimiento aberrante de crear
conceptos. ¿A qué lógica obedecen estos movimientos aberrantes?
Este problema, revela, ha acosado a Deleuze puesto que lo que le
interesa sobre todo es la lógica, y
para Deleuze un movimiento es tanto más lógico cuanto más escapa a
toda racionalidad, cuanto más aberrante es. La filosofía de Deleuze
se presenta entoces como una lógica irracional de los movimientos
aberrantes.
Su vitalismo le
permitiría suponer que las potencias de la vida producen
continuamente nuevas lógicas que nos someten a su irracionalidad. Y
si bien su experimentación puede implicar una especie de
autodestrucción, la
empresa suicida solo ocurriría cuando todo se vuelca sobre un único
flujo. Los movimientos aberrantes amenazan la vida tanto como liberan
sus potencias. Todo pasaría como si lo que hay de más vital fuera
insoportable o existiera en condiciones que hubiera que pasar por
muertes que nos desorganizan. Los movimientos aberrantes darían por
ello testimonio de la “vida inorgánica” que atraviesa los
organismos y amenaza su integridad. Habría algo “demasiado fuerte”
en la vida que solo podemos vivir como un riesgo que hace que uno ya
no se aferre a su vida
en lo que tiene de personal.
Los
movimientos aberrantes serían siempre luchas moleculares contra la
muerte en vida. ¿Con qué derecho? ¿Quid
juris? Esa pregunta
atraviesa para Lapoujade toda la filosofía de Deleuze. La pregunta
por lo que funda tendría de aberrante el hecho de que nos hace
remontar más allá de todo fundamento hacia un “desfondamiento”
como en la meditación heideggeriana sobre el Ser, o como en Bergson
quien opone a la actividad de fundar la de “fundir”. Hacer
ascender el sin fondo que gruñe bajo el fundamento sería importante
para Deleuze, no por el descubrimiento de nuevas profundidades sino
por la producción de nuevas superficies, el trazado un plano, la
construcción de una nueva tierra para el pensamiento y para la vida.
La
desterritorialización, movimiento aberrante de la Tierra,
es a la tierra lo que el
sin fondo es al fundamento. No es un movimiento por el cual
uno se aleja de la tierra sino aquel mediante el cual uno se reúne
con ella. Según Lapoujade, quizás
la cuestión última de la filosofía de Deleuze sea constituir una
filosofía de la tierra y en relación con ella. Fundar es siempre
fundar la representación y saltar más allá de los límites que el
juicio asigna a los seres sería la señal misma de los movimientos
aberrantes. Si se puede decir que la filosofía de Deleuze es una
“filosofía del acontecimiento” es ante todo porque el
acontecimiento da testimonio de la acción de lo sin fondo sobre
nosotros. Al abrirnos al cosmos y sus fuerzas moleculares que
lo agitan nos arrancamos de los territorios en un instinto de muerte,
lo que nos hace ya no pensar el cosmos como separado del caos sino
como lo que procede de él. La doctrina de los movimientos aberrantes
que resulta de la crisis del fundamento sería el empirismo
trascendental. Es de ese sin fondo que salen todos los movimientos
aberrantes. Todo comienza
por una especie de despoblamiento porque la filosofía tiene
necesidad de un desierto y desterritorializar es arrancar
la tierra al hombre, poblarla
con todo lo que hay de no humano en él, convirtiendo los cuerpos en
bergsonianas figuras de luz.
¿Por
qué según Lapoujade los movimientos aberrantes son importantes para
la filosofía de Deleuze? Por su potencia genética y por un motivo
vital más profundo: plantean el problema de los límites
y la ley. El primer
límite es el de la ley pero el otro es “más allá del bien y del
mal”. La ambición heredada de Nietzsche consiste en querer
invertir el platonismo pero con ligereza, humor y una spinoziana
alegría.