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Dramatis Personae
- Daniel Scarfò
- Filopolímata y explorador de vidas más poéticas, ha sido traductor, escritor, editor, director de museos, músico, cantante, tenista y bailarín de tango danzando cosmopolita entre las ciencias y las humanidades. Doctor en Filosofía (Spanish and Portuguese, Yale University) y Licenciado y Profesor en Sociología (Universidad de Buenos Aires). Estudió asimismo Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico y Estudios Portugueses en la Universidad de Lisboa. Vivió también en Brasil y enseñó en universidades de Argentina, Canadá y E.E.U.U.
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martes, 25 de enero de 2022
domingo, 23 de enero de 2022
domingo, 16 de enero de 2022
martes, 11 de enero de 2022
Necesito ir al baño
Hoy fui al supermercado. Cuando estaba en la cola para pagar un hombre se puso en la cola atrás mío, pegado a mí. Le pedí que mantuviera la distancia social, si se podía alejar un poco. En el piso del supermercado están marcados los lugares donde pararse en la fila, justamente para mantener la distancia. Rara vez son respetados. El hombre se corrió 20 centímentros y me dijo, desafiante: "¿Acá te gusta?" Traté de controlarme y le dije, con el tono de voz más suave posible: "No se trata de que me guste o no, se trata de que estamos una pandemia y hay que mantener la distancia social y más aún en un lugar cerrado. Y justamente están marcados los lugares en el piso donde pararse". No se movió ni un centímentro más mientras me miraba con desprecio. Entonces agregué: "no se preocupe, pase adelante, yo me voy atrás a respetar la distancia donde corresponde". Se puso adelante mío y no le importó que le dejara el lugar por no mantener la distancia. Como yo estaba a la distancia que corresponde, otra persona, una mujer en este caso, se puso delante mío entre los dos. Le dije; "disculpame, pero yo estoy acá haciendo la cola donde corresponde, tratando de mantener la distancia social". Me contestó algo que no le entendí, y no se movió. "Por eso estamos como estamos, le dije". Entonces me contestó algo que sí entendí: "En todo el mundo están así". Repliqué: Por eso estamos como estamos en el mundo". No me contestó, se quedó delante mío y yo decidí irme a otra fila Pagué y me fui a la farmacia a comprar lo que tengo que tomar para los estudios de mañana. Pagué 4500 pesos, con los descuentos del 40% de la obra social incluídos. Por algo para tomar solo un día para limpiar el colon: un laxante y un reliverán, bah. La farmacia estaba cerrada herméticamente con un cartel que decía "AIRE ACONDICIONADO", como para que uno no deje abierta la puerta. De hecho la puerta se cerraba en cuanto la abrías. He visto esa puerta abierta muchas veces. Pero como hace calor, prefieren mantenerla cerrada para que no se desperdicie nada del frío del aire acondicionado. 20 personas dentro de la farmacia. Pagué los 4500 pesos por el laxante y me fui lo antes que pude. Iba con el changuito con tres cervezas que había comprado. Pero las veredas están todas rotas y el changuito se enganchó en uno de los baches y cayó al suelo: se rompieron dos cervezas. La tercera la romí en casa en cuanto llegué, pateándola sin querer. Explotó y uno de los vidrios se me clavó en el pie. Ya me lo saqué. Decido mirar el mail y tengo un correo de una empresa de gas que se contacta conmigo como si mi correo electrónico fuera el de una persona/titular del servicio que desconozco y de un lugar de suministro que desconozco. Ya les escribí en agosto, no me contestaron. Me siguen escribiendo como si yo fuera "Juan Pérez", y titular de un suministro de un lugar que desconozco. Quisiera seguir escribiendo pero no puedo, creo que necesito ir al baño.
jueves, 6 de enero de 2022
Lo mínimo que merezco es una colonoscopía
Tengo que hacerme una colonoscopía. Y una endoscopía. Y una biopsia de estómago. Entonces pido turno en un lugar donde me dicen que tengo que tomar el producto X, no me exigen un electrocardiograma reciente para hacerme esos estudios, y las instrucciones para realizármelos tienen lo que supongo son errores de tipeo. Como no puedo creer que escriban mal las palabras y no las corrijan, pregunto qué es un jugo “glight” (expresión que aparece dos veces de esta manera en el instructivo). No me contestan. ¿Será un jugo especial? Me pregunto si son tan precisos con la redacción cómo serán con la colonoscopía y la endoscopía, donde cualquier error puede provocar un daño importante. Por eso es que decido llamar a otro lugar y, en ese otro lugar, me exigen tomar otro producto, me exigen electrocardiograma y a la vez, me hacen firmar papeles que señalan que soy conciente de todos los riesgos que corro haciéndome estos estudios: da miedo leerlo. ¿Cuál es el producto correcto para tomar? ¿Es necesario el electrocardiograma y, si no lo es, por qué no lo piden en el otro lugar? ¿Puedo firmar un documento en donde prácticamente los eximo de cualquier responsabilidad sobre lo que puedan hacer conmigo?
Decido pensarlo más tarde porque tengo que llamar a la empresa de gas. Puse la boleta en débito automático y quiero asegurarme de que me la debiten o, si así no fuera, saberlo para poder pagarla. A veces tardan en “entrar en el sistema”. Llamo y me atiende una mujer que se presenta como Marta. A mí me pide nombre completo, número de DNI, número de cliente, número de teléfono, nombre del titular, si el titular vive en la propiedad y, finalmente, mi correo electrónico. Ante esta última pregunta me cansé, ya estaba harto de tantas preguntas y le dije que ya tenía suficientes datos míos como para comprobar que era yo quien estaba hablando. Yo había llamado para hacer una pregunta y primero tenía que contestar veinte. Me dice que tienen que confirmar datos. Pienso: llamen en otro momento si quieren confirmar más datos, ya les confirmé suficiente. Respóndanme una pregunta. Yo ya respondí seis preguntas y todavía no pude hacer ninguna. Y fui yo quien llamé para preguntar algo. Porque yo soy el cliente y tengo una pregunta porque quiero pagar y quiero asegurarme de que me cobren, tan imbécil soy. Entonces me dice que no está el débito en el sistema (como suponía, ya me pasó con el Cable con meses tratando de que entre en el sistema por el Banco Provincia, donde nunca entraron los débitos y aparecía una confusión con el DNI de otra persona que me impidió pedir un paquete de servicios por un mes cuando esa misma noche yo averigüé de qué se trataba. A ellos les tomó un mes solucionarlo). Tiene que pagarlo mañana, afirmó casi amenazante. Luego leo en la boleta y hay un mensaje que dice que pueden cortarte el servicio si no tienen toda la información tuya actualizada. Les interesa más la información sobre vos que el hecho de que pagues el servicio.Tengo que irme a trabajar. Los trenes vienen llenos. Dejo pasar dos. Tomo el tercero. Llego a la oficina. Estoy solo. Me gusta estar solo en la oficina. Al mismo tiempo, pienso, podría hacer este trabajo en mi casa, sin necesidad de perder tiempo viajando y exponiéndome al COVID. Sería más seguro y más productivo.
No me sorprende la explosión de casos. Basta viajar en colectivo o tren y estar un poco informado sobre cómo se transmite el virus para no sorprenderse. Gente sin barbijo o con el barbijo de babero, gente comiendo o bebiendo, o sacándose el barbijo para hablar por celular, sin abrir las ventanas de los micros, con choferes que no solo no controlan sino que ellos mismos no llevan barbijos. El otro día un inspector se burló de mí porque perdí el colectivo por mantener la distancia social. El tipo hablaba sin barbijo con el chofer y le dio salida inmediata mientras yo esperaba que dejara la puerta para poder subir al colectivo sin recibir su saliva: “si no te decidís a subir no es culpa mía”, me dijo. Le deseé feliz año.
Pero en realidad quiero contarles mi regreso a casa hoy. Un viaje que normalmente me lleva una hora hoy me llevó tres. Usualmente regreso en tren y subte y hoy tuve que tomar dos subtes y tres colectivos. Llegué a Once casi sin problemas en subte. Digo casi porque en Once me costó salir del subte ya que varias personas se abalanzaban para subir antes de que yo baje. Es una práctica habitual que sufro, pero hoy me pareció extraño en ese horario en Once en el subte que va para Flores. Rápidamente descubrí lo que pasaba al llegar a la estación de trenes que estaba completamente cerrada. Nadie sabía que pasaba, nadie informaba nada y la gente como hormigas buscaba dónde ir. La plaza Once se llenó de personas que hacían filas de casi una cuadra entera para tomar distintos colectivos. Había medios de comunicación filmando pero no nos decían tampoco qué pasaba. Busco en Internet y descubro que en el Sarmiento habían decretado un paro sin previo aviso en plena pandemia y en horario pico (5:30pm cuando yo estaba) porque había personal que no quería hacerse los tests de alcoholemia reglamentarios. Los colectivos empezaban a llenarse de una forma insana. Me senté en Plaza Miserere a pensar qué hacer y uno de los usuales predicadores del lugar comenzó a hablar del Apocalipsis con un micrófono y un parlante. Entonces, mientras miraba las noticias en twitter, vi que alguien recomendaba tomar un colectivo en Acoyte y Rivadavia si quería llegar a Ramos Mejía. Por eso me fui nuevamente al subte A para ir hasta hasta Acoyte y Rivadavia. Allí llegado tomé un colectivo pero pronto comenzó a llenarse de gente. El chofer no llevaba barbijo y nadie respetaba ninguna distancia social. Por precaución me bajé entonces en Juan B. Justo donde tomé otro colectivo que iba con el chofer también sin barbijo y todas las ventanas cerradas. Ese iba hasta Liniers, al menos me acercaba bastante. Pero, claro está, empecé de a poco a abrir ventanas mientras conseguía asientos (este iba basante vacío, es decir, sin gente parada. Llegué a cambiarme de asiento 5 veces y a abrir cinco ventanas. De las veintipico de personas que iban sentadas yo era la única que abría ventanas. El colectivo debería salir con las ventanas abiertas, supuse. Nadie más en todo el trayecto abrió ninguna ventana de ese colectivo que iba con todas las ventanas cerradas, solo yo. Me puse contento cuando finalmente pude abrir la sexta ventana porque era la única que permitía una ventilación cruzada, pero ya casi estaba llegando a destino. En unos 25 minutos de ese trayecto fui el único que abrió ventanas. Varios se sacaban el barbijo para hablar por teléfono, o iban con la nariz destapada. Ningún chofer de colectivo dice nada. Nadie en los trenes controla que te pongas barbijo. Ya no te digo que te tomen la temperatura y te pongan alcohol, ni siquiera les preocupa que vayas encerrado y sin barbijo, comiendo o bebiendo, hablando por teléfono, o con el barbijo de babero. Pero se han puesto muy firmes hoy para parar el servicio cuando su salud estaba supuestamente en riesgo por los tests de alcoholemia. Y no les preocupó que eso ponga en riesgo la salud de los pasajeros. En ningún momento cuidan al pasajero, ni trenes, ni subtes ni colectivos. Finalmente, en Liniers, veo que los trenes volvieron a funcionar porque pasa uno cargadísimo de gente, todos pegados. Muchos se quedan en el anden porque no pueden subir, aunque quieran, por falta de espacio. Tomo otro colectivo, el tercero, en Liniers, hasta Ramos Mejía. Dos subtes y tres colectivos. Tres horas para llegar a casa. En este último viaja un chico dormido con el barbijo por el cuello y tosiendo y una pareja en el fondo bebiendo cerveza y riéndose, sin barbijos. No puedo más ser el único que se queja y pide que nos cuiden. Porque de eso se trata. Yo te cuido a vos cuando me pongo el barbijo. Pero muchos, pero muchos, pero muchos, no tienen ni idea de como hay que cuidarse y cuidar a los otros, en el mejor de los casos, y en el peor...les importamos un carajo. Por haberme vuelto de Canadá lo mínimo que me merezco es una colonoscopía y sin saber si me la harán bien o no
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