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Milena es un nombre que todo lector de Franz Kafka difícilmente desconozca. Y si ese nombre se halla ligado a un relato de la vida de ese amor del autor checo, el interés por su lectura es inmediato. Sin embargo, al leerlo encontramos más que una biografía: la historia de amistad de Milena con la autora, con quien compartió el encierro en un campo de concentración nazi.
Más allá de las referencias del afamado escritor a su amada, nos encontramos aquí con un libro que recoge los gestos de un cuerpo, la vitalidad de un ser que fascinó a la autora por su entereza y con quien compartió las críticas al Partido Comunista al que habían pertenecido ambas.
Se habían prometido escribir juntas un libro cuando estuvieran en libertad, pero Milena falleció antes y Margarete Buber-Neumann cumplió con el cometido de llevarlo a cabo. Una amistad puede ser, en ciertas ocasiones, una forma de resistencia a la opresión.
La autora la describe como un torbellino en medio de Praga y el polo magnético de una generación literaria, un ser valiente, rodeado de misterio y dominado por el amor en el sentido más amplio de esa palabra, apasionada e inteligente, e intentando por todos los medios ser libre; ella que decía ser Gregor Samsa y que fue la primera traductora al checo de La metamorfosis, entre otras obras de Kafka.
Nunca superó el dolor por la ruptura con su padre, con quien luego se escribirá mensualmente desde su encierro en Ravensbrück. ¿Quién mejor que Kafka para comprender este dolor? Como muestra de ese entendimiento le dejó leer su Carta al padre. Pero la vinculación de Milena con su padre era sentimental y por tanto mucho más fuerte y dolorosa que la de Kafka.
Las relaciones entre Franz Kafka y Milena Jesenská terminaron al final por deseo del primero, quien sufría mucho junto a esa mujer que decía sólo saber escribir cartas de amor, siendo sus artículos a su juicio nada más que eso. Era una persona con elevadas exigencias morales, que buscaba una vía de sencillez, y se halló en un callejón sin salida puesto que se sumergía hasta el fondo en aquello que consideraba justo.
Retratada como alguien incapaz de hacer sufrir, la autora la sitúa junto a todos los que corrieron la suerte de ser desterrados y van por el mundo llenos de miedo, tristeza y angustia, asesinados por difamación, los pisoteados de la tierra de nadie, con un alma y un corazón desmesurados, pero sin patria, sin país, sin idioma, como los seres que se deslizan en silencio dentro de la soledad de todas las cosas, a fin de no molestar a nadie con su dolor, sobrellevándolo como un secreto que es necesario mantener callado.
Sus artículos y su coraje cívico daban curso libre tanto a la indignación moral como a las exigencias de justicia y a un humor inalterable de un ser que no podía permanecer ni indiferente ni callado, y que en esta publicación vio cumplida su última voluntad: la escritura del libro sobre el campo de concentración donde residió con la autora, que no la olvidó y contó su historia.
Milena, la amante de Franz Kafka, a quien veía como aquel que no se defendió de una acusación grave porque al hacerlo habría tenido que revelar algo de él sumamente hermoso y noble, que ocultaba su honestidad como alguien que se avergüenza de tener ventajas sobre los demás y hacía las cosas más hermosas en silencio, demasiado sabio para saber vivir y demasiado débil para luchar. Debilidad de los seres nobles y bellos que, conscientes de su impotencia, se someten, avergonzando así al vencedor. ¿Qué tipo de mujer se enamora de un hombre así?
Milena, Margarete Buber-Neumann. Trad. María A. Grau. Tusquets, 272 págs.
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