Publicada en el Diario Clarín el 6 de julio de 2017. Ver publicación en la web en:
https://www.clarin.com/opinion/tomar-clases-danza-neuronal_0_rkt8JxjEW.html
https://www.clarin.com/opinion/tomar-clases-danza-neuronal_0_rkt8JxjEW.html
Comprendemos los estados mentales de los demás en forma casi continua, con frecuencia sin prestar demasiada atención, simulando estar en la situación del otro. El cerebro percibe el habla de los otros simulando que somos nosotros quienes hablamos. Y cuando conversamos tendemos a imitar la sintaxis de nuestros interlocutores. Imitar a los otros nos ayuda a percibir sus expresiones y sus emociones, precede y ayuda al reconocimiento.
Desde que nacemos tendemos a sincronizar nuestros movimientos, miradas y diálogos. Es como una danza. Por eso estar con personas inteligentes nos vuelve más inteligentes y estar con quienes no lo son nos estupidiza, así como jugar al tenis con grandes tenistas nos vuelve mejores y jugar con quienes no juegan tan bien reduce nuestro rendimiento. Esto sucede, entre otras cosas, porque cuando miramos a los otros nos encontramos tanto con ellos como con nosotros. Durante mucho tiempo hemos estado dominados por el prejuicio de que existe una separación completa entre el yo y el otro. ¿Pero cómo nos conectamos entonces? Es cierto que cada persona dice lo que dice u oye lo que oye según su propia determinación estructural y la comunicación no depende de lo que se entrega sino de lo que ocurre con el que recibe. Las palabras son acciones, no son cosas que se pasan de aquí para allá. Pero la trama de nuestras coordinaciones conductuales en la manipulación de nuestro mundo y la comunicación es inseparable de nuestra experiencia. A su vez, si bien existe un sistema cerebral social en el que no nos diferenciamos de los otros, como cada ser humano se cría en un ambiente diferente y tiene experiencias distintas, la arquitectura de cada cerebro humano es por cierto única.
La narración de nuestro cerebro está incesantemente en busca de y creando sentido. Y si la forma o contenido de una experiencia son su construcción eso no vuele ilusoria tal experiencia. Somos de alguna forma prisioneros de la huella cultural almacenada en nuestro cerebro. Las preguntas sobre lo verdadero y el bien están enredadas en nuestros circuitos neuronales y tienen que ver con su historia. Las intuiciones morales están ya allí pero el aprendizaje modifica las conexiones sinápticas entre las neuronas y su intensidad. Y, contrariamente a lo que el prejuicio indica, la neurobiología revela que nuestro cerebro es fundamentalmente lo que hacemos de él. Si usted, lector, recuerda algo de esta nota será porque su cerebro cambió ligeramente después de leerla.
Desde que nacemos tendemos a sincronizar nuestros movimientos, miradas y diálogos. Es como una danza. Por eso estar con personas inteligentes nos vuelve más inteligentes y estar con quienes no lo son nos estupidiza, así como jugar al tenis con grandes tenistas nos vuelve mejores y jugar con quienes no juegan tan bien reduce nuestro rendimiento. Esto sucede, entre otras cosas, porque cuando miramos a los otros nos encontramos tanto con ellos como con nosotros. Durante mucho tiempo hemos estado dominados por el prejuicio de que existe una separación completa entre el yo y el otro. ¿Pero cómo nos conectamos entonces? Es cierto que cada persona dice lo que dice u oye lo que oye según su propia determinación estructural y la comunicación no depende de lo que se entrega sino de lo que ocurre con el que recibe. Las palabras son acciones, no son cosas que se pasan de aquí para allá. Pero la trama de nuestras coordinaciones conductuales en la manipulación de nuestro mundo y la comunicación es inseparable de nuestra experiencia. A su vez, si bien existe un sistema cerebral social en el que no nos diferenciamos de los otros, como cada ser humano se cría en un ambiente diferente y tiene experiencias distintas, la arquitectura de cada cerebro humano es por cierto única.
La narración de nuestro cerebro está incesantemente en busca de y creando sentido. Y si la forma o contenido de una experiencia son su construcción eso no vuele ilusoria tal experiencia. Somos de alguna forma prisioneros de la huella cultural almacenada en nuestro cerebro. Las preguntas sobre lo verdadero y el bien están enredadas en nuestros circuitos neuronales y tienen que ver con su historia. Las intuiciones morales están ya allí pero el aprendizaje modifica las conexiones sinápticas entre las neuronas y su intensidad. Y, contrariamente a lo que el prejuicio indica, la neurobiología revela que nuestro cerebro es fundamentalmente lo que hacemos de él. Si usted, lector, recuerda algo de esta nota será porque su cerebro cambió ligeramente después de leerla.
Estamos
entrando en una era en la que la biología molecular de la cognición
y las emociones puede allanar el camino para mejorar la comunicación
de los seres humanos en tiempos en que está cambiando todo
velozmente sin que nuestro sistema nervioso esté preparado para
ello.
Ahora
vuelva usted a leer estas líneas pensando en la afamada grieta. Y
baile luego con su oponente -no le queda otra- tratando de no
pisarse mutuamente. Si es necesario, tome algunas clases de danza
neuronal. Relájese y trate de escuchar la música que toca la
orquesta, es fundamental para bailar mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario